150 aniversario de la República francesa
Macron dice ahora que no habrá sitio en Francia para quienes "en nombre de un credo o de un Dios" traten de quebrar la República
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El presidente francés, Emmanuel Macron, uno de los líderes del Elíseo que más ha abogado por el multiculturalismo y por difuminar la tradición, la historia y la cultura de Francia en un todo globalizado libre de cualquier esencia particular, ha dada momentáneamente un giro de 180 grados en sus planteamientos y ha asegurado en un discurso pronunciado durante la ceremonia del 150 aniversario de la proclamación de la República francesa que su país no admitirá "ninguna aventura separatista", en una clara crítica al fundamentalismo islámico que, progresiva y cada vez más aceleradamente desde hace cuatro décadas está conquistando numerosas zonas geográficas e instituciones políticas del Hexágono: "Las leyes de la República son siempre superiores a las reglas particulares. Por eso no habrá sitio para los que a menudo, en nombre de un dios, con la ayuda de potencias extranjeras, intentan imponer la voz de un grupo. La República es indivisible y no admite aventuras separatistas", ha afirmado solemnemente en un discurso en el Panteón.
La ceremonia, en la que el presidente entregó personalmente el certificado de nacionalidad a cinco ciudadanos de origen extranjero, le sirvió a Macron para ensalzar la aportación de los inmigrantes en la construcción del país, pero también para defender los "valores republicanos". "La República es la libertad de conciencia, el laicismo, este régimen único que garantiza la libertad de creer o no creer, pero que no es separable de una libertad de expresión que permite la libertad de blasfemar, de reír, de caricaturizar".
"Entrar en la República es amarlo todo, no solo una parte. Por eso Francia no derribará sus estatuas. No se elige una parte de su historia", reivindicó, recuperando la polémica de los últimos meses por el presunto pasado esclavista o racista de algunas de sus figuras. Para Macron, ser francés pasa por "cultivar las virtudes" de serlo, y asumir "derechos y obligaciones, pero sobre todo obligaciones".
De este modo, y azuzado por unos sondeos electorales que le sitúan peleando codo a codo por la presidencia con la dirigente de la nueva derecha Marine Le Pen, el presidente francés ha endurecido su discurso contra los comportamientos comunitaristas, que él mismo califica como "separatistas", y también contra la inseguridad, ya que el país galo sufre una fuerte oleada de violencia en las calles impulsada generalmente por bandas delictivas y organizaciones mafiosas asociadas en muchos casos con movimientos islamistas de corte extremista.
Desde el Panteón, desde el edificio en el que están enterradas grandes figuras nacionales como Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Victor Hugo, Jean Jaurès, Marie Curie y Simone Veil, entre otras muchas, Macron defendió la historia y la cultura francesa como forma de adherir a los valores comunes y "comprometerse" con un destino común.
El presidente francés, Emmanuel Macron, uno de los líderes del Elíseo que más ha abogado por el multiculturalismo y por difuminar la tradición, la historia y la cultura de Francia en un todo globalizado libre de cualquier esencia particular, ha dada momentáneamente un giro de 180 grados en sus planteamientos y ha asegurado en un discurso pronunciado durante la ceremonia del 150 aniversario de la proclamación de la República francesa que su país no admitirá "ninguna aventura separatista", en una clara crítica al fundamentalismo islámico que, progresiva y cada vez más aceleradamente desde hace cuatro décadas está conquistando numerosas zonas geográficas e instituciones políticas del Hexágono: "Las leyes de la República son siempre superiores a las reglas particulares. Por eso no habrá sitio para los que a menudo, en nombre de un dios, con la ayuda de potencias extranjeras, intentan imponer la voz de un grupo. La República es indivisible y no admite aventuras separatistas", ha afirmado solemnemente en un discurso en el Panteón.
La ceremonia, en la que el presidente entregó personalmente el certificado de nacionalidad a cinco ciudadanos de origen extranjero, le sirvió a Macron para ensalzar la aportación de los inmigrantes en la construcción del país, pero también para defender los "valores republicanos". "La República es la libertad de conciencia, el laicismo, este régimen único que garantiza la libertad de creer o no creer, pero que no es separable de una libertad de expresión que permite la libertad de blasfemar, de reír, de caricaturizar".
"Entrar en la República es amarlo todo, no solo una parte. Por eso Francia no derribará sus estatuas. No se elige una parte de su historia", reivindicó, recuperando la polémica de los últimos meses por el presunto pasado esclavista o racista de algunas de sus figuras. Para Macron, ser francés pasa por "cultivar las virtudes" de serlo, y asumir "derechos y obligaciones, pero sobre todo obligaciones".
De este modo, y azuzado por unos sondeos electorales que le sitúan peleando codo a codo por la presidencia con la dirigente de la nueva derecha Marine Le Pen, el presidente francés ha endurecido su discurso contra los comportamientos comunitaristas, que él mismo califica como "separatistas", y también contra la inseguridad, ya que el país galo sufre una fuerte oleada de violencia en las calles impulsada generalmente por bandas delictivas y organizaciones mafiosas asociadas en muchos casos con movimientos islamistas de corte extremista.
Desde el Panteón, desde el edificio en el que están enterradas grandes figuras nacionales como Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Victor Hugo, Jean Jaurès, Marie Curie y Simone Veil, entre otras muchas, Macron defendió la historia y la cultura francesa como forma de adherir a los valores comunes y "comprometerse" con un destino común.