De Gobierno provisional a Gobierno definitivo
Muy español. Lo que nace como coyuntural, las circunstancias lo hacen definitivo. Alea iacta est. En verdad la suerte está echada. Se terminó la etapa del PP, comienza una etapa nueva, y para ello nada mejor que un Gobierno con peso específico. La calidad de sus miembros ha sido la primera sorpresa. La intensidad de sus méritos profesionales una señal de capacidad para mejor proveer. La relación entre varones y damas, mera anécdota para los que siempre hemos dicho que la ciudadanía no tiene género.
Muy español. Mantener y no enmendar. Eso traduce el comportamiento de los cesantes. Pero también es coherente con su pasado y con la falta de humildad. Desde la soberbia la culpa siempre es ajena. Lo peor es que funciona como las anteojeras del burro que da vueltas a la noria. Sólo les faltaba decir que la culpa es del pueblo.
Hemos pasado una etapa y tenemos motivos racionales para afirmar que ya nada será igual. Un antes y un después. Algo parecido al resultado de aquellas elecciones generales de 1982, con la llegada de Felipe y Alfonso a la Moncloa.
Gobernar en consensuar. La talla de estadista se mide en dos espacios. La capacidad para emocionar a la sociedad. La cintura para convertir minorías parlamentarias en mayorías en torno a proyectos de calado social. Tengo la esperanza renacentista. Este nuevo Gobierno de España dispone de los mimbres precisos para hacer el cesto repleto con reformas y regeneración que nos saque del pozo y lidere otra etapa de modernidad, con o sin Europa, pero con los ciudadanos, haciendo diagnóstico social y tratamiento para las perversiones del sistema democrático.
Por primera vez desde hace mucho tiempo, el ejecutivo ha logrado reunir a la élite de la sociedad civil. Algo debe tener el momento y la persona para ser capaz de convencer a quienes estaban más cómodos en sus labores profesionales que aceptando ser una expedición para atravesar la ciénaga. Y si no son capaces, siempre queda devolver la voz al soberano pueblo. Pero, una vez conformado un Gobierno de notables, los poderes legislativo y judicial tienen el deber patriótico y moral de facilitar la singladura que nos devuelva a Ítaca, tras la sucia guerra de Troya.
¿Y los nacionalistas?. Deben ser tratados en igualdad de condiciones que los demás. También aquí debe haber reformas. Estamos hartos de las desigualdades y desequilibrios propios del mimo a los que se han llegado a creer pueblo con derechos históricos. No hay más derecho que el que ampara la Ley, el que emana de la Constitución con sus posibles y necesarias reformas.
A los descendientes de Aitor. A los descendientes de Wilfredo. Nosotros los descendientes de Breogán, les advertimos que España existe desde el siglo XV, y que no estamos dispuestos a chantajes o chalaneos que impactan en la igualdad, solidaridad y libertad. Este postulado es tan importante como el derecho a una pensión digna, por haberla pagado, por formar parte de un contrato social entre Legislativo y Ciudadanía.
Lo que suceda en el edificio de la calle Génova, nos debe tener sin cuidado. Hay que mirar hacia delante. Además, la memoria social de este país dura unos quince días. Y el poder es quien ha dado notoriedad, incluso más de la que representa la conexión dirigentes-pueblo. Había discursos, imágenes, personajes, conductas, que la sociedad civil denostaba. Y, se acabó la gestión del miedo...
Aznar no merece tiempo. Salvo que volvamos a recordar la foto de las Azores y sus consecuencias. Salvo que volvamos a recordar su gestión del 11-M. Salvo que haya indicios racionales de como la corrupción en el PP tuvo coincidencias con su tiempo de César Imperator.
¿Qué harán los patricios del Senado?. Pueden elegir, entre ser senadores de sus circunscripciones o ser manu militari de la vieja y rancia política. El presidente de los populares vascos se apresuró a salir en TV para advertir que las concesiones al PNV impactan en la ciudadanía vasca y alteraciones por venganza sería pedrada en ojo de boticario.
¿Qué pasará con el proceso de Cataluña?. Conociendo la seriedad intelectual de José Borrell, me temo que no les queda más remedio que "hacérselo mirar". Quiero decir, reconducir hacia el pacto estatutario. Lo de la República Catalana no tiene recorrido y será otro mito para contarle a los niños del futuro.
España necesita reordenar el Estado. España necesita organizar la solidaridad entre pueblos, fuentes de caudales, acceso real a la ciudadanía, dignidad humana. España necesita aprovechar la salida de Inglaterra y los escepticismos de Italia, para consolidarse en la Instituciones de la Unión Europea. El prestigio, la habilidad y la experiencia de Borrell son magníficas herramientas.
Me ha impresionado sobremanera el historial profesional de una gallega. Creo que la política económica de un país debe estar en manos de un experto. Su condición de tal, me hace ser optimista para algo fundamental. Trazar el camino de nuestras cuentas públicas, con una deuda brutal, con unos ingresos procedentes de los más débiles a los que ya no se debe pedir más.
Lamentablemente, la política ha dejado de ser el arte de gobernar, como respuesta a las demandas del pueblo soberano. Hay quien dice: "es el arte de hacer posible lo imposible". Pero todavía puede ser peor. Se trata de conquistar el poder a toda costa. Si fuera así, en nada se diferencian los viejos políticos de los nuevos.
Ojalá y volviendo a los clásicos, alguna vez vuelva a sonar aquella célebre frase: "veni, vidi, vici".
Muy español. Lo que nace como coyuntural, las circunstancias lo hacen definitivo. Alea iacta est. En verdad la suerte está echada. Se terminó la etapa del PP, comienza una etapa nueva, y para ello nada mejor que un Gobierno con peso específico. La calidad de sus miembros ha sido la primera sorpresa. La intensidad de sus méritos profesionales una señal de capacidad para mejor proveer. La relación entre varones y damas, mera anécdota para los que siempre hemos dicho que la ciudadanía no tiene género.
Muy español. Mantener y no enmendar. Eso traduce el comportamiento de los cesantes. Pero también es coherente con su pasado y con la falta de humildad. Desde la soberbia la culpa siempre es ajena. Lo peor es que funciona como las anteojeras del burro que da vueltas a la noria. Sólo les faltaba decir que la culpa es del pueblo.
Hemos pasado una etapa y tenemos motivos racionales para afirmar que ya nada será igual. Un antes y un después. Algo parecido al resultado de aquellas elecciones generales de 1982, con la llegada de Felipe y Alfonso a la Moncloa.
Gobernar en consensuar. La talla de estadista se mide en dos espacios. La capacidad para emocionar a la sociedad. La cintura para convertir minorías parlamentarias en mayorías en torno a proyectos de calado social. Tengo la esperanza renacentista. Este nuevo Gobierno de España dispone de los mimbres precisos para hacer el cesto repleto con reformas y regeneración que nos saque del pozo y lidere otra etapa de modernidad, con o sin Europa, pero con los ciudadanos, haciendo diagnóstico social y tratamiento para las perversiones del sistema democrático.
Por primera vez desde hace mucho tiempo, el ejecutivo ha logrado reunir a la élite de la sociedad civil. Algo debe tener el momento y la persona para ser capaz de convencer a quienes estaban más cómodos en sus labores profesionales que aceptando ser una expedición para atravesar la ciénaga. Y si no son capaces, siempre queda devolver la voz al soberano pueblo. Pero, una vez conformado un Gobierno de notables, los poderes legislativo y judicial tienen el deber patriótico y moral de facilitar la singladura que nos devuelva a Ítaca, tras la sucia guerra de Troya.
¿Y los nacionalistas?. Deben ser tratados en igualdad de condiciones que los demás. También aquí debe haber reformas. Estamos hartos de las desigualdades y desequilibrios propios del mimo a los que se han llegado a creer pueblo con derechos históricos. No hay más derecho que el que ampara la Ley, el que emana de la Constitución con sus posibles y necesarias reformas.
A los descendientes de Aitor. A los descendientes de Wilfredo. Nosotros los descendientes de Breogán, les advertimos que España existe desde el siglo XV, y que no estamos dispuestos a chantajes o chalaneos que impactan en la igualdad, solidaridad y libertad. Este postulado es tan importante como el derecho a una pensión digna, por haberla pagado, por formar parte de un contrato social entre Legislativo y Ciudadanía.
Lo que suceda en el edificio de la calle Génova, nos debe tener sin cuidado. Hay que mirar hacia delante. Además, la memoria social de este país dura unos quince días. Y el poder es quien ha dado notoriedad, incluso más de la que representa la conexión dirigentes-pueblo. Había discursos, imágenes, personajes, conductas, que la sociedad civil denostaba. Y, se acabó la gestión del miedo...
Aznar no merece tiempo. Salvo que volvamos a recordar la foto de las Azores y sus consecuencias. Salvo que volvamos a recordar su gestión del 11-M. Salvo que haya indicios racionales de como la corrupción en el PP tuvo coincidencias con su tiempo de César Imperator.
¿Qué harán los patricios del Senado?. Pueden elegir, entre ser senadores de sus circunscripciones o ser manu militari de la vieja y rancia política. El presidente de los populares vascos se apresuró a salir en TV para advertir que las concesiones al PNV impactan en la ciudadanía vasca y alteraciones por venganza sería pedrada en ojo de boticario.
¿Qué pasará con el proceso de Cataluña?. Conociendo la seriedad intelectual de José Borrell, me temo que no les queda más remedio que "hacérselo mirar". Quiero decir, reconducir hacia el pacto estatutario. Lo de la República Catalana no tiene recorrido y será otro mito para contarle a los niños del futuro.
España necesita reordenar el Estado. España necesita organizar la solidaridad entre pueblos, fuentes de caudales, acceso real a la ciudadanía, dignidad humana. España necesita aprovechar la salida de Inglaterra y los escepticismos de Italia, para consolidarse en la Instituciones de la Unión Europea. El prestigio, la habilidad y la experiencia de Borrell son magníficas herramientas.
Me ha impresionado sobremanera el historial profesional de una gallega. Creo que la política económica de un país debe estar en manos de un experto. Su condición de tal, me hace ser optimista para algo fundamental. Trazar el camino de nuestras cuentas públicas, con una deuda brutal, con unos ingresos procedentes de los más débiles a los que ya no se debe pedir más.
Lamentablemente, la política ha dejado de ser el arte de gobernar, como respuesta a las demandas del pueblo soberano. Hay quien dice: "es el arte de hacer posible lo imposible". Pero todavía puede ser peor. Se trata de conquistar el poder a toda costa. Si fuera así, en nada se diferencian los viejos políticos de los nuevos.
Ojalá y volviendo a los clásicos, alguna vez vuelva a sonar aquella célebre frase: "veni, vidi, vici".











