Faustino Merchán Gabaldón
La respuesta está en el viento
Ya asoma tímida y amenazante la magia de la Navidad, pero también las temidas y terribles fiestas navideñas, para la paz familiar, sobre todo, para mis hijos, ya treintañeros, cuyo comienzo y final viene anunciado por El Corte Inglés, como una feria de consumo y derroche. Porque parece que no se van a acabar nunca, por las interminables reuniones familiares, y con amigos. Porque terminamos todo el día sin levantarnos de la mesa, comiendo y bebiendo, con lo cual siempre hay alguien de mal beber, que termina cantando la Traviata, o el Asturias Patria querida, o peor aún si tiene un mal día y termina hablando de algún familiar, de política o de futbol. Y mi padre, conocido por sus nietos como el jubileta abuelo Cebolleta, en clara alusión al personaje de los tebeos de mi infancia, que ellos también han saboreado, les persigue por todos los rincones de la casa, y les tiende emboscadas, para cantarles villancicos, armado con la zambomba, que guarda todos los años al final de las fiestas navideñas, como “oro en paño”, desde su ya lejana infancia, y contarles sus historias del estraperlo y de la postguerra, que todas comienzan: “Cuando yo tenía vuestra edad nos faltaba de todo y ahora vosotros “estáis hartos de torta, y con treinta tacos y sin vender una puñetera escoba, ni comeros un colín , nosotros no teníamos consola de videojuegos, ni ordenador, ni teléfono móvil, ni calculadora, hacíamos las cuentas a pinrel, cuando no teníamos pelota, dábamos patadas a los botes”. Y continúa “Como dijo el Dalai Lama, el hombre actual se aburre de ser niño y quiere crecer rápido, para después desear ser niño otra vez. Que desperdicia la salud para hacer dinero, y luego pierde el dinero para intentar recuperar la salud. Que ansía el futuro y se olvida de vivir el presente, y así no viven ni el presente, ni el futuro. Que vive como si no fuera a morir nunca, y muere como si nunca hubiera vivido”.
¿Mi época os parece aburrida, arcaica o superada? Pues, mientras nosotros teníamos a Franco, vosotros tenéis a Rajoy y a Zapatero .Mientras nosotros teníamos a Jorge Negrete, vosotros tenéis a Enrique Iglesias. Mientras nosotros teníamos a Buñuel, vosotros tenéis a Almodóvar. Fueron tiempos difíciles, explica, de escasez, pero en los que disfrutábamos mucho con lo poco que teníamos. Ahora se dispone de mucho más, pero probablemente no se goza lo mismo. Hay como un hartazgo de todo”. No hay alegría.
Al preguntarle ellos por su jornada de jubileta, para evitarle la perorata filosófica, les dice “Me junto con amigos jubiletas vecinos, para ir con la bolsa, para comprar, no la de valores, y luego a visitar las obras del barrio, ya controlamos dieciocho, y les echamos la bronca a los trabajadores y al encargado, si no lo están haciendo bien, o no trabajan a buen ritmo, y nos chivamos al ingeniero o al arquitecto, según proceda, a pesar que ninguno hemos trabajado nunca en la construcción, pues somos de la banca, y funcionarios civiles y militares, y algún abogado y médico
Tengo una vida muy entretenida, me levanto lo mismo que cuando iba a trabajar, a las 7 de la mañana, y cojo la bolsa o la carpeta, según proceda, y ahora también voy a gimnasia, natación y tai chi, y al curso de escritura creativa, así como a conferencias y tertulias, pero vuestra abuela quiere que haga también cocina, yoga y encaje de bolillos. Me pregunto frecuentemente cómo me daría tiempo para ir a trabajar, cuando trabajaba. Por eso, a las diez de la noche, después de cenar caigo rendido en el sofá, y me quedo frito hasta roncar. Entonces siento el codazo en el hombro ¡A dormir que ya estás roncando! Debes de estar todo el día reventado de no hacer nada.
Jo..roba con la jubilación, prefiero trabajar.
Aunque ellos perfectamente avisados, se esconden o confunden estratégica y miméticamente con la noche, las sombras o la espesa bruma, o salen por patas, cuando intuyen o avistan la amenaza. Cuando el abuelo apenas empieza a abrir la boca, surgen ligeros carraspeos, salidas apresuradas al baño, y otras maniobras y estrategias de tocata y fuga. Y ello es motivo de júbilo y chanzas por todos.
Le surge la vena de viejo aviador, a lomos de su vieja y esquiva cabalgadura, su máquina voladora, ya sin vuelos que echarse a la espalda, en la puñetera tierra, como dice él, con sus viejas manías y estratagemas que hacen denotar su presencia activa, aunque a veces esta deviene con exceso, y asegura, “hay que volar ligero de equipaje por la vida, con impulso vital, con resuello, con las gónadas activas, es decir, echándole salsa a la vida, en pleno vuelo de estima, pero siempre con las antenas desplegadas y el radar en modo operativo "On”.
Este año se prevé que los lozanos jovenzanos huyan a la carrera, despavoridos, cuando aparezca el abuelo con su particular “escopeta de matar tontos”, aunque ciertamente sea hombre de paz, tocando la gaita escocesa que se ha comprado, y con la falda escocesa de rigor puesta, que le regaló precisamente uno de mis hijos, como recuerdo de sus años de estudiante en la universidad de Edimburgo, ya que les he anticipado las actuales previsiones científicas de lograr la inmortalidad humana en el horizonte de los próximos veinte años, rompiendo con los actuales márgenes de la esperanza de vida actual para el hombre, que sin duda el abuelo superará ampliamente, a juzgar por sus ganas de vivir y disfrutar. El abuelo apunta maneras para superar con éxito esos veinte años, una vez pasada la inspección técnica de su marcapasos, y a pesar de su dificultad de oído y de movilidad, como dicen sus nietos, “arrastrando la zapatilla”.
Mi mujer, que es muy sabia, y como todas las mujeres, algo bruja, aunque sólo con escoba virtual, me dice, ¡A saber qué harás tú cuando llegues a su edad, los noventa, si es que llegas, claro está! Por lo tanto, asegura, hay que disfrutar mucho de nuestros mayores, porque si se nota su presencia, cuando se repiten una y otra vez con la misma historia, más se notará su ausencia cuando no estén, así que nos hacen rememorar vivencias hermosas, y sacarnos una sonrisa de alegría.
Así que mejor me callo. Aún mantengo vivos en el recuerdo la vejez de mis dos abuelos, el paterno y el materno, y de mi suegro, que apenas se hacían notar cualquiera de ellos, para no molestar al silencio, pero mi padre es otra cosa, claro.
De tal manera, que para mí, en estas fiestas solsticiales, solo con este trajín del ir y venir de carreras, maniobras y estrategias de distracción y camuflaje, una vez más la respuesta está en el viento, por algo “soy del Aire”, y realizo mi trabajo con el aire. Volando voy, volando vengo, y por el camino me entretengo.
A veces nos cuentan cuentos. A veces, si analizamos el cuento que nos han contado, nos damos cuenta de que no solo la moraleja es perversa, todo el cuento destila un tufillo venenoso que nos conduce a caminos contrarios a lo que su apariencia explica.
CUÉNTAME UN CUENTO NAVIDEÑO pretende ser un homenaje al abuelo, pero no al yayo.
Ya asoma tímida y amenazante la magia de la Navidad, pero también las temidas y terribles fiestas navideñas, para la paz familiar, sobre todo, para mis hijos, ya treintañeros, cuyo comienzo y final viene anunciado por El Corte Inglés, como una feria de consumo y derroche. Porque parece que no se van a acabar nunca, por las interminables reuniones familiares, y con amigos. Porque terminamos todo el día sin levantarnos de la mesa, comiendo y bebiendo, con lo cual siempre hay alguien de mal beber, que termina cantando la Traviata, o el Asturias Patria querida, o peor aún si tiene un mal día y termina hablando de algún familiar, de política o de futbol. Y mi padre, conocido por sus nietos como el jubileta abuelo Cebolleta, en clara alusión al personaje de los tebeos de mi infancia, que ellos también han saboreado, les persigue por todos los rincones de la casa, y les tiende emboscadas, para cantarles villancicos, armado con la zambomba, que guarda todos los años al final de las fiestas navideñas, como “oro en paño”, desde su ya lejana infancia, y contarles sus historias del estraperlo y de la postguerra, que todas comienzan: “Cuando yo tenía vuestra edad nos faltaba de todo y ahora vosotros “estáis hartos de torta, y con treinta tacos y sin vender una puñetera escoba, ni comeros un colín , nosotros no teníamos consola de videojuegos, ni ordenador, ni teléfono móvil, ni calculadora, hacíamos las cuentas a pinrel, cuando no teníamos pelota, dábamos patadas a los botes”. Y continúa “Como dijo el Dalai Lama, el hombre actual se aburre de ser niño y quiere crecer rápido, para después desear ser niño otra vez. Que desperdicia la salud para hacer dinero, y luego pierde el dinero para intentar recuperar la salud. Que ansía el futuro y se olvida de vivir el presente, y así no viven ni el presente, ni el futuro. Que vive como si no fuera a morir nunca, y muere como si nunca hubiera vivido”.
¿Mi época os parece aburrida, arcaica o superada? Pues, mientras nosotros teníamos a Franco, vosotros tenéis a Rajoy y a Zapatero .Mientras nosotros teníamos a Jorge Negrete, vosotros tenéis a Enrique Iglesias. Mientras nosotros teníamos a Buñuel, vosotros tenéis a Almodóvar. Fueron tiempos difíciles, explica, de escasez, pero en los que disfrutábamos mucho con lo poco que teníamos. Ahora se dispone de mucho más, pero probablemente no se goza lo mismo. Hay como un hartazgo de todo”. No hay alegría.
Al preguntarle ellos por su jornada de jubileta, para evitarle la perorata filosófica, les dice “Me junto con amigos jubiletas vecinos, para ir con la bolsa, para comprar, no la de valores, y luego a visitar las obras del barrio, ya controlamos dieciocho, y les echamos la bronca a los trabajadores y al encargado, si no lo están haciendo bien, o no trabajan a buen ritmo, y nos chivamos al ingeniero o al arquitecto, según proceda, a pesar que ninguno hemos trabajado nunca en la construcción, pues somos de la banca, y funcionarios civiles y militares, y algún abogado y médico
Tengo una vida muy entretenida, me levanto lo mismo que cuando iba a trabajar, a las 7 de la mañana, y cojo la bolsa o la carpeta, según proceda, y ahora también voy a gimnasia, natación y tai chi, y al curso de escritura creativa, así como a conferencias y tertulias, pero vuestra abuela quiere que haga también cocina, yoga y encaje de bolillos. Me pregunto frecuentemente cómo me daría tiempo para ir a trabajar, cuando trabajaba. Por eso, a las diez de la noche, después de cenar caigo rendido en el sofá, y me quedo frito hasta roncar. Entonces siento el codazo en el hombro ¡A dormir que ya estás roncando! Debes de estar todo el día reventado de no hacer nada.
Jo..roba con la jubilación, prefiero trabajar.
Aunque ellos perfectamente avisados, se esconden o confunden estratégica y miméticamente con la noche, las sombras o la espesa bruma, o salen por patas, cuando intuyen o avistan la amenaza. Cuando el abuelo apenas empieza a abrir la boca, surgen ligeros carraspeos, salidas apresuradas al baño, y otras maniobras y estrategias de tocata y fuga. Y ello es motivo de júbilo y chanzas por todos.
Le surge la vena de viejo aviador, a lomos de su vieja y esquiva cabalgadura, su máquina voladora, ya sin vuelos que echarse a la espalda, en la puñetera tierra, como dice él, con sus viejas manías y estratagemas que hacen denotar su presencia activa, aunque a veces esta deviene con exceso, y asegura, “hay que volar ligero de equipaje por la vida, con impulso vital, con resuello, con las gónadas activas, es decir, echándole salsa a la vida, en pleno vuelo de estima, pero siempre con las antenas desplegadas y el radar en modo operativo "On”.
Este año se prevé que los lozanos jovenzanos huyan a la carrera, despavoridos, cuando aparezca el abuelo con su particular “escopeta de matar tontos”, aunque ciertamente sea hombre de paz, tocando la gaita escocesa que se ha comprado, y con la falda escocesa de rigor puesta, que le regaló precisamente uno de mis hijos, como recuerdo de sus años de estudiante en la universidad de Edimburgo, ya que les he anticipado las actuales previsiones científicas de lograr la inmortalidad humana en el horizonte de los próximos veinte años, rompiendo con los actuales márgenes de la esperanza de vida actual para el hombre, que sin duda el abuelo superará ampliamente, a juzgar por sus ganas de vivir y disfrutar. El abuelo apunta maneras para superar con éxito esos veinte años, una vez pasada la inspección técnica de su marcapasos, y a pesar de su dificultad de oído y de movilidad, como dicen sus nietos, “arrastrando la zapatilla”.
Mi mujer, que es muy sabia, y como todas las mujeres, algo bruja, aunque sólo con escoba virtual, me dice, ¡A saber qué harás tú cuando llegues a su edad, los noventa, si es que llegas, claro está! Por lo tanto, asegura, hay que disfrutar mucho de nuestros mayores, porque si se nota su presencia, cuando se repiten una y otra vez con la misma historia, más se notará su ausencia cuando no estén, así que nos hacen rememorar vivencias hermosas, y sacarnos una sonrisa de alegría.
Así que mejor me callo. Aún mantengo vivos en el recuerdo la vejez de mis dos abuelos, el paterno y el materno, y de mi suegro, que apenas se hacían notar cualquiera de ellos, para no molestar al silencio, pero mi padre es otra cosa, claro.
De tal manera, que para mí, en estas fiestas solsticiales, solo con este trajín del ir y venir de carreras, maniobras y estrategias de distracción y camuflaje, una vez más la respuesta está en el viento, por algo “soy del Aire”, y realizo mi trabajo con el aire. Volando voy, volando vengo, y por el camino me entretengo.
A veces nos cuentan cuentos. A veces, si analizamos el cuento que nos han contado, nos damos cuenta de que no solo la moraleja es perversa, todo el cuento destila un tufillo venenoso que nos conduce a caminos contrarios a lo que su apariencia explica.
CUÉNTAME UN CUENTO NAVIDEÑO pretende ser un homenaje al abuelo, pero no al yayo.