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David R
Jueves, 14 de Julio de 2016 Tiempo de lectura:

Reflexiones sobre el derecho a poseer armas (y 3)

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En la primera y segunda parte de estos artículos, he comentado cuestiones relativas al derecho a poseer armas, a sus condicionantes y a sus consecuencias. Pero en esta ocasión voy a enfocar la cuestión desde un ángulo completamente diferente, casi como si de un espejo se tratase. En esta ocasión, no me refiero al derecho a poseer un arma por parte de ciertos ciudadanos, sino a la necesidad de que algunos de ellos las posean, las manejen correctamente y gocen de la pertinente libertad de acción en su uso, que considero pasa por un reconocimiento social imprescindible, porque es para los ciudadanos y por los ciudadanos lo que hacen.

 

Algunos de estos ciudadanos son los francotiradores. Lógicamente, no estoy hablando del sujeto perturbado de Dallas (o similares), sino de los profesionales que han recibido un importante adiestramiento en el manejo de armas de precisión con diseños exclusivos que se corresponden con el desempeño de una misión que, en combate, siempre será de máxima dificultad y de una eficacia que no está suficientemente reconocida. Por supuesto que me refiero a profesionales de gran categoría, y en España los tenemos muy buenos, ubicados en unidades de élite de los tres Ejércitos, de la Guardia Civil y de la Policía Nacional.

 

El francotirador, también conocido como ‘sniper’, es una persona que alcanza esa condición después de un entrenamiento que le lleva a alcanzar un nivel de especialización realmente único para alcanzar elevados niveles de inteligencia, paciencia, concentración, precisión, valor, criterio propio, responsabilidad y determinación.

 

En torno a esta figura siempre ha rondado un debate moral, dado que algunos presuponen que eliminar a un objetivo a distancia es una acto moralmente discutible, pero los que así opinan, habitualmente personas que no han manejado nunca un arma en situación de combate, desprecian hechos incontestables, como lo es que el disparo certero de un francotirador resuelve una situación que con tácticas ordinarias de combate podrían costar muchas vidas; el francotirador profesional no siempre salva vidas, pero suele hacerlo

 

El francotirador maneja armas de precisión como el Accuracy 50 o el Barret M82, armas que disparan calibres espectaculares como el Browning Machine 50 (el 12,70 de toda la vida) que permiten de un solo disparo detener un vehículo o eliminar una amenaza oculta tras un muro. Son municiones contundentes que duplican la velocidad del sonido, importante detalle porque significa que la bala llega al objetivo bastante antes que el ruido del disparo, proporcionando seguridad al tirador y a su compañero, sobre todo si tenemos en cuenta que es absolutamente cierto que se pueda hacer blanco humano a más de 2.000 metros de distancia.

 

El mundo del cine se ha acordado de ellos: “Chacal” (1973, 1997), “La Chaqueta Metálica”, imprescindible Kubrick de 1987), “Enemigo en las puertas” (2001), “El tirador” (2007), etc.

 

En la banda terrorista ETA hubo un asesino de estas características. Le llamaban "Txilibita" (apodo que hacía referencia a su lugar de origen, un caserío a la entrada de Ereñozu, barrio de Hernani también conocido como Arañozu), y usaba un CETME del calibre 7,62. Murió en un enfrentamiento con la Benemérita en la autopista Bilbao-Behobia.

 

Reivindico el excelente uso de las armas que hacen los francotiradores profesionales de las fuerzas de seguridad, manejando instrumentos que requieren adiestramiento especial, utilizando sistemas de puntería muy peculiares, y consiguiendo resultados de precisión que salvan y protegen vidas, o eliminan amenazas. Si en términos militares hablamos de punta de lanza, sin duda tendremos que hablar de ellos.

 

Un sincero reconocimiento para ellas y ellos.

 


 

 

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