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Jueves, 02 de Julio de 2015 Tiempo de lectura:
Una obra indispensable

Todo lo que necesita saber sobre “Días de Ira”, el último libro de Hermann Tertsch

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PRESENTACIÓN

 

“Es este libro una reflexión urgente en tiempos que creo decisivos. Una visión personal de nuestra actualidad política en España y Europa. Estamos en un momento histórico en el que solo una cosa es previsible: que hechos imprevisibles producirán cambios profundos en nuestra realidad, con grave incidencia en las vidas de todos nosotros. Es un tiempo fascinante y peligroso. Entre amenazas y oportunidades, están en juego nuestra libertad, nuestra dignidad, nuestra memoria y nuestra civilización. 

 

Los avances que otorgan al mundo su cada vez mayor bienestar se generan allí donde hay libertad. Cuanto más libres somos, más podemos elegir y más enmendar los errores de elección. Pero siempre habrá fuerzas que busquen el absoluto, el poder total sobre enemigos como el individuo, su voluntad y la duda, en aras de una supuesta igualdad o justicia. Decenas de millones de víctimas inocentes muy recientes no disuaden a los sacerdotes del fanatismo. 

 

Estas reflexiones incluyen algunas muy personales referidas a mi padre y a mí, en la convicción de que es necesaria la  defensa de la verdad y la mirada limpia al pasado para impedir la repetición de perversiones políticas e ideologías totalitarias. He escrito un río de observaciones sobre el pasado y presente de una sociedad hoy ya sin certezas ni anclajes, y sobre la tentación de buscarlos en un “asalto al cielo”. Es una historia de ilusiones y frustraciones en España; de la tragedia política y humana de una nación atrapada entre mentiras. 

 

Hay que estar muy alerta en este fin de era. Se ha hundido una realidad y no ha emergido aún otra. Habrá, pues, que dar los primeros pasos de la exploración por espacios ignotos en el peor momento, en la hora de la rabia, en estos días de ira”.

 

ASÍ EMPIEZA EL LIBRO…

 

«La que aquí comienza es una historia sobre grandes ilusiones y tremendas frustraciones en España. Es también la historia de una larga agonía. Que, desde hace ya más de una década, ha traído desgracias y discordias. A un país que, durante muchas generaciones, estuvo acostumbrado a un modesto pero sólido progreso, en el que los hijos siempre podían esperar vivir algo mejor que sus padres. Como también a una mínima concordia con la que nutrir un acuerdo básico de convivencia, surgida del profundo escarmiento de dolores del pasado. Aquella España, desde el franquismo cansado hasta la democracia coja, tramposa y muy imperfecta de fin de milenio, siempre añadía, con el paso de los años, unos cuantos motivos para quererla. Según se alejaban las pesadillas peores, que cada vez menos españoles habían vivido como propias. Hace una década, parece que de repente, se rompió lo que creíamos era un rumbo razonable. Mucho se rompió. Mucho más de lo imaginado, allá en Atocha, con aquellas bombas y su alarde de muerte y terror. Y en los días, semanas, meses y años posteriores, el eco de aquellas explosiones rompió tanta loza de la mesa común, como diálogo en torno a la misma. Los españoles, sin haberlo querido, descubrieron y reactivaron mucho de lo peor de ellos mismos. De los peores recursos y sentimientos que se creían definitivamente enterrados por la larga convivencia en paz. Aún hoy es pronto para saber cómo se malogró aquella senda que habíamos recorrido con creciente autoestima y seguridad. Está claro que algo que había crecido con lentitud, con paciencia de todos y esfuerzo común desde los mismos duros años de la posguerra, quebró en la sociedad española. 

 

Desde entonces, nada ha vuelto a aquellos cauces de convivencia que creímos haber encontrado definitivamente después de la dictadura. Fue el retorno de la llamada de las banderías. La irrupción del clamor de la revancha, de la rabia justiciera. El retorno del desprecio. La anti España que son los otros. Después llegó, oculta tras las mentiras y las amenazas del primer taimado vengador, la crisis, brutal, que sembró la angustia, la vergüenza y el miedo. Nos estalló en la cara, con la guardia baja. Y el culpable se tuvo que ir, pero nada se arregló. Porque ganaron los otros y de inmediato, casi sin tiempo a notarlo, aquí estaba la traición a la esperanza. Y al final de diez años devastadores para España, cuando algunos pretendían que optábamos a la normalidad recobrada, se ve surgir el peligro de que todo lo recién pasado podría ser tan solo el comienzo de un largo túnel de final desconocido. En solo un año ha quedado claro que, por mucho que pudieran mejorar algunos datos económicos, por mucho que crezca la economía, no hay retorno a aquella aparente senda del desarrollo hacia la normalidad europea que abandonamos hace once años. España es otra. Y de repente, en un mundo sin anclajes, donde todo está en movimiento, todo parece ya líquido, desde los electorados a las expectativas, desde el pensamiento mismo a las menguantes certezas, lealtades o esperanzas, los españoles se encuentran en 2015 en un año en el que saben que han de suceder muchas cosas. Y algunas pueden tener una dramática trascendencia para lo que han de ser España y Europa en este próximo medio siglo.

 

Cuarenta años después de una Guerra Civil, los españoles decidimos, unidos como nunca, no tener otra. Fue una sabia decisión que nos hizo mejores y fuimos aplaudidos por ella. Hoy, cuando han vuelto a pasar cuarenta años, estamos de nuevo ante similar dilema. Todos unidos o en lucha sin cuartel hasta que haya vencedor. Más de dos lustros de discordia y reveses han envenenado la sociedad. La desconfianza, la acritud y la mala fe se han instalado en la vida cotidiana, como nunca habíamos visto la mayoría de los hoy vivos. Truenan los llamamientos a la destrucción purificadora, a la revancha y la venganza. Surgen con mucha pujanza fuerzas que se dicen justicieras y redentoras. Unas dicen clamar por los pobres y maltratados, otras por tribus viejas o naciones inventadas. Enfrente se encuentran un Estado cuestionado y asediado y una sociedad confusa. Con un orden legal que se atasca y lealtad y disciplina olvidadas. Y nadie aporta la firmeza en la defensa de unas leyes y una razón cada vez más desprestigiadas. Por sus enemigos como por sus supuestos garantes. Entre sus defensores, en plena incertidumbre, entre mares batientes de indignación y resentimiento, hay más confianza y esfuerzo depositados en la destrucción del rival, que en proyectos de concordia, orden y serenidad frente a enemigos comunes.  

 

Estamos en un momento de enormes y trascendentales decisiones. Y es muy difícil tomarlas cuando, en vez de razón y criterio, todo lo que se hace notar es agravio. Cuando en lugar de elaborar estrategias con perspectivas de éxito para el bien común y propuestas de futuro, se litiga por las cuentas del pasado. Cuando una inmensa y sostenida ola de agraviados, que por serlo se creen poseedores de todo derecho, atropellan a golpes de consignas y sentimientos cualquier hecho, argumento o ley. Cuando la pasión se erige en juez y parte y las multitudes emiten veredictos, se abren de par en par las puertas para que triunfe lo peor. Eso es lo que puede pasar y eso es lo que muchos querrán evitar si no han de repetirse infiernos ya habidos en este continente, no hace aun un siglo. Estamos, literalmente, en el fin de una era y el principio de otra. Y hay que estar extraordinariamente alerta. Nadie puede estar seguro de que la nueva vaya a ser mejor que la vieja. Y todos deben ser conscientes de que los errores pueden hundir a una sociedad en un infierno para varias generaciones. En estos momentos de 2015, todo es confusión y todas las seguridades falsas. Es imposible adivinar cómo y qué seremos, tendremos y haremos dentro de muy poco. Se ha hundido una realidad y aún no la ha sucedido otra. Y habrá que dar los primeros pasos de exploración por lo desconocido en el peor momento posible, en la hora de la rabia». 

 

EL AUTOR

 

Hermann Tertsch Del Valle-Lersundi nació en Madrid en 1958. El periodismo lo tenía en casa, donde desde pequeño buceaba en los veinticinco periódicos y revistas –prensa nacional e internacional– que llegaban a diario. Comenzó a ejercerlo en el boletín económico Spanish Economic News Service, propiedad familiar, y después en la Agencia EFE, en Viena. Allí comenzó a colaborar con El País, que pronto lo llamaría a España. En 1985 ya era corresponsal de este periódico en Bonn y Varsovia y, más tarde, lo fue para toda Europa oriental durante la caída del Telón de Acero y el nacimiento de aquellas jóvenes democracias, hoy en la UE, así como en la guerra de Yugoslavia. 

 

Subdirector y jefe de Opinión de El País de 1993 a 1996, fue después enviado especial por todo el mundo, columnista y editorialista. Abandonó este periódico en 2007 por discrepancias ideológicas y desde entonces es columnista y enviado especial del diario ABC. Ha sido comentarista político y tertuliano en las principales cadenas de radio y televisión de España, y también colaborador de diarios y revistas extranjeras. De 2008 a 2010 dirigió el informativo Diario de la noche de Telemadrid.  

 

Galardonado con los premios Cirilo Rodríguez, Europeo de Periodismo del Parlamento Europeo, Mejor Corresponsal del Club Internacional de Prensa, Libertad de Expresión del Club Liberal y otras distinciones, como la Gran Cruz al Mérito Civil de Austria, ha publicado los ensayos La venganza de la historia y Libelo contra la secta ˗en esta editorial con mucho éxito˗, así como las novelas La acuarela y Cita en Varsovia.

 

EL AUTOR HA DICHO…  

 

“Los méritos de Rajoy pueden ser devorados por su desmérito decisivo, su irremediable falta de empatía, su permanente desprecio político del gobernante al gobernado". 

 

Si queremos tener realmente una sociedad abierta en Europa necesitamos que todos esos millones de musulmanes muestren su lealtad abierta a la democracia y a la sociedad donde viven. Lo que no pueden es venir aquí a imponer unos criterios que llevaron al fracaso a sus países de origen”. 

 

“El pulso acaba de empezar, pero hay tentaciones de ceder ante Syriza, y si se cede, a Podemos le ponen la alfombra roja y es el fin de la Unión Europea. Unas cesiones por chantaje a Grecia supondrían un futuro muy negro para la Unión Europea”. 

 

“Los mercados operan con dinero que les prestan los estados, que a su vez lo tienen por los ciudadanos. Los mercados se asustan porque lo que parece que se impone en Grecia y también se quiere llevar a España consiste en decir que no te pago lo que te debo y además te pido más”. 

 

“Pedro Sánchez se convierte en un peligro con declaraciones sobre la supuesta carga económica del Ejército. Precisamente en Occidente se pide un aumento del presupuesto de defensa porque tenemos ejércitos poco preparados y efectivos que nos hacen vulnerables. Alguien con intenciones de gobernar el futuro no puede tener este tipo de discursos”. 

 

“UPyD se ha agotado en sí mismo por la personalidad de su dirigente, Rosa Díez. Estamos ante el principio del fin. No supo saltar por encima de su sombra y aliarse con Ciudadanos y ya es tarde. El electorado ha considerado esa decisión una ostentación egoísta”.

 

 

 

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