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Pablo Mosquera
Domingo, 04 de Febrero de 2018 Tiempo de lectura:

La gestión del miedo

[Img #13246]Desde tiempos inmemorables, algunos se han empeñado en darnos miedo. Lo hizo la Iglesia durante siglos. Lo hizo el poder político. Lo hizo la Monarquía. Lo hicieron aquellos que pretendían defendernos. Lo hizo la propia manipulación de la verdad...


Hoy, el PP tiene miedo a perder su espacio. Nada mejor, como primera táctica, para su propia subsistencia que darnos miedo por una sociedad en manos de sus adversarios. Y en el colmo de la gandulería, en vez de mostrarse capaces de regenerarse, tratan de señalarnos la hecatombe de una administración pública en manos de C's. Como no pueden repetir lo que hizo aquella UCD que gestionó el miedo con la llegada de los socialistas al poder -1982-, esta derecha gestiona una publicidad donde sin ellos en el machito, como sucedía con el Rey Sol, nos alcanzará el diluvio.


Es alarmante que un partido como el PP no sea capaz de ofrecer alguna autocrítica. Los resultados en Euskadi y Cataluña han sido un desastre en toda regla. Las imágenes de los telediarios con la justicia señalando a los corruptos, algo patético. La falta de iniciativa para generar esperanza, una auténtica zozobra. Pero eso sí, la derecha siempre señala al miedo que deben tener los más débiles de la sociedad al cambio, cuando precisamente la alternancia debe ser el mecanismo natural para alcanzar una situación mejor, capaz de resolver los problemas, e higiene para limpiar la corrupción.


Miedo deberían darnos las consecuencias de un sistema mal administrado. Que ha generado una deuda brutal. Donde los ingresos de las cuentas públicas sólo se obtienen con una política fiscal confiscatoria para las clases medias. Donde los gastos son irrefrenables, en la medida que nadie parece dispuesto a poner coto a las plantillas de ineptos, vividores, clientes, que son nómina de la partitocracia. Donde nadie se atreve a reformar el propio Estado, con unas autonomías que lastran hacia el lado de la ineficiencia, mientras el gasto productivo se sustituye por el clientelar, a costa de un peor servicio para los derechos sociales en materia de salud, enseñanza y pensiones.   


Han perdido la capacidad de ponerse encarnados. La gestión de los recursos públicos se hace en función del favoritismo. La gestión del endeudamiento se hace en función a las necesidades de las grandes compañías. La gestión del miedo, es la contrapartida para que los más desfavorecidos lleguen a creerse las milongas de que más allá de su mundo podrido, sólo hay un abismo, al más viejo estilo del Santo Oficio que amenazó a Galileo, cuando al sabio se le ocurrió decir que la tierra era redonda.  

 

Una sociedad amedrentada no puede ejercer la ciudadanía real. Una sociedad dónde el entorno está constituido por el miedo, es una comunidad menor de edad para el gobierno. Es como ese niño pequeño que por las noches se refugia dónde puede o le dejan, para zafarse del miedo. Mientras no logre superarlo, será un niño acongojado.  


Miedo produce la falta de iniciativa de un Gobierno. Incapaz de promover medidas económicas, sociales, laborales, para enfrentar el fenómeno demográfico que nos coloca a la cabeza de los países más envejecidos. Sorteando con mentiras el agujero en la caja solidaria intergeneracional para las pensiones.


Miedo produce la enquistada situación del contencioso entre Cataluña y España. Del que tienen mucha culpa los que se limitaron a contemplar la "hoja de ruta" del nacionalismo, mientras se adivinaba el salto independentista basado en el odio a España.


Miedo genera saber cómo obedecían a la República Catalana los diecisiete mil agentes de los Mozos de Escuadra, ciscándose en los jueces y colocando en el filo de la navaja a cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.


Miedo seguido de indignación provocó un señorito andaluz. Ese que se permitió acusar a los conductores atrapados en la AP-6 el día de la Epifanía. Con mandarines de tal calado, pronto volveremos al Santo Oficio de la Inquisición.


Miedo debería darle a la clase política su evidente desconexión con el país de los paisanos. Con tal hastío en el pueblo, el sistema sufre y carece de autoridad moral para emprender etapas ilusionantes, razones que esgrimen los que vuelven a elegir la emigración como alternativa a la cutrez y al desamparo. Claro que así, las cifras de población activa con derecho al empleo, se ajustan para que la Ministro de Trabajo y paro, saque conclusiones a inventario de éxito.


Miedo me da comprobar que la nueva generación de políticos tenga como ejemplos a los chicos peras vicesecretarios del PP, con Maroto a la cabeza, con la sonrisa casi cínica de Casado, con el olor a naftalina de Andrea Levy, o con esa cara de estreñimiento con hemorroides que se le pone al portavoz Hernando cada vez que exige a Inés Arrimadas que tome el mando en Cataluña. Y es que hasta la fecha, constituye la única respuesta al batacazo que ha convertido a la formación del "gran Albiol" en algo testimonial.


Miedo me da que aprobar los presupuestos generales del Estado para 2018, suponga otra vuelta de privilegios "histéricos" para que el PNV vuelva a votar las cuentas del ínclito Montoro. Y es que lo que a unos se les da, a otros se les quita...
         

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