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Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 09 de Julio de 2018 Tiempo de lectura:

Educación: la falacia igualitaria de la izquierda

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No creo en la igualdad real porque simplemente, como decía Ortega, somos resultado y efecto de nuestras circunstancias particulares, y nacemos desiguales en origen. Lo que sí es deseable es la igualdad de oportunidades que tiene su punto de salida en el mérito y en la capacidad, en definitiva en el esfuerzo. Es a través del esfuerzo y en la motivación por lograr definir nuestra ruta vital, es decir nuestros objetivos mediatos, como personas capaces de perfeccionarse de forma permanente, como definimos nuestra personalidad y nuestra autoestima como motor de la misma. La motivación de logro es el catalizador de la identidad de los educandos, y ésta es el pilar para conformar una personalidad bien construida, estable y sólida.

 

El logro de la igualdad entre los ciudadanos a través de la educación o tiene su base en el trabajo por conseguir objetivos bien definidos a través de la constancia, de la motivación, del logro, del esfuerzo y del hábito de trabajo bien consolidado, o es una falacia revestida de eslogan fácil para engañar a mentes simplonas. Y esto es la antítesis de la actual legislación procedente del diseño socialista del café para todos que es mediocridad universal para el conjunto de la población escolar, pues la igualdad no existe en el proceso educativo, ya que cada cual tiene su ritmo, sus condiciones personales de desarrollo y sus necesidades individuales. Lo que hay que posibilitar es las condiciones para que toda persona tenga igualdad de oportunidades para progresar, reduciendo al máximo los hándicap procedentes de las condiciones sociales o culturales de partida.

    

Un alumno que está acostumbrado a trabajar en su desarrollo de aprendizaje con constancia, con hábito, con interés por conseguir logros evaluables, es capaz de superar dificultades, afianzar su personalidad, consolidar su autoestima y tener una identidad personal fuerte. Por eso es demencial que se haya renunciado al esfuerzo, que no se premie el logro de objetivos y egresos de aprendizaje y que se pongan al mismo nivel a quienes están instalados en la laxitud y en la vida fácil, en su burbuja de algodón, a la hora de promocionar de curso o verse reconocidos en ese esfuerzo personal, que quienes luchan por su crecimiento personal.

    

La izquierda en este país estimula la desigualdad máxima. La mayor de la historia de la educación, al dividir la educación en diecisiete sistemas desconexionados e independientes. Si a eso le añadimos la dictadura lingüística que segrega a los alumnos cuya lengua materna es la común a todos los españoles, determinamos un factor de fracaso que está demostrado en las diferentes evaluaciones PISA. Y coincide esta realidad con estratos sociales desfavorecidos, que finalmente se ven en desigualdad de oportunidades a la hora de lograr una capacitación académica o profesional con respecto a aquellos alumnos cuya lengua materna es la autonómica, que, casualmente coincide con las élites burguesas que ponen así una criba que beneficia de forma subrepticia a sus hijos. Por otra parte, aquellos líderes políticos, como Montilla en su tiempo, que abogan desde una supuesta reivindicación igualatoria por la inmersión lingüística, contraviniendo las recomendaciones de la UNESCO de educar con respeto a la lengua materna, llevan a sus hijos a centros de élite, dejando a los demás en condiciones de fracaso, no pueden hablarnos de igualitarismo.
 

Convivencia Cívica Catalana tiene en su página web varios estudios que demuestran que los alumnos inmigrantes y los que tienen como la lengua materna el español son los más perjudicados en este sistema de inmersión. Pero lo mismo ocurre en el País Vasco, cuyas autoridades educativas reconocen el fracaso de la inmersión tanto en el uso de la lengua obligatoria como en los resultados escolares, o en el mismo logro de la competencia de comunicación verbal. Y sin embargo, con la inefable ayuda permanente de la izquierda, sobre todo de los socialistas, siguen sin poner remedio al entuerto.

    

Por tanto, cuando el Partido Socialista hable de igualdad a través de la educación debemos objetar que nos tratan de engañar, pues el resultado es diametralmente opuesto a ese deseo farisaico e hipócrita, que ya solamente es capaz de llevar a equívoco a gentes abducidas por el comecocos de la izquierda que es puro lavado de cerebro. 

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