Desde al norte del norte
Los vasquitos y nesquitas, o viceversa, siempre se han creído que su país es el norte. Se equivocan. El norte es la costa gallega del Cantábrico. Pero hay un norte del norte. La Estaca de Bares e Islas San Cyprianus, son las puntas más al norte de la Península Ibérica.
También se equivocan los vascuences cuando presumen de ser los primeros balleneros. Fueron los normandos. Y enseñaron a los celtas de los Castros Marinos de la Galicia Cantábrica cómo las crías de ballenas que hacían su ruta eran un excelente manjar. Luego vino la primera industria de transformación. Hacer de la ballena el aceite -saín- que funcionaba como el petróleo de la Edad Media. Cuando llegan al Fisterrae Galaico, llevábamos dos siglos cazando ballenas. Y hubo pleitos. Los mareantes pescadores en bancos de sardinas no estaban dispuestos a que la sangre del mamífero les ahuyentara los bancos de tal alimento.
Pero, situemos el asunto en la actualidad. Si algo es verdad, afirmo que cambiar de lugar para vivir produce efectos que tamizan los acontecimientos oficialmente mediáticos. Desde una de las numerosas, hermosas, desiertas y mágicas playas al norte del norte, tenemos serenidad para sabiamente relativizar lo que dicen preocupa a la humanidad, al menos la que reside en nuestro país, nación, Estado...
Primero. Por mucho que se empeñen en distraernos con la tumba del general africanista, nos preocupa más la costera del bonito. El dictador y su régimen fascistoide nos hizo vivir lo que el gran Curros Enríquez señaló poéticamente como a longa noite de pedra. Pero a estas alturas del siglo XXI, los acontecimientos del primer tercio del pasado siglo XX, a la inmensa mayoría de los gallegos que viven entre la mar y el viento, la momia del ferrolano les importa un carajo.
Segundo. Mientras la clase política miente como método para encantar al pueblo, a los gallegos norteños nos causa más impacto la capacidad de nuestros bolsillos para mantener nuestras costumbres; esa sociabilidad que hizo al gran Cunqueiro afirmar: "cantinas, barberías y dulcerías, son patrimonio de la humanidad".
Tercero. Somos un pueblo sabio por viejo, orgulloso por patrimonio, silente por costumbre. Mientras los vascos arman la marimorena por el fuero, los gallegos hacemos las maletas en busca de las Américas, por el huevo. Así que no presuman los descendientes de Aitor por ser depositarios para unos presuntos Derechos Históricos, como si los demás no tuviéramos pasado.
Cuarto. ¿Qué quieren que les diga?. A mí se me antoja que la romanización nos hizo más civilizados. Incluso para comunicarnos con otros pueblos. Mientras el gallego es un derivado del latín, y se aprende con facilidad, sin necesidad de imposiciones, el euskera es un resto arqueológico al que deben dedicar ímprobos esfuerzos para instalarlo en la realidad social.
Quinto. Los catalanes han ido a rebufo del conflicto vasco. Vieron cómo funcionaban las diferentes etapas. Hasta aprendieron que por las malas -violencia y terrorismo- un pueblo podía pasar a ser declarado non grato y tildados de asesinos. De ahí que repitan en catalán lo del proceso pacífico. Otra cuestión es que no se les vaya de las manos. Y empieza a surgir ese cinco por ciento más radical que Javier Elzo, en sus estudios sociológicos, señalaba procedentes de la juventud alegre y combativa, para pasar al comando gudari.
Sexto. Los vascos estudiados han descubierto que en la Europa de los mercaderes, el Concierto Económico, con su Cupo al Estado, es una antigualla privilegiada, y que sólo el Reino de España puede defender ante los señores de negro. Así que conviene mantenerse dónde pacto y libertad son susceptibles de incentivos fiscales. Y es que no logro entender como a los fenicios catalanes se les ha olvidado aquello de..."lo que no son pesetas, son puñetas".
Séptimo. El vasco más influyente se llama Josu Jon Imaz. Consejero delegado de Repsol. Comenzó siendo hombre de la nueva generación que vino con Ibarreche. Dejó fuera de juego al jesuita. Introdujo el pragmatismo en las relaciones entre Euskadi y España. Lo que no logro entender es que habiendo sido los catalanes los profetas del seny, la generación del Puigdemont haya caído en la idiocia frentista ante la nación más vieja de Europa.
Octavo. Desde esta tierra al norte del norte, queremos nos devuelvan la deuda histórica. Mientras los gobiernos autocráticos imponían la protección del textil catalán a costa del lino gallego. Mientras se permitían inversiones en la Cataluña de la saga Pujol, a los gallegos se nos mantuvo aislados y haciendo uso del arado romano o el carro de bueyes Celta.
Noveno. Como buen gallego, hijo, nieto, bisnieto y tataranieto, de gallegos estudiados, con honorables antecedentes judaicos, decidí cuando volvía a Galicia, a la tierra madre, a mis raíces. Dejé la política cuando me dio la gana. Nunca me sentí atado a nada ni a nadie. Y es que los mariñanos somos versos libres. Se instala en nuestras almas o vento mareiro do nordés, y eso nos hace inmortales. Por eso, ni ETA pudo conmigo.
Décimo. Desde mi paraíso aventuro que cualquier situación por mala que fuera, es susceptible de empeorar. De ahí la perversa cadencia Zapatero-Rajoy-Sánchez...
Los vasquitos y nesquitas, o viceversa, siempre se han creído que su país es el norte. Se equivocan. El norte es la costa gallega del Cantábrico. Pero hay un norte del norte. La Estaca de Bares e Islas San Cyprianus, son las puntas más al norte de la Península Ibérica.
También se equivocan los vascuences cuando presumen de ser los primeros balleneros. Fueron los normandos. Y enseñaron a los celtas de los Castros Marinos de la Galicia Cantábrica cómo las crías de ballenas que hacían su ruta eran un excelente manjar. Luego vino la primera industria de transformación. Hacer de la ballena el aceite -saín- que funcionaba como el petróleo de la Edad Media. Cuando llegan al Fisterrae Galaico, llevábamos dos siglos cazando ballenas. Y hubo pleitos. Los mareantes pescadores en bancos de sardinas no estaban dispuestos a que la sangre del mamífero les ahuyentara los bancos de tal alimento.
Pero, situemos el asunto en la actualidad. Si algo es verdad, afirmo que cambiar de lugar para vivir produce efectos que tamizan los acontecimientos oficialmente mediáticos. Desde una de las numerosas, hermosas, desiertas y mágicas playas al norte del norte, tenemos serenidad para sabiamente relativizar lo que dicen preocupa a la humanidad, al menos la que reside en nuestro país, nación, Estado...
Primero. Por mucho que se empeñen en distraernos con la tumba del general africanista, nos preocupa más la costera del bonito. El dictador y su régimen fascistoide nos hizo vivir lo que el gran Curros Enríquez señaló poéticamente como a longa noite de pedra. Pero a estas alturas del siglo XXI, los acontecimientos del primer tercio del pasado siglo XX, a la inmensa mayoría de los gallegos que viven entre la mar y el viento, la momia del ferrolano les importa un carajo.
Segundo. Mientras la clase política miente como método para encantar al pueblo, a los gallegos norteños nos causa más impacto la capacidad de nuestros bolsillos para mantener nuestras costumbres; esa sociabilidad que hizo al gran Cunqueiro afirmar: "cantinas, barberías y dulcerías, son patrimonio de la humanidad".
Tercero. Somos un pueblo sabio por viejo, orgulloso por patrimonio, silente por costumbre. Mientras los vascos arman la marimorena por el fuero, los gallegos hacemos las maletas en busca de las Américas, por el huevo. Así que no presuman los descendientes de Aitor por ser depositarios para unos presuntos Derechos Históricos, como si los demás no tuviéramos pasado.
Cuarto. ¿Qué quieren que les diga?. A mí se me antoja que la romanización nos hizo más civilizados. Incluso para comunicarnos con otros pueblos. Mientras el gallego es un derivado del latín, y se aprende con facilidad, sin necesidad de imposiciones, el euskera es un resto arqueológico al que deben dedicar ímprobos esfuerzos para instalarlo en la realidad social.
Quinto. Los catalanes han ido a rebufo del conflicto vasco. Vieron cómo funcionaban las diferentes etapas. Hasta aprendieron que por las malas -violencia y terrorismo- un pueblo podía pasar a ser declarado non grato y tildados de asesinos. De ahí que repitan en catalán lo del proceso pacífico. Otra cuestión es que no se les vaya de las manos. Y empieza a surgir ese cinco por ciento más radical que Javier Elzo, en sus estudios sociológicos, señalaba procedentes de la juventud alegre y combativa, para pasar al comando gudari.
Sexto. Los vascos estudiados han descubierto que en la Europa de los mercaderes, el Concierto Económico, con su Cupo al Estado, es una antigualla privilegiada, y que sólo el Reino de España puede defender ante los señores de negro. Así que conviene mantenerse dónde pacto y libertad son susceptibles de incentivos fiscales. Y es que no logro entender como a los fenicios catalanes se les ha olvidado aquello de..."lo que no son pesetas, son puñetas".
Séptimo. El vasco más influyente se llama Josu Jon Imaz. Consejero delegado de Repsol. Comenzó siendo hombre de la nueva generación que vino con Ibarreche. Dejó fuera de juego al jesuita. Introdujo el pragmatismo en las relaciones entre Euskadi y España. Lo que no logro entender es que habiendo sido los catalanes los profetas del seny, la generación del Puigdemont haya caído en la idiocia frentista ante la nación más vieja de Europa.
Octavo. Desde esta tierra al norte del norte, queremos nos devuelvan la deuda histórica. Mientras los gobiernos autocráticos imponían la protección del textil catalán a costa del lino gallego. Mientras se permitían inversiones en la Cataluña de la saga Pujol, a los gallegos se nos mantuvo aislados y haciendo uso del arado romano o el carro de bueyes Celta.
Noveno. Como buen gallego, hijo, nieto, bisnieto y tataranieto, de gallegos estudiados, con honorables antecedentes judaicos, decidí cuando volvía a Galicia, a la tierra madre, a mis raíces. Dejé la política cuando me dio la gana. Nunca me sentí atado a nada ni a nadie. Y es que los mariñanos somos versos libres. Se instala en nuestras almas o vento mareiro do nordés, y eso nos hace inmortales. Por eso, ni ETA pudo conmigo.
Décimo. Desde mi paraíso aventuro que cualquier situación por mala que fuera, es susceptible de empeorar. De ahí la perversa cadencia Zapatero-Rajoy-Sánchez...