Estados Unidos ha caído en las manos de los nuevos comunistas y de la extrema-izquierda global. El nuevo presidente, que ha llegado a la Casa Blanca rodeado de polémica y tras ser elegido después de ganar unas elecciones posiblemente amañadas, se ha hecho con el poder gracias a un golpe al sistema apoyado por los grandes medios de comunicación difusores de noticias falsas, por las élites financieras y tecnológicas que buscan convertir Occidente en una nueva China y en los centros universitarios occidentales que se han transformado ya en la punta de lanza del nuevo totalitarismo global. Además, el globalismo socialdemócrata, el integrismo ecologistas y el populismo progresista mundial también han derrochado esfuerzos para que Joe Biden llegara por cualquier modo a la cúpula del poder norteamericano, mientras que China, Venezuela y la Unión Europea, junto con movimientos filoterroristas como Black Lives Matter o Antifa, ha alisado el terreno para expulsar a Donald Trump y su movimiento de las principales instituciones estadounidenses.

De este modo, el golpe global contra la civilización occidental que el totalitarismo rojo lleva impulsando desde hace varias décadas ha obtenido su presa más preciada: un POTUS (President Of The United States) en manos de las minorías más radicalizadas, alentador y legitimador de la inmigración ilegal, plegado a los nuevos fanáticos de la Agenda 2030 y sujeto a las decisiones de instituciones domeñadas por dictaduras y movimientos antidemocráticas como la Organización Mundial de la Salud o la ONU.