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Pablo Mosquera
Domingo, 04 de Noviembre de 2018 Tiempo de lectura:

Amenazan con no acatar la sentencia

Una mentira que se repite muchas veces puede convertirse en una verdad. Estamos ante un sofisma. Otra cuestión es que algunos se hagan trampas en su propio solitario y lleguen a creerse el resultado. Llegan a implementar a través de un mensaje, que trasladado machaconamente a la sociedad por "tierra, mar y aire", consiguen crear tal confusión en las gentes como para crear un estado alucinatorio generalizado.


Cundo vivíamos los años de violencia en Euskadi, siempre señalaba que aquello era un estado de paranoia colectiva. Una sociedad civilizada, dotada de las más avanzadas herramientas y con máximo nivel de autonomía, entraba en el delirio en cuanto surgía la cuestión de los Derechos Históricos a la autodeterminación de "Euskal Herria". Y como en la paranoia individualizada -peligrosa dolencia de enfermedad mental-, algunos, muchos, demasiados, usaban la violencia o la justificaban, sacando todo el provecho, en unos casos para atemorizar y en otros para exigir una mesa de negociación con el Estado. El día que ETA fue derrotada por la conjunción de iniciativas, dentro y fuera del país de los vascos, todo el sustrato causal se desvaneció. Hasta los que vivían de la violencia se quedaron sin espacio, sin negocios, sin clientela.


Necesito recordar que en tal proceso hubo dos elementos fundamentales: la resistencia por dignidad en determinados colectivos; la colaboración de la comunidad internacional que decidió a quién defendía y a quién perseguía sin cuartel. En ese instante, los dirigentes del MLNV decidieron pedir árnica.


Traslado el antecedente para Cataluña. Siguen erre que erre empeñados en el proceso. Les importa un comino las consecuencias que han dividido a la sociedad catalana, o el pésimo concepto que hay de tales en la sociedad española y muy probablemente en buena parte de Europa. Por lo de pronto, hay presos comunes por haber cometidos graves delitos. Por de pronto han sido testigos de la fuerza que tiene un Estado cuando se pone en marcha la aplicación del imperio de la Ley.


Pero una vez más el estado sicodélico que sufren los dirigentes nacionalistas catalanes les lleva a confundir la situación, y lo que es más grave, a creerse que la pueden revertir a su antojo. Para lo cual hacen trampas. Han llegado a creerse que la comunidad internacional está de su parte. Han llegado a repetir hasta la saciedad que los presos son de carácter político, ya que "no han cometido delito alguno", por tanto que son víctimas de un Estado injusto y falto de las más elementales coordenadas de la Democracia y el Derecho. Como en aquella Euskadi, el concepto de democracia está pervertido. Y vuelven a la carga. Amenazan con no sabemos qué, si los encausados son condenados a penas tipificadas como precio por la consecución de figuras delictivas. Resulta tragicómico el comportamiento de sus "héroes". Unos han huido a las primeras de cambio, para situarse en la glamurosa posición -recuerda aquel Estoril dónde residió la Corona Española- de Gobierno en el exilio. Y qué decir de las declaración de los hoy internos en régimen penitenciario. "Yo no fui. No era mi intención. Nunca hubo declaración formal de República Catalana...". Y qué decir de los "Jordis". Si no fuera por culpa de la televisión, nos harían creer que nunca estuvieron en las calles dirigiendo la revuelta.


Al que le tengo unas ganas especiales es al jefe de los Mossos. Al tal Trapero, que intentó eludir toda la responsabilidad, de una conducta activa y pasiva, dejando a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado a merced de las turbas adoctrinadas con el mensaje de algo parecido a la "toma de la Bastilla", en este caso el asalto a las instancias del Estado español en Cataluña, para implantar por las buenas o por las malas el nuevo régimen.


Malo y señal inequívoca para la pérdida absoluta de confianza en el sistema, que regaría la planta carnívora de la extrema derecha, sería la claudicación mercantil del Gobierno con motivo de los Presupuestos Generales del Estado, dejando en mal lugar a la justicia, y mostrando a las claras cómo la calificación de los delitos depende de las "necesidades" inconfesables y bastardas de una determinada clase política, que prometió elecciones inmediatas tras la moción de censura, pero a medida que pasa el tiempo se aferra al poder para lograr más poder, y así con la manipulación del CIS, convencer al cuerpo electoral para que les vote.

 

Puede que lo consigan, con medidas de impacto social, pero van a conseguir también una deriva hacia la extrema derecha, como está aconteciendo en Europa, recordando tiempos pasados de la primera mitad del siglo XX, cuando los errores y la falta de patriotismo de los dirigentes, hicieron crecer movimientos partidarios fascistas.


Además, si no es en base a un pacto, ¿qué pueden hacer los nacionalistas catalanes para impedir la aplicación de la Ley?. ¿Y si lo hacen, desacatando las sentencias de los tribunales, en un Estado de Derecho, que les queda?. Sin duda acompañar a los actuales "reos delictivos" en sus moradas.


España debe mantener la dignidad. El Gobierno no puede permitir que un grupo de iluminados se salga con la suya. La política no da derecho a cambiar el poder estar por el poder ser. En Cataluña se está jugando una partida que podemos perder todos los españoles. La fortaleza no consiste en hablar, consiste en cumplir el contrato social con la ciudadanía. Los socialistas deberían reflexionar sobre el papel que están jugando en el contencioso de Cataluña.


Una vez más y como sucedió en aquella horripilante Euskadi, los iluminados no quieren más autonomía. Para ellos, el tigre en el que se han subido les lleva fuera de España. ¿Lo vamos a consentir?, ¿Cómo se lo contaremos a nuestros hijos?, ¿ Qué efectos tendría en el prestigio y credibilidad del sistema que mantiene unida a la vieja nación de España?.

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