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Pablo Mosquera
Sábado, 06 de Octubre de 2018 Tiempo de lectura:

Poder hacer o poder estar

Me siento defraudado. Casi un huérfano de la democracia. En estos momentos no tengo a quién votar. No me consuela que otros muchos ciudadanos estén en la misma situación. No soy pasota. Precisamente por haber descubierto, hace mucho, dos cuestiones. Uno puede pasar de la política, pero la política no pasa de largo, siempre nos afecta. En España el refranero popular es sabio. "Alguien vendrá, que bueno te hará".

 

¿Qué tiene este país para merecer lo que le acontece? Los que llegan son peores que sus antecesores. La política es una ciénaga. Incluso para los que llegan con las mejores intenciones de no caer en tal. Alguien me puede explicar dónde están los dirigentes que iban a emprender reformas y regeneración.

 

Llegamos a octubre, comenzamos el otoño, cuando se caen las hojas. Y se nos cae la ilusión con los acontecimientos. Para los de la izquierda, los míos, resulta que es mucho más importante, estar que hacer.

 

A los del gobierno provisional, no les queda crédito, y la situación en Cataluña se les ha ido de las manos. Al gobierno catalán con mando a distancia desde Waterloo, se les ha ido la mano que le tendieron a la CUP, y ahora los anarquistas muerden en tal. Los primeros se sitúan entre la ingenuidad y la ruindad, ya que entraron para descabalgar la corrupción, prometieron elecciones, ocuparon cargos y sueldos, no han sido capaces de sacar nada, a excepción de la momia -que todavía está por ver- tuvieron que cesar a dos ministros -les quedan otros dos por lo mismo- y ahora se debaten entre dar a los independentistas lo que exigen o enrocarse entre las bambalinas del poder con la única esperanza de que llegue el final de mes para cobrar la nómina. Lo de los segundos constituye una afrenta al Estado y a la democracia constitucional.

 

¡Hace falta ser cobarde! Sólo así se explica que a Torra, ante los insultos y peticiones para dimitir, en las calles de Cataluña, se le ocurra echar gasolina al fuego de los comandos anarquistas, dejando a la intemperie a ciudadanos, parlamento, policía, jueces y seguridad jurídica de la sociedad. Creo que Arrimadas se quedó corta. A Torra se le recordará como un pirómano tonto, inútil, ignorante y cobarde. Por cierto, decía mi padre que, no hay individuo más peligroso que aquel imbécil que tiene un bolígrafo en la mano y poder...



Quien a hierro mata a hierro muere. Por las mismas fechas, hace un año, el "aguerrido" cuerpo de los Mossos, señalaba la "brutalidad" de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, por las mismas razones que este primero de octubre del 2018, la policía catalana se han tenido que emplear contundente para evitar lo peor. Y es que hace tiempo en Cataluña no funciona el Gobierno, ni se reúne el Parlamento. Y se percibe una escalada de odio. Lo que funciona es un perverso bucle que a modo de espiral ciclónica terminará por engullir a unos y otros.

 

Hubo una oportunidad con el 155. Pero no en el diálogo con quienes han decidido proclamar la independencia. Se ha demostrado que la CUP ha tomado la delantera y su credo es como aquel que llegó a decir que España se arreglaba con el diálogo de "los puños y las pistolas". Y es que una vez más es imposible mezclar agua con aceite. La CUP primero tratará de implantar la República Catalana, pero después ajustará cuentas con la derecha burguesa catalana. Los anarquistas no toleran a los fundadores de la Internacional Demócrata Cristiana, ni siquiera les veo conviviendo con ERC. Deberían, por una vez, fijarse en Euskadi. Al PNV nunca se le habría ocurrido formar coaliciones de Gobierno con HB. Una de las razones de la renovada alianza PNV-PSE es precisamente salvaguardar un gobierno de orden, que de otra forma estaría en manos de HB y Podemos.


Pero volviendo al Gobierno Sánchez. Cada día que salva la piel es un día más para disfrutar del poder de estar. No importa que la situación se deteriore por momentos. No importa decir algo y enseguida lo contrario. No importa que alguna de sus ministras haya tenido reuniones con aprendices de mafiosos. Menos mal que las noticias del pasado evita a las del presente salir en los telediarios de TVE. Por cierto, ¿dónde está el cambio en TVE?. ¡Ah!, que ahora abren con las noticias de Cataluña o de Rodrigo Rato y así nos olvidamos de la ingeniería fiscal del astronauta o de las malas compañías de la Fiscal. Así será imposible cambiar. La política embarra a la sociedad civil. La sociedad civil no logra creer en el Renacimiento, en los valores, en unos dirigentes cultos y decentes. La política se ha convertido en una profesión mercantil. Y su mal ejemplo lo invade todo. De ahí que la juventud no encuentre ideales en la política. Sólo los que no valen para altas empresas, comienzan su vida en las juventudes de los partidos. Ahí aprenden que lo único importante es mantenerse subido al tío vivo, aunque sea en el rabo del cerdito. Ni cultura, ni principios. Sólo egoísmo y juego sucio para acertar quien será el próximo ganador en la tómbola.

 

Mucho más urgente que cambiar la Constitución española es cambiar la Ley que da vida, sentido y funcionamiento a los partidos políticos. En este país, precursor de la Hispanidad, centro cultural del Siglo de Oro, los truhanes y malandrines que citaba Cervantes se han adueñado de los caminos, de los templos, de las universidades, de las empresas, de la cultura, de las almas de los españoles.

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