Tribuna Libre
Veinte años trabajando por la Memoria y la Justicia de las víctimas
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El próximo sábado 24 de noviembre celebraremos en San Sebastián la resistencia de COVITE. Seguimos adelante tras veinte años de intenso trabajo. Nos hemos hecho fuertes en la adversidad, en un entorno hostil. Ha habido momentos de sufrimiento, de tensión y de incertidumbre entre las propias víctimas. Pero también de satisfacción por no desistir en nuestra determinación por recordar a nuestros familiares, por defender su Memoria y por que se les haga Justicia. Hemos resistido dos décadas y seguiremos haciéndolo porque hay logros pendientes que merecen todo nuestro compromiso.
Durante estos veinte años hemos mantenido nuestra independencia y pluralidad. Hemos defendido el Estado de derecho, razón por la que siempre nos hemos opuesto a cualquier negociación con ETA. Nuestros principios se han aplicado en coherencia para tiempos de falsas treguas, de terrorismo y, ahora, de posterrorismo. COVITE es necesario porque en estos nuevos tiempos existe el riesgo de que la impunidad se abra paso entre los terroristas y el olvido se imponga sobre las víctimas. Los terroristas se presentan ahora como abanderados de la paz y nos acusan a las víctimas que reclamamos Justicia de ser un “estorbo” para la convivencia. Seguiremos evidenciando que los únicos que han impedido –y siguen impidiendo– la normalidad democrática en el País Vasco y en Navarra son quienes provocaron las víctimas, quienes legitiman a ETA y no están dispuestos a reconocer el carácter totalitario de sus acciones criminales, así como quienes les apoyan e intentan blanquearles. Seguiremos defendiendo la libertad y no la falsa paz de quienes quieren imponernos su proyecto político autoritario, antes matando y ahora utilizando la democracia para su beneficio.
Mientras haya quien evite condenar el terrorismo y admitir su parte de responsabilidad en la historia criminal de ETA no habremos alcanzado la libertad. Mientras una parte de los ciudadanos continúe legitimando el terrorismo etarra, y tanto los herederos políticos de los pistoleros como sus ideólogos estén sentados en las instituciones, ETA seguirá de alguna manera viva y será necesario deslegitimarla. Solo podremos pasar página cuando se marque una línea divisoria clara entre quienes han defendido el Estado de derecho y quienes han intentado destruirlo; cuando haya una distinción entre vencedores y vencidos y las víctimas seamos parte de los vencedores; cuando la intimidación y el miedo hayan desaparecido por completo; cuando ETA haya sido derrotada social, política y culturalmente; cuando sintamos que se han agotado todos los recursos para intentar esclarecer los 359 crímenes sin resolver.
Tras demasiados años en silencio, ocultas y ocultadas, el 28 de noviembre de 1998 –día en que nos constituimos– decidimos hablar por nosotras mismas y reivindicar que no queríamos ser también víctimas de la paz. Veinte años después, nuestra principal reivindicación es la misma. Durante estas dos décadas nos ha tocado, por responsabilidad y por coherencia con la defensa de los valores de Memoria, Verdad, Justicia y Dignidad, ejercer la crítica a un nacionalismo dominante y gobernante que siempre ha buscado un entendimiento con la ETA política. Un nacionalismo que ha analizado la realidad del terrorismo y sus terribles consecuencias basándose en la equidistancia entre víctimas y verdugos, así como en la puesta en duda de nuestro sistema constitucional y estatuario para dar un marco de comprensión al terrorismo, lejos de deslegitimarlo. Un nacionalismo mucho más sensible y permisivo con los intereses de los terroristas que con los derechos de las víctimas. Un nacionalismo que, ahora, promueve una visión del pasado donde todos fuimos culpables y todos fuimos víctimas porque todos sufrimos, con independencia de los motivos, para borrar así el significado político de las víctimas de ETA. Un nacionalismo que difunde una mentira perfectamente organizada para exculpar a ETA y blanquear sus responsabilidades criminales.
Durante estos veinte años hemos reivindicado nuestro papel político. No somos daños colaterales, no somos víctimas de accidentes de tráfico ni víctimas al azar. Nuestros familiares han sido asesinados por representar la pluralidad ideológica y la convivencia libre. Somos víctimas de un proyecto totalitario que, se persiga mediante el terrorismo o sin él, es antidemocrático porque se basa en la exclusión y la limpieza ideológica. Hemos soportado que, hasta el año 2011, ETA nos asesinara, hiriera, amenazara y extorsionara. Hemos visto cómo distintos gobiernos democráticos se han plegado ante los intereses de ETA y se han embarcado en una –para nosotros– equivocada estrategia de negociación con los terroristas, cuyas consecuencias todavía resuenan a día de hoy.
Pero también hemos contribuido a abrir un camino de reconocimiento y dignificación de las víctimas. Hemos condenado el terrorismo de cualquier signo e ideología desde la defensa de la ley y el Estado de derecho. Hemos hecho oír nuestra voz, siempre desde el respeto. Hemos luchado por ser un referente moral a nivel político y social, especialmente en el País Vasco. Hemos sido –y somos– el espejo en el que muchos evitan mirarse. Hemos puesto placas por la Memoria de nuestros familiares, a pesar de que desde las instituciones y la sociedad se quiera promover el olvido y sean arrancadas a las pocas horas. Hemos plantado cara a los radicales allí donde hemos visto que se vulneraban nuestros derechos. Hemos proporcionado amparo judicial a las víctimas y hemos luchado por que a aquellas víctimas a las que se les ha negado el derecho a la Justicia no se les niegue también el derecho a la Verdad.
Nos alegramos de los avances conseguidos en el reconocimiento de las víctimas y, por supuesto, de los éxitos policiales contra ETA. Sin embargo, no obviamos que nunca una derrota proclamada como tan rotunda ha resultado tan poco visible y tan amarga. En el marco de nuestro XX aniversario prometemos seguir resistiendo para que la supuesta derrota de ETA no siga hiriendo a nuestro Estado de derecho; para defender la pluralidad, la democracia y los derechos de las víctimas del terrorismo; para que no se imponga un relato edulcorado del terrorismo basado en el olvido, la impunidad y, lo que es peor, en la equiparación de las víctimas de ETA con las de otras violencias cuya naturaleza es diferente para lograr así el empate infinito. En nuestro XX aniversario hacemos también un llamamiento a las nuevas generaciones: recoged, por favor, el legado de dignidad cosechado por COVITE.
El próximo sábado 24 de noviembre celebraremos en San Sebastián la resistencia de COVITE. Seguimos adelante tras veinte años de intenso trabajo. Nos hemos hecho fuertes en la adversidad, en un entorno hostil. Ha habido momentos de sufrimiento, de tensión y de incertidumbre entre las propias víctimas. Pero también de satisfacción por no desistir en nuestra determinación por recordar a nuestros familiares, por defender su Memoria y por que se les haga Justicia. Hemos resistido dos décadas y seguiremos haciéndolo porque hay logros pendientes que merecen todo nuestro compromiso.
Durante estos veinte años hemos mantenido nuestra independencia y pluralidad. Hemos defendido el Estado de derecho, razón por la que siempre nos hemos opuesto a cualquier negociación con ETA. Nuestros principios se han aplicado en coherencia para tiempos de falsas treguas, de terrorismo y, ahora, de posterrorismo. COVITE es necesario porque en estos nuevos tiempos existe el riesgo de que la impunidad se abra paso entre los terroristas y el olvido se imponga sobre las víctimas. Los terroristas se presentan ahora como abanderados de la paz y nos acusan a las víctimas que reclamamos Justicia de ser un “estorbo” para la convivencia. Seguiremos evidenciando que los únicos que han impedido –y siguen impidiendo– la normalidad democrática en el País Vasco y en Navarra son quienes provocaron las víctimas, quienes legitiman a ETA y no están dispuestos a reconocer el carácter totalitario de sus acciones criminales, así como quienes les apoyan e intentan blanquearles. Seguiremos defendiendo la libertad y no la falsa paz de quienes quieren imponernos su proyecto político autoritario, antes matando y ahora utilizando la democracia para su beneficio.
Mientras haya quien evite condenar el terrorismo y admitir su parte de responsabilidad en la historia criminal de ETA no habremos alcanzado la libertad. Mientras una parte de los ciudadanos continúe legitimando el terrorismo etarra, y tanto los herederos políticos de los pistoleros como sus ideólogos estén sentados en las instituciones, ETA seguirá de alguna manera viva y será necesario deslegitimarla. Solo podremos pasar página cuando se marque una línea divisoria clara entre quienes han defendido el Estado de derecho y quienes han intentado destruirlo; cuando haya una distinción entre vencedores y vencidos y las víctimas seamos parte de los vencedores; cuando la intimidación y el miedo hayan desaparecido por completo; cuando ETA haya sido derrotada social, política y culturalmente; cuando sintamos que se han agotado todos los recursos para intentar esclarecer los 359 crímenes sin resolver.
Tras demasiados años en silencio, ocultas y ocultadas, el 28 de noviembre de 1998 –día en que nos constituimos– decidimos hablar por nosotras mismas y reivindicar que no queríamos ser también víctimas de la paz. Veinte años después, nuestra principal reivindicación es la misma. Durante estas dos décadas nos ha tocado, por responsabilidad y por coherencia con la defensa de los valores de Memoria, Verdad, Justicia y Dignidad, ejercer la crítica a un nacionalismo dominante y gobernante que siempre ha buscado un entendimiento con la ETA política. Un nacionalismo que ha analizado la realidad del terrorismo y sus terribles consecuencias basándose en la equidistancia entre víctimas y verdugos, así como en la puesta en duda de nuestro sistema constitucional y estatuario para dar un marco de comprensión al terrorismo, lejos de deslegitimarlo. Un nacionalismo mucho más sensible y permisivo con los intereses de los terroristas que con los derechos de las víctimas. Un nacionalismo que, ahora, promueve una visión del pasado donde todos fuimos culpables y todos fuimos víctimas porque todos sufrimos, con independencia de los motivos, para borrar así el significado político de las víctimas de ETA. Un nacionalismo que difunde una mentira perfectamente organizada para exculpar a ETA y blanquear sus responsabilidades criminales.
Durante estos veinte años hemos reivindicado nuestro papel político. No somos daños colaterales, no somos víctimas de accidentes de tráfico ni víctimas al azar. Nuestros familiares han sido asesinados por representar la pluralidad ideológica y la convivencia libre. Somos víctimas de un proyecto totalitario que, se persiga mediante el terrorismo o sin él, es antidemocrático porque se basa en la exclusión y la limpieza ideológica. Hemos soportado que, hasta el año 2011, ETA nos asesinara, hiriera, amenazara y extorsionara. Hemos visto cómo distintos gobiernos democráticos se han plegado ante los intereses de ETA y se han embarcado en una –para nosotros– equivocada estrategia de negociación con los terroristas, cuyas consecuencias todavía resuenan a día de hoy.
Pero también hemos contribuido a abrir un camino de reconocimiento y dignificación de las víctimas. Hemos condenado el terrorismo de cualquier signo e ideología desde la defensa de la ley y el Estado de derecho. Hemos hecho oír nuestra voz, siempre desde el respeto. Hemos luchado por ser un referente moral a nivel político y social, especialmente en el País Vasco. Hemos sido –y somos– el espejo en el que muchos evitan mirarse. Hemos puesto placas por la Memoria de nuestros familiares, a pesar de que desde las instituciones y la sociedad se quiera promover el olvido y sean arrancadas a las pocas horas. Hemos plantado cara a los radicales allí donde hemos visto que se vulneraban nuestros derechos. Hemos proporcionado amparo judicial a las víctimas y hemos luchado por que a aquellas víctimas a las que se les ha negado el derecho a la Justicia no se les niegue también el derecho a la Verdad.
Nos alegramos de los avances conseguidos en el reconocimiento de las víctimas y, por supuesto, de los éxitos policiales contra ETA. Sin embargo, no obviamos que nunca una derrota proclamada como tan rotunda ha resultado tan poco visible y tan amarga. En el marco de nuestro XX aniversario prometemos seguir resistiendo para que la supuesta derrota de ETA no siga hiriendo a nuestro Estado de derecho; para defender la pluralidad, la democracia y los derechos de las víctimas del terrorismo; para que no se imponga un relato edulcorado del terrorismo basado en el olvido, la impunidad y, lo que es peor, en la equiparación de las víctimas de ETA con las de otras violencias cuya naturaleza es diferente para lograr así el empate infinito. En nuestro XX aniversario hacemos también un llamamiento a las nuevas generaciones: recoged, por favor, el legado de dignidad cosechado por COVITE.