Disparate catalán
Lo que está ocurriendo en Cataluña – y que se trasladará al País Vasco y después a Baleares y Valencia- es tan disparatado, y tan esperpéntico, que no me cabe en la cabeza que pueda ser fruto de la casualidad ni de la improvisación, o porque de repente a alguien le haya dado una ventolera.
Que, desde la distancia, un personaje huido de la justicia maneje los hilos de la investidura de un presidente que es un hombre de paja al servicio de Puigdemont, como él mismo reconoce; y que sea alguien que es la viva representación encarnada del "Mein Kampf" de Hitler, prototípicamente xenófobo, facha en el más puro sentido conceptual -esta vez no es un insulto sino una descripción-, al que solamente le faltan el uniforme y los correajes; no puede ser casualidad, sino una trama perfectamente organizada para balcanizar España y sumirla en la ingobernabilidad más absoluta, en el caos. Lo cual coincide con el desbarajuste de la corrupción, aireada y magnificada por unos medios de comunicación controlados por un desestabilizador como es Roures, y por unos movimientos perfectamente orquestados por otro magnate y cerebro financiero, George Soros, cuya actividad conocida es la utilización de su enorme fortuna para desestabilizar países y actuar como buitre depredador de los despojos de zonas geográficas geoestratégicas vitales para la organización del NOM (nuevo orden mundial). Con ello lograrían la reestructuración de los flujos monetarios y comerciales, cuando no del tráfico de estupefacientes, de armas y del crimen organizado. Ahí están las primaveras árabes, Ucrania, Oriente Medio, los países balcánicos, y ahora España.
Solamente poniendo el nombre George Soros en Google, se ve su macabra actividad y el rastro de miseria, de destrucción y de inestabilidad política y social dejados tras su paso como elefante en cacharrería por el escenario mundial.
Cualquiera otra hipótesis sobre este magno disparate, que sería imposible de ni tan siquiera en el peor de los escenarios conocidos por nuestros padres y abuelos, resulta poco creíble por absurda.
Podría decirse de esta situación estrambótica que los personajes son tontos de baba o locos de atar. No parece ser esta la justificación que explique convincentemente el fenómeno.
Otra posibilidad es que esta gente fanatizada crea de verdad lo que está haciendo, y esté abducida por una realidad virtual inexistente, a sabiendas de que de seguir por este camino el sopapo en todos los órdenes va a ser antológico. Tampoco me parece la hipótesis más afortunada, porque para llegar a este límite de locura hay que ser muy ignorante, muy encorsetado mental, o fanático hasta el extremo de las alucinaciones psicóticas. Tampoco me cuadra esta posibilidad, salvo que se viva en una burbuja endogámica que impida hacer un uso de los atributos que nos ha dado la naturaleza para considerarnos seres racionales.
Solamente me queda la explicación de que estamos ante un complot organizado para desestabilizar nuestro orden natural de las cosas y romper el contexto jurídico-político y social. Y, de paso, llevarnos a un conflicto sin precedentes, balcanizando España, desestabilizando, en consecuencia Europa, encaminándonos a una fragmentación que nos ponga a los píes de los depredadores especulativos, de los amos del mundo, y de un sionismo a cuyo servicio se están pergeñando los nuevos acontecimientos mundiales, como son la designación de la embajada de EE.UU en Jerusalén, el resurgimiento subsiguiente de las tensiones en Oriente Próximo, el encarecimiento inducido del petróleo y el conflicto con consecuencias imprevisibles con Irán. Hasta el premio de Eurovisión parece ir en esa dirección.
El efecto es la hegemonía de tiranías saudíes y el terrorismo yihadista vinculado a ellas, debilitando la influencia de Rusia en los canales de distribución de la energía, así como poniendo a los píes de los caballos el ya de por sí desilvanado equilibrio mundial.
No puede ser otra cosa, y sería ingenuo pensar que las barbaridades y atropellos al sentido común en España, que vivimos en estos tiempos, se deban solamente a impulsos emocionales dignos de diván de psiquiatra.
En cualquier caso, los paños calientes característicos de el dúo Rajoy-Sánchez ya no sirven. La situación requiere medidas drásticas proporcionales a la magnitud del problema.
Lo que está ocurriendo en Cataluña – y que se trasladará al País Vasco y después a Baleares y Valencia- es tan disparatado, y tan esperpéntico, que no me cabe en la cabeza que pueda ser fruto de la casualidad ni de la improvisación, o porque de repente a alguien le haya dado una ventolera.
Que, desde la distancia, un personaje huido de la justicia maneje los hilos de la investidura de un presidente que es un hombre de paja al servicio de Puigdemont, como él mismo reconoce; y que sea alguien que es la viva representación encarnada del "Mein Kampf" de Hitler, prototípicamente xenófobo, facha en el más puro sentido conceptual -esta vez no es un insulto sino una descripción-, al que solamente le faltan el uniforme y los correajes; no puede ser casualidad, sino una trama perfectamente organizada para balcanizar España y sumirla en la ingobernabilidad más absoluta, en el caos. Lo cual coincide con el desbarajuste de la corrupción, aireada y magnificada por unos medios de comunicación controlados por un desestabilizador como es Roures, y por unos movimientos perfectamente orquestados por otro magnate y cerebro financiero, George Soros, cuya actividad conocida es la utilización de su enorme fortuna para desestabilizar países y actuar como buitre depredador de los despojos de zonas geográficas geoestratégicas vitales para la organización del NOM (nuevo orden mundial). Con ello lograrían la reestructuración de los flujos monetarios y comerciales, cuando no del tráfico de estupefacientes, de armas y del crimen organizado. Ahí están las primaveras árabes, Ucrania, Oriente Medio, los países balcánicos, y ahora España.
Solamente poniendo el nombre George Soros en Google, se ve su macabra actividad y el rastro de miseria, de destrucción y de inestabilidad política y social dejados tras su paso como elefante en cacharrería por el escenario mundial.
Cualquiera otra hipótesis sobre este magno disparate, que sería imposible de ni tan siquiera en el peor de los escenarios conocidos por nuestros padres y abuelos, resulta poco creíble por absurda.
Podría decirse de esta situación estrambótica que los personajes son tontos de baba o locos de atar. No parece ser esta la justificación que explique convincentemente el fenómeno.
Otra posibilidad es que esta gente fanatizada crea de verdad lo que está haciendo, y esté abducida por una realidad virtual inexistente, a sabiendas de que de seguir por este camino el sopapo en todos los órdenes va a ser antológico. Tampoco me parece la hipótesis más afortunada, porque para llegar a este límite de locura hay que ser muy ignorante, muy encorsetado mental, o fanático hasta el extremo de las alucinaciones psicóticas. Tampoco me cuadra esta posibilidad, salvo que se viva en una burbuja endogámica que impida hacer un uso de los atributos que nos ha dado la naturaleza para considerarnos seres racionales.
Solamente me queda la explicación de que estamos ante un complot organizado para desestabilizar nuestro orden natural de las cosas y romper el contexto jurídico-político y social. Y, de paso, llevarnos a un conflicto sin precedentes, balcanizando España, desestabilizando, en consecuencia Europa, encaminándonos a una fragmentación que nos ponga a los píes de los depredadores especulativos, de los amos del mundo, y de un sionismo a cuyo servicio se están pergeñando los nuevos acontecimientos mundiales, como son la designación de la embajada de EE.UU en Jerusalén, el resurgimiento subsiguiente de las tensiones en Oriente Próximo, el encarecimiento inducido del petróleo y el conflicto con consecuencias imprevisibles con Irán. Hasta el premio de Eurovisión parece ir en esa dirección.
El efecto es la hegemonía de tiranías saudíes y el terrorismo yihadista vinculado a ellas, debilitando la influencia de Rusia en los canales de distribución de la energía, así como poniendo a los píes de los caballos el ya de por sí desilvanado equilibrio mundial.
No puede ser otra cosa, y sería ingenuo pensar que las barbaridades y atropellos al sentido común en España, que vivimos en estos tiempos, se deban solamente a impulsos emocionales dignos de diván de psiquiatra.
En cualquier caso, los paños calientes característicos de el dúo Rajoy-Sánchez ya no sirven. La situación requiere medidas drásticas proporcionales a la magnitud del problema.