Revalorización de la ciencia
Coincido totalmente con Pedro Duque, el ministro de Ciencia, Innovación y Universidades. Ha dicho que “Si alguien no sobra en España es un científico. Trabajaremos para recuperar el talento que se ha marchado”. Estoy totalmente de acuerdo con la intención del ministro. Otra cosa es que le dejen, pues Rajoy, contra lo que se dice, ha dejado las arcas públicas vacías. La deuda que acumulan las administraciones públicas desde que llegó Rajoy ha pasado de cerca de 400 millones en 2007 a un billón y 30.000 millones al año en intereses; es decir se ha multiplicado al menos por 2,5 veces.
Pero como los políticos llegan a las administraciones a gastar, no a gestionar la economía, es posible que se cumpla el paradigma de los socialistas: elevar los presupuestos y presionar a los ciudadanos para aumentar los ingresos con más impuestos, hasta dejar a la clase media esquilmada. Y vuelta a empezar. Desde ese momento se votará de nuevo a la derecha para recuperar a las clases medias. Pero como llegue al poder otro socialdemócrata vestido de centroderecha, volveremos a endeudar hasta las cejas a los españoles, hasta que se deje a los pensionistas sin pensiones, se bajen los sueldos a los funcionarios, viéndose éstos en necesidad de hacer componendas ilegales para poder comer, se cierren administraciones públicas que gestionan lo que se llamaba el Estado de bienestar, etc. Porque quienes nos gobiernan, sean de derechas o de izquierdas -no lo olvidemos- gestionan para hoy, no para mañana. Nadie piensa en nuestros nietos, que pagarán los platos rotos de una panda de irresponsables demagogos.
Pero volviendo al tema que me ocupa, estoy de acuerdo con Pedro Duque. El futuro de España se sostiene apoyando a los científicos, que generan descubrimientos, avances de nuestras sociedades, desarrollo tecnológico, mejoras del medio ambiente, y a la postre -aunque sea tras décadas- todo eso revierte en patentes, desarrollo industrial, saltos cualitativos en la calidad de vida, evolución positiva de la economía y soberanía para España, que dependerá menos de poderes externos para ser autónoma.
Una muestra de ello es la enorme dependencia energética de nuestro país por cerrar las puertas a sistemas de producción de electricidad que tienen muy poco efecto invernadero, que son sostenibles y que tienen una relación coste/beneficio de alta rentabilidad, como es la energía nuclear. Pero decir esto no es progresista; lo que sí debe ser progreso, según ellos, es que tengamos que pagar la energía a precio de oro, con empobrecimiento de las familias, y que ello vaya en detrimento de la competitividad de nuestras empresas. Lo que debe ser progresista, según ellos, es que tenga que haber un ejército de paniaguados en las administraciones autonómicas, lo que hace que España tenga el doble de funcionarios, de políticos y demás caterva que, por ejemplo, Alemania, que tiene el doble de población. Eso sí es para ellos progreso. A mí, por los resultados de las cuentas -que no me salen- eso es involución. Y a las consecuencias me atengo.
Volviendo al tema en cuestión: admiro muchísimo a los científicos porque es una vida entregada al servicio de la especie humana, que tiene como principio la mejora de sus individuos mediante su evolución a formas progresivamente más perfeccionadas. Es un milagro que hombres y mujeres, con tesón y esfuerzo, y mucho derroche de inteligencia, sean capaces de desarrollar conocimiento, hacer hallazgos que abran nuevos campos y contribuir así al orgullo patriótico como miembros de una colectividad humana.
No hay ni un solo salto en el conocimiento que no tenga aplicaciones para la vida real. Y el esfuerzo y dedicación aplicados a ese salto a nuevos estadios del saber es digno de alabanza y un patrimonio que solamente cegatos o irresponsables pueden dejar marchitar en nuestro país, impulsando la huida de nuestros investigadores a países que aprovechan para su beneficio ese talento y capital humano formado con mucho dinero de los contribuyentes. Y me concierne recordar que Rajoy recortó los presupuestos para la investigación en casi un 50 %. Hasta el punto de que el CSIC llegó a plantearse su disolución, lo cual hubiera sido una catástrofe.
En un mundo tan dinámico en el que todo se mide por resultados inmediatos es muy complicado que la sociedad apoye a unos trabajadores que dedican el 100% de su vida al desarrollo científico, que tiene un recorrido que se mide por décadas para alcanzar resultados evaluables. Pero es un tremendo error minusvalorar esa dedicación y medir su eficiencia en función del logro de efectos a corto plazo.
Tengo el orgullo de tener una hija que investiga en Arizona (EE.UU.) gracias a una beca europea. Soy testigo directo de su trabajo durante veinte años con sesiones de 14 horas diarias sin fines de semana, para lograr un bagaje suficiente de publicaciones científicas basadas en experimentaciones y trabajos de campo que le permitieran desarrollar proyectos de investigación de forma prácticamente autónoma. Mi hija no puede casarse porque su prioridad es su trabajo de investigación, siempre retribuido en España con estipendios mileuristas. Si midiéramos la compensación salarial por esa dedicación, en horas, pocas personas en el mundo laboral una remuneración más baja. Al cabo de los años, con mucho esfuerzo y sacrificio, estas personas se abren campo en el mundo de la investigación que es un mundo precario, pues depende de la financiación de los proyectos, que tienen evaluaciones rigurosísimas.
Lo cuento porque me cabrea muchísimo que personas como mi hija tengan que irse a terceros países para desarrollar su vocación, en detrimento del lugar que les ha visto nacer y crecer, y con pérdida de una inversión económica que todos los ciudadanos hemos hecho para su formación doctoral e investigadora. Esto, a mi juicio no tiene perdón de Dios y da la talla de lo que han sido los políticos que nos han representado.
Coincido totalmente con Pedro Duque, el ministro de Ciencia, Innovación y Universidades. Ha dicho que “Si alguien no sobra en España es un científico. Trabajaremos para recuperar el talento que se ha marchado”. Estoy totalmente de acuerdo con la intención del ministro. Otra cosa es que le dejen, pues Rajoy, contra lo que se dice, ha dejado las arcas públicas vacías. La deuda que acumulan las administraciones públicas desde que llegó Rajoy ha pasado de cerca de 400 millones en 2007 a un billón y 30.000 millones al año en intereses; es decir se ha multiplicado al menos por 2,5 veces.
Pero como los políticos llegan a las administraciones a gastar, no a gestionar la economía, es posible que se cumpla el paradigma de los socialistas: elevar los presupuestos y presionar a los ciudadanos para aumentar los ingresos con más impuestos, hasta dejar a la clase media esquilmada. Y vuelta a empezar. Desde ese momento se votará de nuevo a la derecha para recuperar a las clases medias. Pero como llegue al poder otro socialdemócrata vestido de centroderecha, volveremos a endeudar hasta las cejas a los españoles, hasta que se deje a los pensionistas sin pensiones, se bajen los sueldos a los funcionarios, viéndose éstos en necesidad de hacer componendas ilegales para poder comer, se cierren administraciones públicas que gestionan lo que se llamaba el Estado de bienestar, etc. Porque quienes nos gobiernan, sean de derechas o de izquierdas -no lo olvidemos- gestionan para hoy, no para mañana. Nadie piensa en nuestros nietos, que pagarán los platos rotos de una panda de irresponsables demagogos.
Pero volviendo al tema que me ocupa, estoy de acuerdo con Pedro Duque. El futuro de España se sostiene apoyando a los científicos, que generan descubrimientos, avances de nuestras sociedades, desarrollo tecnológico, mejoras del medio ambiente, y a la postre -aunque sea tras décadas- todo eso revierte en patentes, desarrollo industrial, saltos cualitativos en la calidad de vida, evolución positiva de la economía y soberanía para España, que dependerá menos de poderes externos para ser autónoma.
Una muestra de ello es la enorme dependencia energética de nuestro país por cerrar las puertas a sistemas de producción de electricidad que tienen muy poco efecto invernadero, que son sostenibles y que tienen una relación coste/beneficio de alta rentabilidad, como es la energía nuclear. Pero decir esto no es progresista; lo que sí debe ser progreso, según ellos, es que tengamos que pagar la energía a precio de oro, con empobrecimiento de las familias, y que ello vaya en detrimento de la competitividad de nuestras empresas. Lo que debe ser progresista, según ellos, es que tenga que haber un ejército de paniaguados en las administraciones autonómicas, lo que hace que España tenga el doble de funcionarios, de políticos y demás caterva que, por ejemplo, Alemania, que tiene el doble de población. Eso sí es para ellos progreso. A mí, por los resultados de las cuentas -que no me salen- eso es involución. Y a las consecuencias me atengo.
Volviendo al tema en cuestión: admiro muchísimo a los científicos porque es una vida entregada al servicio de la especie humana, que tiene como principio la mejora de sus individuos mediante su evolución a formas progresivamente más perfeccionadas. Es un milagro que hombres y mujeres, con tesón y esfuerzo, y mucho derroche de inteligencia, sean capaces de desarrollar conocimiento, hacer hallazgos que abran nuevos campos y contribuir así al orgullo patriótico como miembros de una colectividad humana.
No hay ni un solo salto en el conocimiento que no tenga aplicaciones para la vida real. Y el esfuerzo y dedicación aplicados a ese salto a nuevos estadios del saber es digno de alabanza y un patrimonio que solamente cegatos o irresponsables pueden dejar marchitar en nuestro país, impulsando la huida de nuestros investigadores a países que aprovechan para su beneficio ese talento y capital humano formado con mucho dinero de los contribuyentes. Y me concierne recordar que Rajoy recortó los presupuestos para la investigación en casi un 50 %. Hasta el punto de que el CSIC llegó a plantearse su disolución, lo cual hubiera sido una catástrofe.
En un mundo tan dinámico en el que todo se mide por resultados inmediatos es muy complicado que la sociedad apoye a unos trabajadores que dedican el 100% de su vida al desarrollo científico, que tiene un recorrido que se mide por décadas para alcanzar resultados evaluables. Pero es un tremendo error minusvalorar esa dedicación y medir su eficiencia en función del logro de efectos a corto plazo.
Tengo el orgullo de tener una hija que investiga en Arizona (EE.UU.) gracias a una beca europea. Soy testigo directo de su trabajo durante veinte años con sesiones de 14 horas diarias sin fines de semana, para lograr un bagaje suficiente de publicaciones científicas basadas en experimentaciones y trabajos de campo que le permitieran desarrollar proyectos de investigación de forma prácticamente autónoma. Mi hija no puede casarse porque su prioridad es su trabajo de investigación, siempre retribuido en España con estipendios mileuristas. Si midiéramos la compensación salarial por esa dedicación, en horas, pocas personas en el mundo laboral una remuneración más baja. Al cabo de los años, con mucho esfuerzo y sacrificio, estas personas se abren campo en el mundo de la investigación que es un mundo precario, pues depende de la financiación de los proyectos, que tienen evaluaciones rigurosísimas.
Lo cuento porque me cabrea muchísimo que personas como mi hija tengan que irse a terceros países para desarrollar su vocación, en detrimento del lugar que les ha visto nacer y crecer, y con pérdida de una inversión económica que todos los ciudadanos hemos hecho para su formación doctoral e investigadora. Esto, a mi juicio no tiene perdón de Dios y da la talla de lo que han sido los políticos que nos han representado.