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Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 23 de Julio de 2018 Tiempo de lectura:

El nuevo Fente Popular

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Que Sánchez es un presidente legal, pues la Constitución lo permite, es una obviedad. Que sea legítimo es otra cuestión. Y lo extraño es que nadie se haga esa pregunta. Yo sí que la hago y tengo la respuesta: no, no lo es. ¿Por qué? Pues porque los ciudadanos no le hemos votado para serlo, y por tanto tiene una legitimidad democrática escasa por no decir nula. Lo normal en cualquier democracia es que los ciudadanos elijan a quien va a ser el gobernante de su país, que suele ser por encabezar una lista electoral o por presentarse a unas presidenciales, pero en el caso de Sánchez no ha sido así ya que su designación ha sido hecha por los grupos parlamentarios en mayoría de la Cámara sin que ni tan siquiera fuera diputado. Es como si en un ayuntamiento votáramos a unas candidaturas y los elegidos designaran alcalde a un vecino que pasara por allí y que no se hubiera presentado a las elecciones. ¿Es esto legal en el caso de la presidencia de España? Sorprendentemente, sí. ¿Es legítimo? Evidentemente, no.

 

Este presidente ilegítimo va a adoptar decisiones enormemente peligrosas para la estabilidad económica, para la continuidad de la unidad territorial de España y para la cohesión y la paz social, sin tener la legitimidad de los votos de sus conciudadanos, que no hemos tenido la oportunidad ni el derecho a votarle o no votarle, por lo que en una lógica democrática se puede considerar que es un usurpador que está ahí gracias a las estrategias desestabilizadoras de separatistas y bolcheviques de nuevo cuño.

 

Al parecer Sánchez va a aumentar los impuestos y no va a cumplir los compromisos con Europa de contención del déficit. Según afirma va a aplicar la vuelta de tuerca fiscal al gran capital, a los bancos, al gasoil y a algún sector más, y dice que eso no va a repercutir sobre los ciudadanos. Y eso no es cierto. No me atrevo a afirmar que sea mentira pues no conozco el nivel de consciencia que tenga Sánchez sobre los efectos de sus decisiones, pero no es cierto.  


De las grandes empresas cuelgan un sector muy importante de pequeñas y medianas empresas. Si la bajada de resultados económicos fruto de esa presión fiscal se produce en esas empresas, o bien se deslocalizan, o se retraen en la demanda de bienes y servicios; y eso va a afectar a las pequeñas y medianas empresas subsidiarias; repercutiendo en menos empleo, en reducción de la actividad, y, en definitiva, en enfriamiento de las previsiones de crecimiento económico, es decir, rebajando las tasas de ocupación laboral. Si se encarece el gasoil por la subida de impuestos eso va a afectar al sector logístico, por el encarecimiento de servicios; y al final del proceso subirán los precios al consumo. Lo que conllevará un retraimiento de la economía y una subida del desempleo.  Si la banca tiene una mayor presión impositiva sobre sus activos eso va a llevar a un aumento de las comisiones sobre las cuentas de sus clientes, y por tanto, un castigo sobre el ahorro y la inversión, para compensar balances. Es decir, volvemos a los tiempos de Zapatero, el que aprendía economía en tres sesiones y que nos trajo la recesión económica y poco faltó para que tuvieran que rescatarnos.

 

Además, Sánchez promete mejorar las condiciones de financiación autonómica, es decir, la subida del gasto no productivo y el dispendio aumentado a límites superiores a los presentes que ya son insostenibles.  Esa es la fuente principal del déficit público y de la deuda en España que está en crecimiento constante. En lugar de atacar el origen del problema macroeconómico que tiene España, lo que hace es aumentarlo y llevarlo a una situación absurda que nos va a producir a todos los españoles muy malas consecuencias. En conclusión, un presidente sin legitimidad democrática de la buena, que da el hachazo definitivo a los restos de lo poco que queda de soberanía nacional, nos lleva a la insolvencia como Estado, y probablemente al Estado fallido (exagerando un poco la apreciación) sin que nadie le haya votado. Ninguno de los presidentes hasta ahora ha puesto bridas a la duplicidad competencial, a la multiplicación de servicios a diferentes niveles que son idénticos y muchas veces innecesarios (agencias metereológicas, televisiones/radio, organismos de culturas varias, agriculturas diversas, etc), empresas de servicio para nutrir los bolsillos clientelar de los acólitos, y una macrocefalia administrativa sin límites para dar de comer a estómagos agradecidos que se convierten en comisarios políticos, y así un largo etcétera que se traduce en un rosario de despropósitos interminable.

    

Pero, además, vuelve al error de Zapatero de resucitar a Franco tras cuarenta años de su muerte, como si del cadáver del Cid Campeador sobre Rocinante se tratara. Hay que ver la obsesión que tiene la izquierda con vocación bolchevique por zarandear al dictador, en un impulso compulsivo patológico de agitar las aguas de la convivencia entre españoles, dando la espalda al espíritu de la Transición.   Yo he abandonado la ideología izquierdista hace tiempo. Lo que me extraña es que quede gente razonable en ese mundo con tan escasa racionalidad y sensatez. Pero, en el fondo, todo esto es una cortina de humo para despistar al personal y que no piense sobre cosas como las que estoy enumerando.

 

Considero que el final de esta historia necrofílica está en liquidar la Monarquía y abrir un proceso de instauración de la República. Y eso no sé si es bueno o malo, lo que sí sé es que tiene todas las pintas de ser un tanto conspiratorio. Si en la II República el proceso de proclamación de la misma fue un golpe de Estado maquillado de movimiento democrático de masas -falso de toda falsedad pues aquellas elecciones municipales dio por resultado una mayoría de voto monárquico- en este proceso hay signos poco claros de limpieza democrática y todo parece indicar que se va a repetir la historia, aprovechando que una parte significativa de la población desconoce lo que realmente ocurrió en la II República y tiene una idea mítica deformada de lo que fue la Dictadura.

    

Esto es lo realmente preocupante, pues podemos repetir experimentos con gaseosa que dieron pésimos resultados.

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