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Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 19 de Marzo de 2018 Tiempo de lectura:

No me siento representado por la mediocridad de nuestros diputados

La terrible, vomitable y oprobiosa intervención del diputado Juan Carlos Campo en torno a la derogación de la Ley de prisión permanente revisable, tras la conmoción del asesinato del niño Gabriel en Almería, ha desatado una ola de indignación por la falta de sensibilidad y respeto a las víctimas presentes en el hemiciclo, cuyos hijos han sido terriblemente asesinados, con crímenes absolutamente abominables.

 

Yo no entiendo a este partido socialista, y eso que milité en ese partido durante 18 años, y fui parlamentario vasco, portavoz del Grupo juntero socialista en las Juntas Generales de Alava, delegado territorial de Educación, secretario de Educación y Cultura, de Política Institucional, de Movimientos sociales, miembro del Comité nacional (sic) de Euskadi y alguna cosa más que no recuerdo. En el año 1999 abandoné el partido ante la persistencia en hacer la ola al nacionalismo, tras un par de décadas de genuflexión circunspecta ante las políticas nacionalistas que, a su vez, colaboraban por acción u omisión con el espacio político y social de ETA. Las dejaciones en materia de Educación, poniendo ese preciado instrumento al servicio de los fines del secesionismo tanto en Cataluña como en las Vascongadas y otras comunidades así lo demuestran y son la carga de la prueba de mis afirmaciones.

 

Pero lo de estos últimos tiempos de “podemización” del PSOE simplemente es canallesco. Pues ese partido político que tanto contribuyó al tránsito de la dictadura a la democracia y a la concordia entre los españoles, con una transición ejemplar según se dice y se afirma, es francamente insufrible y hasta esperpéntico. Es la pérdida de los signos de identidad de una socialdemocracia moderna, sensata y constructiva que se inauguró con el triunfo de Felipe González en Suresnes, con alguna que otra ayuda de instancias ajenas al socialismo, todo sea dicho de paso.

 

Volviendo al tema de la deleznable intervención del diputado Campo, que se pavonea diciendo que es juez, como si serlo fuera garantía de sensatez; es de una bajeza moral ilimitada. Acusar al ministro de Interior por recibir de forma emocionada la prenda del niño Gabriel de la mano de su digna madre, y de llevarla al interior del templo es absurdo y del género idiota. ¿Qué hubiera hecho en su lugar el ínclito acusador? ¿Eludir tan preciado gesto? ¿Desestimar el trasladarla al oficio religioso? Es de una gilipollez de tal tamaño esa afirmación que yo no sé como no tiene la vergüenza de desaparecer por un tiempo para que el bochorno pase y se olvide su paso por la tribuna del Congreso de los Diputados.

 

Pero lo peor de todo es que sus compañeros diputados (socialistas) le aplaudieron con fruición con lo que se hicieron eco y contribuyeron a tamaño acto grotesco e infamante.

 

Por otra parte, si los diputados, soberbios y altaneros, creyeran de verdad que representan al pueblo deberían hacer caso a la voz de la calle. Y es un clamor que delitos tan execrables no pueden quedar impunes, posibilitando que psicópatas logren la libertad para seguir haciendo de las suyas tras un periodo breve de estancia en la cárcel; en unas cárceles, por cierto, que parecen hoteles de cinco estrellas en algunos casos; no centros penitenciarios. Una cosa es la reinserción y otra la contrición y arrepentimiento reales y confirmados de forma probada y concienzudamente estudiada. Y eso es, ni más ni menos, es la revisión, no la pamema de hacer cursos inexistentes en la universidad, como fue el caso de varios de los etarras cuya reducción de penas fue realizada por la puerta trasera de la legalidad, y cuya excarcelación enfrió el corazón dejándolo helado, en palabras de la madre de Joseba Pagazaortundua. 

 

No sé por qué motivo la izquierda tiene la tendencia de ponerse al lado de los delincuentes en lugar de junto a las personas civilizadas que cumplen sus deberes con la sociedad. Es un enigma que a mí siempre me ha producido una curiosidad científica. Lo vimos en la República, cuando se dejaron las cárceles vacías de delincuentes para llenarlas de enemigos políticos.

 

Lo mismo ocurre con el tema de la Memoria histórica. ¡Con lo fácil que sería reconocer que el tramo final de la República que dio paso a la Guerra Incivil fue un verdadero disparate teledirigido por el Komintern estalinista desde las bambalinas…! Y admitir que en la Guerra se hicieron barbaridades por los dos bandos.  Y que la posguerra fue una prolongación de una guerra que a la vez fue el resultado de un proceso de preparación que buscaba la confrontación para provocar el salto revolucionario cuyo modelo fue la ocupación leninista del poder; y que la transición democrática pretendía precisamente dar carpetazo e iniciar una andadura democrática, que con todas sus imperfecciones liquidó y amnistió el enconamiento entre las dos Españas. Hubiera sido un gesto honroso seguir con el legado transmitido por las derechas y las izquierdas con el punto y aparte del 78 y de la reforma política anterior. Pero no… un señor apellidado Zapatero abrió la caja de Pandora. Y otro señor llamado Sánchez se suma al comunismo de Podemos para dar el último zarpazo al ensayo constitucional…  Y esto es simplemente penoso. El incidente mencionado en este artículo sobre las víctimas que demandan justicia es simplemente el epitome de este lamentable tránsito hacia lo desconocido.

 

Veremos más sobre estas u otras cuestiones. Por ejemplo, seremos testigos de la manipulación de los pensionistas que con justicia reclamamos lo que nos corresponde. Pero no se preocupen ustedes, todos encontrarán la varita mágica para intentar llevarles a su redil, con falsas proclamas, dividiéndoles para reducir su fuerza,  con engañosas promesas o con banderas insidiosas, todo menos buscar las fuentes realistas de la solución, como sería reducir el elefantiásico Estado burocrático generado por unas comunidades autónomas sin bridas que hacen crecer sus aparatos administrativos de manera artificial para dar de comer a estómagos agradecidos. Y que es la principal fuente del derroche y del incremento desbocado de los gastos de Estado y del déficit en las cuentas públicas. Pero de eso nadie dice nada porque todos están muy confortablemente calentitos al calor del dispendio. Me refiero, claro está, a los partidos políticos. A los que están en sus palacios de invierno.

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