Televisión: Nuevos contenidos, nuevos formatos, nuevas costumbres y nuevos aparatos
El mundo de la televisión está viviendo una gran revolución que afecta de una forma radical a todos los integrantes del fenómeno televisivo: productores, directores, guionistas, actores y, por supuesto, medios tecnológicos. De hecho, ha sido la revolución tecnológica ligada al huracán de las TICs (tecnologías de la información y de la comunicación) y a la digitalización absoluta de todo el proceso televisivo, el elemento fundamental que ha dinamitado el concepto tradicional de televisión. Tanto es así que no pocos analistas señalan que ya no es posible hablar de “televisión” sino de productos audiovisuales que se multiplican hasta la extenuación y que se replican en diferentes pantallas: por supuesto, a través del aparato de televisor tradicional, pero también en el ordenador, la tableta, el teléfono móvil, la consola de vídeojuegos o, incluso, en las pantallas de ocio de los automóviles.
Bajo esta idea de que apenas existe ya el concepto de televisión tradicional (con su programación hermética, sus audiencias masivas, sus cortes publicitarios, su coste cero para el espectador y sus canales bien definidos), lo que tenemos ahora, y que irá extendiéndose a lo largo de los próximos años, es el consumo apabullante de productos audivisuales que crean su propia marca, que se comparten en tiempo real a través de las redes sociales y que se disfrutan a caballo entre varios dispositivos.
Y esta nueva realidad televisiva, que ha demostrado además que el consumidor que quiere elegir está dispuesto también a pagar por lo que desea ver, ha permitido a los grandes creadores de productos audiovisuales arriesgar con contenidos más atrevidos, ha abierto las puertas a guiones más rupturistas, ha permitido a los directores experimentar con nuevas formas de narración, ha ofrecido a los actores un nuevo, floreciente y prestigioso nuevo mercado, y ha hecho aumentar exponencialmente el negocio del software televisivo. Es decir, las grandes cadenas televisivas que surgieron y reinaron a mediados del siglo XX han visto aparecer a nuevos y poderosos competidores (Netflix, HBO, AMC, Youtube...) que reclaman una parte importante del pastel audiovisual.
Pero, exactamente, ¿en qué consiste ese tan nombrado pastel audiovisual?
Realmente, la gran conquista, la gran tarta, es captar la mayor parte del tiempo de ocio del ciudadano. Apoderarse de esas horas que tenemos para disfrutar del tiempo libre y ocuparlas con propuestas audiovisuales hábilmente seductoras y poderosamente hipnóticas. Y ese tiempo de descanso, los ciudadanos lo consumimos básicamente de dos formas diferentes: en el hogar, de una manera estática, o fuera de casa, de una forma más dinámica.
El consumo de productos audiovisuales en la calle, en el gimnasio, en un viaje, en el autobús o incluso andando por las avenidas de una gran ciudad, tiene un príncipe indiscutible: el dispositivo móvil, generalmente un smartphone, pero que también puede ser una tableta o una consola portátil de videojuegos en el caso de los más pequeños.
¿Y en el hogar?. En el hogar, la gran pantalla, la que se ve, se disfruta y se coloca en un lugar central de la casa, sigue siendo la reina y, por ello, mes a mes, aumenta la demanda de televisores cada vez más grandes. De hecho, los televisores de 55 pulgadas en adelante acaparan ya más del 75% de las ventas. Los televisores de 55”, cuyo precio medio ha bajado de los 1.300 a los 800 euros, son los más vendidos, pero los de 65"son los que más han aumentado la demanda a lo largo de este año. Por el contrario, las ventas de televisores de 40-42 pulgadas se han desplomado.
Y la reina, o el rey del salón, lo es por algo: desde marzo de 2016 hasta agosto de 2018, la resolución 4K ha pasado del 48% al 80% en los televisores demandados. ¿Y quiénes son los fabricantes preferidos por los consumidores para satisfacer esta demanda? Según este informe, son los siguiente: LG (33,43%), Samsung (30,05%), Sony (13,82%), Hilense (8,19%), Philips (5,62%), Panasonic (2,77%), Grundig (1,66%) y otros fabricantes (4,46%).

El mundo de la televisión está viviendo una gran revolución que afecta de una forma radical a todos los integrantes del fenómeno televisivo: productores, directores, guionistas, actores y, por supuesto, medios tecnológicos. De hecho, ha sido la revolución tecnológica ligada al huracán de las TICs (tecnologías de la información y de la comunicación) y a la digitalización absoluta de todo el proceso televisivo, el elemento fundamental que ha dinamitado el concepto tradicional de televisión. Tanto es así que no pocos analistas señalan que ya no es posible hablar de “televisión” sino de productos audiovisuales que se multiplican hasta la extenuación y que se replican en diferentes pantallas: por supuesto, a través del aparato de televisor tradicional, pero también en el ordenador, la tableta, el teléfono móvil, la consola de vídeojuegos o, incluso, en las pantallas de ocio de los automóviles.
Bajo esta idea de que apenas existe ya el concepto de televisión tradicional (con su programación hermética, sus audiencias masivas, sus cortes publicitarios, su coste cero para el espectador y sus canales bien definidos), lo que tenemos ahora, y que irá extendiéndose a lo largo de los próximos años, es el consumo apabullante de productos audivisuales que crean su propia marca, que se comparten en tiempo real a través de las redes sociales y que se disfrutan a caballo entre varios dispositivos.
Y esta nueva realidad televisiva, que ha demostrado además que el consumidor que quiere elegir está dispuesto también a pagar por lo que desea ver, ha permitido a los grandes creadores de productos audiovisuales arriesgar con contenidos más atrevidos, ha abierto las puertas a guiones más rupturistas, ha permitido a los directores experimentar con nuevas formas de narración, ha ofrecido a los actores un nuevo, floreciente y prestigioso nuevo mercado, y ha hecho aumentar exponencialmente el negocio del software televisivo. Es decir, las grandes cadenas televisivas que surgieron y reinaron a mediados del siglo XX han visto aparecer a nuevos y poderosos competidores (Netflix, HBO, AMC, Youtube...) que reclaman una parte importante del pastel audiovisual.
Pero, exactamente, ¿en qué consiste ese tan nombrado pastel audiovisual?
Realmente, la gran conquista, la gran tarta, es captar la mayor parte del tiempo de ocio del ciudadano. Apoderarse de esas horas que tenemos para disfrutar del tiempo libre y ocuparlas con propuestas audiovisuales hábilmente seductoras y poderosamente hipnóticas. Y ese tiempo de descanso, los ciudadanos lo consumimos básicamente de dos formas diferentes: en el hogar, de una manera estática, o fuera de casa, de una forma más dinámica.
El consumo de productos audiovisuales en la calle, en el gimnasio, en un viaje, en el autobús o incluso andando por las avenidas de una gran ciudad, tiene un príncipe indiscutible: el dispositivo móvil, generalmente un smartphone, pero que también puede ser una tableta o una consola portátil de videojuegos en el caso de los más pequeños.
¿Y en el hogar?. En el hogar, la gran pantalla, la que se ve, se disfruta y se coloca en un lugar central de la casa, sigue siendo la reina y, por ello, mes a mes, aumenta la demanda de televisores cada vez más grandes. De hecho, los televisores de 55 pulgadas en adelante acaparan ya más del 75% de las ventas. Los televisores de 55”, cuyo precio medio ha bajado de los 1.300 a los 800 euros, son los más vendidos, pero los de 65"son los que más han aumentado la demanda a lo largo de este año. Por el contrario, las ventas de televisores de 40-42 pulgadas se han desplomado.
Y la reina, o el rey del salón, lo es por algo: desde marzo de 2016 hasta agosto de 2018, la resolución 4K ha pasado del 48% al 80% en los televisores demandados. ¿Y quiénes son los fabricantes preferidos por los consumidores para satisfacer esta demanda? Según este informe, son los siguiente: LG (33,43%), Samsung (30,05%), Sony (13,82%), Hilense (8,19%), Philips (5,62%), Panasonic (2,77%), Grundig (1,66%) y otros fabricantes (4,46%).