Dejarse llevar por otras vidas
Siempre a casa
José Junquera Peña
Ediciones TRABE. Oviedo, 2018
No sólo en las grandes ciudades, escenario elegido como paradigmático de la actual vida humana, también en los caminos de cualquier aldea la vida ha tejido su “largo verso interminable”. En Argüelles, por la orilla del río, por el Camín de les Viñes, cada día, antes del amanecer, una aldeana caminaba en almadreñas hacia Noreña y llevaba los zapatos en un bolso para calzárselos a la entrada de la Villa. A su paso iba dejando una leve estela de aroma a Maderas de Oriente (siempre supe que, en este olor, que era la mínima materialización de un sueño, y en estos pasos, que eran una realidad, un delimitado imposible, había una novela).
La aldea, el microcosmos que tiene todo lo que en todo está, de José Junquera Peña es mi aldea, y sin embargo fue entre las páginas de este libro donde descubrí trasuntos, no siempre agradables, de un mundo que reconozco, pero del que ahora tengo una visión enriquecida y, si cabe, aún más emocionante, dolorida y risueña a la vez.
Dejó dicho Ortega y Gasset que: “Para tener mucha imaginación hay que tener muy buena memoria”, y José Junquera Peña es un manantial inagotable de recuerdos y de sueños.
Indefectiblemente estas cualidades llevan casi irremediablemente al camino de la literatura. Curioso impenitente, nuestro escritor, compartió “caleya” y tiempo con grandes conversadores aldeanos y escuchó desde niño insólitas historias que iban del disparate a la extravagancia, y todas le parecieron inolvidables.
Al niño avispado y fantasioso que desde “la subidera l’horru” se preguntaba cómo serían las lejanas ciudades que figuraban escritas en el dial de su aparato de radio no se le escapaba el mundo, no menos asombroso, que bullía a su alrededor.
Este libro es la seña de identidad del hombre que después de un largo viaje por esos mundos, por las lejanas ciudades que despertaron su fantasía infantil, vuelve a casa sin haber perdido ni al niño que fue ni el mundo mínimo y peculiar en el que nació.
Siempre a casa es un libro de personajes, de personajes manifiestamente singulares inspirados en auténticos personajes que fueron en efecto personajes auténticos. (Permítaseme el juego de palabras).
Pero que nadie se equivoque; esto es literatura, en modo alguno se contenta el autor con levantar acta de sucedidos reales, el escritor obedece a su trabajo, escucha, mira, piensa, sueña y transforma todas esas experiencias en ficción, en una ficción que disecciona el mundo al que retrata pasándolo por el tamiz de sus propios intereses y apetencias, y devolviéndole de esa manera un espejo nuevo en el que mirarse.
Y en él la escritura es fundamental, porque otra característica de esta obra es su estilo un poco “demodé”, un poco con aires, melodía e imaginería de otro tiempo, y que es precisamente parte inseparable de la sustancia anímica del libro.
El repertorio léxico, la adjetivación, la precisión en el uso de cada vocablo, la presencia de la “llingua asturiana”, la traslación rica y fresca de la oralidad, los ecos azorinianos, los guiños lingüísticos con los que asoma su nariz aquello que hay que leer entre líneas, dan como resultado un texto sugerente, expresivo y netamente literario.
Libro de personajes mucho más que de paisajes e incluso más que de historias, las rarezas y curiosidades de su especie atraen la atención del autor que recuerda a cada persona que conoció en su vida, y la recuerda en especial por sus características más originales y con una mirada jocosa y benévola a la vez.
José Junquera Peña tiene la habilidad de verle la vis cómica a cualquiera, pero tiene sus favoritos entre los díscolos y los extravagantes. Algunos de ellos son los protagonistas de Siempre a Casa.
La casa, a la que vuelve la querencia por un mundo que ya está a dos pasos del olvido y cuya memoria quedará encendida para todos en esta palabra escrita y radicalmente viva, nos abre las puertas.
Dejarse llevar por otras vidas es uno de los mayores encantamientos en los que nos gusta perdernos los lectores, y una de nuestras mejores maneras de encontrarnos. Este libro nos ofrece, por la calidad de su escritura y por su manifiesta personalidad (casi una “rareza” en el panorama literario actual), una ocasión única de incorporar otro mundo a nuestros días.
(*) Ángeles Carbajal es autora de los poemarios en castellano La caligrafía de la distancia y La sombra de otros días, y de los libros en asturiano En campu abiertu (Premio Teodoro Cuesta de poesía en 2012), L’aire ente la rama (Premio Xuan María Acebal en 2015 y galardón de la Tertulia Malory como “Mejor libro en Asturiano” de 2015, y Un vasu d’agua, ( Premio Xuan María Acebal en 2016). Es colaboradora de la revista Clarín, revista de nueva literatura.
Siempre a casa
José Junquera Peña
Ediciones TRABE. Oviedo, 2018
No sólo en las grandes ciudades, escenario elegido como paradigmático de la actual vida humana, también en los caminos de cualquier aldea la vida ha tejido su “largo verso interminable”. En Argüelles, por la orilla del río, por el Camín de les Viñes, cada día, antes del amanecer, una aldeana caminaba en almadreñas hacia Noreña y llevaba los zapatos en un bolso para calzárselos a la entrada de la Villa. A su paso iba dejando una leve estela de aroma a Maderas de Oriente (siempre supe que, en este olor, que era la mínima materialización de un sueño, y en estos pasos, que eran una realidad, un delimitado imposible, había una novela).
La aldea, el microcosmos que tiene todo lo que en todo está, de José Junquera Peña es mi aldea, y sin embargo fue entre las páginas de este libro donde descubrí trasuntos, no siempre agradables, de un mundo que reconozco, pero del que ahora tengo una visión enriquecida y, si cabe, aún más emocionante, dolorida y risueña a la vez.
Dejó dicho Ortega y Gasset que: “Para tener mucha imaginación hay que tener muy buena memoria”, y José Junquera Peña es un manantial inagotable de recuerdos y de sueños.
Indefectiblemente estas cualidades llevan casi irremediablemente al camino de la literatura. Curioso impenitente, nuestro escritor, compartió “caleya” y tiempo con grandes conversadores aldeanos y escuchó desde niño insólitas historias que iban del disparate a la extravagancia, y todas le parecieron inolvidables.
Al niño avispado y fantasioso que desde “la subidera l’horru” se preguntaba cómo serían las lejanas ciudades que figuraban escritas en el dial de su aparato de radio no se le escapaba el mundo, no menos asombroso, que bullía a su alrededor.
Este libro es la seña de identidad del hombre que después de un largo viaje por esos mundos, por las lejanas ciudades que despertaron su fantasía infantil, vuelve a casa sin haber perdido ni al niño que fue ni el mundo mínimo y peculiar en el que nació.
Siempre a casa es un libro de personajes, de personajes manifiestamente singulares inspirados en auténticos personajes que fueron en efecto personajes auténticos. (Permítaseme el juego de palabras).
Pero que nadie se equivoque; esto es literatura, en modo alguno se contenta el autor con levantar acta de sucedidos reales, el escritor obedece a su trabajo, escucha, mira, piensa, sueña y transforma todas esas experiencias en ficción, en una ficción que disecciona el mundo al que retrata pasándolo por el tamiz de sus propios intereses y apetencias, y devolviéndole de esa manera un espejo nuevo en el que mirarse.
Y en él la escritura es fundamental, porque otra característica de esta obra es su estilo un poco “demodé”, un poco con aires, melodía e imaginería de otro tiempo, y que es precisamente parte inseparable de la sustancia anímica del libro.
El repertorio léxico, la adjetivación, la precisión en el uso de cada vocablo, la presencia de la “llingua asturiana”, la traslación rica y fresca de la oralidad, los ecos azorinianos, los guiños lingüísticos con los que asoma su nariz aquello que hay que leer entre líneas, dan como resultado un texto sugerente, expresivo y netamente literario.
Libro de personajes mucho más que de paisajes e incluso más que de historias, las rarezas y curiosidades de su especie atraen la atención del autor que recuerda a cada persona que conoció en su vida, y la recuerda en especial por sus características más originales y con una mirada jocosa y benévola a la vez.
José Junquera Peña tiene la habilidad de verle la vis cómica a cualquiera, pero tiene sus favoritos entre los díscolos y los extravagantes. Algunos de ellos son los protagonistas de Siempre a Casa.
La casa, a la que vuelve la querencia por un mundo que ya está a dos pasos del olvido y cuya memoria quedará encendida para todos en esta palabra escrita y radicalmente viva, nos abre las puertas.
Dejarse llevar por otras vidas es uno de los mayores encantamientos en los que nos gusta perdernos los lectores, y una de nuestras mejores maneras de encontrarnos. Este libro nos ofrece, por la calidad de su escritura y por su manifiesta personalidad (casi una “rareza” en el panorama literario actual), una ocasión única de incorporar otro mundo a nuestros días.
(*) Ángeles Carbajal es autora de los poemarios en castellano La caligrafía de la distancia y La sombra de otros días, y de los libros en asturiano En campu abiertu (Premio Teodoro Cuesta de poesía en 2012), L’aire ente la rama (Premio Xuan María Acebal en 2015 y galardón de la Tertulia Malory como “Mejor libro en Asturiano” de 2015, y Un vasu d’agua, ( Premio Xuan María Acebal en 2016). Es colaboradora de la revista Clarín, revista de nueva literatura.