El misterio de los cortijos de Sabino Arana (y III)
“Kortatxu: Cortachu (cortijuelo)” (p. 121). La traducción de “kortatxu” por “cortijuelo” es verdaderamente sorprendente, por tratarse de una terminación (“-uelo”) que confiere a la raíz de la palabra –cortijo– un matiz que podría ser, en este caso, tanto diminutivo (arroyuelo, polluelo), como afectivo (ladronzuelo, chicuelo) o incluso despectivo (escritorzuelo, reyezuelo), y que, además, se emplea desde un conocimiento muy íntimo del idioma, incluso diríamos más propio de ámbitos humildes o también poco instruidos o en todo caso más bien rurales. Y ninguna de esas condiciones es propia de Sabino Arana, un tipo urbano, instruido y nada humilde, sino más bien soberbio, pagado de su condición de vasco, que miraba por encima del hombro a los recién llegados a Bilbao de otros ámbitos culturales y sociales de España. Es por eso que resulta tan chocante que empleara el término “cortijuelo” para traducir un apellido vasco como Cortachu o Kortatxu. Es verdaderamente extraordinario. Más allá incluso del hecho evidente de que en el País Vasco y Navarra no existen cortijos. Un cortijuelo es un cortijo pequeño, de poca presencia, humilde, casi insignificante. Cortachu/Kortatxu, por otra parte, no está ni en el Nomenclátor ni en el Padrón. Es probable que se haya extinguido como apellido primero y segundo en España y que, como ocurre en estos casos, todavía sobreviva en América.
“Kortaberea: Cortaberea (el cortijo bajero)” (p. 128). Se podría entender como el cortijo de abajo, y sí podría tener sentido por eso, pero claro, siempre y cuando lo remitamos a los lugares donde existen cortijos, que no es el caso. Tampoco existe ni en el Nomenclátor ni en el Padrón.
“Kortagarai: Cortagaray (cortijo cimero)” (p. 128). Por lo que dijimos en el capítulo anterior, relativo al apellido Ganekokorta (cortijo de la cumbre), es que no tiene sentido ubicar un cortijo en una cima. Se podría, en todo caso, traducir como cortijo de arriba, en contraposición al cortijo de abajo. Tampoco existe ni en Nomenclátor ni en Padrón.
“Kortazuri: Cortazuri (cortijo blanco)” (p. 128). No hay cosa más insólita que un nacionalista vasco hablando de cortijos y nada menos que para darle a apellidos vascos el significado de esa construcción agropecuaria típica del sur de España, que es lo que estamos viendo aquí. De nuevo en este caso se nota la ignorancia a la hora de traducir Kortazuri por “cortijo blanco”, como si hubiera cortijos de otro color, como si fuera posible dejarlos sin blanquear, sin la típica cal que recubre sus paredes y que los identifica a todos. ¿Cabe pensar que, si todos los cortijos son blancos, alguien se pudiera identificar porque el suyo lo fuera también? Lo mismo que los dos anteriores, no está ni en el Nomenclátor ni en el Padrón.
“Alkorta: Alcorta (cortijo de piedra)” (p. 129). Esta traducción también es extraña. Los cortijos normalmente son de piedra o adobe. No hay otra alternativa. No hay cortijos de madera, por ejemplo, aunque se use en las techumbres. Pero el armazón principal es piedra o adobe. En este caso sí aparece en el Nomenclátor y en el Padrón. Alcorta es un apellido con alrededor de 1000 portadores, de los que ya más de la mitad están en Guipúzcoa y otros casi 200 en Vizcaya. En Álava y Navarra muy pocos. Por ejemplo, en Madrid hay más que en Álava y en Cantabria más que en Navarra. Pero el caso es que, aparte de en las provincias vascas y Navarra, Alcorta está presente en otras 16 provincias españolas. Por su parte, la forma eusquérica Alkorta tiene la mitad de portadores que Alcorta. La casi totalidad presentes en País Vasco y Navarra, aunque hay también algunos Alkorta en Barcelona.
¿Se acuerdan los lectores que en la entrada anterior también sacamos tres apellidos que terminan en “gorta” y que Sabino Arana no los relacionaba en ningún caso con cortijo, porque prefería recurrir en ese caso al apócope de “gorri” más el plural “–ta”, o incluso traducirlo por “seco”? Pues bien, hay otro apellido que deja todo el Tratado etimológico más en evidencia si cabe y es Algorta, que aparece en su página 104 y que traduce por “las peñas rojas”. Cuando resulta que Alkorta y Algorta, según él, deberían ser sinónimos, dado que precisamente si “korta” lo traduce por cortijo es solo porque “gorta” es “cortijo” según Larramendi.
“Bidakorta: Vidacorta (cortijo del camino)” (p. 130). No aparece ni en el Nomenclátor ni en el Padrón, lo mismo que los dos siguientes.
“Kortandieta: Cortandieta (los cortijos grandes)” (p. 137). Y en plural, como si se encontraran reunidos así habitualmente.
“Kortazuriaga: Cortazuriaga (el cortijo blanco)” (p. 137). Derivación del Kortazuri que vimos antes y al que le podemos poner las mismas objeciones: decir cortijo blanco es una redundancia o pleonasmo, es como hablar del mar azul o de la hierba verde.
“Kortabitarte: Cortabitarte (entre dos cortijos)” (p. 173). Este apellido está en el Nomenclátor de Euskaltzaindia y también tiene portadores en el Padrón. Menos de 300 en su versión castellana, Cortabitarte, de los cuales hay más fuera del País Vasco y Navarra, en el resto de España. Donde más en Cantabria. No aparece ni en Álava ni en Navarra. Además de en Cantabria está en otras siete provincias españolas. La forma eusquérica Kortabitarte tiene menos de 200 portadores, repartidos entre Vizcaya y Guipúzcoa, por este orden. No obstante, lo que llama la atención sobremanera es la traducción: “entre dos cortijos”. ¿Pero cómo se puede traducir un apellido eusquérico así, si los cortijos no existen en el País Vasco o Navarra? Es verdaderamente inexplicable, absurdo. Es que hasta se nos ocurre pensar que el obseso Sabino Arana supusiera que asumiendo que “corta-korta” es cuadra, pensara que por traducir así ese apellido estuviera confiriendo por eso a los vascos que lo portaran una suerte de condición de animal de granja o algo así. Es lo único que se me ocurre, poniéndome en el pellejo neurótico de Sabino Arana.
Y hasta aquí los apellidos con “corta” como “cortijo”, del tratado de Sabino Arana. De los quince que hemos visto, solo Korta, Kortadi, Kortazar, Alkorta y Kortabitarte están en el Nomenclátor de apellidos vascos de Euskaltzaindia, así como en el Padrón. Kortaeta está en el Nomenclátor, pero el Padrón no da datos. De los demás, Ganekokorta, Kortabarrieta, Kortatxu, Kortaberea, Kortagarai, Kortazuri, Bidakorta, Kortandieta y Kortazuriaga, y de sus correspondientes castellanos, nada de nada. ¿Apellidos extinguidos? Lo más probable. En estos casos siempre queda el recurso a encontrar portadores en América Latina, que demuestren que estos apellidos existieron en algún momento en España durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
En el Nomenclátor de apellidos vascos aparece también un apellido compuesto que incorpora Corta, como es Aguirregomezcorta, y más derivados de Corta, como Cortabarría, Cortabe y Cortaberri. Cortabarría es un apellido típico vasco por su número de portadores, con unos trescientos en números redondos, tanto en su versión castellana como en la eusquérica (Kortabarria) y más presente dentro que fuera. Los otros dos, Cortabe y Cortaberri, no tienen portadores en forma eusquérica, y en la castellana tienen poquísimos, no llega ni a la docena en ambos casos. Cortaberri tiene la particularidad de que los que aparecen en el Padrón están mayoritariamente ¡en Pontevedra!
Para terminar, anotamos que en el diccionario de apellidos de Jaime Querexeta (Diccionario Onomástico y Heráldico vasco) aparece Corta-Korta con el significado de cuadra y así en todas sus derivaciones, pero al llegar a Cortandieta-Kortandieta dice “lugar del ejido grande o los cortijos grandes” y en Cortategui-Kortategi dice “lugar del sel o del cortijo”. Pero es en Cortazuri-Kortazuri donde reconoce por primera vez la paternidad de Sabino Arana –y de paso su seguidismo respecto del fundador del nacionalismo vasco– con el tema del cortijo: “Según A.G. [abreviatura de Arana Goiri], cortijo blanco (corta, kortijo y zuri, blanco)”. Cuando desde el principio nos había dicho que Corta-Korta era solo cuadra, sin alusiones a lo del cortijo. Lo más gracioso de todo es cuando llega al apellido Cortezubi-Kortezubi, que sabemos que es también un municipio de Vizcaya, para el que nos da un único significado: “puente del cortijo (korta, cortijo, y zubi, puente)” ¿Se imaginan un cortijo en Cortezubi?
“Kortatxu: Cortachu (cortijuelo)” (p. 121). La traducción de “kortatxu” por “cortijuelo” es verdaderamente sorprendente, por tratarse de una terminación (“-uelo”) que confiere a la raíz de la palabra –cortijo– un matiz que podría ser, en este caso, tanto diminutivo (arroyuelo, polluelo), como afectivo (ladronzuelo, chicuelo) o incluso despectivo (escritorzuelo, reyezuelo), y que, además, se emplea desde un conocimiento muy íntimo del idioma, incluso diríamos más propio de ámbitos humildes o también poco instruidos o en todo caso más bien rurales. Y ninguna de esas condiciones es propia de Sabino Arana, un tipo urbano, instruido y nada humilde, sino más bien soberbio, pagado de su condición de vasco, que miraba por encima del hombro a los recién llegados a Bilbao de otros ámbitos culturales y sociales de España. Es por eso que resulta tan chocante que empleara el término “cortijuelo” para traducir un apellido vasco como Cortachu o Kortatxu. Es verdaderamente extraordinario. Más allá incluso del hecho evidente de que en el País Vasco y Navarra no existen cortijos. Un cortijuelo es un cortijo pequeño, de poca presencia, humilde, casi insignificante. Cortachu/Kortatxu, por otra parte, no está ni en el Nomenclátor ni en el Padrón. Es probable que se haya extinguido como apellido primero y segundo en España y que, como ocurre en estos casos, todavía sobreviva en América.
“Kortaberea: Cortaberea (el cortijo bajero)” (p. 128). Se podría entender como el cortijo de abajo, y sí podría tener sentido por eso, pero claro, siempre y cuando lo remitamos a los lugares donde existen cortijos, que no es el caso. Tampoco existe ni en el Nomenclátor ni en el Padrón.
“Kortagarai: Cortagaray (cortijo cimero)” (p. 128). Por lo que dijimos en el capítulo anterior, relativo al apellido Ganekokorta (cortijo de la cumbre), es que no tiene sentido ubicar un cortijo en una cima. Se podría, en todo caso, traducir como cortijo de arriba, en contraposición al cortijo de abajo. Tampoco existe ni en Nomenclátor ni en Padrón.
“Kortazuri: Cortazuri (cortijo blanco)” (p. 128). No hay cosa más insólita que un nacionalista vasco hablando de cortijos y nada menos que para darle a apellidos vascos el significado de esa construcción agropecuaria típica del sur de España, que es lo que estamos viendo aquí. De nuevo en este caso se nota la ignorancia a la hora de traducir Kortazuri por “cortijo blanco”, como si hubiera cortijos de otro color, como si fuera posible dejarlos sin blanquear, sin la típica cal que recubre sus paredes y que los identifica a todos. ¿Cabe pensar que, si todos los cortijos son blancos, alguien se pudiera identificar porque el suyo lo fuera también? Lo mismo que los dos anteriores, no está ni en el Nomenclátor ni en el Padrón.
“Alkorta: Alcorta (cortijo de piedra)” (p. 129). Esta traducción también es extraña. Los cortijos normalmente son de piedra o adobe. No hay otra alternativa. No hay cortijos de madera, por ejemplo, aunque se use en las techumbres. Pero el armazón principal es piedra o adobe. En este caso sí aparece en el Nomenclátor y en el Padrón. Alcorta es un apellido con alrededor de 1000 portadores, de los que ya más de la mitad están en Guipúzcoa y otros casi 200 en Vizcaya. En Álava y Navarra muy pocos. Por ejemplo, en Madrid hay más que en Álava y en Cantabria más que en Navarra. Pero el caso es que, aparte de en las provincias vascas y Navarra, Alcorta está presente en otras 16 provincias españolas. Por su parte, la forma eusquérica Alkorta tiene la mitad de portadores que Alcorta. La casi totalidad presentes en País Vasco y Navarra, aunque hay también algunos Alkorta en Barcelona.
¿Se acuerdan los lectores que en la entrada anterior también sacamos tres apellidos que terminan en “gorta” y que Sabino Arana no los relacionaba en ningún caso con cortijo, porque prefería recurrir en ese caso al apócope de “gorri” más el plural “–ta”, o incluso traducirlo por “seco”? Pues bien, hay otro apellido que deja todo el Tratado etimológico más en evidencia si cabe y es Algorta, que aparece en su página 104 y que traduce por “las peñas rojas”. Cuando resulta que Alkorta y Algorta, según él, deberían ser sinónimos, dado que precisamente si “korta” lo traduce por cortijo es solo porque “gorta” es “cortijo” según Larramendi.
“Bidakorta: Vidacorta (cortijo del camino)” (p. 130). No aparece ni en el Nomenclátor ni en el Padrón, lo mismo que los dos siguientes.
“Kortandieta: Cortandieta (los cortijos grandes)” (p. 137). Y en plural, como si se encontraran reunidos así habitualmente.
“Kortazuriaga: Cortazuriaga (el cortijo blanco)” (p. 137). Derivación del Kortazuri que vimos antes y al que le podemos poner las mismas objeciones: decir cortijo blanco es una redundancia o pleonasmo, es como hablar del mar azul o de la hierba verde.
“Kortabitarte: Cortabitarte (entre dos cortijos)” (p. 173). Este apellido está en el Nomenclátor de Euskaltzaindia y también tiene portadores en el Padrón. Menos de 300 en su versión castellana, Cortabitarte, de los cuales hay más fuera del País Vasco y Navarra, en el resto de España. Donde más en Cantabria. No aparece ni en Álava ni en Navarra. Además de en Cantabria está en otras siete provincias españolas. La forma eusquérica Kortabitarte tiene menos de 200 portadores, repartidos entre Vizcaya y Guipúzcoa, por este orden. No obstante, lo que llama la atención sobremanera es la traducción: “entre dos cortijos”. ¿Pero cómo se puede traducir un apellido eusquérico así, si los cortijos no existen en el País Vasco o Navarra? Es verdaderamente inexplicable, absurdo. Es que hasta se nos ocurre pensar que el obseso Sabino Arana supusiera que asumiendo que “corta-korta” es cuadra, pensara que por traducir así ese apellido estuviera confiriendo por eso a los vascos que lo portaran una suerte de condición de animal de granja o algo así. Es lo único que se me ocurre, poniéndome en el pellejo neurótico de Sabino Arana.
Y hasta aquí los apellidos con “corta” como “cortijo”, del tratado de Sabino Arana. De los quince que hemos visto, solo Korta, Kortadi, Kortazar, Alkorta y Kortabitarte están en el Nomenclátor de apellidos vascos de Euskaltzaindia, así como en el Padrón. Kortaeta está en el Nomenclátor, pero el Padrón no da datos. De los demás, Ganekokorta, Kortabarrieta, Kortatxu, Kortaberea, Kortagarai, Kortazuri, Bidakorta, Kortandieta y Kortazuriaga, y de sus correspondientes castellanos, nada de nada. ¿Apellidos extinguidos? Lo más probable. En estos casos siempre queda el recurso a encontrar portadores en América Latina, que demuestren que estos apellidos existieron en algún momento en España durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
En el Nomenclátor de apellidos vascos aparece también un apellido compuesto que incorpora Corta, como es Aguirregomezcorta, y más derivados de Corta, como Cortabarría, Cortabe y Cortaberri. Cortabarría es un apellido típico vasco por su número de portadores, con unos trescientos en números redondos, tanto en su versión castellana como en la eusquérica (Kortabarria) y más presente dentro que fuera. Los otros dos, Cortabe y Cortaberri, no tienen portadores en forma eusquérica, y en la castellana tienen poquísimos, no llega ni a la docena en ambos casos. Cortaberri tiene la particularidad de que los que aparecen en el Padrón están mayoritariamente ¡en Pontevedra!
Para terminar, anotamos que en el diccionario de apellidos de Jaime Querexeta (Diccionario Onomástico y Heráldico vasco) aparece Corta-Korta con el significado de cuadra y así en todas sus derivaciones, pero al llegar a Cortandieta-Kortandieta dice “lugar del ejido grande o los cortijos grandes” y en Cortategui-Kortategi dice “lugar del sel o del cortijo”. Pero es en Cortazuri-Kortazuri donde reconoce por primera vez la paternidad de Sabino Arana –y de paso su seguidismo respecto del fundador del nacionalismo vasco– con el tema del cortijo: “Según A.G. [abreviatura de Arana Goiri], cortijo blanco (corta, kortijo y zuri, blanco)”. Cuando desde el principio nos había dicho que Corta-Korta era solo cuadra, sin alusiones a lo del cortijo. Lo más gracioso de todo es cuando llega al apellido Cortezubi-Kortezubi, que sabemos que es también un municipio de Vizcaya, para el que nos da un único significado: “puente del cortijo (korta, cortijo, y zubi, puente)” ¿Se imaginan un cortijo en Cortezubi?