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Pablo Mosquera
Domingo, 24 de Junio de 2018 Tiempo de lectura:

Egoísmo frente a humanismo

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Recuerdo, de mi larga estancia en Euskadi, el movimiento de solidaridad para con el pueblo del Sáhara. Llegamos a ser, sociedad civil y representantes de las instituciones, la vanguardia solidaria para compensar los derechos humanos de un pueblo que tenía profundas raíces españolas. También es cierto que han pasado los años, nos hemos hecho más viejos, menos románticos, más preocupados por nuestras crisis económicas fruto del capitalismo que coloca ante una minoría selecta recursos, riqueza y poder, mientras los demás ciudadanos van sorteando la supervivencia y pagando la deuda a los prestamistas y mercaderes de la Unión Europea del euro.


Pero no es menos cierto que la historia señala cómo los movimientos migratorios han cambiado el mundo. Esa terrible cifra con más de sesenta y ocho millones de gentes desplazadas constituye la mayor crisis humanitaria desde la segunda guerra mundial. Y por mucho que se quiera poner vallas, alambradas y campos de "acogida-concentración", la historia nos dice que desde la caída del Imperio Romano, a los cuatro jinetes del Apocalipsis nada ni nadie les impide empujar parias desesperados a la búsqueda de un mundo mejor, no tienen nada que perder, salvo la propia vida si se quedan en sus miserables lugares de origen. Miseria, que por activa o pasiva, hemos organizado desde nuestro Occidente. Sólo descubrimos que el sur de Benedetti también existe cuando se hacen públicas las vergonzosas situaciones como la vivida por el Aquarius; olvidando las cifras de seres humanos que se han tragado los mares, en su intento de llegar a nuestro mundo, hoy y mañana, noticias descontadas por el mercado.


Aun recuerdo mis discursos en el Parlamento vasco en cada debate sobre el estado de la Comunidad. Nunca quise dejar de ser un médico, humanista y experto en salud pública, que coyunturalmente se dedicaba al servicio público, se puede leer entrando en las páginas históricas de la Cámara sita en Vitoria. Siempre avisaba de tres problemas para la humanidad, que requerían comisiones de expertos: envejecimiento progresivo de la población, movimientos migratorios, nuevas o viejas enfermedades infecciosas capaces de provocar epidemias o pandemias.

 

A lo que antecede sumo y todavía siento el orgullo de haber sido el parlamentario causante de una gran debate sobre la pobreza en Euskadi. Evidente que en medio de las luchas por el poder partidario, llama la atención que 239 ayuntamientos españoles se hayan ofrecido para acoger a los seres humanos recién llegados. Lo que no logro entender es que no se haya desencadenado una oleada de solidaridad municipal. Lo que no comprendo es que todavía Europa esté pensando en buscar acogidas humanitarias. Lo que no logro asimilar es que sea más importante presumir de los kilómetros de la alta velocidad que apoyar a las ONGs que nos lavan la cara del egoísmo, máxime en un país frontera con África, dónde las diferencias son diez veces superiores a las que hay en la frontera entre México y Estado Unidos. Claro que tampoco acepto las soluciones del magnate -tosco y zafio- con torre en la quinta avenida de Nueva York.  

    
Y sin embargo la información demográfica nos indica que somos un país decadente, dónde nacen muy pocos niños, cada vez se mueren más ancianos. Es decir la relación entre natalidad y mortalidad señala que perdemos población. ¿Cuántas aldeas hay abandonadas, cuantos lugares hay dónde apenas se puede cuidar el medio natural por falta de habitantes, que capacidad perdemos cada día en el sector primario del que salen los alimentos para las gentes?. ¿Dónde está la solidaridad entre seres humanos, a quién corresponde organizarla como respuesta a los movimientos migratorios?.  Sin duda alguna corresponde a los Estados y a sus fragmentos regionales, estudiar la evolución e implementar soluciones.


Pero una vez más se constatan dos hechos. La política no es arte o ciencia del gobierno para atender las demandas. La política es tomar el poder. Sólo así se explica la última gamberrada. Una moción de censura para devolverle la voz al pueblo y que tal soberano ejerciera justa alternancia a través del voto. ¡Pues va ser que no!. ¿Que tiene el poder, la Moncloa, el coche presidencial y el glamur con sueldo para ser tratado como presidente, capaz de hacer olvidar las promesas democráticas a la semana siguiente de la mudanza?.


"Agotaré la legislatura, por el bien de España y los españoles". ¡Toma del frasco! Lo hacen por nuestro bien. Y es que para la vieja partitocracia, el pueblo siempre es un menor de edad que necesita tutelas...


"Tengo un compromiso con Galicia" -Núñez Feijoo-. ¡Buena salida!. Yo la habría hecho en gallego: "a velas vir e deixalas pasar". Galicia es un paraíso, tranquilo, mágico por naturaleza, los gallegos en vez de protestar, emigran...Y, ¿alguien de Ourense, con todo el poder de la Xunta, está dispuesto a cambiar los soutos y fragas, las mejores playas y hermosas rías, por un pantano plagado de cocodrilos y otras alimañas, dispuestas a todo?. Además, ¿quién puede asegurar que al PP, sin poder, no le suceda algo parecido a UCD y AP, que aconsejaron la refundación del centro derecha?. Ya lo dijo Camilo José Cela, "resistir es vencer". Y para resistir, nada mejor que la Ciudad Santa de Occidente, que hasta el propio Almanzor respetó, salvo las campanas de la tumba de Prisciliano que se llevó como trofeo a la inmortal Córdoba.


Entre el Campeonato del Mundo, las vacaciones estivales, la paga extra, la subida con carácter retroactivo de las pensiones y algún que otro divertimento, casi nos olvidamos de Cataluña hasta la próxima Diada, cuando temo vuelvan a escenificar una declaración de República. El calendario favorece a los socialistas que vuelven a tener el poder y una buena dotación de cargos que repartir entre leales al denostado Sánchez.

 

Del mismo modo, C's seguirá creciendo como santo y seña contra el nacionalismo, sobre todo en cuanto seamos testigos de los compromisos que adquirió Sánchez para multiplicar sus 85 escaños para ser mayoría coyuntural y expulsar a la vieja guardia del actual registrador de la propiedad en Santa Pola, dónde vivía uno de los hombres más honrados, austeros y eficientes que ha dado el futbol. Me estoy refiriendo a Don Santiago Bernabéu. ¡Nada que ver con un tal Florentino!
        

 

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