Liberación
![[Img #19917]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/05_2021/4667_isabel-diaz-ayuso.png)
Decíamos hace un mes que las elecciones de Madrid del pasado 4 de mayo serían un 2 de mayo para algunos. Afortunadamente, acertamos. Incluso el Rey, tan discreto por obligación, lo ha dejado caer en un contexto que invitaba a la confusión y, por ello, a la interpretación: "Madrid ha sido una liberación". Aparentemente referida su frase a la apertura durante la pandemia del Teatro Real, el mensaje, lanzado en la cara de los principales responsables de la iniquidad que nos gobierna, invita al doble sentido. Lo que no tiene doble sentido es el portazo en las narices que los madrileños han propinado al peor gobernante imaginable (tan malo como ni siquiera las peores pesadillas de los más pesimistas podían prever). Quien no puede ya ocultar su psicopatía está comenzando a recoger la cosecha que ha sembrado de la mano del artero pero torpe valido.
A pesar del resultado, no podemos lanzar las campanas al vuelo, puesto que si algo ha demostrado el socialismo a lo largo de la historia es que, además de que puede matar a cualquiera, como la mafia, es capaz de sobreponerse a sus fracasos gracias a que carece de escrúpulos democráticos y no encuentra límites morales. En las cabezas pensantes del Palacio de la Mon-cloaca ya están anunciando las sucias estrategias para mantenerse en el poder a costa de lo que sea: de la democracia, de la libertad, de la economía o de la salud y la vida de los españoles. Al fin y al cabo, el Gobierno que por decisiones propias más muertos proporcionalmente ha dejado en el mundo no se va a detener por cuestiones menores, ¿verdad?
Si analizamos la victoria de Ayuso en las elecciones hay algo que no deja de ser muy evidente: ha ganado abrumadoramente por sí misma. Evidentemente, porque se presenta gracias al PP y a Casado, que la puso en el puesto en contra de lo que muchos esperaban. Pero si esto es cierto, también lo es que su actuación al frente de la Comunidad de Madrid no estaba siguiendo las líneas directrices de la cúpula del PP. Ni siquiera la convocatoria precipitada de elecciones un momento antes de la moción de censura que la iba a desalojar del poder con la traición de C's parece haber sido decisión de Casado, sino propia y, probablemente, en contra de la opinión de muchos de su partido, que no optaron por esa vía en las otras comunidades en peligro. Esperemos que, a partir de ahora, la cúpula del partido reconsidere su línea, como solicita también Esperanza Aguirre.
Isabel Díaz Ayuso es un verso suelto en la Industria Política. Es refrescante, franca e irónica en su discurso, y habla sin pedir perdón al Socialismo. Dicen de ella que su mensaje es populista y sentimental, pero es mentira. El populismo es una creación del Socialismo. Se basa en la promesa permanente de derechos subvencionados y de mejoras que nunca llegan, y en el sentimentalismo tóxico y estúpido de la izquierda woke, esa izquierda que quiere identificar los público con lo democrático cuando es justo al revés: lo democrático es lo privado, lo individual, el respeto a los derechos individuales en los que no debe interferir derecho colectivo alguno.
Algunos dicen que ha superado los viejos esquemas derecha/izquierda y que en ello se ha basado su éxito. Nada más lejos de la verdad. Sus políticas han sido la traslación precisa de una ideología subyacente que valora la libertad por encima de cualquier otro principio. Si la hubieran dejado, hubiera adquirido vacunas y las hubiera puesto a disposición de los madrileños, por vías públicas y privadas, y estarían todos vacunados, no como a día de hoy, en el que la vacunación completa no llega en el país a un ridículo, espantoso y criminal 20%. El retraso en las vacunaciones provoca ruina, pero también la enfermedad y la muerte de mucha gente que podría llevar meses o semanas vacunada y que estarían fuera de peligro. Su respeto por los derechos individuales es la prueba de que Ayuso gobierna desde una ideología que no comparten muchos de los dirigentes de su partido, algunos de los cuales tienen peores cifras, a pesar de los confinamientos estrictos, que las de la Comunidad de Madrid.
Se limita por muchos, incluso desde la propia derecha, el mayoritario apoyo que ha tenido la presidenta de la Comunidad de Madrid, a su gestión. Es un pensamiento limitado y torpe. Efectivamente, la gestión de Ayuso ha sido incomparablemente mejor que la de Sánchez (y que todos los demás presidentes autonómicos), pero no ha hecho esa gestión por casualidad. La ha llevado a cabo de una determinada manera en función de que ella parte de una ideología concreta: el liberalismo. Y su gestión ha sido la más eficaz de toda España porque es la política más liberal del arco político. De ahí su éxito, provocado por las mismas causas ideológicas de los anteriores éxitos en la Comunidad de Madrid, consecuencia de las políticas liberales de Esperanza Aguirre.
Los ineptos querían hacernos creer, y algunos aún lo escriben hoy, cuando la realidad los ha desmentido, que había que elegir en la dicotomía salud/libertad y que no cerrar a cal y canto era un suicidio. Madrid ha refutado esta afirmación. Pero también países como Suecia, que optaron por la misma vía y que tiene cifras mucho mejores que las de España o Francia. Por no hablar de países asiáticos, como Corea del Sur y Taiwán, que cerraron fronteras, pero mantuvieron los derechos civiles de sus ciudadanos y su actividad económica. Muy pocos muertos y poca caída del PIB ha sido el óptimo resultado.
Como la izquierda tiene un conflicto irresoluble con la realidad y con la verdad, no salen de su asombro y no comprenden lo que ha pasado. Pero lo que ha ocurrido puede llegar a ser, si se gestiona y explota bien desde la derecha, un auténtico cambio de paradigma: frente a la demagogia y la mentira de la izquierda que quiere dividirnos en segmentos, aplicar la única diferencia real: sólo hay dos clases sociales (como decíamos en nuestro anterior artículo): los trabajadores y los parásitos. Muchos trabajadores se han dado cuenta y votan ahora a personas como Ayuso, cuyas políticas han sido un incentivo para que puedan seguir ganándose la vida libremente, (y a Vox, que les promete algo parecido).
Los trabajadores y los que han trabajado deben darse cuenta de que su peor enemigo es el que vive de su esfuerzo, que los sacrifica para su beneficio, el que los vampiriza. Y quien los vampiriza siempre tiene nombre: progresistas, izquierda, Socialismo. Aturdidos aún por la bofetada, individuos como Monedero insultan a los que ganan 900 euros por votar a "sus verdugos". Pero los verdaderos verdugos de los mileuristas son las políticas de izquierdas: sin políticas como las que defienden los socialistas, el sueldo de 900 euros serían de 1.200 o más, los costes de la vida vía impuestos se reducirían en un 20% como mínimo, con lo cual aumentaría su poder adquisitivo y tendrían mayor libertad para cambiar siempre a un puesto mejor. Las políticas estamentales y extractivas socialistas son las que machacan a los trabajadores para quedarse estancados sin opciones de futuro. Esto no lo comprenden los IPI (Intelectuales Pero Idiotas), en afortunada expresión de Nicholas Nassim Taleb. Inasequibles al desaliento, los IPI no comprenden que alguien pueda despreciar el mundo de la subvención, que es el mundo del apaño, del amiguismo, de la servidumbre y de la paralización, y optar por un mundo donde la gente confíe en su esfuerzo y en ganarse el pan por sí mismo. Pero mucha gente lo ha comprendido y por eso ha calado el mensaje de bajadas de impuestos de Ayuso, de menor burocratización, de mayor libertad para emprender. Ayuso ha conseguido algo en lo que insistíamos hace mucho: la libertad es la base de la prosperidad. Sin libertad no hay prosperidad. Y que no hay mayor altruismo que luchar por uno mismo y por los suyos. Que la ética colectivista no es sino la coartada del estatismo y del socialismo para continuar exprimiendo a la gente hasta la extenuación.
Ayuso ha derrotado al relato socialista, al relato de la Industria Política en su conjunto: la dicotomía trabajador/parásito, la libertad como única base de la prosperidad individual, son paradigmas que pueden acabar con la falsa supremacía moral de la izquierda. Si otros políticos de su partido recogen el testigo y cala el mensaje, en la sociedad ya no quedará la derecha sólo para recoger los escombros de cada ciclo socialista, sino que podrá acabar como debe: con un mensaje de libertad superior en lo político, pero también lo moral, al mensaje falaz de la izquierda.
La ironía que Ayuso ha destilado frente a las amenazas socialistas del fascismo han implantado de hecho el mensaje que hemos repetido hasta la saciedad: sólo se puede ser fascista partiendo del socialismo. Los principios liberales son la única contraposición real al fascismo que hoy sólo representan en España los partidos nacionalistas y los de izquierdas (siempre ha sido así).
Sin libertad no hay prosperidad. Y que no hay mayor altruismo que luchar por uno mismo y por los suyos. Que la ética colectivista no es sino la coartada del estatismo y del socialismo para continuar exprimiendo a la gente hasta la extenuación.
Leo con satisfacción un artículo de Javier Benegas que contradice mis impresiones. Se titula "Los jóvenes y la izquierda ceniza". Compruebo que el 70% de los jóvenes "rehusaron dar su voto a cualquiera de las opciones de iquierda". Yo estaba equivocado. Creía que el pensamiento de izquierdas había calado mucho más profundamente en la juventud, lo que sería terrible, pues aseguraría la continuidad del socialismo durante generaciones. Tal vez asustados por los movimientos violentos de la izquierda que vemos por todo Occidente exigiendo la cancelación de nuestra cultura no hayamos valorado correctamente algo que sostiene Benegas: "Una ideología devenida en una neorreligión con tintes milenaristas, para la que el futuro es apocalíptico, que criminaliza los placeres de la vida, que te dice que todo lo haces mal, que no te fíes ni de tus padres, que lo prohíbe todo y te hace tener miedo hasta de tu sombra... no es una ideología, es una condena. Y esta condena resulta particularmente insoportable para los más jóvenes... La izquierda posmoderna no es que sea incompatible con la realidad, es que es incompatible con las hormonas... Incompatible con la alegría, la espontaneidad, la autonomía personal, el amor romántico, la exuberancia sexual y, como digo, y no en broma, hasta con las hormonas." Mucho mejor dicho, es algo que ya habíamos sostenido en otro lugar (MXX. La lucha por la libertad), al afirmar que el Socialismo es triste y genera sociedades en las que la tristeza es la emoción dominante. Y que conecta con ese mensaje certero y sentencioso: El "socialismo es una estupidez" (Stefan Kisielewski) y con este otro: "El fascismo es una forma de socialismo, de hecho, es su forma más viable" (Gentile).
Por esto, si se aprovecha conveniente, la victoria de Isabel Díaz Ayuso puede ser trascendente y radical. Demuestra que se puede luchar ideológicamente con éxito contra el socialismo y que se puede ridiculizar su pensamiento de la inferioridad, su pensamiento de la derrota, su pensamiento inane y vacío. Y que dicha victoria puede llegar a todos los ámbitos, incluso a esos barrios que la izquierda creía suyos por decreto, como Vallecas.
Ver el mapa azul de la comunidad de Madrid es una liberación. Ver que apenas quedan rastros de color rojo es una victoria para la libertad y la democracia. Ayuso ha desahuciado definitivamente a Ciudadanos, ese partido de la nada flotante, ha logrado echar de la política al segundo elemento más tóxico y peligroso de la vida política española, el que de la mano del peligroso Presidente del Gobierno español y de toda la escoria política del país pretendía reverdecer los brotes del enfrentamiento civil y lo ha mandado al carajo de una presunta actividad televisiva que a nadie va a interesar. Ha decapitado al PSOE de Madrid y ha dejado la izquierda en manos de una liberada sindical que preveo (espero no equivocarme) no será nada más que un altavoz de eslóganes y tópicos izquierdistas sin sustancia, vacío. Ha elevado a Errejón de la categoría de mascota de Sánchez a disponer de capital propio, lo que puede ser otra china en el zapato para el indecente que okupa la Mon-cloaca.
Ayuso ha provocado que la realidad y la verdad se les estampen en la cara a Sánchez y a toda la izquierda, lo que no es poco.
Falta saber si el PP y los Egeas y Casado de este mundo aprenden la lección o continúan por el descenso a la capitulación. Ayuso ha conseguido también detener la sangría de votos por la derecha a favor de Vox y éste no ha disminuido su presencia precisamente por lo que decíamos en nuestro anterior artículo: puede obtener réditos electorales en ámbitos previamente de izquierdas apelando precisamente a su condición de trabajadores expoliados. Pero no debe olvidar Ayuso, como tampoco debe hacerlo el PP, que la trayectoria que los ha llevado a arrasar en estas elecciones le debe mucho a la presencia y a los mensajes que Vox lleva predicando varios años (y que eran hasta Rajoy los del propio PP). Finalmente, Ayuso ha sacado a la luz otro elemento del que también hemos hablado en otras ocasiones: a la izquierda la votan masivamente los pijo-progres y gente que nunca ha trabajado o que sólo son burócratas, de ahí su desconexión de la vida real.
No sería la primera vez que la derecha española se encuentra con un capital inmenso en su mochila y lo tira a la basura. Veremos qué hacen a partir de ahora, pero sólo hay un camino: el de Isabel Díaz Ayuso. Cualquier otro llevará, indefectiblemente, otra vez, a la claudicación.
(*) Winston Galt es autor de la novela distópica Frío Monstruo y del ensayo La batalla por la libertad
Decíamos hace un mes que las elecciones de Madrid del pasado 4 de mayo serían un 2 de mayo para algunos. Afortunadamente, acertamos. Incluso el Rey, tan discreto por obligación, lo ha dejado caer en un contexto que invitaba a la confusión y, por ello, a la interpretación: "Madrid ha sido una liberación". Aparentemente referida su frase a la apertura durante la pandemia del Teatro Real, el mensaje, lanzado en la cara de los principales responsables de la iniquidad que nos gobierna, invita al doble sentido. Lo que no tiene doble sentido es el portazo en las narices que los madrileños han propinado al peor gobernante imaginable (tan malo como ni siquiera las peores pesadillas de los más pesimistas podían prever). Quien no puede ya ocultar su psicopatía está comenzando a recoger la cosecha que ha sembrado de la mano del artero pero torpe valido.
A pesar del resultado, no podemos lanzar las campanas al vuelo, puesto que si algo ha demostrado el socialismo a lo largo de la historia es que, además de que puede matar a cualquiera, como la mafia, es capaz de sobreponerse a sus fracasos gracias a que carece de escrúpulos democráticos y no encuentra límites morales. En las cabezas pensantes del Palacio de la Mon-cloaca ya están anunciando las sucias estrategias para mantenerse en el poder a costa de lo que sea: de la democracia, de la libertad, de la economía o de la salud y la vida de los españoles. Al fin y al cabo, el Gobierno que por decisiones propias más muertos proporcionalmente ha dejado en el mundo no se va a detener por cuestiones menores, ¿verdad?
Si analizamos la victoria de Ayuso en las elecciones hay algo que no deja de ser muy evidente: ha ganado abrumadoramente por sí misma. Evidentemente, porque se presenta gracias al PP y a Casado, que la puso en el puesto en contra de lo que muchos esperaban. Pero si esto es cierto, también lo es que su actuación al frente de la Comunidad de Madrid no estaba siguiendo las líneas directrices de la cúpula del PP. Ni siquiera la convocatoria precipitada de elecciones un momento antes de la moción de censura que la iba a desalojar del poder con la traición de C's parece haber sido decisión de Casado, sino propia y, probablemente, en contra de la opinión de muchos de su partido, que no optaron por esa vía en las otras comunidades en peligro. Esperemos que, a partir de ahora, la cúpula del partido reconsidere su línea, como solicita también Esperanza Aguirre.
Isabel Díaz Ayuso es un verso suelto en la Industria Política. Es refrescante, franca e irónica en su discurso, y habla sin pedir perdón al Socialismo. Dicen de ella que su mensaje es populista y sentimental, pero es mentira. El populismo es una creación del Socialismo. Se basa en la promesa permanente de derechos subvencionados y de mejoras que nunca llegan, y en el sentimentalismo tóxico y estúpido de la izquierda woke, esa izquierda que quiere identificar los público con lo democrático cuando es justo al revés: lo democrático es lo privado, lo individual, el respeto a los derechos individuales en los que no debe interferir derecho colectivo alguno.
Algunos dicen que ha superado los viejos esquemas derecha/izquierda y que en ello se ha basado su éxito. Nada más lejos de la verdad. Sus políticas han sido la traslación precisa de una ideología subyacente que valora la libertad por encima de cualquier otro principio. Si la hubieran dejado, hubiera adquirido vacunas y las hubiera puesto a disposición de los madrileños, por vías públicas y privadas, y estarían todos vacunados, no como a día de hoy, en el que la vacunación completa no llega en el país a un ridículo, espantoso y criminal 20%. El retraso en las vacunaciones provoca ruina, pero también la enfermedad y la muerte de mucha gente que podría llevar meses o semanas vacunada y que estarían fuera de peligro. Su respeto por los derechos individuales es la prueba de que Ayuso gobierna desde una ideología que no comparten muchos de los dirigentes de su partido, algunos de los cuales tienen peores cifras, a pesar de los confinamientos estrictos, que las de la Comunidad de Madrid.
Se limita por muchos, incluso desde la propia derecha, el mayoritario apoyo que ha tenido la presidenta de la Comunidad de Madrid, a su gestión. Es un pensamiento limitado y torpe. Efectivamente, la gestión de Ayuso ha sido incomparablemente mejor que la de Sánchez (y que todos los demás presidentes autonómicos), pero no ha hecho esa gestión por casualidad. La ha llevado a cabo de una determinada manera en función de que ella parte de una ideología concreta: el liberalismo. Y su gestión ha sido la más eficaz de toda España porque es la política más liberal del arco político. De ahí su éxito, provocado por las mismas causas ideológicas de los anteriores éxitos en la Comunidad de Madrid, consecuencia de las políticas liberales de Esperanza Aguirre.
Los ineptos querían hacernos creer, y algunos aún lo escriben hoy, cuando la realidad los ha desmentido, que había que elegir en la dicotomía salud/libertad y que no cerrar a cal y canto era un suicidio. Madrid ha refutado esta afirmación. Pero también países como Suecia, que optaron por la misma vía y que tiene cifras mucho mejores que las de España o Francia. Por no hablar de países asiáticos, como Corea del Sur y Taiwán, que cerraron fronteras, pero mantuvieron los derechos civiles de sus ciudadanos y su actividad económica. Muy pocos muertos y poca caída del PIB ha sido el óptimo resultado.
Como la izquierda tiene un conflicto irresoluble con la realidad y con la verdad, no salen de su asombro y no comprenden lo que ha pasado. Pero lo que ha ocurrido puede llegar a ser, si se gestiona y explota bien desde la derecha, un auténtico cambio de paradigma: frente a la demagogia y la mentira de la izquierda que quiere dividirnos en segmentos, aplicar la única diferencia real: sólo hay dos clases sociales (como decíamos en nuestro anterior artículo): los trabajadores y los parásitos. Muchos trabajadores se han dado cuenta y votan ahora a personas como Ayuso, cuyas políticas han sido un incentivo para que puedan seguir ganándose la vida libremente, (y a Vox, que les promete algo parecido).
Los trabajadores y los que han trabajado deben darse cuenta de que su peor enemigo es el que vive de su esfuerzo, que los sacrifica para su beneficio, el que los vampiriza. Y quien los vampiriza siempre tiene nombre: progresistas, izquierda, Socialismo. Aturdidos aún por la bofetada, individuos como Monedero insultan a los que ganan 900 euros por votar a "sus verdugos". Pero los verdaderos verdugos de los mileuristas son las políticas de izquierdas: sin políticas como las que defienden los socialistas, el sueldo de 900 euros serían de 1.200 o más, los costes de la vida vía impuestos se reducirían en un 20% como mínimo, con lo cual aumentaría su poder adquisitivo y tendrían mayor libertad para cambiar siempre a un puesto mejor. Las políticas estamentales y extractivas socialistas son las que machacan a los trabajadores para quedarse estancados sin opciones de futuro. Esto no lo comprenden los IPI (Intelectuales Pero Idiotas), en afortunada expresión de Nicholas Nassim Taleb. Inasequibles al desaliento, los IPI no comprenden que alguien pueda despreciar el mundo de la subvención, que es el mundo del apaño, del amiguismo, de la servidumbre y de la paralización, y optar por un mundo donde la gente confíe en su esfuerzo y en ganarse el pan por sí mismo. Pero mucha gente lo ha comprendido y por eso ha calado el mensaje de bajadas de impuestos de Ayuso, de menor burocratización, de mayor libertad para emprender. Ayuso ha conseguido algo en lo que insistíamos hace mucho: la libertad es la base de la prosperidad. Sin libertad no hay prosperidad. Y que no hay mayor altruismo que luchar por uno mismo y por los suyos. Que la ética colectivista no es sino la coartada del estatismo y del socialismo para continuar exprimiendo a la gente hasta la extenuación.
Ayuso ha derrotado al relato socialista, al relato de la Industria Política en su conjunto: la dicotomía trabajador/parásito, la libertad como única base de la prosperidad individual, son paradigmas que pueden acabar con la falsa supremacía moral de la izquierda. Si otros políticos de su partido recogen el testigo y cala el mensaje, en la sociedad ya no quedará la derecha sólo para recoger los escombros de cada ciclo socialista, sino que podrá acabar como debe: con un mensaje de libertad superior en lo político, pero también lo moral, al mensaje falaz de la izquierda.
La ironía que Ayuso ha destilado frente a las amenazas socialistas del fascismo han implantado de hecho el mensaje que hemos repetido hasta la saciedad: sólo se puede ser fascista partiendo del socialismo. Los principios liberales son la única contraposición real al fascismo que hoy sólo representan en España los partidos nacionalistas y los de izquierdas (siempre ha sido así).
Sin libertad no hay prosperidad. Y que no hay mayor altruismo que luchar por uno mismo y por los suyos. Que la ética colectivista no es sino la coartada del estatismo y del socialismo para continuar exprimiendo a la gente hasta la extenuación.
Leo con satisfacción un artículo de Javier Benegas que contradice mis impresiones. Se titula "Los jóvenes y la izquierda ceniza". Compruebo que el 70% de los jóvenes "rehusaron dar su voto a cualquiera de las opciones de iquierda". Yo estaba equivocado. Creía que el pensamiento de izquierdas había calado mucho más profundamente en la juventud, lo que sería terrible, pues aseguraría la continuidad del socialismo durante generaciones. Tal vez asustados por los movimientos violentos de la izquierda que vemos por todo Occidente exigiendo la cancelación de nuestra cultura no hayamos valorado correctamente algo que sostiene Benegas: "Una ideología devenida en una neorreligión con tintes milenaristas, para la que el futuro es apocalíptico, que criminaliza los placeres de la vida, que te dice que todo lo haces mal, que no te fíes ni de tus padres, que lo prohíbe todo y te hace tener miedo hasta de tu sombra... no es una ideología, es una condena. Y esta condena resulta particularmente insoportable para los más jóvenes... La izquierda posmoderna no es que sea incompatible con la realidad, es que es incompatible con las hormonas... Incompatible con la alegría, la espontaneidad, la autonomía personal, el amor romántico, la exuberancia sexual y, como digo, y no en broma, hasta con las hormonas." Mucho mejor dicho, es algo que ya habíamos sostenido en otro lugar (MXX. La lucha por la libertad), al afirmar que el Socialismo es triste y genera sociedades en las que la tristeza es la emoción dominante. Y que conecta con ese mensaje certero y sentencioso: El "socialismo es una estupidez" (Stefan Kisielewski) y con este otro: "El fascismo es una forma de socialismo, de hecho, es su forma más viable" (Gentile).
Por esto, si se aprovecha conveniente, la victoria de Isabel Díaz Ayuso puede ser trascendente y radical. Demuestra que se puede luchar ideológicamente con éxito contra el socialismo y que se puede ridiculizar su pensamiento de la inferioridad, su pensamiento de la derrota, su pensamiento inane y vacío. Y que dicha victoria puede llegar a todos los ámbitos, incluso a esos barrios que la izquierda creía suyos por decreto, como Vallecas.
Ver el mapa azul de la comunidad de Madrid es una liberación. Ver que apenas quedan rastros de color rojo es una victoria para la libertad y la democracia. Ayuso ha desahuciado definitivamente a Ciudadanos, ese partido de la nada flotante, ha logrado echar de la política al segundo elemento más tóxico y peligroso de la vida política española, el que de la mano del peligroso Presidente del Gobierno español y de toda la escoria política del país pretendía reverdecer los brotes del enfrentamiento civil y lo ha mandado al carajo de una presunta actividad televisiva que a nadie va a interesar. Ha decapitado al PSOE de Madrid y ha dejado la izquierda en manos de una liberada sindical que preveo (espero no equivocarme) no será nada más que un altavoz de eslóganes y tópicos izquierdistas sin sustancia, vacío. Ha elevado a Errejón de la categoría de mascota de Sánchez a disponer de capital propio, lo que puede ser otra china en el zapato para el indecente que okupa la Mon-cloaca.
Ayuso ha provocado que la realidad y la verdad se les estampen en la cara a Sánchez y a toda la izquierda, lo que no es poco.
Falta saber si el PP y los Egeas y Casado de este mundo aprenden la lección o continúan por el descenso a la capitulación. Ayuso ha conseguido también detener la sangría de votos por la derecha a favor de Vox y éste no ha disminuido su presencia precisamente por lo que decíamos en nuestro anterior artículo: puede obtener réditos electorales en ámbitos previamente de izquierdas apelando precisamente a su condición de trabajadores expoliados. Pero no debe olvidar Ayuso, como tampoco debe hacerlo el PP, que la trayectoria que los ha llevado a arrasar en estas elecciones le debe mucho a la presencia y a los mensajes que Vox lleva predicando varios años (y que eran hasta Rajoy los del propio PP). Finalmente, Ayuso ha sacado a la luz otro elemento del que también hemos hablado en otras ocasiones: a la izquierda la votan masivamente los pijo-progres y gente que nunca ha trabajado o que sólo son burócratas, de ahí su desconexión de la vida real.
No sería la primera vez que la derecha española se encuentra con un capital inmenso en su mochila y lo tira a la basura. Veremos qué hacen a partir de ahora, pero sólo hay un camino: el de Isabel Díaz Ayuso. Cualquier otro llevará, indefectiblemente, otra vez, a la claudicación.
(*) Winston Galt es autor de la novela distópica Frío Monstruo y del ensayo La batalla por la libertad