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Lunes, 18 de Octubre de 2021 Tiempo de lectura:
Nuevo libro

Sergio Fernández Riquelme: "El rostro de la URSS era gente desesperada haciendo cola ante tiendas semivacías”

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El historiador y sociólogo Sergio Fernández Riquelme acaba de presentar De Lenin a Gorbachov: Una historia breve de la URSS, un libro que recorre la historia de la gran superpotencia que sedujo a millones de personas a lo largo y ancho del mundo y que, finalmente, se mostró como “un gigante con pies de barro”.

 

¿Qué hay de realidad y qué hay de mito tras la Unión Soviética?

 

El mito nos hablaba de un “paraíso” proletario que quería liberar al ser humano de las cadenas de la tradición y la religión, modelándolo a imagen y semejanza de la utopía comunista más extrema, y al servicio de la URSS como potencia mundial y “faro de los trabajadores”. Pero la realidad nos demostró que supuso un Estado totalitario que, pese a ciertos avances y logros, desarrolló un experimento socialista basado en la represión generalizada, el adoctrinamiento público y el desarrollismo desbocado. Experimento que sorprendió, a propios y extraños, con el triunfo tras el Golpe de Estado bolchevique en 1917 de la primera revolución comunista del mundo, pero que no sorprendió a tantos cuando cayó fulminantemente con el derrumbe del Muro de Berlín con una población empobrecida, unas infraestructuras tercermundistas y una derrota humillante ante el eje euroatlántico. 

 

[Img #20837]¿Cómo consiguió la URSS vender a millones de personas en todo el mundo una imagen de progreso y prosperidad que poco o nada tuvo que ver con su situación real?

 

A través de una magnífica propaganda y una represión sistemática, desarrollada tempranamente por los bolcheviques y sus aliados izquierdistas europeos con gran eficacia, mayor decisión y ninguna piedad. Labor sistemática de adoctrinamiento y control por el poder en la prensa, en la escuela, en el arte... llegando desde la infancia a todas las esferas del cuerpo y la mente de sus ciudadanos, entre el lavado de cerebro constante y el miedo institucionalizado a disentir, como magistralmente noveló George Orwell en 1984 y Rebelión en la Granja. Se vendió como el sueño de un “Estado comunista universal” que acabaría para siempre con el capitalismo (cosa que obviamente no se ha cumplido), que aceptaron bajo la bayoneta o el subsidio miles de ciudadanos rusos y que compraron los intelectuales izquierdistas de Occidente durante décadas (de Pablo Neruda a Bertold Brecht) que casi nunca vivieron allí (ya que los que visitaron la URSS, en su mayoría, acabaron disintiendo ante lo que vieron y vivieron). Pero devino en pesadilla muy real para los millones de represaliados y perseguidos fuera y dentro del país (como narró en primera persona Aleksandr Solzhenitsyn en su Archipielago Gulag), que idearon una resistencia “blanca” que perdió en la Guerra Civil rusa, que plantearon una disidencia activa o pasiva que siempre fue purgada, y que comprendieron que este delirio acabaría tarde o temprano, aunque demasiados no llegarían a ver su inevitable colapso.

 

¿Estuvo la Unión Soviética en algún momento de su historia cerca de sobrepasar a Estados Unidos en lo que a desarrollo económico, industrial o militar se refiere?

 

Cuantitativamente sí, pero nunca cualitativamente. Usando brutal y colectivamente todos los recursos humanos (como la enorme movilización en la Segunda Guerra Mundial) y materiales posibles (llegando a desecar gran parte del mar de Aral para cultivar en zonas áridas del Turquestán) la URSS logró durante algunos años poder competir de tú a tú en algunos campos significativos. Podían adelantarse en la carrera espacial, ganar muchas medallas olímpicas, financiar a los enemigos de los Estados Unidos en buena parte del mundo, diseñar grandes misiles amenazantes. Pero cuando acababa, inevitablemente, la inversión centralizada y masiva en grandes proyectos, la realidad ciudadana se tenía que esconder: los productos básicos de consumo, por ejemplo, casi nunca eran de calidad ni suficientes para la población; la abundante mano de obra no tenía derecho a la huelga y solía ser semiesclava (o esclava directamente en los gulags); los soldados estacionados en medio mundo carecían de casi todo lo necesario; la productividad industrial y agrícola era muy escasa (por no decir nula); la innovación era mínima y centrada solo en los avances más llamativos; y quien podía... desertaba en otro país del Partido y de la Revolución (como las autoridades vieron y comprendieron, muy pronto, en la RDA, erigiendo su famoso Muro de Berlín). Se erigían grandes monumentos para mayor gloria del régimen y la elite llenaba sus barrigas y sus bolsillos, pero las modestas casas de los ciudadanos se llenaban de goteras poco a poco, la energía escaseaba cada vez más pese a las enormes reservas, las neveras se vaciaban año tras año, y las infraestructuras comunitarias quedaban a merced del abandono más absoluto (como demostró finalmente el accidente de Chernobyl). Pero la propaganda estatal decía que se vivía cada vez mejor...

 

¿Cuándo comienza la URSS a dar muestras de su endeblez?

 

A mi juicio, tras la muerte de Stalin en 1953. El “hombre de acero” georgiano, con su culto a la personalidad y sus purgas masivas, mantenía con puño de hierro la supervivencia de la URSS como pretendida potencia mundial (especialmente tras su gran éxito contra la Alemania nacionalsocialista). Pero tras su fallecimiento, la nueva elite burocrática creada por el mismo intentó mantener durante varias décadas el experimento, y lo hicieron viviendo muy bien como burócratas, agotando todos los recursos a su alcance, y a costa del futuro de sus ciudadanos. La propaganda seguía siendo efectiva y la represión continuó (aunque de manera menos brutal, especialmente con la salida del temible Beria), se participaba en las diferentes batallas de la Guerra fría (de Vietnam a Cuba), se anunciaban grandes inventos cada año, y se daba una imagen de solidez fuera del país. Pero todo parecía de cartón piedra, y así lo entendió parcialmente Kruschev, con su limitado proyecto de apertura (denunciando el pasado estalinista) y sus diferentes reformas (especialmente ligadas a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos), que fueron el breve espejismo de un sistema que era irreformable e insostenible, al solo sostenerse en los mecanismos económicos y políticos ideados por el estalinismo (verdadera identidad de la URSS).

 

¿Cómo se desarrolla el hundimiento de la Unión Soviética? ¿En qué etapas se divide?

 

[Img #20838]El hundimiento comienza a ser visible en la época de Brezhnev. Aunque una primera etapa, como he señalado, comienza con los intentos reformistas y aperturistas, eso sí limitados, de Kruschev.  Acusado de ir demasiado lejos, la vieja elite estalinista acabó con él finalmente en 1964, y recuperó todos los poderes en el Soviet, comenzando una segunda etapa regresiva, con el aumento del estatismo dirigido y la represión selectiva, y el despliegue de nuevo de una política de pretendida superpotencia mundial (e incluso aeroespacial) sin recursos para ello, agotando los medios nacionales y sumiendo a la población en altas cotas de pobreza. Solo mediante la propaganda y la represión se “vendía”, fuera y dentro del país, que se podía competir económica y militarmente con los Estados Unidos y sus aliados. Pero en los años setenta, una tercera etapa mostró la imposibilidad de supervivencia de la URSS: comenzó con la crisis del petróleo de ese periodo (y que tanto repercutió en el país), y terminó en los años ochenta con la humillante derrota en Afganistán. Fase donde se demostraba que estábamos ante un “gigante con pies de barro”. La etapa final, como epílogo de esta historia, correspondió al proyecto breve e infructuoso de Gorbachov que, pese a los aplausos occidentales por su Perestroika, solo pudo firmar como último presidente la disolución de la Unión Soviética. Las escenas finales de colas, a finales de los años noventa, de ciudadanos buscando desesperadamente productos básicos en las semivacias tiendas de las ciudades rusas, mostró el rostro ulterior del experimento soviético.

 

¿Tuvieron alguna posibilidad las medidas reformistas implementadas por Mijail Gorbachov de reconducir la situación  y salvar a la URSS?

 

La Perestroika de Gorbachov nunca tuvo ninguna oportunidad. Desde la era de Kruschev, y especialmente desde la de Brezhnev, pese a ciertos logros llamativos y a la propaganda masiva, el final estaba escrito. La reforma de la URSS era imposible (como sí fue posible la de China, como hemos comprobado, tras la etapa fundacional de Mao por determinadas circunstancias propias) al estar ligado directamente su futuro a un ineficaz y gigante aparato burocrático y estatista irreformable (en un país empobrecido tras décadas de gastos imposibles) solo sostenido por las “directrices estalinistas”, e indirectamente al de los satélites comunistas en Europa que suponían su gran frontera defensiva y legitimadora (en un entorno de “fin de la historia”, en beneficio del capitalismo global). La URSS se basó y solo podía basarse en el estalinismo, el cual había ya agotado su fuerza y su tiempo. Y, por ello, Gorbachov no pudo afrontar ninguno de estos dos grandes retos, pese al apoyo internacional que recibió del eje euroatlántico, el cual finalmente se benefició de la caída de la URSS repartiéndose la influencia en sus territorios de dominación directa e indirecta.

 

¿Qué queda de la Unión Soviética a día de hoy? ¿En qué medida es la Rusia actual la heredera de la URSS?

 

Se mantienen muchas cosas, más de lo que a priori podríamos pensar. A nivel territorial, los estados independizados mantienen las fronteras artificialmente creadas durante la era soviética y muchos de los conflictos étnicos heredados. A nivel político, bastantes de los regímenes posteriores son democracias limitadas o directamente autocracias (exceptuando aquellos que se han integrado o acercado a la Unión Europea). A nivel económico, siguen mandando numerosas de las estructuras burocráticas excomunistas que se beneficiaron de la transición, y se mantienen muchas de las empresas y sectores públicos centrales de aquellos tiempos. Y a nivel simbólico, especialmente en Rusia y Bielorrusia, sobreviven numerosos testimonios del pasado en calles, edificios e instituciones (como el mismo nombre de la KGB bielorrusa), así como en la memoria colectiva oficial (de la Gran Guerra Patria al “espacio vital” histórico).

 

Sergio Fernández Riquelme: De Lenin a Gorbachov: Una historia breve de la URSS. Letras Inquietas (Octubre de 2021)

 

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