Cataluña: Una sociedad divergente
![[Img #13000]](upload/img/periodico/img_13000.jpg)
Los resultados de las elecciones autonómicas catalanas que pudo pero no se atrevió a convocar el huido Puigdemont, me llevan a ciertas reflexiones.
Más allá de las obviedades que nos muestran las cifras y las series estadísticas, destaca la comprobación de que la tremenda fractura social en Cataluña no distingue ni de franjas de edad ni de sexo (se han incorporado 136.000 nuevos votantes jóvenes) y que la polarización es de tal intensidad que ha generado una participación histórica en las democracias (82%), más propia de aquellas donde el voto es obligatorio.
Vuelve a ser notable la diferencia que existe entre comarcas, sobro todo entre Barcelona, la zona costera de Tarragona y el interior del territorio, con la cada vez más consolidada excepción del Valle de Arán (donde gana Ciudadanos). Como estoy seguro que si correlaciono estos datos con los niveles culturales de los votantes me tacharán de fascista, no voy a hacerlo.
Queda al descubierto la inmensa falsedad de los datos que nos ofrecieron tras la ilegal consulta del pasado día 1 de octubre. Escandaloso y vergonzoso, porque si extrapolamos datos, según ellos, ése día habrían votado más del 140% de la población.
La Ley Electoral y sus mecanismos, entre los que se encuentra la formula matemática de distribución de escaños conocida como Ley d'Hont determina que cada provincia sea una circunscripción, de tal manera que en Barcelona, con un 74,8% de la población catalana, un escaño cueste unos 48.000 votos, y que en Lérida, con un 5,7% de la población, el mismo escaño solo cueste 21.000 votos. Es la imposición de la minoria y la garantía de que no todos los votos tienen el mismo valor.
Pero es importante recordar que en Cataluña se aplica la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (LOREG) porque los gobiernos nacionalistas de esa comunidad nunca quisieron desarrollar su propia Ley Electoral, pese a que su Estatuto se lo permite desde siempre, porque no convenía a sus intereses nacionalistas, como se está comprobando en los últimos años.
El triunfo secesionista lo es en escaños y no en votos, pero las difrencias observadas como tendencias son tan radicales que únicamente podemos hablar de la consolidación de la fractura, es evidente que no existe una sociedad catalana, sino dos. Que malviven y conviven, con objetivos divergentes.
El partido más votado, con Inés Arrimadas a la cabeza, ha sido Ciudadanos, que para la otra parte es un partido más a la derecha que el PP, y que consideran que Arrimadas es una "charnega"; recuerdo que cuendo yo era crío, en alguna ocasión algún compañero de colegio me llamó charnego porque mis abuelos no eran catalanes de nacimiento, siempre fué un término diferenciador y desagradable.
La debacle del PP tiene consecuencias tremendas. Pasar a la absoluta irrelevancia parlamentaria no es una cuestión baladí. Tener que compartir grupo mixto con los antitodo de la CUP es el colmo de los colmos, y que el Albiol no haya dimitido en el momento de conocerse los resultados, es algo imposible de entender en cualquier democracia occidental consolidada. Que en muchas localidades de las cuatro provincias no hayan alcanzado ni siquiera el 3% de los votos es sencillamente escandaloso, y que en Badalona, tercera ciudad más grande de Cataluña (215.000 habitantes), de la que el Albiol fue alcalde, ahora sean la sexta fuerza es como ingresar en urgencias.
Que Rajoy nos obsequie con el vacío, esquivo, ridículo, inútil y lamentable discurso que pronunció tras conocerse los resultados electorales, es algo que le pasará factura, que ya se la está pasando en su propio partido, que está harto de su inacción y de su parsimonia, que denotan un importante desajuste con la tozuda realidad y la rápida velocidad a la que se suceden los acontecimientos.
No solo me refiero a Aznar (FAES), que se arrepiente de lo que hizo cada segundo que pasa, hasta el extremo que probablemente tenga problemas para conciliar el sueño, porque nunca lo tuvo claro, algunos le advirtieron y lleva mucho tiempo atisbando el final.
Rajoy insiste en agotar la legislatura, en un acto de voluntarismo extraño, porque ya son muchos los asesores que en privado le estan diciendo que se está "cargando" el partido. Ni el más despistado del lugar se traga que Moragas anuncie su fulminante marcha justo después de lo ocurrido, leal y discreta persona que se marcha, con seguridad, cansado de adverir desastres que se verifican y algunos que se aproximan. Seguro que le irá muy bien como embajador de España en Naciones Unidas.
Surgen con fuerza cuestiones que afectan a las legitimidades que sustentan a los poderes y a las instituciones, y cada vez son más los que se la conceden al "pueblo", algo intrínsecamente peligroso.
Pero la tozuda realidad es que dos millones de catalanes (47,5%) siguen votando opciones claramente secesionistas, tras constatar lo ocurrido desde el año 2015 y sobre todo desde la proclamación de la ficticia República. Como si viviesen en un universo paralelo, están consiguiendo cosas tan alucinanates como que Radio-Taxi de Barcelona traslade su sede a Madrid. Parece que se han vuelto adictos a la ilegalidad y a la irrealidad.
Han conseguido que vuelva a estar en cuestión la calificación crediticia catalana, que soportamos todos los ciudadanos españoles mediante el instrumento conocido como Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), calificaciones que ya casi no tienen recorrido a la baja, porque inferior al actual, por debajo del "bono basura", se acaban los escalones.
Los antitodo de la CUP vuelven a ser determinantes para continuar con un disparate que pasa por el control del Parlamento autonómico. La configuración de la Mesa y sus inmediatas decisiones jugarán un papel decisivo en los próximos días.
El delincuente Puigdemont, arropado por la ultraderecha más radical de Bélgica y lo que queda de la corrupta Convergencia, sigue jugando sus rídiculas pero eficaces cartas porque no quiere compartir celda con nadie, aunque sus abogados le están explicando que tiene que despertarse, cuanto antes mejor, porque la celda le está esperando inexorablemente. Parece convencido de ser un líder, y los resultados electorales le sustentan, increíble pero cierto, desde su falso, costoso y dorado exilio se autoproclama presidente, como hacen los dictadores.
El análisis de lo que acontece generará ríos de tinta, y se estudiará en las facultades de Ciencia Política, de Sociología, de Historia, de Derecho y de Psiquiatría.
Cataluña está fracturada y entrando en recesión; la unidad de España y su recuperación, en peligro; el gobierno de Rajoy, tocado, y Europa, asombrada. El problema no está en Cataluña; Cataluña y la mitad de los catalanes son el problema.
Los resultados de las elecciones autonómicas catalanas que pudo pero no se atrevió a convocar el huido Puigdemont, me llevan a ciertas reflexiones.
Más allá de las obviedades que nos muestran las cifras y las series estadísticas, destaca la comprobación de que la tremenda fractura social en Cataluña no distingue ni de franjas de edad ni de sexo (se han incorporado 136.000 nuevos votantes jóvenes) y que la polarización es de tal intensidad que ha generado una participación histórica en las democracias (82%), más propia de aquellas donde el voto es obligatorio.
Vuelve a ser notable la diferencia que existe entre comarcas, sobro todo entre Barcelona, la zona costera de Tarragona y el interior del territorio, con la cada vez más consolidada excepción del Valle de Arán (donde gana Ciudadanos). Como estoy seguro que si correlaciono estos datos con los niveles culturales de los votantes me tacharán de fascista, no voy a hacerlo.
Queda al descubierto la inmensa falsedad de los datos que nos ofrecieron tras la ilegal consulta del pasado día 1 de octubre. Escandaloso y vergonzoso, porque si extrapolamos datos, según ellos, ése día habrían votado más del 140% de la población.
La Ley Electoral y sus mecanismos, entre los que se encuentra la formula matemática de distribución de escaños conocida como Ley d'Hont determina que cada provincia sea una circunscripción, de tal manera que en Barcelona, con un 74,8% de la población catalana, un escaño cueste unos 48.000 votos, y que en Lérida, con un 5,7% de la población, el mismo escaño solo cueste 21.000 votos. Es la imposición de la minoria y la garantía de que no todos los votos tienen el mismo valor.
Pero es importante recordar que en Cataluña se aplica la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (LOREG) porque los gobiernos nacionalistas de esa comunidad nunca quisieron desarrollar su propia Ley Electoral, pese a que su Estatuto se lo permite desde siempre, porque no convenía a sus intereses nacionalistas, como se está comprobando en los últimos años.
El triunfo secesionista lo es en escaños y no en votos, pero las difrencias observadas como tendencias son tan radicales que únicamente podemos hablar de la consolidación de la fractura, es evidente que no existe una sociedad catalana, sino dos. Que malviven y conviven, con objetivos divergentes.
El partido más votado, con Inés Arrimadas a la cabeza, ha sido Ciudadanos, que para la otra parte es un partido más a la derecha que el PP, y que consideran que Arrimadas es una "charnega"; recuerdo que cuendo yo era crío, en alguna ocasión algún compañero de colegio me llamó charnego porque mis abuelos no eran catalanes de nacimiento, siempre fué un término diferenciador y desagradable.
La debacle del PP tiene consecuencias tremendas. Pasar a la absoluta irrelevancia parlamentaria no es una cuestión baladí. Tener que compartir grupo mixto con los antitodo de la CUP es el colmo de los colmos, y que el Albiol no haya dimitido en el momento de conocerse los resultados, es algo imposible de entender en cualquier democracia occidental consolidada. Que en muchas localidades de las cuatro provincias no hayan alcanzado ni siquiera el 3% de los votos es sencillamente escandaloso, y que en Badalona, tercera ciudad más grande de Cataluña (215.000 habitantes), de la que el Albiol fue alcalde, ahora sean la sexta fuerza es como ingresar en urgencias.
Que Rajoy nos obsequie con el vacío, esquivo, ridículo, inútil y lamentable discurso que pronunció tras conocerse los resultados electorales, es algo que le pasará factura, que ya se la está pasando en su propio partido, que está harto de su inacción y de su parsimonia, que denotan un importante desajuste con la tozuda realidad y la rápida velocidad a la que se suceden los acontecimientos.
No solo me refiero a Aznar (FAES), que se arrepiente de lo que hizo cada segundo que pasa, hasta el extremo que probablemente tenga problemas para conciliar el sueño, porque nunca lo tuvo claro, algunos le advirtieron y lleva mucho tiempo atisbando el final.
Rajoy insiste en agotar la legislatura, en un acto de voluntarismo extraño, porque ya son muchos los asesores que en privado le estan diciendo que se está "cargando" el partido. Ni el más despistado del lugar se traga que Moragas anuncie su fulminante marcha justo después de lo ocurrido, leal y discreta persona que se marcha, con seguridad, cansado de adverir desastres que se verifican y algunos que se aproximan. Seguro que le irá muy bien como embajador de España en Naciones Unidas.
Surgen con fuerza cuestiones que afectan a las legitimidades que sustentan a los poderes y a las instituciones, y cada vez son más los que se la conceden al "pueblo", algo intrínsecamente peligroso.
Pero la tozuda realidad es que dos millones de catalanes (47,5%) siguen votando opciones claramente secesionistas, tras constatar lo ocurrido desde el año 2015 y sobre todo desde la proclamación de la ficticia República. Como si viviesen en un universo paralelo, están consiguiendo cosas tan alucinanates como que Radio-Taxi de Barcelona traslade su sede a Madrid. Parece que se han vuelto adictos a la ilegalidad y a la irrealidad.
Han conseguido que vuelva a estar en cuestión la calificación crediticia catalana, que soportamos todos los ciudadanos españoles mediante el instrumento conocido como Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), calificaciones que ya casi no tienen recorrido a la baja, porque inferior al actual, por debajo del "bono basura", se acaban los escalones.
Los antitodo de la CUP vuelven a ser determinantes para continuar con un disparate que pasa por el control del Parlamento autonómico. La configuración de la Mesa y sus inmediatas decisiones jugarán un papel decisivo en los próximos días.
El delincuente Puigdemont, arropado por la ultraderecha más radical de Bélgica y lo que queda de la corrupta Convergencia, sigue jugando sus rídiculas pero eficaces cartas porque no quiere compartir celda con nadie, aunque sus abogados le están explicando que tiene que despertarse, cuanto antes mejor, porque la celda le está esperando inexorablemente. Parece convencido de ser un líder, y los resultados electorales le sustentan, increíble pero cierto, desde su falso, costoso y dorado exilio se autoproclama presidente, como hacen los dictadores.
El análisis de lo que acontece generará ríos de tinta, y se estudiará en las facultades de Ciencia Política, de Sociología, de Historia, de Derecho y de Psiquiatría.
Cataluña está fracturada y entrando en recesión; la unidad de España y su recuperación, en peligro; el gobierno de Rajoy, tocado, y Europa, asombrada. El problema no está en Cataluña; Cataluña y la mitad de los catalanes son el problema.