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Pedro Chacón
Sábado, 01 de Mayo de 2021 Tiempo de lectura:

Vizcaíno

El motivo de titular así este artículo no se debe a que me vaya a referir aquí al famoso vizcaíno con el que se encuentra Alonso Quijano en la inmortal obra de Cervantes. Tampoco me voy a referir a Fernando Vizcaíno Casas, el conocido escritor de la segunda mitad del franquismo y de la primera Transición, nacido en Valencia en 1926 y fallecido en Madrid en 2003. No. Me voy a referir a Javier Vizcaíno. Y muchos de ustedes, seguramente la mayoría, se preguntarán quién este señor. Pues es uno de los muchos paniaguados del PNV que copan las emisoras locales de radio y televisión, así como de ciertos periódicos marginales del País Vasco y que tienen por misión, desde sus troneras subvencionadas, la de ridiculizar, intentar ningunear y, en el fondo, hacer callar, a todo aquel que se mueva lo más mínimo para cuestionar la ideología dominante, la ideología del régimen que nos gobierna aquí desde ya va para cincuenta años: el nacionalista vasco. Este Javier Vizcaíno es locutor de Onda Vasca, pero lo mismo está de tertuliano en ETB o escribe un artículo en Deia, o en los varios Diarios de Noticias de la misma cadena, da igual, porque en todos estos sitios va a hacer lo mismo, o sea, no darnos nunca su verdadera opinión sobre nada, si es que la tiene, sino defender siempre y en todo lugar la ideología del partido que le manda, que no es otro que el PNV.

 

Algún día habrá que hacer un estudio en profundidad de este partido. De cómo representa en grado sumo el régimen partitocrático que nos gobierna, donde una élite de dirigentes controla desde la Sabino Echea de Bilbao todos los resortes del aparato, impartiendo las reglas y las consignas, tanto a los miembros del Gobierno y el Parlamento como a los diputados generales, diputados rasos, junteros, alcaldes, concejales, congresistas y senadores que están bajo su férula. Por no hablar de la tropa de periodistas, tertulianos y demás correveidiles de los medios de información que controlan, y que son todos los públicos y algunos privados, aunque también siempre subvencionados. Y donde nadie se mueve y donde todos cobran sus buenos sueldos a final de mes, como digo, a condición de no levantar la voz contra su jefe. Javier Vizcaíno es uno de los currelas de ese sistema. Y con motivo de la publicación de mis artículos por el aniversario del bombardeo de Guernica, entre los que están el anterior de esta serie de “El balle del ziruelo” (Guernica / Gernika), como otro par de ellos en medios de máxima difusión, tanto vasca (El Correo y El Diario Vasco) como nacional (El Español), pues le ha llegado la consigna desde arriba para darme un toque y eso es lo que él ha hecho, disciplinadamente. Lo cual vuelve a demostrar, por si hacía falta algún dato más, la importancia ideológica y estratégica que le confiere el nacionalismo al bombardeo de Guernica, por más que en el de Durango murieran bastantes más personas. Pero es que Picasso solo pintó el “Guernica”, no pintó el “Durango” y hay que explotar la fama del genio de Málaga en beneficio propio, ¿verdad? Así que va Javier Vizcaíno y escribe en el artículo encomendado para la ocasión: “Por no mencionar al zascandil con título de historiador que se montaba un ejercicio de onanismo mental sobre no sé qué del cuadro de Picasso y los malvados nacionalistas”. Me llama “zascandil”, ¿se lo pueden creer? Lo de zascandil, como vocablo antiguo e inusual que es, denota un manejo de la lengua española que ya quisieran para sí muchos que no tienen las convicciones nacionalistas vascas de este Vizcaíno. Zascandil viene con dos significados en el Diccionario de la RAE: “Hombre que va de un lado a otro sin hacer nada de provecho” y “Hombre despreciable, ligero y enredador”. Supongo que se quedaría a gusto este mamarratxo de Javier Vizcaíno, escribiendo eso de mí.

 

Pero sabiendo por lo que pasaron otros muchos que me precedieron en la crítica al nacionalismo, solo puedo sentirme orgulloso de seguir la estela de quienes antes que yo arriesgaron mucho más por decir lo que dijeron. No obstante, tampoco es la primera vez que desde el nacionalismo se dirigen a mí en estos términos. El primero de todos fue nada menos que el actual lendacari Urkullu, en un artículo publicado en El Correo de Bilbao, titulado “Un muerto muy vivo”, de 30 de enero de 2011. Como siempre en estos casos, su autor cogió el rábano por las hojas para contraargumentar un artículo mío dedicado al nacimiento de Sabino Arana y me propinó frases como que yo “ni en diez vidas sería capaz de aportar ni la décima parte de lo legado por Sabino Arana”, ahí es nada, o dándoselas de graciosillo con salidas como: “el profesor Chacón insiste machacón”. Que el artículo lo firme el propio Urkullu no tiene vuelta atrás y solamente por eso ya tengo un galón de antinacionalista del que me siento muy satisfecho. No obstante, no creo que detrás de su firma esté el propio Urkullu, aunque entonces no fuera lendacari sino presidente del PNV. Y no porque no tenga capacidad para escribir algo con tan mala baba, sino porque para esos menesteres en el PNV tienen muchos Javieres Vizcaínos a su disposición y a los que les pagan precisamente para que escriban cosas así. Se me ocurre que el elegido para la ocasión podría haber sido José Manuel Bujanda Arizmendi. ¿Por qué? Porque en esa época –y siguió siéndolo mucho tiempo después– era el cronista-ideólogo habitual del PNV en El Correo y hay artículos suyos donde aparecen datos calcados a los del artículo de Urkullu que comentamos. De hecho, que en este artículo se haga mención al “magnífico artículo del analista J.M. Bujanda” que salió por las mismas fechas, para contraponerlo al mío, pienso que es un ardid para despistar sobre la verdadera autoría de este texto. Vete a saber. Otro que también se ha dirigido a mí despectivamente por mis escritos es un tal Jon Gurutz Olaskoaga, que además es o era profesor de mi misma universidad, aunque a él obviamente eso le diera igual. Este tipejo me llamó en las redes sociales “el conocido facha, profesor Chacón”. Esto fue hace unos años también. Que un colega de mi misma universidad se permita calificarme así en una conocida red social es el colmo de la desvergüenza. En aquella ocasión fue, creo recordar, porque salí en defensa del que fuera por entonces Delegado del Gobierno Carlos Urquijo, al que le estaban crucificando los nacionalistas de todo pelaje por sus recursos contra la discriminación del castellano o de la bandera española en los municipios vascos controlados por el nacionalismo. Creo que fui el único en todos los medios del País Vasco que salió en su defensa. Como también fui el único que salió en defensa de Javier Maroto cuando le estuvieron estigmatizando por sus declaraciones sobre los inmigrantes, hasta que al final consiguieron echarle de la alcaldía de Vitoria. Pero así como Urquijo después me llamó para agradecerme el gesto, Javier Maroto ni me puso un wasap siquiera. Lo cual, aparte de las ínfulas del señor Maroto –así le ha ido luego a él y a otros de su cuadrilla del PP alavés–, demuestra que, a diferencia del ámbito nacionalista, donde toda comunicación política se regula, se premia o se castiga, en el ámbito no nacionalista vasco lo que ha imperado siempre al respecto han sido las cruzadas individuales, los llaneros solitarios, la anarquía, en suma.

 

Pero a lo que íbamos. Este Javier Vizcaíno a lo mejor se piensa que por apellidarse Vizcaíno ya es vasco o algo parecido, o por lo menos no español. Pues se equivocaría de medio a medio, como creo que se equivoca por haber elegido una opción, la nacionalista, que a la vez que le paga su sueldo le convierte en un tipo sin identidad propia y amputado de raíces españolas, al pairo de un destino nacionalista que ya veremos cuándo se cumple o de qué manera. Aunque este Javier Vizcaíno creo que es de los que están convencidos de que, en una o dos generaciones como mucho, la independencia caerá como fruta madura, gracias al modelo educativo vasco que produce vascos independentistas como por un tubo. Y que quien se esfuerce contra eso no tiene nada que hacer porque la suerte ya está echada. Yo, en cambio, soy de los que piensan que todavía hay partido.

 

El apellido Vizcaíno no se considera apellido vasco según Euscalchaindia. Y según el Instituto Nacional de Estadística, en función del Padrón de 2019, lo portan en España 9.612 personas como primer apellido y 9.661 como segundo. Está presente en todas las provincias españolas menos en tres: Palencia, Soria y Zamora. Donde más aparece en términos absolutos es, por este orden, en Barcelona, Madrid, Albacete, Almería, Valencia, Sevilla, Huelva, Alicante y Las Palmas. En términos relativos, en función de la población de la propia provincia, donde más Vizcaínos hay es en Albacete, Lugo, Cáceres y Jaén, por este orden. En cambio, está muy poco presente en Álava, con 18 portadores de primero y 44 de segundo, en Vizcaya, 119 y 160, en Guipúzcoa, 72 y 64 y en Navarra con 39 de primero y 50 de segundo. En total, en las tres provincias vascas y Navarra: solo 248 portadores de primer apellido y 318 de segundo. El apellido Vizcaíno, por tanto, es un apellido completamente español. Y quien, apellidándose así, considera que solo es vasco y que su única patria es Euscadi, la verdad es que daría como pena, si no fuera porque con ese propósito nos quiere llevar, a todos los demás que no pensamos así, por un mismo camino de amargura, ofuscación, limitación, discriminación e ignorancia en el que, hay que decirlo claramente, no queremos participar de ninguna de las maneras. Es que no podemos consentir tanta estulticia, tanta majadería, en definitiva, tanta mamarratxada.

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