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Pablo Mosquera
Domingo, 18 de Marzo de 2018 Tiempo de lectura:

La revolución de los lobos grises

Compruebo que aquel mayo francés de 1968 sigue siendo épico. Sólo los que seguimos con fuerzas para cambiar el mundo, podemos hacerle frente a la injusticia social. Todavía es posible descubrir que debajo de los adoquines de los barrios populares, hay arena de playa. Que aun cuando tengan la televisión y el Boletín Oficial del Estado, no tienen porqué tener nuestra voluntad. Que sus reuniones en las Cortes sólo sirven para delatarles como lo que son: inútiles, dóciles del poder económico, mimbres del cesto para agasajar al poderoso. Incompetentes descarados que lo dejan todo perdido y se creen que este país en su finca de recreo.

 
No hace falta ser muy listo para entender cómo llevan las cuentas los mandarines del Estado. Son conservadores a la hora de buscar o determinar las fuentes de los ingresos. Nunca incordiarán a los que acumulan la riqueza. Prefieren seguir confiscando, mediante IRPF o el IVA, los bolsillos de las clases populares y las pequeñas empresas familiares, generalmente espacio para los autónomos.


Con tales ingresos y acudiendo al mercado de la deuda, los ingresos apenas suben. Por esta razón no toleran las demandas de pensionistas y trabajadores. A los primeros, hasta la fecha, los han tenido amaestrados con la gestión del miedo. Incluso, en el debate sobre sostenibilidad del sistema de las pensiones, han vuelto a recurrir al miedo. Si España cambia el modelo, podemos convertirnos en un Estado insolvente propicio para la banca rota, y regresar al abismo de la intervención, con lo cual, sería aun peor para los pensionistas presentes y futuros.


Las cuentas de España tienen tres partidas que son de responsabilidad política. La capacidad fiscal para generar ingresos. De los trabajadores es prácticamente imposible sacar más. A no ser que aumentaran los sueldos afectados por el IRPF. Pero tal escenario sólo es posible cambiando el modelo que ha instalado la reforma laboral. Trabajo-salario-cotizaciones-pensiones. Si la primera premisa sube en el papel, pero no da lugar a un incremento de la segunda, afectada por la precariedad, la ecuación apenas modifica la tercera e impacta en la cuarta, dónde la demografía sigue a favor del crecimiento.


El escenario coste-eficacia del Estado de las autonomías. Ahí contemplo el reparto asimétrico entre territorios. Es más, la aprobación de los próximos presupuestos generales del Estado, no sólo condiciona la subida de ciertas pensiones, también condiciona el trato de usía que se dispensa a los que cambian votos por dinero de todos. Lo dicho, financia la capacidad real de quienes son competentes a la hora de mantener las prestaciones sociales. Aquí cabría otra reforma para disminuir el gasto, o mejorar el reparto. Me refiero a la solución utópica. Recortar el mapa de las autonomías y de los ayuntamientos, incluida la supresión de las Diputaciones. Pero a estas alturas de la película, todas las regiones se han inventado derechos históricos para ser fragmentos de Estado, y disponer de un creciente espacio dónde el gasto es absolutamente improductivo, a no ser que se considere productiva la economía clientelar.
La deuda del reino de España, intervenida para sostener la caída de los bancos y cajas de ahorro. España es un país chollo para los prestamistas. No hay intención de hacerles devolver a los bancos la deuda que nos consume una parte importantísima de nuestra capacidad presupuestaria. Además, nos hemos instalado en un modelo dónde los ingresos necesitan acudir a la financiación del mercado de la deuda con su prima de riesgo y las sueltas de recursos que sigue haciendo el Banco Central Europeo. ¿Hasta cuándo, y después, qué?


En tal sistema de recursos, la sociedad española presenta varios cortes poblacionales. Los que viven sin nada. O que dependen de esos algo más de cuatro cientos euros mensuales. Los que viven con muy poco. Es decir, las pensiones de la miseria. Una de las cotas más vulnerables. Son viudas a las que apenas les da para subsistir. Los que viven trabajando, pero son los explotados del siglo XXI. En tal espacio socio-laboral, sólo cabe la precariedad de empleo y salario. No se les puede pedir cotizaciones. Sólo sirven para amañar las cifras del presunto crecimiento en la EPA. Los que constituyen la clase media, pero que sufren toda la furia del señor Montoro. A estos contribuyentes apenas les quedan fuerzas para seguir dónde están y sostener al Estado. Los de la élite. Los políticos bien pagados. Los empresarios que hacen fortunas y saben cómo ganar mucho, pagando salarios miserables, manejando la globalización del mercado y usando con eficiencia las mañas de la ingeniera fiscal. Estos, ni están, ni se les espera, a la hora del reparto solidario. Las páginas de su interés, no son las que consultan los pensionistas -las subidas de los recibos de la luz o las de la cesta de la compra- , las suyas son las de los movimientos especuladores del IBEX.


¿Quién teme a la unidad desesperada de los más de nueve millones de pensionistas?. Sin duda, el Gobierno, el PP, los empresarios que disfrutan con el modelo. Incluso, los que han diseñado una alternativa al PP en C's, como en su día hicieron con la UCD a través del PP, pasando por un PSOE que hizo camino de la izquierda a la derecha.    

 
Si los pensionistas dan la última batalla de sus vidas, el modelo caerá. Si los pensionistas aguantan el tirón de la demagogia en la que participan hasta esos sindicatos que llevan años instalados en la comodidad funcionarial, sin duda, podemos ser testigos de una nueva revolución. La de los lobos grises. Lobos que han trabajado toda la vida, y se han visto obligados a cotizar para la pensión, con la garantía del Estado, en forma de contrato social que entre otras, garantizaba el poder adquisitivo de la pensión.


Por otra parte es lógica tal revuelta. Si algo tiene de bueno haber cumplido 65 años es que ahora nos quedan fuerzas, que tenemos tiempo libre, que no tenemos nada que perder, que gozamos de la sabiduría que da la experiencia para no dejarnos manipular por los mandarines. Esos que no nos representan. Esos que sólo se acuerdan de estrechar nuestras manos, en parques, jardines y centros sociales, para hacerse la foto en plena campaña electoral. La pirámide demográfica no sólo supone definir el envejecimiento poblacional. También señala quién es el colectivo con más fuerza para cambiar el mundo. Y les aseguro que además de jugar con mis nietos, lo que más me emociona es hacerle la puñeta a los bandidos y preparar el futuro para los que vienen detrás. Será el mejor epílogo para una vida plena de hazañas. Aún le encuentro estética romántica a las barricadas...  

 

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