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Pablo Mosquera
Sábado, 31 de Marzo de 2018 Tiempo de lectura:

Literatura sobre un proceso de violencia terrorista

La primera vez que Unidad Alavesa asiste, por mi presencia, a la Mesa de Ajuria-Enea, dónde comparto pacto para la pacificación y normalización de Euskadi, eran comensales: Xabier Arzalluz, Ramón Jáuregui, Jaime Mayor Oreja, Javier Madrazo, Ignacio Oliveri y Kepa Aulestia; presididos por José Antonio Ardanza. Me llama la atención la solemnidad de la reunión de la que levanta acta José Luís Zubizarreta, auténtico estratega, pero también las pésimas relaciones entre los contertulios, eso sí, cuidando las formas, pero con las heridas abiertas por la contienda entre nacionalistas y constitucionalistas. Añado, las malas relaciones en el bando constitucionalista entre PP y PSE, o las mías con Mayor Oreja. De la misma forma que los representantes del PNV y los de EA, se odiaban cordialmente.

 

Pasados los años, todos aquellos dirigentes, amén de hacernos mayores-jubilados, hemos desaparecido de la escena política. El último, Ramón Jáuregui. Una persona excelente, un buen político, una oportunidad perdida en el seno de los socialistas para tener un secretario general honesto, capaz y con experiencia, dotado por la moderación y grandes dosis de serenidad.  

 

Unidad Alavesa había irrumpido, contra la cátedra, con un discurso que tuvo tres coordenadas asumidas en el futuro para la resolución del “conflicto”. Álava tenía razones de peso para responder al separatismo vasco con el separatismo alavés de la Euskadi diseñada por Arzalluz por manual del pensamiento que un tal Sabino Arana desgranó y convirtió en dogma de fe. Las instituciones forales, desconocidas por muchos españoles, eran garantes de una parte importantísima de las competencias del Estado español a la Comunidad Autónoma Vasca, con lo que Álava podía ser la "Tabarnia" que por Derechos Históricos y Forales, impidiera la unidad de “Euskal Herría” para ser nación y Estado. Los habitantes de Álava dispusieron de un partido alavesista, foralista, reformista y progresista que les defendía de los acuerdos entre partidos nacionales y el PNV, o que impedía al Parlamento vasco declarar la independencia, ya que la respuesta de inmediato habría sido la salida de Álava de la vasconia del PNV y correligionarios, y así ser una Comunidad Foral dentro de España, al estilo de Navarra.

 

Hoy, en pleno siglo XXI, lo mismo que se aproximan los historiadores a las guerras carlistas, también hay aproximaciones de toda índole al periodo de violencia terrorista que "aguantamos" en Euskadi. Aun nadie se atrevió a escribir sobre las relaciones entre ETA y determinados personajes del nacionalismo moderado, o entre ETA y determinados servicios de inteligencia que aprovechaban a los presuntos gudaris para desestabilizar el sur de Europa. Incluso, más allá de la guerra sucia, en uno y otro bando, algún día, alguien se atreverá a mostrar que mientras algunos las pasábamos "canutas" otros hacía grandes negocios, pues a la postre en casi todos los procesos violentos, unos ganan y otros pierden...

 

Lo mismo que les recomiendo leer: "23-F. El golpe del CESID", publicado por Planeta, escrito por Jesús Palacios, para comprender lo que sucedió con razones y protagonistas en la fontanería, aquella tarde de los transistores, les recomiendo leer: "La sociedad vasca ante el terrorismo. Las ventanas cerradas (1977-2011), que ha escrito Luís Castells Arteche, de la Universidad pública vasca, a la que pertenecí durante diez años.

 

En la primera etapa de ETA contra el Estado, tuvimos la sensación de ser una minoría y que la batalla estaba perdida. Las víctimas no existían, se las enterraba casi en la clandestinidad. Eran tiempos de ventanas cerradas. Nadie había visto nada en cada atentado en plena luz del día. Me sucedió un domingo a la salida de misa en Villareal de Álava, o en Salvatierra, tras una carrera ciclista. Lo que no puedo aceptar es que se señale a Jonan Fernández, actual Secretario de Paz y Convivencia como uno de los defensores de las víctimas en tal periodo. Yo le recuerdo de paladín contra la autovía de Leizarán donde, como en Lemoniz, ETA y sus compinches, mataban o lo intentaban con el disfraz de ecologistas.

 

Evidente, cada comarca de Euskadi era diferente. La temperatura en el Goyerri no tenía nada que ver con la de la Rioja Alavesa. Vivir en Donostia no tenía el mismo precio que hacerlo en Vitoria. En mi caso, tuve que renunciar a la plaza de profesor asociado por oposición, en la materia de Salud Pública, cuando me destinan al campus de Donostia, desde el de Álava dónde impartía mis clases desde hacía diez años. Precisamente, el 23-F del 1981, me dirigía a tal actividad cuando Tejero irrumpe en el Congreso de los Diputados.

 

Tampoco comparto que hubiera una elección a la hora de elegir para las "ekintzas" asesinas el perfil de las víctimas. Les valía cualquiera que se lo pusiera fácil. Y fue el ponérselo muy difícil y arriesgado por las medidas de seguridad, lo que evitó que nos-me mataran. A diferencia del terrorismo islámico, aquí los "aberzales-gudaris- estaban dispuestos a matar pero no lo estaban a morir, si la víctima podía hacerles frente. Fue la época en que desde las cárceles, la ETA presa, señaló la denominada "socialización del sufrimiento". De ahí el cambio del tiro en la nuca por la bomba activada con instrumentos electrónicos sin correr riesgos para el comando.

 

Uno de los grandes beneficiados de lo que antecede fue el PNV. Era imposible presentar listas en los pequeños ayuntamientos, o en determinadas comarcas. Eso les daba un plus de salida. Una vez más se producía la gestión del miedo. Hasta la llegada de "un tal Blázquez" el papel de la Iglesia Vasca fue muy militante en la causa de la liberación nacional.

 

No puedo por menos que señalar la falacia al señalar al sargento de la policía municipal de Donosti, Alfonso Morcillo, como de extrema derecha. Cuando era un agente honesto, de información, que cumpliendo con su deber informó a Gregorio Ordoñez del "enjuague" que había descubierto, entre ETA y determinadas organizaciones que usaban el narcotráfico. Si alguien duda de lo que digo, puede repasar el denominado "informe Navajas" que le costó la vida a Ordoñez y puede que se la salvara a Damboriena. Por aquellas fechas y como sucede en la actual Cataluña, el Estado español casi había desaparecido de Euskadi por despliegue de unos y repliegue de los otros, así como por el mismo error que están a punto de cometer los socialistas catalanes. No se puede pactar con el nacionalismo, precisamente por ser tal, una parte fundamental del problema. Lo que hay que hacer es quitarles todo el poder. El nacionalismo sabe muy bien como implantar la espiral del silencio...

 

Al final, tres fueron los pilares históricos que derrotó a la violencia terrorista en el país de los vascos. La resistencia de unos cuantos que sacamos dignidad paisana para luchar contra el fascismo nacionalista. La colaboración internacional tras los atentados de las Torres Gemelas en Nueva York. La profesionalidad de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, con destino en Euskadi. Por cierto, es imprescindible reflexionar sobre el despliegue de los Mossos en Cataluña y el repliegue de FCSE, no vaya a ser que la violencia termine por darnos la razón sobre causas, medios, cómplices y errores cometidos por el Estado, al abandonar el espacio nacional.        

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