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Pablo Mosquera
Domingo, 11 de Marzo de 2018 Tiempo de lectura:

Un real ha derramado el vaso del cabreo popular

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La mala noticia es que, o no quieren, o no pueden, o no saben, cómo resolver las demandas del pueblo soberano. Nos aproximamos a la tormenta perfecta. La falta de capacidad y voluntad de los que mandan. El aumento creciente de la conciencia social de la ciudadanía. Mientras unos hablan de populismo, otros hablan de revolución. Y sin darnos cuenta, la sociedad civil se subleva, sale a la calle, deja de ser silente, descubre que cada cual es coincidente con muchos más. Serán una fuerza imparable a poco que alguien los organice. Pero debe ser alguien con carisma. Y ese carisma requiere decencia, romanticismo, sacrificio y disposición para luchar arriesgando.


No parecía que una simple carta pudiera causar tal efecto. A la postre llevan tiempo llamando a nuestras puertas para insultarnos, asustarnos o engañarnos. Esta vez, una carta, a modo de aquellos humillantes aguinaldos navideños, ha derramado el vaso. El anuncio de la subida de un 0,25% en las pensiones, ha sido capaz de sublevar a los conservadores, a esos ciudadanos que ya no tienen edad para gritar. A las clases pasivas, denominadas así con toda intención, no sólo económica -producción o dependencia- también ausentes por cansancio o desencanto tras una larga secuencia de sacrificios y sinsabores.


Las calles de España se han llenado de pensionistas que gritan. La dignidad de los más cansados ha explotado por una carta. Tras aguantar la crisis, tras vivir con austeridad franciscana, tras ser la reserva para aguantar otra injusticia más, en la que unos pocos se forran, arriesgan con el dinero de todos, nunca pierden, y muchos quedan a la intemperie.

 

Esta vez no son los jóvenes del 15-M, en la Puerta del Sol. Esta vez no son aquellos estudiantes del barrio Latino del París en 1968. Son los abuelos. Los que tendrían que estar los lunes sentados al sol del medio día. Los que se han ganado el descanso. Los que sólo parecían gritar en la mesa del hogar para pensionistas, cuando el compañero de tute, se equivoca al no arrastrar para quitar los triunfos.    


Y he visto muchas viudas. Esas que no sólo se quedan sin compañía. Es que además de sufrir la soledad, sufren una pobreza vergonzante. Tienen que vivir con la mitad de la pensión del jubilado. No importa la cuantía. A ellas no las defiende ningún sindicato. Es más, he llegado a la conclusión que lo mismo sus dirigentes ni saben cuál es la pensión media con la que tienen que hacer frente, en un duro invierno, al recibo de la luz. Ese lujo que nos hará volver a las estufas con carbón vegetal, y peligro de intoxicación por CO2. Y es que los que viven en otra dimensión son todos los mandarines. Me da igual que pertenezcan a la Iglesia, la judicatura, el ejército, la patronal, o los sindicatos, y claro está, con los políticos a la cabeza del régimen feudal adaptado al siglo XXI y su mercado.


Ese mercado laboral, perverso, que ha instalado desigualdades y desequilibrios insoportables para los ciudadanos y para los territorios que conforman el Estado de las Autonomías.


Trabajo-salario-pensión. Están íntimamente ligados. De ahí las graves consecuencias y el fracaso. Lo peor es esa autocomplacencia del Gobierno. ¡La economía va bien, crecemos!. Pero de qué economía hablan... Una vez más, el papel lo aguanta todo. Las cifras van por un lado y por el contrario el empobrecimiento de la sociedad. Ya no se trata de tener trabajo. Se trata de cómo lograr que el salario permita acceder a la dignidad ciudadana. Y es que o se cambia el modelo de empleo precario, por horas, con sueldos miserables, o el sistema explota. Mientras a unos pocos les va bien, las cuentas del Estado no reciben los ingresos precisos para garantizar los derechos sociales. No debemos olvidar que el IRPF sigue siendo el impuesto central para la recaudación. No podemos olvidar que en función del salario se financian las pensiones. ¡A que esperan para poner remedio al sofisma!


No sólo hay desigualdad entre hombres y mujeres. Hay desigualdad entre Comunidades dónde viven las personas. Hay desigualdad en el reparto de la riqueza, en manos de unos pocos, mientras los demás caminan hacia la pobreza. ¿Cómo lo puede consentir un Estado de Derecho?.
 

Pero el pueblo parece que ha despertado. En el momento que Cataluña ha puesto de rabiosa actualidad sus privilegios y deudas, el resto de los españoles han descubierto como se reparten los recursos económicos desde el Estado. Amén de servir para pagar el proceso de instauración -por las malas- de su República, hemos descubierto que sus funcionarios son muchos, inoperantes y los mejor pagados de España. Y, los demás funcionarios o trabajadores públicos, sean policías, educadores, sanitarios, cuidadores o al servicio de la justicia, han llegado al límite del aguante, están luchando por su derecho a la igualdad de trato, igual que las mujeres...que son las más afectadas en esta perversa ecuación.  
 

Pero falta saber cómo están las cuentas en las Comunidades del norte. Mientras vascos y navarros gozan del Concierto Económico y del Amejoramiento, gallegos, cántabros y astures, se instalan en la deuda o en la austeridad ligada al envejecimiento. Y es que, ¿cómo puede luchar una comunidad contra el envejecimiento si los más jóvenes han de marcharse para encontrar un trabajo que les garantice salario suficiente para vivir?.


La Economía Social ha muerto. ¡Viva la globalización y sálvese quien pueda!. Este es el panorama. Recuerda los momentos finales del Despotismo Ilustrado. "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo!.

 

Mientras los beneficios del modelo económico sólo sean un asiento contable para los economistas, un anuncio para abrir los informativos de los telediarios, o suculentos beneficios para las grandes compañías, este país está al pairo, esperando que alguien -como Viriato- termine con la "pax romana".      


Hasta hace poco, de vez en cuando, descubríamos como explotaban a mujeres y niños en el tercer mundo. La Iglesia dedicaba un día para limosnear en favor de los pobres..."de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Y desde luego, los mansos, aunque nunca logren poseer la tierra...   

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