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Viernes, 06 de Julio de 2018 Tiempo de lectura:

Los cien de Inchaurrondo

Ciñéndome solamente a Guipúzcoa, quiero recordar a "los cien de Inchaurrondo", miembros de la Benemérita asesinados en nuestra provincia a lo largo del último medio siglo.

 

El calendario marcaba la fecha del viernes siete de junio de 1968 y todo indicaba que aquel sería un día más, una jornada anodina. Todo cambió súbitamente a eso de las 17:30 horas cuando un etarra efectuó cinco disparos de pistola a quemarropa asesinando al guardia civil que portaba su arma reglamentaria metida en su cartuchera mientras revisaba el coche en el que viajaban dos terroristas.

 

Su nombre era José Antonio Pardines Arcay, guardia civil de la 513 Comandancia y con él quedó inaugurada la macabra lista que llegaría a cien; fue el primer caído de los hombres de verde, color de la esperanza, la primera víctima mortal de la siniestra y cobarde organización terrorista; noventa y nueve más completarían el listado que horroriza a todo bien nacido.

 

Cincuenta años de asesinatos, silencios, complicidades y justificaciones. Medio siglo de terror, horror y pavor. Todos recordamos los llamados años de plomo en los que hasta los pastores dividían su grey y de manera obscena celebraban las exequias de los servidores públicos deprisa y corriendo prohibiendo en muchos casos que la bandera cubriendo los féretros entrase en los templos y sacando los ataúdes por la parte posterior de los mismos mientras que a los asesinos los ensalzaban desde los púlpitos mediante bochornosas hagiografías y por supuesto dando vía libre a que el hacha y la serpiente formasen parte del aquelarre litúrgico.

 

Gracias fundamentalmente al trabajo de la Guardia Civil la hidra etarra se vio obligada a dejar de matar siendo el Instituto Armado quien ha pagado el precio más alto hasta lograr la derrota operativa de los criminales. Son los sucesores del Duque de Ahumada quienes serenos ante el peligro y anteponiendo el honor a todo y todos han hecho realidad que podamos vivir sin sobresaltos.

 

Todos ellos permanecerán en mi recuerdo, noventa y nueve hombres buenos, pero hay uno más hasta completar los cien, quien también fue bueno, para mí el mejor, era mi padre.

 

Francisco Javier Sáenz Martínez (Lasarte-Oria)

 

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