Don Pelayo, ese facha
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Hay una manera suave y en extremo generosa de contestar a los intoxicadores: llamarles, simplemente, ignorantes. Pero esto no es eficaz y nos lleva al meollo del problema.
Quien intoxica a sabiendas y siguiendo un plan trazado hace años, podrá soltar en una tribuna burradas anti-históricas, barbaridades contrarias a la ciencia y a la razón. Podrá decir majaderías y hasta creérselas, hacerlas suyas como quien colecciona basura. Podrá hacerlo incluso ocupando magistraturas y escaños y podrá manifestar desnudez intelectual, todo ello pese a las dignidades que ostenta. Pero esto no sería lo grave ni lo importante para el honor y la identidad de nuestro pueblo. Tal problema de ignorancia "potenciada" delataría una carencia personal de quien la exhibe, y la simple terapia sería que el político, en este caso un senador, se pusiera a leer libros. Es verdad que esta es la única terapia eficaz contra las mentes huecas y el antídoto de las demás carencias de los insipientes. Podríamos, además, sacar más hilo del ovillo, y reflexionar por enésima vez acerca de la escasa preparación intelectual de nuestros representantes políticos, de la impudicia con la que muestran sus asnales sofismas, del desparpajo con que ondean la voz de una hispanofobia, voz basada en nulas pruebas científicas.
Pero no es ese el núcleo del mal, no es este el epicentro del terremoto que asola España. Al decirnos que don Pelayo era "facha", un "franquista", y que Covadonga, o la Reconquista Española toda era un "invento de la ultraderecha", el señor Mulet puede actuar, sépalo él o no, de acuerdo con una agenda bien trazada, cuidadosamente trazada. Un plan siniestro que ya se inició en 1934, pero que con la restauración borbónico-setentayochista cobra cada día más espesor y peligrosidad.
El otro día, en el Senado, esa alta cámara donde se supone que está representado el pueblo español, un señor valenciano, elegido por el grupo Compromís, esto es, una parte de la Galaxia Podemos, se dedicó a insultar gravemente a los asturianos según un sentir muy general y, claro está, la vía del insulto alcanza a los españoles en general.
Transcurridos unos días desde la nefasta intervención senatorial, y a la espera de que los ánimos se sosegasen para analizar bien el incidente, y con la ventaja de leer y escuchar algunas réplicas y adhesiones, me llega el momento de analizar.
Voy a hacerlo intentando convencer al lector no ya de los errores y carencias del señor Mulet, sino de la intoxicación en la que vive y de la que vive un español. Un español que es, no ya un representante del pueblo español y valenciano, sino una gran parte de las fuerzas políticas actuantes, ampliamente respaldadas por las urnas.
A fecha de hoy, media España se ríe de Mulet. Su tópico anacronismo, su ideologismo ahistórico, su infantil utilización de epítetos propios del no-pensar de la izquierda actual ("facha", "ultraderecha", "españolismo") mueve a la risa a quienes no son de su escuela. Las redes se han llenado de "memes", esto es, fotomontajes graciosos en los cuales la inconfundible pose triunfante de un guerrero asturgodo, don Pelayo, aparece trucada y trocada con y por la efigie de Franco. Ya habíamos leído antes -mil veces- historietas progres acerca del carácter franquista de Isabel y Fernando. Un alumno de la E.S.O, posiblemente con más suficiencia histórica que un senador español, sigue sorprendiéndose al ver el yugo y las flechas en la heráldica de nuestros Reyes Católicos, o el águila imperial en las representaciones de Carlos V.
A un chico de trece años se le puede –a duras penas- permitir la expresión al ver tal iconografía: y dirá al verla "¡fachas!". A un senador de España, no. No se le puede permitir tamaña ignorancia. Lo curioso es que la nómina de los "fachas" se ha extendido mucho más atrás en el tiempo. En 718, don Pelayo, considerado por muchos de nosotros el primer Rey de Asturias y, por ende, primer Rey de España, aun sin tener conciencia de serlo, debió ser, a juicio del senador de Compromís, el "primer facha", el primer "franquista" de la Historia.
Media España se ríe de estas exhibiciones desvergonzadas de ignorancia. Pero la otra media España vota a opciones como la de Compromís o da su apoyo a otras parecidas que forma parte de la Galaxia Podemos, galaxia con docenas de constelaciones y franquicias locales que exhiben semejante desnudez historiográfica.
Media España acepta la opción revisionista de la Historia. Esto es lo que verdaderamente me preocupa. Lo que no sé si es conocido suficientemente en nuestro país es el tipo de arreglo o entente a que han llegado los partidos de la Galaxia Podemos y ciertas fuerzas izquierdistas y asturianistas. Como soy asturiano y el tema de don Pelayo y la Batalla de Covadonga me llega muy directamente, tengo algunas cosas que decir sobre el episodio reciente del senador anti-covadonguista y a propósito del tópico "don Pelayo facha".
En primer lugar, no se trata de una declaración aislada ni tampoco una ocurrencia personal de Carles Mulet. Ese "pensamiento", con todo lo anacrónico y analfabético que es, lo comparten muchas personas de dentro y de fuera de Asturias. Desde los tiempos de la "Transición", han sido legión los académicos (historiadores inclusive) que han logrado plaza y tribuna diciendo, con más retorcimiento y esoterismo, prácticamente lo mismo que don Carles, que "depuso" su pensamiento en el Senado, esta vez más a la pata la llana. Desde la hegemonía intelectual de la izquierda, ya imparable incluso cuando el cadáver de Franco estaba caliente, hegemonía típica de "El País", la SER y demás medios de intoxicación de masas que han ido surgiendo, se han levantado altos y gruesos muros entre el pueblo español y su verdadera historia. Se ha puesto una gruesa capa de asfalto entre las raíces nutricias de nuestro ser y el suelo diario que pisan nuestras plantas. Para la gran mayoría de nuestros alumnos, de manera estremecedora, "España" o no existe o fue un imperio negro y siniestro. Para muchos, Covadonga o Las Navas de Tolosa son "mito". Para no pocos, Granada no debería haberse conquistado.
Esto es conocido. Pero en Asturias especialmente es conocida la estrategia seguida por ciertos grupos autotitulados asturianistas que, desde el exterior, son considerados "nacionalistas", pero que, en realidad, han recibido calificativos mucho más idóneos, entre ellos los de "comunistas del bable y la gaita". Estos grupos, minoritarios, despreciados por la gran masa social asturiana (muy envejecida, muy harta de la hegemonía de casi cuarenta años bajo el yugo PSOE-IU), se autoproclaman depositarios de una identidad milenaria asturiana, que algunos remontan a una prehistoria celta.
Desde la muerte del Caudillo, estos grupos (más fuertes en el ámbito musical y lúdico que en el verdaderamente político y cultural) han ido alimentando una especie de supremacismo celtista que no tiene pies ni cabeza, toda vez que las raíces celtas no son únicas y exclusivas de los asturianos, y gran parte de España y de Europa Occidental poseen también dichas raíces celtas.
El caso es que este nacionalismo celta pretende contraponer las vagas tinieblas de la prehistoria, a hechos y gestas registrados en Crónicas y decisivos en el plano político, donde figuran personajes con su nombre y filiación, que siempre han pertenecido a la memoria colectiva del pueblo (empezando por don Pelayo y siguiendo con la lista de los Reyes Caudillos asturianos). El supremacismo celta pretende oponer la identidad de los asturianos a una Hispanidad que desprecian. Más a gusto se sentirían formando Estado o comunidad con irlandeses, escoceses y bretones, que con los "hispanos".
Evidentemente, en las declaraciones públicas, se suele omitir el etnicismo hispanofóbico de brocha gorda, como el de Quim Torra. Pero bajo el anonimato, dicho supremacismo, no muy diferente del conocido en el País Vasco, Galicia o Cataluña, asoma constantemente en los foros nacionalistas. Algunas expresiones de los supremacistas celtas son recurrentes. Algunos ejemplos: "Españistán" (haciendo alusión a que España, de la que estaría excluida Asturias, es tierra tercermundista, reseca y africanizada. Otro: "subpajarianos", haciendo mención despectiva a los españoles procedentes del lado sur del puerto de Pajares, que comunica el Principado con la meseta "sahariana".
La construcción etnicista asturiana es tan disparatada que nunca gozó del más mínimo respaldo social, dicho sea sin perjuicio del intercambio cultural y conocimiento mutuo de los pueblos atlánticos. Yo creo que ese intercambio de músicas, de ideas, de gentes es muy enriquecedor, y en un subgénero de la común identidad de todos los pueblos europeos, pueblos que poseen unas raíces comunes, un fondo ancestral idéntico, una hermandad esencial. Ahora bien, pretender que ese celtismo sea una vía para desconectarse de España es una auténtica majadería. Muchos "mesetarios" o "cazurros" (como llaman a los españoles de origen extra-asturiano) seguramente atesoran más raíces célticas en su folclore y en su patrimonio arqueológico local, que los propios asturianos. Pero esto, los comunistas del bable y la gaita no lo quieren ver, o es un dato que ponen en letra pequeña y a pie de página.
Al supremacismo celto-asturiano le fue llegando, desde 1975, un bofetón tras otro en cuanto a respaldo popular y, desde 1978, en cuanto a resultados electorales. A la mayoría de la gente astur, de izquierdas o de derechas, no le interesaba en absoluto ese mundo fantástico. La crisis económica y las reconversiones del carbón y la siderurgia eran problemas focales. Desde sus inicios, en ese movimiento se mezclaron entonces consignas obreristas, y lemas radicales de extrema izquierda, entre las cuales se hablaba, como en otras regiones españolas, de un "derecho a la autodeterminación", de la "llingua oficial", y de la necesidad de una "república popular del pueblo trabajador asturiano". Por mimetismo, se empezó a utilizar el bable o lengua asturiana como arma política. Algo que nunca debió hacerse, ni con ella, ni con el vascuence, el catalán, el gallego o cualquier otra lengua regional. Como ya expliqué en mi artículo en LTPV, "Todas las lenguas españolas", las lenguas regionales distintas del castellano deberían ser protegidas, promovidas, respetadas, pues son lenguas españolas también, pero nunca deberían ser impuestas, pues eso supondría crear situaciones de desigualdad entre los españoles.
Pues bien, el falso nacionalismo asturiano, que en realidad muchos describimos como un mero comunismo del bable y la gaita, ha ido disimulando sus ideas celtistas (etnicistas) y le ha dado cada vez más peso a la reivindicación lingüística. La lengua asturiana, que muchos de nosotros amamos, hablamos e incluso cultivamos literariamente, está siendo empleada malévolamente como instrumento de división política, como seña de identidad no ya de un pueblo (cosa que nunca es mala de por sí) sino de una opción política concreta, en este caso izquierdista y radical. Los que podían ser llamados "bablistas" de derechas, de centro, así como los apolíticos, han ido desapareciendo del escenario (y eso que entre los poetas bablistas clásicos, hay figuras conservadoras y tradicionalistas de gran talla, como el Padre Galo o Juan María Acebal). La llingua asturiana ha llegado a politizarse tanto, que su uso y la defensa pública de su oficialidad en el Principado casi ha llegado a representar un sinónimo de ser "izquierdista".
El lector se preguntará qué tiene que ver esta digresión sobre el vidrioso tema de la oficialidad del asturiano y las deplorables declaraciones sobre un senador valenciano, en las que tacha de fascista a don Pelayo, y considera la Reconquista como un "mito de la ultra-derecha". Vamos a ello.
Debe resaltarse la circunstancia de que Compromís es un grupo político que lleva tiempo tomando iniciativas para favorecer política y presupuestariamente al bable, y la coordinación entre este grupo y los grupos de la izquierda asturiana es notoria.
El movimiento asturianista en pro de la Oficialidad recibe con alborozo estas iniciativas que vienen de lejos, de Valencia, pero lo que ocultan a la opinión pública es que el "plurilingüismo" para España que apoya Mulet y que respalda Compromís no parece tener fin. El bable asturleonés figura al lado de otras lenguas como el "extremeño", el caló de los gitanos, el árabe de Ceuta, el tamazig de Melilla, el aranés, el aragonés.
Resulta, cuando menos humillante, que un movimiento asturianista que lleva décadas reclamando una suerte de equiparación entre el asturiano y el gallego, el valenciano, el euskera, el catalán, etc., aparezca defendido por el senador anti-Pelayo, con otras lenguas que, por lo visto, también son "españolas"… La nómina de Mulet me parece un tanto bizarra.
Pero ¿qué le ha hecho el pobre don Pelayo al señor Mulet? ¿Por qué le odian muchos de los comunistas del bable y la gaita, esto es, soberanistas asturianos?. La izquierda estatal, especialmente la izquierda de la Galaxia Podemos, desea respaldar ahora un tema, el de la oficialidad del bable/asturiano, no por respeto cultural a una lengua vieja, noble y digna como la que más. De esas cosas filológicas y sociolingüísticas saben realmente poco. A esa izquierda podemista lo que le interesa es disponer de un ariete más con el cual poder dividir a la sociedad, fracturar consensos básicos.
Y un consenso básico, que hemos mamado los niños asturianos desde siempre, es que don Pelayo es nuestro héroe, primer rey de Asturias, y primer rey de España. Que el mayor símbolo de asturianía, el héroe de Covadonga, sea al mismo tiempo el mayor símbolo de la realidad nacional de España y el mayor símbolo de una defensa de la fe católica y de la herencia romano-goda frente al mahometano, será siempre una daga clavada en el vientre seboso de la izquierda española disolvente.
Desde la muerte de Franco se ha querido mutilar la identidad del pueblo asturiano contraponiendo lo que en siglos nunca se había contrapuesto, a saber, el orgullo de que nuestros antepasados fueran padres de la Reconquista, y el gusto por tener una bella lengua propia, además del castellano. Una lengua que nunca estorbó a nadie ni hizo daño a nadie.
El comunismo del bable y la gaita (y me resisto a llamarles "asturianistas") está desarrollando a pleno gas su agenda para simplificar al máximo su agenda identitaria, curiosamente herderiana. Mientras que alguno de sus líderes rechazan la herencia del filósofo germano Herder, tendente a basar la nación en la lengua, y hablan profusamente de un nacionalismo emanado de la Revolución de 1789, o de un "nacionalismo de clase", a los hecho yo me remito.
Viéndose fracasados en agitar el celtismo, apelan a la "llingua" como elemento diferenciador máximo, como arma de división social, como distintivo de "izquierdismo", siendo como es que las lenguas no son ni de izquierdas ni de derechas. Para colmo, estos esencialistas de la llingua, a cambio de recibir apoyos político-presupuestarios desde otras comunidades y desde otras formaciones hermanas en lo ideológico, debe castrar lo más sagrado en su identidad asturiana, a saber, a don Pelayo, a Covadonga, a la Santina (Virgen de Covadonga). No son anti-pelayistas por escrúpulos historiográficos, o por escepticismo postmoderno. Son anti-pelayistas porque tienen que alinearse en el frente de la hispanofobia, el mismo frente lineal y compacto de la maurofilia. Yo no estoy en contra de la oficialidad de la Llingua, es más, estoy claramente a favor de una oficialidad sin obligatoriedad, pero denuncio esta "entente", este pacto secreto entre sus defensores y activistas, y unos grupos políticos que trabajan por desarticular España y romper sus raíces cristianas.
Hay una manera suave y en extremo generosa de contestar a los intoxicadores: llamarles, simplemente, ignorantes. Pero esto no es eficaz y nos lleva al meollo del problema.
Quien intoxica a sabiendas y siguiendo un plan trazado hace años, podrá soltar en una tribuna burradas anti-históricas, barbaridades contrarias a la ciencia y a la razón. Podrá decir majaderías y hasta creérselas, hacerlas suyas como quien colecciona basura. Podrá hacerlo incluso ocupando magistraturas y escaños y podrá manifestar desnudez intelectual, todo ello pese a las dignidades que ostenta. Pero esto no sería lo grave ni lo importante para el honor y la identidad de nuestro pueblo. Tal problema de ignorancia "potenciada" delataría una carencia personal de quien la exhibe, y la simple terapia sería que el político, en este caso un senador, se pusiera a leer libros. Es verdad que esta es la única terapia eficaz contra las mentes huecas y el antídoto de las demás carencias de los insipientes. Podríamos, además, sacar más hilo del ovillo, y reflexionar por enésima vez acerca de la escasa preparación intelectual de nuestros representantes políticos, de la impudicia con la que muestran sus asnales sofismas, del desparpajo con que ondean la voz de una hispanofobia, voz basada en nulas pruebas científicas.
Pero no es ese el núcleo del mal, no es este el epicentro del terremoto que asola España. Al decirnos que don Pelayo era "facha", un "franquista", y que Covadonga, o la Reconquista Española toda era un "invento de la ultraderecha", el señor Mulet puede actuar, sépalo él o no, de acuerdo con una agenda bien trazada, cuidadosamente trazada. Un plan siniestro que ya se inició en 1934, pero que con la restauración borbónico-setentayochista cobra cada día más espesor y peligrosidad.
El otro día, en el Senado, esa alta cámara donde se supone que está representado el pueblo español, un señor valenciano, elegido por el grupo Compromís, esto es, una parte de la Galaxia Podemos, se dedicó a insultar gravemente a los asturianos según un sentir muy general y, claro está, la vía del insulto alcanza a los españoles en general.
Transcurridos unos días desde la nefasta intervención senatorial, y a la espera de que los ánimos se sosegasen para analizar bien el incidente, y con la ventaja de leer y escuchar algunas réplicas y adhesiones, me llega el momento de analizar.
Voy a hacerlo intentando convencer al lector no ya de los errores y carencias del señor Mulet, sino de la intoxicación en la que vive y de la que vive un español. Un español que es, no ya un representante del pueblo español y valenciano, sino una gran parte de las fuerzas políticas actuantes, ampliamente respaldadas por las urnas.
A fecha de hoy, media España se ríe de Mulet. Su tópico anacronismo, su ideologismo ahistórico, su infantil utilización de epítetos propios del no-pensar de la izquierda actual ("facha", "ultraderecha", "españolismo") mueve a la risa a quienes no son de su escuela. Las redes se han llenado de "memes", esto es, fotomontajes graciosos en los cuales la inconfundible pose triunfante de un guerrero asturgodo, don Pelayo, aparece trucada y trocada con y por la efigie de Franco. Ya habíamos leído antes -mil veces- historietas progres acerca del carácter franquista de Isabel y Fernando. Un alumno de la E.S.O, posiblemente con más suficiencia histórica que un senador español, sigue sorprendiéndose al ver el yugo y las flechas en la heráldica de nuestros Reyes Católicos, o el águila imperial en las representaciones de Carlos V.
A un chico de trece años se le puede –a duras penas- permitir la expresión al ver tal iconografía: y dirá al verla "¡fachas!". A un senador de España, no. No se le puede permitir tamaña ignorancia. Lo curioso es que la nómina de los "fachas" se ha extendido mucho más atrás en el tiempo. En 718, don Pelayo, considerado por muchos de nosotros el primer Rey de Asturias y, por ende, primer Rey de España, aun sin tener conciencia de serlo, debió ser, a juicio del senador de Compromís, el "primer facha", el primer "franquista" de la Historia.
Media España se ríe de estas exhibiciones desvergonzadas de ignorancia. Pero la otra media España vota a opciones como la de Compromís o da su apoyo a otras parecidas que forma parte de la Galaxia Podemos, galaxia con docenas de constelaciones y franquicias locales que exhiben semejante desnudez historiográfica.
Media España acepta la opción revisionista de la Historia. Esto es lo que verdaderamente me preocupa. Lo que no sé si es conocido suficientemente en nuestro país es el tipo de arreglo o entente a que han llegado los partidos de la Galaxia Podemos y ciertas fuerzas izquierdistas y asturianistas. Como soy asturiano y el tema de don Pelayo y la Batalla de Covadonga me llega muy directamente, tengo algunas cosas que decir sobre el episodio reciente del senador anti-covadonguista y a propósito del tópico "don Pelayo facha".
En primer lugar, no se trata de una declaración aislada ni tampoco una ocurrencia personal de Carles Mulet. Ese "pensamiento", con todo lo anacrónico y analfabético que es, lo comparten muchas personas de dentro y de fuera de Asturias. Desde los tiempos de la "Transición", han sido legión los académicos (historiadores inclusive) que han logrado plaza y tribuna diciendo, con más retorcimiento y esoterismo, prácticamente lo mismo que don Carles, que "depuso" su pensamiento en el Senado, esta vez más a la pata la llana. Desde la hegemonía intelectual de la izquierda, ya imparable incluso cuando el cadáver de Franco estaba caliente, hegemonía típica de "El País", la SER y demás medios de intoxicación de masas que han ido surgiendo, se han levantado altos y gruesos muros entre el pueblo español y su verdadera historia. Se ha puesto una gruesa capa de asfalto entre las raíces nutricias de nuestro ser y el suelo diario que pisan nuestras plantas. Para la gran mayoría de nuestros alumnos, de manera estremecedora, "España" o no existe o fue un imperio negro y siniestro. Para muchos, Covadonga o Las Navas de Tolosa son "mito". Para no pocos, Granada no debería haberse conquistado.
Esto es conocido. Pero en Asturias especialmente es conocida la estrategia seguida por ciertos grupos autotitulados asturianistas que, desde el exterior, son considerados "nacionalistas", pero que, en realidad, han recibido calificativos mucho más idóneos, entre ellos los de "comunistas del bable y la gaita". Estos grupos, minoritarios, despreciados por la gran masa social asturiana (muy envejecida, muy harta de la hegemonía de casi cuarenta años bajo el yugo PSOE-IU), se autoproclaman depositarios de una identidad milenaria asturiana, que algunos remontan a una prehistoria celta.
Desde la muerte del Caudillo, estos grupos (más fuertes en el ámbito musical y lúdico que en el verdaderamente político y cultural) han ido alimentando una especie de supremacismo celtista que no tiene pies ni cabeza, toda vez que las raíces celtas no son únicas y exclusivas de los asturianos, y gran parte de España y de Europa Occidental poseen también dichas raíces celtas.
El caso es que este nacionalismo celta pretende contraponer las vagas tinieblas de la prehistoria, a hechos y gestas registrados en Crónicas y decisivos en el plano político, donde figuran personajes con su nombre y filiación, que siempre han pertenecido a la memoria colectiva del pueblo (empezando por don Pelayo y siguiendo con la lista de los Reyes Caudillos asturianos). El supremacismo celta pretende oponer la identidad de los asturianos a una Hispanidad que desprecian. Más a gusto se sentirían formando Estado o comunidad con irlandeses, escoceses y bretones, que con los "hispanos".
Evidentemente, en las declaraciones públicas, se suele omitir el etnicismo hispanofóbico de brocha gorda, como el de Quim Torra. Pero bajo el anonimato, dicho supremacismo, no muy diferente del conocido en el País Vasco, Galicia o Cataluña, asoma constantemente en los foros nacionalistas. Algunas expresiones de los supremacistas celtas son recurrentes. Algunos ejemplos: "Españistán" (haciendo alusión a que España, de la que estaría excluida Asturias, es tierra tercermundista, reseca y africanizada. Otro: "subpajarianos", haciendo mención despectiva a los españoles procedentes del lado sur del puerto de Pajares, que comunica el Principado con la meseta "sahariana".
La construcción etnicista asturiana es tan disparatada que nunca gozó del más mínimo respaldo social, dicho sea sin perjuicio del intercambio cultural y conocimiento mutuo de los pueblos atlánticos. Yo creo que ese intercambio de músicas, de ideas, de gentes es muy enriquecedor, y en un subgénero de la común identidad de todos los pueblos europeos, pueblos que poseen unas raíces comunes, un fondo ancestral idéntico, una hermandad esencial. Ahora bien, pretender que ese celtismo sea una vía para desconectarse de España es una auténtica majadería. Muchos "mesetarios" o "cazurros" (como llaman a los españoles de origen extra-asturiano) seguramente atesoran más raíces célticas en su folclore y en su patrimonio arqueológico local, que los propios asturianos. Pero esto, los comunistas del bable y la gaita no lo quieren ver, o es un dato que ponen en letra pequeña y a pie de página.
Al supremacismo celto-asturiano le fue llegando, desde 1975, un bofetón tras otro en cuanto a respaldo popular y, desde 1978, en cuanto a resultados electorales. A la mayoría de la gente astur, de izquierdas o de derechas, no le interesaba en absoluto ese mundo fantástico. La crisis económica y las reconversiones del carbón y la siderurgia eran problemas focales. Desde sus inicios, en ese movimiento se mezclaron entonces consignas obreristas, y lemas radicales de extrema izquierda, entre las cuales se hablaba, como en otras regiones españolas, de un "derecho a la autodeterminación", de la "llingua oficial", y de la necesidad de una "república popular del pueblo trabajador asturiano". Por mimetismo, se empezó a utilizar el bable o lengua asturiana como arma política. Algo que nunca debió hacerse, ni con ella, ni con el vascuence, el catalán, el gallego o cualquier otra lengua regional. Como ya expliqué en mi artículo en LTPV, "Todas las lenguas españolas", las lenguas regionales distintas del castellano deberían ser protegidas, promovidas, respetadas, pues son lenguas españolas también, pero nunca deberían ser impuestas, pues eso supondría crear situaciones de desigualdad entre los españoles.
Pues bien, el falso nacionalismo asturiano, que en realidad muchos describimos como un mero comunismo del bable y la gaita, ha ido disimulando sus ideas celtistas (etnicistas) y le ha dado cada vez más peso a la reivindicación lingüística. La lengua asturiana, que muchos de nosotros amamos, hablamos e incluso cultivamos literariamente, está siendo empleada malévolamente como instrumento de división política, como seña de identidad no ya de un pueblo (cosa que nunca es mala de por sí) sino de una opción política concreta, en este caso izquierdista y radical. Los que podían ser llamados "bablistas" de derechas, de centro, así como los apolíticos, han ido desapareciendo del escenario (y eso que entre los poetas bablistas clásicos, hay figuras conservadoras y tradicionalistas de gran talla, como el Padre Galo o Juan María Acebal). La llingua asturiana ha llegado a politizarse tanto, que su uso y la defensa pública de su oficialidad en el Principado casi ha llegado a representar un sinónimo de ser "izquierdista".
El lector se preguntará qué tiene que ver esta digresión sobre el vidrioso tema de la oficialidad del asturiano y las deplorables declaraciones sobre un senador valenciano, en las que tacha de fascista a don Pelayo, y considera la Reconquista como un "mito de la ultra-derecha". Vamos a ello.
Debe resaltarse la circunstancia de que Compromís es un grupo político que lleva tiempo tomando iniciativas para favorecer política y presupuestariamente al bable, y la coordinación entre este grupo y los grupos de la izquierda asturiana es notoria.
El movimiento asturianista en pro de la Oficialidad recibe con alborozo estas iniciativas que vienen de lejos, de Valencia, pero lo que ocultan a la opinión pública es que el "plurilingüismo" para España que apoya Mulet y que respalda Compromís no parece tener fin. El bable asturleonés figura al lado de otras lenguas como el "extremeño", el caló de los gitanos, el árabe de Ceuta, el tamazig de Melilla, el aranés, el aragonés.
Resulta, cuando menos humillante, que un movimiento asturianista que lleva décadas reclamando una suerte de equiparación entre el asturiano y el gallego, el valenciano, el euskera, el catalán, etc., aparezca defendido por el senador anti-Pelayo, con otras lenguas que, por lo visto, también son "españolas"… La nómina de Mulet me parece un tanto bizarra.
Pero ¿qué le ha hecho el pobre don Pelayo al señor Mulet? ¿Por qué le odian muchos de los comunistas del bable y la gaita, esto es, soberanistas asturianos?. La izquierda estatal, especialmente la izquierda de la Galaxia Podemos, desea respaldar ahora un tema, el de la oficialidad del bable/asturiano, no por respeto cultural a una lengua vieja, noble y digna como la que más. De esas cosas filológicas y sociolingüísticas saben realmente poco. A esa izquierda podemista lo que le interesa es disponer de un ariete más con el cual poder dividir a la sociedad, fracturar consensos básicos.
Y un consenso básico, que hemos mamado los niños asturianos desde siempre, es que don Pelayo es nuestro héroe, primer rey de Asturias, y primer rey de España. Que el mayor símbolo de asturianía, el héroe de Covadonga, sea al mismo tiempo el mayor símbolo de la realidad nacional de España y el mayor símbolo de una defensa de la fe católica y de la herencia romano-goda frente al mahometano, será siempre una daga clavada en el vientre seboso de la izquierda española disolvente.
Desde la muerte de Franco se ha querido mutilar la identidad del pueblo asturiano contraponiendo lo que en siglos nunca se había contrapuesto, a saber, el orgullo de que nuestros antepasados fueran padres de la Reconquista, y el gusto por tener una bella lengua propia, además del castellano. Una lengua que nunca estorbó a nadie ni hizo daño a nadie.
El comunismo del bable y la gaita (y me resisto a llamarles "asturianistas") está desarrollando a pleno gas su agenda para simplificar al máximo su agenda identitaria, curiosamente herderiana. Mientras que alguno de sus líderes rechazan la herencia del filósofo germano Herder, tendente a basar la nación en la lengua, y hablan profusamente de un nacionalismo emanado de la Revolución de 1789, o de un "nacionalismo de clase", a los hecho yo me remito.
Viéndose fracasados en agitar el celtismo, apelan a la "llingua" como elemento diferenciador máximo, como arma de división social, como distintivo de "izquierdismo", siendo como es que las lenguas no son ni de izquierdas ni de derechas. Para colmo, estos esencialistas de la llingua, a cambio de recibir apoyos político-presupuestarios desde otras comunidades y desde otras formaciones hermanas en lo ideológico, debe castrar lo más sagrado en su identidad asturiana, a saber, a don Pelayo, a Covadonga, a la Santina (Virgen de Covadonga). No son anti-pelayistas por escrúpulos historiográficos, o por escepticismo postmoderno. Son anti-pelayistas porque tienen que alinearse en el frente de la hispanofobia, el mismo frente lineal y compacto de la maurofilia. Yo no estoy en contra de la oficialidad de la Llingua, es más, estoy claramente a favor de una oficialidad sin obligatoriedad, pero denuncio esta "entente", este pacto secreto entre sus defensores y activistas, y unos grupos políticos que trabajan por desarticular España y romper sus raíces cristianas.