Los fachas y el "Miura" vasco
Dicen por ahí que si no te han llamado fascista alguna vez en tu vida tienes un problema. Me refiero al calificativo de “facha” usado de modo generalizado para maquillar el insulto con el que te estigmatizarán, mientras tú sonries con amabilidad para no tensar la situación con quien te acaba de señalar ante todos, marcándote por no pensar como un "progre".
Es la victoria de una izquierda rencorosa y revanchista que se proclama democrática y heredera de aquella que fue golpista, sintetizada en el cainita slogan comunista de “tu odio, mi sonrisa”, léase, si tras estigmatizarte con mi insulto te cabreas, me voy a reír de ti, fascista.
40 años agitando el fantasma del fascismo han logrado un absolutismo ideológico de izquierdas sobre la opinión pública hasta hacerla sumisa a sus tesis ideológicas, obediente ante sus proclamas políticas y manejable desde la prensa, imponiendo un discurso político falaz en cualquier parte, desde un debate televisivo a una simple charla de bar, donde si discrepas con ellos te acabas de identificar; ¿No eres “progresista” o independentista? Tu eres un facha... eres un fascista.
“Yo no soy de derechas, soy liberal”, afirmaba hace unas semanas el joven líder del PP Casado en una entrevista, huyendo del calificativo de “derechas” como un apestado, sabedor de lo que vendría después… ¡Fascista!
De ese modo tan falaz, apenas con una simple pregunta, el progreso de ganar las libertades ha sido aplastado por los que se autotitulan “progresistas” hasta un grado de infiltración subliminal absoluto.
Una herramienta ideológica tan destructiva como totalitaria y criminal, cuyas consecuencias nos llevaron a varios golpes de Estado invocados para detener el fascismo hacia una guerra civil proclamada por el PSOE, ha vuelto hoy para imponer de nuevo tesis totalitarias que están arruinando Cataluña, al borde del conflicto civil, del mismo modo que han destruido a la hermana Venezuela.
Agitando aquel fantasma de un fascio casi inexistente en España, la izquierda y Companys dieron el golpe de Estado del 1934 contra el gobierno libremente elegido de la CEDA, alegando que eran fascistas, una justificación que daría pie a otro golpe similar contra los comunistas del Frente Popular tras su pucherazo electoral de 1936. Aquel golpe marxista lo llaman “libertario”, los que hoy se definen demócratas progresistas, mientras te llaman fascista para aplastar tu libertad, da igual lo que pienses, tu credo religioso o tu militancia política.
Y aunque el símil de agitar el fantasma “fascista” aún se repite, la argucia ha dejado de funcionar. El domingo, Santiago Abascal lo dejó meridianamente claro: “Defender las autonomías es 'progre', pedir su derogación es facha; defender la inmigración ilegal es 'progre', pedir respetar las fronteras... facha; defender el aborto libre es 'progre', defender la vida… facha”. Abascal no estaba crecido, era el Santi que conocemos en estado puro, un vasco criado por un padre coraje y cuajado, montañés y español, que se educó en aquellos durísimos años que impuso el terror del plomo etarra, rodeado de amenazas a su vida, a su libertad y a sus ideas por pistolas comunistas “progres y libertarias”.
El sambenito que la izquierda sacaba de su chistera marxista para amordazarte si rechistabas... “fascista”, se acabó el pasado domingo en Vista Alegre. Santi nos dijo que lleva todos esos insultos como medallas en el pecho, cual Miura español asaeteado en ese ruedo ibérico donde los del “Tu odio, mi sonrisa”, ya ni llenan plazas ni podrán insultar con sus huecas mentiras “democráticas” dirigidas como acostumbran contra quienes defendemos nuestra historia y nuestras ideas, y con valor y sin complejos nos oponemos a las tesis marxistas.
Gracias, Santi.
Dicen por ahí que si no te han llamado fascista alguna vez en tu vida tienes un problema. Me refiero al calificativo de “facha” usado de modo generalizado para maquillar el insulto con el que te estigmatizarán, mientras tú sonries con amabilidad para no tensar la situación con quien te acaba de señalar ante todos, marcándote por no pensar como un "progre".
Es la victoria de una izquierda rencorosa y revanchista que se proclama democrática y heredera de aquella que fue golpista, sintetizada en el cainita slogan comunista de “tu odio, mi sonrisa”, léase, si tras estigmatizarte con mi insulto te cabreas, me voy a reír de ti, fascista.
40 años agitando el fantasma del fascismo han logrado un absolutismo ideológico de izquierdas sobre la opinión pública hasta hacerla sumisa a sus tesis ideológicas, obediente ante sus proclamas políticas y manejable desde la prensa, imponiendo un discurso político falaz en cualquier parte, desde un debate televisivo a una simple charla de bar, donde si discrepas con ellos te acabas de identificar; ¿No eres “progresista” o independentista? Tu eres un facha... eres un fascista.
“Yo no soy de derechas, soy liberal”, afirmaba hace unas semanas el joven líder del PP Casado en una entrevista, huyendo del calificativo de “derechas” como un apestado, sabedor de lo que vendría después… ¡Fascista!
De ese modo tan falaz, apenas con una simple pregunta, el progreso de ganar las libertades ha sido aplastado por los que se autotitulan “progresistas” hasta un grado de infiltración subliminal absoluto.
Una herramienta ideológica tan destructiva como totalitaria y criminal, cuyas consecuencias nos llevaron a varios golpes de Estado invocados para detener el fascismo hacia una guerra civil proclamada por el PSOE, ha vuelto hoy para imponer de nuevo tesis totalitarias que están arruinando Cataluña, al borde del conflicto civil, del mismo modo que han destruido a la hermana Venezuela.
Agitando aquel fantasma de un fascio casi inexistente en España, la izquierda y Companys dieron el golpe de Estado del 1934 contra el gobierno libremente elegido de la CEDA, alegando que eran fascistas, una justificación que daría pie a otro golpe similar contra los comunistas del Frente Popular tras su pucherazo electoral de 1936. Aquel golpe marxista lo llaman “libertario”, los que hoy se definen demócratas progresistas, mientras te llaman fascista para aplastar tu libertad, da igual lo que pienses, tu credo religioso o tu militancia política.
Y aunque el símil de agitar el fantasma “fascista” aún se repite, la argucia ha dejado de funcionar. El domingo, Santiago Abascal lo dejó meridianamente claro: “Defender las autonomías es 'progre', pedir su derogación es facha; defender la inmigración ilegal es 'progre', pedir respetar las fronteras... facha; defender el aborto libre es 'progre', defender la vida… facha”. Abascal no estaba crecido, era el Santi que conocemos en estado puro, un vasco criado por un padre coraje y cuajado, montañés y español, que se educó en aquellos durísimos años que impuso el terror del plomo etarra, rodeado de amenazas a su vida, a su libertad y a sus ideas por pistolas comunistas “progres y libertarias”.
El sambenito que la izquierda sacaba de su chistera marxista para amordazarte si rechistabas... “fascista”, se acabó el pasado domingo en Vista Alegre. Santi nos dijo que lleva todos esos insultos como medallas en el pecho, cual Miura español asaeteado en ese ruedo ibérico donde los del “Tu odio, mi sonrisa”, ya ni llenan plazas ni podrán insultar con sus huecas mentiras “democráticas” dirigidas como acostumbran contra quienes defendemos nuestra historia y nuestras ideas, y con valor y sin complejos nos oponemos a las tesis marxistas.
Gracias, Santi.