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Ernesto Ladrón de Guevara
Martes, 21 de Abril de 2020 Tiempo de lectura:

Yo no juro en vano

“Trabajamos para minimizar el clima contrario al Gobierno”. Esta es la frase que ha creado una enorme convulsión. Y no es para menos. Que el jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, “La Benemérita”, es decir la fuerza policial más prestigiosa del mundo por méritos propios, tenga como misión el trabajar para contrarrestar la opinión crítica hacia el Gobierno es tanto como negar el Estado plural, el Estado Democrático y de Derecho, y el Estado Social, que no hay que confundirlo con el Estado Socialista.

 

No hay ningún Estado que pueda calificarse como social si no es plural y, por lo tanto, democrático. Quienes hemos estado durante décadas secuestrados en vida por el terrorismo, cuyo fin y meta era eliminar la democracia, es decir el juego libre de la interacción social que significa el flujo de ideas libres, la crítica política, la libertad de expresión, de asociación, de creación cultural, de libertades públicas  para desarrollar una sociedad mediante la inteligencia divergente, hemos sufrido durante décadas a los liberticidas de ETA. Estos trataban, precisamente, de crear una Euskal Herria socialista, de orientación marxista-leninista. Por eso me produce una convulsión interior oír esa frase nada menos de boca de mi amada Guardia Civil. Me resulta incomprensible.

 

La Guardia Civil para un vasco constitucionalista como yo,  ha sido un verdadero escudo, un valladar, contra las arremetidas de quienes querían privarnos de nuestras libertades legítimas, protegidas en teoría por una Constitución, por la que arriesgamos nuestra propia vida pues creíamos que con ello postulábamos a favor de la dignidad humana cuya esencia está entrelazada a la ontogenia intrínseca de seres cuya individualidad es irrepetible y está dotada de naturaleza inviolable.

    

Por eso, el sopapo que ha supuesto para mí esas palabras, señor General, es bestial. Ese Cuerpo tan querido por mí, porque mi propio padre fue miembro de esa institución armada, tan admirada y respetada, tira por tierra en una sola frase todo su prestigio en boca de su máximo representante. De verdad, no lo entiendo.

 

Desbrocemos el contenido semántico de cada sintagma de esa frase: “trabajamos para”, es decir que la Guardia Civil tiene como servicio esencial no único el de… “minimizar”, es decir reducir a su expresión mínima, o sea,  en otras palabras, reprimir… “el clima”, es decir, el estado de opinión, la percepción cognitiva  de las personas que sean susceptibles de recibir ese tratamiento policial… “contrario al Gobierno”. Oigan: ¿No se puede estar contra un Gobierno nefasto, ineficaz, que provoca con su actuación negligente e irresponsable miles de fallecimientos, que no protege a sus personas mayores que sacaron a este país de la ruina, o, que simplemente, ahoga las libertades, como es patente en el sentido implícito de esa frase?

 

Es decir, que toda expresión de opinión o crítica a la gestión del Gobierno o a la propia naturaleza ilegítima o inconstitucional de los planes, objetivos o actuaciones del Gobierno, podrá ser reprimida, porque si no, ¿cómo se entiende lo de minimizar? Minimizar se puede hacer contrarrestando con razones a las críticas al Gobierno; pero si un instituto armado como es la Guardia Civil adopta como una de sus actuaciones la de minimizar un estado de opinión de uno o varios sectores de la ciudadanía, eso tiene un nombre, que es Dictadura o Golpe de Estado. No puede ser interpretado de otra manera. Y ello nos lleva a pensar que ya estamos en una situación de Estado bolivariano al estilo de Venezuela. No hay otra interpretación posible.

    

Ahora bien, podría ser que el General haya tenido un desliz en la comunicación, lo cual es perdonable, pero ha de tener consecuencias, porque sus palabras no son de un cualquiera que pasaba por allí. O pudiera ser que el General, estando en desacuerdo con las órdenes recibidas por ser contrarias a Derecho y vulneradoras del espíritu y la letra de la Constitución, haya querido levantar la liebre, utilizando una figura de dicción o literaria. En cuyo caso estaría haciendo un servicio a su patria, pues dejaría  al descubierto lo que todos los malpensados creemos que hace este Gobierno. Pero lo que debería hacer es negarse a cumplir esas órdenes por tener un fin delictivo, ya que ningún órgano de la Administración, sea civil o militar, debe cumplir órdenes que sean manifiestamente inconstitucionales o ilegales. Eso, si se hace de forma consciente, es prevaricación. Y bien que lo sabe su superior jerárquico, el ministro del Interior, Marlasca, que salió raudo y veloz a corregir a su alto mando del Estado Mayor de la Guardia Civil.

 

En todo caso, mal. Y desvela los peores presagios de los que estamos sumamente alarmados por el cariz que tienen los acontecimientos derivados de un Gobierno que integra entre sus filas a un dirigente político que sistemáticamente ha abogado por “la conquista del cielo”, es decir, por lograr el poder mediante la revolución, mediante la alteración del orden público, y mediante la subversión, lo cual es muy mal augurio en estos momentos en los que se precisa gente con nivel humano suficiente para servir a su pueblo, es decir a España, y tener lo que la gente de bien entendemos como patriotismo.

    

Y espero que no caiga sobre mí el peso de la represión, porque con este artículo estoy expresando una crítica basada en mi voluntad de defender a España de quienes quieren arrebatar su naturaleza esencial, su antropología cultural, sus formas de vida, su Constitución y las garantías derivadas de ella. Si recibo un castigo por ello será para mí un honor. He jurado en dos ocasiones ante formaciones militares convocadas al efecto defender mi patria y mi bandera, por su simbolismo y lo que representa. Y yo no juro en vano.

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