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Pablo Mosquera
Domingo, 16 de Septiembre de 2018 Tiempo de lectura:

Cataluña y España

Rendición de GranadaRendición de Granada

Uno puede ser conservador o progresista. De derechas o izquierdas de acuerdo con la vieja y superada posición política del siglo XX. Ferviente católico o intelectual agnóstico. Pero conviene no hacerse trampas en el solitario...


España es una realidad histórica, aunque nos disguste su esto actual. España tiene un pasado con esplendorosos momentos -descubrimiento de América e Hispanidad- y capítulos negros que no podemos borrar - la Inquisición, las guerras Carlistas, la guerra incivil- Pero somos nación desde 1492.
 

A partir de ahí, no conviene inventarse la historia. En todo caso analizarla y desde luego por dignidad cultural, acercarse a ella en busca de nuestros antecedentes y nuestra verdad como pueblo.
 

España no es algo uniforme. Somos un mosaico. Y tal diversidad constituye patrimonio. Fuimos en un momento dado territorio invadido por otras culturas. Llegamos a formar parte del mundo árabe, nada más y menos que desde 711 hasta febrero de 1492. Mantenemos con orgullo nuestro pasado judío, a pesar de las persecuciones y conversiones por la fuerza. Nuestro castellano es una lengua universalizada, creciente, culta y sin complejos, por ser un magnífico instrumento para la comunicación entre los habitantes del planeta.
 

No voy a entrar en lo que ha sido el pasado de Cataluña, y mucho menos discutir si la celebración de la Diada es una cita con una derrota en el momento que se ventilaba la sucesión al trono del reino de España. ¡De secesión, nada de nada!
 

Casi todos los que podemos presumir de un digno historial profesional, hemos hecho una importante travesía por Cataluña. En mi caso, Barcelona y Gerona. Allí me formé como experto sanitario. Allí tuve el honor de ejercer como gestor de hospitales públicos. Allí me hice europeo, cuando Madrid era un pueblo grande, cañí y pendiente de cómo toreaba El Cordobés.
 

Una parte de mi vida está en Cataluña. Tengo una nieta que ha nacido en Barcelona. Sigo disfrutando del románico catalán, del modernismo arquitectónico, y desde luego de la etapa vivida por Picasso en Barcelona, aunque recordando, para algunos que ejercen el vicio de la apropiación indebida, que el gran genio nacido en Málaga, dónde decide emprender el camino de las artes plásticas, es en La Coruña.
 

No es cierto que Cataluña fuera oprimida y vejada. Ni siquiera puede compararse la represión de tal lugar con la que puede esgrimirse tuvo lugar en Euskadi. La situación de Cataluña en relación al Mare Nostrum, permitió la llegada y asentamiento de las más brillantes culturas occidentales. Con todo quiero mostrar mi admiración por esa parte de España que dispone no sólo de autonomía, también de personalidad histórica y cultural.
 

Pero llegaron los políticos, y como canta Serrat, "lo dejaron todo perdido" con su incompetencia, mentiras, vicios indecentes, perversa capacidad para provocar conflictos y enfrentamientos al servicio de sus bastardos intereses. Una vez más, determinados personajes se adueñaron de la verdad, para convertirla en mito y así dividir a la sociedad, que mientras cae en tal miserable espacio no exige la solución del buen gobierno para atender sus justas y urgentes demandas.
 

Lo peor es que los miserables van ganando. Han logrado dividir a los catalanes. Han logrado el enfrentamiento civil, por mucho que se disfracen de pacifistas. Han logrado que los españoles cambien su opinión sobre Cataluña. En vez de contribuir solidariamente a la empresa de hacer un país para todos, han instaurado un gravísimo conflicto, que sólo tiene dos soluciones. O se les da lo que piden. O se les impone la Ley.
 

Volvemos a las rancias fórmulas de una política mediocre. España y sus mandatarios, desde hace muchos años es víctima de los complejos. Lo fuimos en 1898. Lo fuimos a la hora de elaborar la Constitución de 1978. Lo hemos sido recientemente cuando el Parlamento de Cataluña proclamó la República Catalana y hubo que desempolvar el artículo 155 de la Constitución.
 

Volvemos a confundir socialismo con nacionalismo. O una cosa o la otra. No olvidemos que los padres del nacionalismo vasco y catalán pertenecían a lo más rancio y reaccionario de las derechas católicas. Al menos los vascos, a base de sufrir una etapa larga y cruenta, casi peor que la dictadura de la momia en el Valle, aprendieron que se vive mejor en paz, en convivencia con el resto de España, bajo el paraguas del Estado español que sigue defendiendo los "Derechos Históricos", más allá de su carga trufada con privilegios que en la UE no terminan de aceptar.
 

A fuerza de inventar, ya no hay autonomía que no tenga preparados sus derechos adquiridos para impedir más asimetrías en la organización del Estado y sobre todo en el reparto de los recursos económicos. Y conste, que en privado hay muchas gentes ilustradas que se preguntan: ¿para qué han servido las Autonomías, o cuanto nos ahorraríamos reconvirtiendo el mapa de Ayuntamientos, Diputaciones y Autonomías?.


Pero tranquilos. Seguiremos jugando al despiste. Una vez desenterrada la momia, se abre la caja de pandora con la validez de los títulos expedidos por las universidades. Que va a constatar dos hechos. El papel lo aguanta todo. La indecencia forma parte de una crisis de Estado, que se instaló en todos los órdenes o entidades de la vida pública. Pero tengo dos dudas.

 

¿Hemos tocado fondo?. ¿Quién se va a ocupar de los problemas verdaderos que afectan al paisanaje?.         

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