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Antonio Ríos Rojas
Domingo, 04 de Marzo de 2018 Tiempo de lectura:
La Grande Chapelle. Albert Recasens

Pedro Ruimonte en Bruselas

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Quien les escribe conocía muy poco de la música de Pedro Ruimonte; alguna pieza instrumental de un antiguo disco de Savall, y un impactante “De Profundis”, en un disco de los años 90 interpretado por el grupo Música Ficta. Pero en el fondo, Pedro Ruimonte era un desconocido para mí; hasta estas últimas semanas, en las que he estado oyendo casi sin parar este bello doble CD del sello Lauda que hoy presentamos y recomendamos vivamente, interpretado por el grupo La Grande Chapelle bajo la dirección de Albert Recasens.

 

Esta grabación nos ofrece una impagable posibilidad de gozar de la bella música de este compositor aragonés que vivió entre 1565 y 1627. Hay que decir antes de nada que esta grabación no trata sólo de la música de Ruimonte, sino de un contexto histórico más que interesante, la Corte de Bruselas de principios del siglo XVII. Y en ese contexto caben en los dos discos piezas de otros músicos que trabajaron en la Bruselas de finales del siglo XVI y primer tercio del siglo XVII.

 

El contexto histórico aludido está perfectamente ilustrado en el libreto del disco, algo que refuerza la valía de este doble CD, libreto del que, en su primera parte, me permito hacer un brevísimo resumen antes de pasar a analizar la música.


En el año 1599 hacen su entrada en Bruselas los regentes Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y su esposo, el Archiduque Alberto de Austria. El objetivo de Isabel y de Alberto era apaciguar a los Países Bajos, en rebelión desde el año 1568. Las provincias más meridionales, que correspondían a buena parte de la actual Bélgica, no eran tan levantiscas como las provincias septentrionales, donde, además, el protestantismo arraigó con mayor fuerza. El apaciguamiento no se produjo sin el impulso de un fuerte sentido contrarreformista que llevó hasta Bruselas y las provincias cercanas a jesuitas españoles y a las nuevas órdenes religiosas como los carmelitas descalzos. La Tregua de los Doce Años (1609-1621), gestada por los archiduques, consolidó un maravilloso esplendor en las artes, y especialmente en la música, esplendor que ya comenzara años antes con la llegada a Bruselas de los regentes, a quienes acompañaba nuestro Pedro Ruimonte, quien dos años más tarde, en 1601, es nombrado maestro de música de la Corte de bruselense, puesto que mantendría hasta 1614. 

 

Comentemos algunas de las piezas de esta sobresaliente grabación. La primera obra de Ruimonte que se deja oír en esta doble CD es el villancico “Quiero dormir y no puedo” de un aire melancólico indudable, pues su texto nos recuerda a la Pasión de Cristo. “¿Cómo han de dormir mis ojos, si pretendo por despojos, duras espinas y abrojos, y al fin ser clavado a un leño? Que me quita el amor el sueño”. La tercera y última  vez que se repite el estribillo “quiero dormir y no puedo” se hace con una resignación reforzada, meditada, que nos toca muy dentro del alma.

 

Bellísimo el siguiente villancico, “Mal puede estar escondida”, que juega con los típicos contrarios del siglo de oro, suelo y cielo, suerte y muerte, que también encontraremos en el villancico “Virgen escogida”. A mitad del villancico “Mal puede estar escondida” se nos ofrece un bello dúo entre la viola de gamba y la flauta de pico.


El primer madrigal de Ruimonte que oímos lleva por título “¿Has visto al despuntar del alma hermosa?” a cuatro voces. El madrigal, a diferencia del villancico, no tiene una temática religiosa, y suele ser el amor el protagonista, o la caducidad de la vida y del tiempo, tema esencialmente barroco.  Ruimonte nos muestra ya su dominio del contrapunto, del ritmo, así como su serenidad melódica. Muy típico del madrigal es la imitación de la naturaleza o del movimiento a través de la voz humana; así en este madrigal en la palabra “huye”, y antes en “alarga” se produce una imitación del movimiento que a mí me recuerda no ya a los madrigalistas, sino al gran maestro de la Chanson, Clement Janequin.


En el motete a ocho voces “Sancta Maria, succurre miseris” ya reconocemos bien el estilo de Ruimonte, meditativo, lento en su discurso. Apoyado por los sacabuches, este motete dedicado a la Virgen alcanza, gracias a sus numerosos motivos descendentes, una postración humilde en el rezo: ruega por los pobres, los débiles, los tristes y …..”por el devoto sexo femenino” (explicación de esta última imploración nos ofrece el libreto).


Ya en el segundo disco, el madrigal “Quién guardará ganado” nos sorprende con un bello texto donde el ganado y el pastor se equiparan a la amada y al amante, un amante perdido, que sólo ansía la soledad, deseando dejar a la amante en mejores manos que las suyas.


Impresiona el reposo con el que Ruimonte trata el tema de la esperanza en el madrigal “Esperanza tardía”. De la esperanza dice el texto: “manjar de desdichados”, “dama falsa y risueña”, “camaleón hambriento, buitre que a Ticio comes las entrañas, de Sísifo el tormento, agua falsa que a Tántalo engañas”, etc… A veces Ruimonte imita la vivacidad de la esperanza, precisamente en el estilo imitativo del estado anímico del ser humano que la porta, mostrando así su manejo perfecto del madrigal.


Especial cabida tienen en este disco la música religiosa de Peter Phillips, quien como su compatriota John Bull, católicos que no se convirtieron al anglicanismo, buscaron refugio en la Corte de una Bruselas que, en aquellos días, bajo regencia española, acogía a grandes compositores y artistas, y no a políticos simplones.

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