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Ernesto Ladrón de Guevara
Martes, 25 de Mayo de 2021 Tiempo de lectura:

Urkullu y las euskaldunizaciones normalizadoras de anormalidades

Urkullu, lehendakari de lo que otrora se llamaba Vascongadas y ahora Euskadi por la gracia de Sabino Arana, tiene especial empeño en extender la hidra nacionalista de muchos tentáculos por los cuatro puntos cardinales.

 

Es el único proyecto centenario que avanza implacable, a paso de  buey, lento pero seguro, sin ceder ni un solo metro en su marcha hacia la extensión de su nirvana de control y poder.

 

Un régimen perfectamente engranado con el diseño globalista de la Agenda 2030, también llamada del Foro Davos o del Foro Económico Mundial, que se inició en los años 70 del pasado siglo mediante la conjunción astral del Club de Roma. Aunque parezca paradójico, la endogamia vasca junto al globalismo mundialista no lo es; o mejor dicho, lo es, pero todo vale para mantenerse inhiesto el ademán y sin parpadear hacia el control absoluto de una población abducida bajo la promesa del paraíso prometido. Se trata, como todos ustedes saben, de un paisanaje fácilmente transportable hacia un imaginario colectivo de boina y tamboril en un rincón que apenas se ve a vista de satélite que tiene poco más de 2.000.000 de habitantes, menos que Madrid capital.

 

Mola eso de estar en una dimensión de control mundial de la población si los que realmente mandan te dan pátina para gobernar a tu guisa y semejanza tu rinconcito feudal sin que te molesten. Solo tienes que asumir que tu “Dios y leyes viejas” pase  a ser el panteísmo masónico y el orden mundial. Hay que acomodarse a los tiempos, ya lo saben ustedes. Sobrevivir, que son cuatro días.

 

Eso de la soberanía hay que adecuarlo a los tiempos modernos. O quizás no tan modernos porque la Europa de los pueblos, o lo que ahora puede llamarse perfectamente la visión planetaria de los pueblos al servicio de un nuevo orden, es decir un hombre nuevo (o mujer nueva, no sea que caiga sobre mí la ira del mandamiento imperante de género), es, como lo fue en el régimen nacionalsocialista alemán, el formato de organización política que mejor se adapta a esa distopia mundialista.

 

Los Estados nacionales son una rémora para ello, y por eso hay que liquidarlos con la eficaz ejecutoria de mandatarios del estilo de Sánchez, que tiene una destreza especial para ello.

 

Sí. Es contradictorio ser nacionalista y jugar en el mismo bando que el totalitarismo transhumanista, transexual, diseñador del derrumbe y demolición del legado histórico, cultural y antropológico a partir de un relativismo nihilista, y un existencialismo gnóstico, que niega la dignidad humana reconocida y amparada desde una visión del hombre como sujeto dotado de dignidad y protegido desde un enfoque cristiano de la existencia, que aboga por los derechos individuales que no son transferibles a entes o entelequias mitológicas de cuño reciente.

 

Ese transversalismo ideológico que forma  el isomorfismo estructural nacionalista no es nuevo ni será único. Es al mismo tiempo multicolor, adaptable a los tiempos y camaleónico en los procedimientos. El caso es sobrevivir y tener siempre en el plato el chuletón de “label” vasco.

 

Urkullu y su "Kontseilua" se quejan de la justicia vasca y española que tiene una fijación por aplicar el sentido jurídico de las cosas. ¡Qué le vamos a hacer! Es que la justicia a veces toma conciencia del sentido de las leyes.

 

Dice Urkullu que la justicia francesa se sobrepasa porque el  homólogo al Tribunal Constitucional español en Francia, que hasta donde yo sé sigue siendo una nación soberana —salvo que a estas alturas de los tiempos ya estemos en el Gobierno Mundial y no me haya enterado— ha dictado sentencia contra una ley que pretendía extender el mismo virus que provoca la fragmentación mayor que ha tenido España en los tiempos históricos. Ese virus es sustituir como lengua de inmersión en la enseñanza las  reminiscencias filológicas territoriales, posibilitando así la disolución del sentido unitario del país francés, en este caso.

 

Pero, ¡ay!, Francia no es España. Urkullu no había caído en ese detalle y se lamenta de que Francia no se preste al juego de la disolución de su lengua nacional que es el francés, que por eso se llama francés y no “patois”. Como en España, el español,  que no castellano, pues no es la lengua de Castilla sino la general de la Hispanidad. Y por eso Francia no tiene aún a sus ciudadanos abducidos con cuentos chinos, mitos de nuevo cuño y falsificaciones de la historia en una escuela que se asemeja más a un antro de formación ideológica que a un lugar de crecimiento humano basado en la formación humanística.

 

Resulta que el Tribunal francés ha contradicho a sus políticos diciendo que el francés es la lengua constitucional de los franceses, la lengua fundante de la Republique que la cohesiona y la da esplendor. Ese esplendor que la lengua española ha perdido por mor de los designios de la desintegración.

 

Y va el Lehendakari de una parte de los vascos y dice que eso es un atropello. No percibe que Francia es un país soberano y tiene el derecho de hacer lo que se le ponga en la boina en función de su Estado de Derecho. Y claro que es un atropello. Es un atropello a los planes de los nacionalistas de todo pelaje con el consentimiento de los muñidores de la destrucción de España de todo color, incluso el azul, para romper la unidad de lengua y los derechos individuales inherentes. Por cierto, teóricamente protegidos por el artículo 3 de la Constitución. El objetivo final: lograr la reunificación de la Euskalherria de Krutwig, el inspirador de ETA que propugnaba la superación de la raza por la lengua como elemento de construcción nacional. Ese sí que sabía.

 

Por eso tiemblan las estructuras de control social en las Vasconias vasconizadas. Se cae el invento. Y ¡ay!, Eso tiene su intríngulis.

 

Urkullu pide respeto a la soberanía vasca, radicada en la vulneración del derecho a la lengua materna y a la elección de los padres de la lengua propia, de los hablantes, que es tan propia como el euskera en la tierra de Sabino Arana. Y anatemiza el ataque a la “normalización y recuperación” del euskera. Lo cual a un servidor le llena de perplejidad, pues si tras cuarenta años, con los ingentes presupuestos dedicados a la causa del euskera como lengua nacional no se ha normalizado, ¿qué es lo que se ha estado haciendo aparte de nutrir muchos bolsillos con esta excusa de las euskaldunizaciones normalizadoras de anormalidades?  Y de lo de la recuperación vamos a dejarlo aparte para otro artículo que da de sí para unos cuantos folios.

 

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