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Pablo Mosquera
Domingo, 25 de Febrero de 2018 Tiempo de lectura:

España no lo ha entendido

A pesar de ser el catalán lengua latina. A pesar del espectáculo en directo y diferido. A pesar de la cantidad ingente de horas dedicadas al proceso. A pesar de la emoción a diestro y siniestro. A pesar de las algaradas pacíficas?. A pesar de los pesares... España no ha sido capaz de entender qué sucedió en el Parlamento del Parque de la Ciudadela en la Ciudad condal. ¡Sí, condal!. Ni capital de la República. Ni capital del Reino. Y es que una vez más las lágrimas impiden leer con nitidez la historia.


La presidenta de tal Parlamento, cuando declaró la República Independiente de Cataluña, estaba de coña. Aquello era un anuncio de butifarras. Aunque alguien me dijo que formaba parte de una estudiada hoja de ruta para lograr batir todos los records en la venta del cava. ¿Se imaginan a todos los partidarios del proceso brindando por su consecución?


Pero, ¡oh cielos!. El Puigdemont huido. Emulando al Papa Luna, cuando hubo varios sumos pontífices y nuestro testarudo hispano se refugió en Peñíscola. La Gabriel dispuesta a ser como Juana de Arco, pero en Suiza. El Oriol Junqueras, repasando la tesis doctoral que hizo en el Vaticano, a fin de encontrar la inspiración divina necesaria al más puro estilo de la mística española.


De todos, al que aguardo con avidez y malévola curiosidad, es a ese Mosso, ex mandarín de las mesnadas -más de diecisiete mil agentes armados- que responde al apellido - ¡pardiez!, como no se cambió tal, como hacían los judíos-  de Trapero. Un Caballero del Temple, en este caso, con sede en Montserrat y servicio a la Moreneta, no da un paso atrás ni para tomar impulso. ¡Seguro!. Firme en sus convicciones, hasta la mazmorra. Es broma...


Todos adjurando en sede judicial. Todos tratando de contarle a sus señorías que aquello era un sainete. Todos y todas, jurando por la cobertura del smartphone que en ningún momento hubo intención de rebelarse, independizarse, secesionarse. Eso en Cataluña no pasa. Son gente de paz, negociantes, comunidad de pubillas y hereus, a los que preocupa la pela -quise decir el euro-. Además, si el clan de los Pujol, ya no es el clan, ya no mandan, ya no pintan nada, ¿dónde está el delito?.


Pero insisto. Daría algo por saber qué piensan los miles de catalanes participantes en las Diadas. No puedo aceptar que un pueblo culto, Mediterráneo -¡maldito Serrat!, prohibiremos su música en la nueva Cataluña- emprendedor, viajero, cargado de historia o histeria, tenga a unos representantes tan gallinas. Capaces de recordarnos a Galileo cuando el Santo Oficio le preguntaba cómo era la tierra.   


¿Y ahora qué?. Por lo de pronto habrá dos  gobiernos. El de Barcelona y el de Bruselas. Claro que esta clandestinidad es de lujo. Nada que ver con aquellos pobres catalanes que pasaron la frontera al final de la guerra civil y triunfo de la oprobiosa. Aquellos compatriotas que terminaron en campos de concentración, y los que resistieron, tuvieron los arrestos de ser miembros de las primeras fuerzas militares que libraron Paris del poder tras la esvástica nazi.


Supongo que los más listos habrán aprendido: que no es posible la independencia, que no es posible hacerle frente a un Estado, que las facturas hay que pagarlas y sólo el Estado tiene garantizados los mecanismos para la emisión de la deuda pública, que en las cárceles hace frío, que la condición de reo por sedición es muy incómoda y da miedo declarar delante del juez, lo mismo que les gritaban o señalaban en mítines o manifestaciones a los ciudadanos.


Tengo una duda existencial. ¿Dónde se ha situado la todavía alcaldesa de Barcelona?. Incluso, ¿cuál es la postura de Podemos-España-Estado, en todo este conflicto, y qué precio van a pagar en votos más allá de las encuestas de intención, que debería preocuparles.


La España tradicionalmente sufridora, que cuando no hay trabajo emprende el camino de la emigración, esa que en Cataluña sitúan en el espacio peyorativo de la "charnegada" , esa España harta con desigualdades y desequilibrios de un Estado asimétrico, en el que Cataluña siempre sale ganando, esta vez no va a consentir tratos de favor y quitas de deuda. ¡La tierra para el que la trabaja, el dinero para el que ahorra!. Alguien debería hacer una auditoría y explicarnos con transparencia a los contribuyentes españoles, cuanto nos ha costado, año tras año, las veleidades nacionalistas de Cataluña.


España tiene que dejar de ser un país cargado de complejos de culpabilidad. Cataluña sin la clientela española y sin la protección del gobierno central, sería un condado dónde unas cuentas familias descendientes de Wilfredo el velloso, ejercerían derechos feudales sobre la plebe. España a estas alturas del siglo XXI debe olvidar la pérdida de las colonias en 1898, la guerra de la Independencia contra Francia, la guerra de África y la pertinaz sequía. España tiene que ofrecer cobijo, justicia, igualdad de oportunidades y el imperio de la ley, a todos sus habitantes.    


Lástima que el 155 no haya servido para cerrar la TV3, cuya programación está calculada para sembrar el odio contra España. Lástima que no hayan hecho una buena limpieza de funcionarios dedicados a estimular el secesionismo. Lástima que hayan logrado reunir dinero para pagar las fianzas de los presuntos delincuentes, aunque tenemos sospechas razonables para dudar de la procedencia de dichos fondos.  

 

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