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Pablo Mosquera
Domingo, 10 de Mayo de 2020 Tiempo de lectura:

Asimetría y autogestión en la pandemia

Somos un país envejecido. Tenemos la herencia de un magnífico sistema nacional de salud. La formación, por método y experiencia de nuestros sanitarios titulados, resulta de alto grado y prestigio. Es más, casi sin proponérselo la autoridad competente (?), la investigación y actualización de los protocolos, guías y herramientas para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades, en los hospitales públicos del Estado, es cuando menos, un tesoro que deberíamos preservar de recortes y mercantilismo.

 

No es mi momento para criticar la gestión de la pandemia del coronavirus. Puedo hacerlo por dedicación profesional durante muchos años y contactos que conservo de gentes de mi entorno sanitario en Madrid, Barcelona y País Vasco.  Y, antes de seguir: me ofrecí voluntario nada más comenzar los primeros casos de la enfermedad. Me rechazaron por mi edad. Ni me preguntaron qué patologías padecía.

 

Haber sido Jefe de Servicio de Salud Laboral en hospital público de Osakidetza (Servicio Vasco de Salud), me da pie para señalar la falta absoluta de cumplimiento de las normas nacionales y autonómicas que comienzan en 1995 con la Ley de Riesgos Laborales y se desarrolla en las empresas sanitarias contemplando mapas de riesgos, vigilancia de la salud, identificación de riesgos químicos, físicos y biológicos, puesta en escena de las medidas ambientales e individuales precisas en razón a los puestos de trabajo en los hospitales y centros de Salud. No me extraña que los sanitarios hayan sido víctimas de la infección y portadores para la infección; o que hayan denunciado por todos los conductos a la "empresa" que les contrata y sostiene como plantilla del sistema público que garantiza la salud de los usuarios.

 

Pero quiero ir a otras cuestiones que van de la mano de la propia infección. Cada día que pasa somos más conscientes sobre lo que nos espera en el espacio económico-laboral. Y nos deberían asaltar dos preguntas, además de la colisión de los derechos fundamentales: Libertad y seguridad. ¿Qué colisión hay entre seguridad y sostenibilidad económica del país? Y lo digo, por España, sus comunidades y los países del entorno UE. Pero hay dos cuestiones más que me golpean el ánimo. ¿Cuáles son las verdaderas razones por las que los países "pudientes" nos niegan el auxilio solidario?. Nos abocan al rescate. Quieren meternos en cintura como hicieron con Grecia. ¿Qué clase de sistema económico tiene un país que en cuarenta días de confinamiento está al borde del cataclismo en sus cuentas?

 

Como quiera que esto va para más tiempo. Las pandemias siempre tienen varias oleadas hasta encontrar una vacuna eficaz. Es imprescindible practicar la asimetría en las medidas, pues asimétricas son las tendencias que ha manifestado la pandemia. Es necesario sacar cuanto antes el máximo rendimiento de las fortalezas productivas de cada comunidad. Incluso poniendo proa a ciertos tratados con la UE que nos perjudican. Comunidades de este país, por historia y aun por recursos tienen un extraordinario sector primario con capacidad para recuperar industrias alimentarias y otras derivadas del medio natural que en cantidad y calidad disfrutamos. Lo dicho se llama autogestión de los recursos. No podemos esperar al turismo. No vaya a ser que lleguemos tarde.   

 

Y, sobre todo, la mar. Esa autopista por la que nos llegaron las civilizaciones para enseñarnos a cazar ballenas en el norte, o la romanización por el Mare Nostrum. La mar es también inmensa despensa que unos trataron de apropiarse mediante las millas de su conveniencia pesquera para sus denominadas aguas territoriales, para después aplicar tratados en los que siempre ganan los mismos y siempre pierden los mismos a la hora de establecer el reparto de las cuotas para las diferentes especies.

 

Debemos hacer una reflexión sobre los tratados que empoderan a la Unión y cómo opera en la asimetría para acceder al comercio que afecta al sector primario. Ahora, con la que está cayendo, siento envidia de los habitantes del Reino Unido. Seguro que saldrán de esta pandemia mucho antes y más fuertes por su no dependencia de la Unión y por haber cuidado siempre sus relaciones con aquellos países que constituyeron el Imperio Británico.  

   

Entregar parte de nuestra soberanía a Bruselas, para que la Comisión, el FMI y el BCE, nos administraran nuestros comportamientos, nos coloca ahora, más que nunca, en manos de usureros y ventajistas, que niegan la mayor y muestran la auténtica cara de los mercaderes. Nos obligarán a trabajar para ellos. Impondrán su modelo caduco y miserable de economía globalizada. Nos convertirán en sus parias del sur.

 

Debemos recuperar cuanto antes la capacidad de autogestión. Incluso haciendo uso de aquel principio de subsidiaridad que fue eje de las relaciones en los comienzos de la propia UE. Seamos tan subsidiarios que lo que podamos hacer, consumir y producir en España, no lo importemos de los vecinos.

 

Recuperemos el orgullo. Con dosis masivas de tal sentimiento, se sale antes de la crisis económica y laboral.      

    

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