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Lunes, 19 de Octubre de 2020 Tiempo de lectura:
El rotundo editorial de "Le Figaro" que denuncia décadas de cesiones de Francia al totalitarismo islamista

“Los islamistas no son separatistas, son conquistadores”

Tras la decapitación de un profesor galo por un joven islamista que formaba parte de una presunta célula terrorista, el diario francés Le Figaro ha publicado un rotundo artículo editorial en el que denuncia las continuadas cesiones que durante décadas se han hecho en Francia al avance del totalitarismo islamista.

 

El texto, firmado por el Jefe de Redacción del periódico parisino, Alexis Brézet, se pregunta qué ocurrirá después de las lágrimas y de los homenajes públicos que se están produciendo en todos los rincones del país. Y recuerda que expresiones altisonantes realizadas por algunos altos cargos públicos como ese “no pasarán” repetido por varios miembros del Gobierno de Emmanuel Macron llaman a la risa sino fuera todo tan triste.

 

“La verdad es que hace mucho tiempo que han pasado. La influencia islamista tiene mucho peso en la escuela desde hace más de veinte años. De acuerdo con una encuesta reciente, el 40% de los maestros, (el 50% en las Zonas de Educación Prioritaria -ZEP-) admite autocensurarse ante ciertos temas (uno puede imaginarse fácilmente cuáles) para no crear incidentes. La influencia islamista pesa en la Universidad y en la Investigación. Los islamistas gangrenan los servicios públicos (cárceles, Policía, Ejército) y las empresas privadas… La verdad es que los islamistas en nuestro país tienen todas las puertas abiertas. Tienen en el CCIF (Colectivo contra la Islamofobia en Francia) su escaparate oficial. Tienen sus tiendas no oficiales y sus farmacias clandestinas. Tienen sus representantes legales, sus abogados brillantes que acceden a los niveles más altos de la Administración, empresarios que financian la causa, activistas que derraman odio en las redes sociales, predicadores que llenan las mezquitas, soldados regulares que se infiltran en las ciudades”.

 

“La verdad es también que los islamistas pueden contar con partidos políticos y elementos mediáticos como compañeros de camino (o como idiotas serviciales) que apoyan eficazmente su causa (…) Hay un nebuloso islamo-izquierdismo cargado de retórica victimista (indigenistas, descolonizadors, UNEF, SOS Racismo, LDH…) que ven ‘racismo’ cada vez que se trata de aplicar la ley, que denuncian ‘violencia policial’ cada vez que hay que mantener el orden y que gritan ‘¡Islamofobia!’ cada vez que intentamos resistirnos a sus dictados”.

 

“¿Y ahora? ¿Y mañana? Después de las lágrimas y los homenajes, después de los grandes discursos y de los mítines, después de los hashtags y de las velas, ¿qué va a pasar? (…) ¿Vamos a despertar, por fin, y oponernos a la guerra que se nos ha declarado con otra guerra despiadada? De hecho, esta es la única pregunta, pero es una pregunta vital, que deberíamos hacernos”.

 

“¿La ley contra el separatismo? Parece que vamos a endurecer las cosas (para los islamistas) (…) Bien, pero es notoriamente insuficiente porque el verdugo de Samuel Paty y los militantes islamistas que crearon las condiciones para su acto no alimentan de ninguna manera el sueño de construir su sociedad islámica junto a nuestra República, tienen el proyecto de reemplazarla, territorio tras territorio, por un régimen “puro” gobernando por la ‘sharia’ (ley islámica). Los islamistas no son separatistas, son conquistadores”.

 

Según Le Figaro, para luchar contra los islamistas con “alguna posibilidad de ganar, será necesario hablar menos y actuar más”. En este sentido, Alexis Brézet explica que habrá que “cerrar sin demora todas las mezquitas donde se enseña aborrecer a Francia. Expulsar inmediatamente a los imanes extranjeros que predican el odio. Disolver la CCIF y todas las organizaciones que, bajo el pretexto de luchar contra la 'islamofobia', hacen la cama al Islam más radical. Y hacer que los tribunales administrativos escuchen la razón, que siempre encuentran un buen motivo para anular las (raras) decisiones enérgicas que se toman en ese sentido”.



“También hay que expulsar a los extranjeros radicalizados y prohibirles cualquier empleo sensible (hoy pueden trabajar como profesores o como educadores) Esto implica nuevamente anular la oposición de todos aquellos que creen que nada se puede hacer, bajo el argumento de que ‘todavía no han cometido ningún delito’ ... Finalmente, tendremos que decidir abordar de cara el tema de la inmigración descontrolada y sus consecuencias para el país. Un checheno de 18 años que fue reconocido por la justicia como refugiado acaba de decapitar a un profesor francés. Unos días antes, un joven paquistaní, a quien la justicia le había otorgado protección reconocida a los ‘menores no acompañados’, había llevado a cabo un ataque con helicóptero en el antiguo edificio de Charlie. Quizás esta coincidencia merezca ser tenida en cuenta: si Francia sigue acogiendo en su suelo cada año a cerca de medio millón de extranjeros, la gran mayoría de los cuales son de fe musulmana y cree que la ley 'sharia' es superior a todo, es poco probable que el islamismo retroceda”.

 

El artículo editorial de Le Figaro recuerda que, en verdad, “el objetivo final de los islamistas no es dividir, es imponerse a sí mismos y a su ley dondequiera que vivan los musulmanes. La división de los franceses, que los enfrentaría entre sí, puede ciertamente ser considerada por los islamistas radicales como un medio indirecto para lograr este objetivo de dominación, pero, en su opinión, hay un medio directo mucho más eficaz: la sumisión de su adversario, la suave aquiescencia que les permitiría imponerse sin luchar”.

 

“Básicamente, como siempre que la situación es difícil, surge la única cuestión que importa en política: la del coraje”, concluye el principal periódico francés. “Este coraje que tanto ha faltado en nuestros políticos, de derecha e izquierda, durante cuarenta años, es el de Zineb El Rhazoui, Riss y muchos otros que a pesar de las amenazas continúan, bajo protección permanente de la Policía,  mostrando en voz alta su rechazo al Islam político. Este coraje era también el de un hombre que, mientras la manada de islamistas intentaba mancillarlo, no cedió un ápice. Su nombre era Samuel Paty, y su nombre no debe olvidarse”.

 

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