Europa contra la UE: ¿cómo anclar los valores históricos de Occidente en la Constitución de una futura confederación europea?
Europa atraviesa una profunda crisis porque se enfrenta a la vez a desafíos tan diversos como la globalización, inmigración masiva, desintegración familiar, cultura de la cancelación, declive demográfico, descristianización, desindustrialización, daño ambiental, polarización social, desempleo, crisis de deuda, guerras asimétricas, des-democratización, islamización, fundamentalismo, infraestructuras ruinosas, terrorismo, hedonismo, obsolescencia, relativismo legal, ultraliberalismo, ideología LGBTQ, aumento del gasto social, delincuencia, burocracia disfuncional, locura de género, etc. - perdóneme por esta larga lista, pero sólo cuando nos demos cuenta de la magnitud de nuestro declive podremos pensar en soluciones adecuadas al mismo -.
Esta crisis no se impone desde fuera, es doméstica. Lo que ya temían los padres fundadores como Robert Schuman, a saber, que una Europa unida no debía seguir siendo una empresa económica y tecnocrática, lo comenzamos a pagar hoy: Europa necesita un alma, una conciencia de sus raíces históricas. Sin una identidad común, no puede haber solidaridad europea en tiempos de convulsión como el actual. Sin embargo, dicha identidad debe referirse a algo más que los derechos humanos universales, pues debe tener en cuenta lo que es específico de Europa y de los europeos: una visión occidental del hombre profundamente arraigada en la tradición y la historia. Si tal empresa fracasa, solo hay dos posibilidades: la ruptura en estados-nación, que luego quedarán a merced de potencias como China, Rusia, el mundo islámico o Estados Unidos, o un centralismo desalmado y burocrático.
Por supuesto, los partidarios de la actual UE políticamente correcta argumentan que cualquier escepticismo sobre la UE es "conservador '' y, por lo tanto, reprensible, porque debería conducir automáticamente a un retorno al nacionalismo, al autoritarismo de extrema derecha y, finalmente, a la guerra y al genocidio. Sin embargo, sigue creciendo el número de quienes quieren combinar el patriotismo conservador y la defensa de la identidad occidental para hacer frente a las numerosas amenazas internas y externas a nuestra civilización. Los países de Visegrado están sin duda a la vanguardia de este movimiento en la actualidad, por eso es precisamente una institución polaca, la Asociación de Artistas para la República ( Stowarzyszenie Twórców dla Rzeczypospolitej), quien tomó la iniciativa, bajo la presidencia de Zdzisław Krasnodębski, de ordenar en 2020 un Preámbulo para una futura Constitución de una "confederación de naciones europeas". Esta Constitución debe poder servir como punto de reunión para todos los conservadores que quieren luchar por defender a Occidente, independientemente de las familias políticas a las que pertenezcan en el Parlamento Europeo. El objetivo del Preámbulo era consagrar firmemente en la Constitución los valores conservadores atacados por la actual UE, eliminando los errores ideológicos fundamentales del antiguo proyecto de Constitución de Valéry Giscard d'Estaing.
Para mí fue un gran honor poder redactar el mencionado "Preámbulo", que entre tanto se ha publicado en muchas lenguas europeas y también aparecerá en forma de libro en los próximos meses, y que encaja plenamente en la continuidad de la ideología del hesperialismo tal como la desarrollé en 2019 en el libro Renovatio Europae.
La idea básica del "hesperialismo" es muy simple: ya es hora de volver a los valores que una vez hicieron grande a Occidente, si queremos evitar los peores escenarios. La defensa de la familia natural, la regulación estricta de la inmigración, el retorno al derecho natural, la protección de un modelo económico socialmente responsable, la implementación radical de la subsidiariedad, el renacimiento de las raíces culturales de nuestra identidad y la renovación de nuestro sentido de la belleza. Estos son, en definitiva, los pilares de una nueva Europa "hesperialista" de este tipo. Si Europa quiere sobrevivir como civilización en el siglo XXI, debe volver a los valores históricos y las tradiciones que la han moldeado desde la Edad Media y reducir drásticamente la tendencia de Bruselas hacia el centralismo. Al mismo tiempo, debe garantizar una estrecha colaboración entre las naciones europeas en determinados ámbitos políticos clave, como la protección de fronteras, la investigación, la lucha contra la delincuencia, las infraestructuras, la defensa, los recursos estratégicos o las normas legales. Por tanto, el ejemplo ideal de tal comunidad de estados no son los Estados Unidos o la República Federal de Alemania, sino los grandes imperios premodernos como la Unión Polaco-Lituana o el Sacro Imperio, el Sacro Imperio Romano Germánico.
Uno puede preguntarse por qué Europa necesita una Constitución real, porque por un lado el último intento de redactar una constitución explícita terminó en un verdadero fiasco, mientras que, por otro lado, los conservadores parecen con razón más bien a favor de una reducción o incluso de un desmantelamiento de las instituciones europeas y, por tanto, se oponen en general a cualquier Constitución común vinculante. Pero esto es un error: primero, la oposición de muchos ciudadanos claramente no se dirigió contra la idea general de la unificación europea, sino contra una forma concreta y muy problemática de ésta. Entonces, la Constitución aquí contemplada no debe afectar a los europeos sino más bien proteger a éstos de la Administración de Bruselas y de su ideología cada vez más izquierdista.
Nuestra Constitución quiere reconstruir una Europa fuerte, orgullosa y patriótica, que defienda su identidad en lugar de mancillarla; que respeta a las naciones en lugar de fusionarlas; que honra su patrimonio histórico en lugar de someterlo al multiculturalismo; que lucha contra la polarización social en lugar de jugar a la política para las élites; que protege e implementa la democracia en lugar de delegar el poder a instituciones internacionales sin alma y antidemocráticas; que defiende la importancia de nuestro continente en el mundo en lugar de venderlo. Esta Europa, debemos reconquistarla, con los ciudadanos, contra sus élites actuales. La unión política de todas las verdaderas fuerzas conservadoras y patrióticas en torno a un objetivo tan común es un primer paso en esta dirección, así que esperemos que la historia se escriba hoy en esta dirección.
(*) Conferencia pronunciada el 3 de diciembre de 2021 con motivo del coloquio “Cómo reformar la Unión para el futuro de Europa”, organizado por el grupo parlamentario europeo Conservadores y Reformistas Europeos en el marco de la reunión de los líderes de los partidos conservadores de la CRE [Conservadores y Reformistas Europeos] y la ID [Identidad y Democracia]
Europa atraviesa una profunda crisis porque se enfrenta a la vez a desafíos tan diversos como la globalización, inmigración masiva, desintegración familiar, cultura de la cancelación, declive demográfico, descristianización, desindustrialización, daño ambiental, polarización social, desempleo, crisis de deuda, guerras asimétricas, des-democratización, islamización, fundamentalismo, infraestructuras ruinosas, terrorismo, hedonismo, obsolescencia, relativismo legal, ultraliberalismo, ideología LGBTQ, aumento del gasto social, delincuencia, burocracia disfuncional, locura de género, etc. - perdóneme por esta larga lista, pero sólo cuando nos demos cuenta de la magnitud de nuestro declive podremos pensar en soluciones adecuadas al mismo -.
Esta crisis no se impone desde fuera, es doméstica. Lo que ya temían los padres fundadores como Robert Schuman, a saber, que una Europa unida no debía seguir siendo una empresa económica y tecnocrática, lo comenzamos a pagar hoy: Europa necesita un alma, una conciencia de sus raíces históricas. Sin una identidad común, no puede haber solidaridad europea en tiempos de convulsión como el actual. Sin embargo, dicha identidad debe referirse a algo más que los derechos humanos universales, pues debe tener en cuenta lo que es específico de Europa y de los europeos: una visión occidental del hombre profundamente arraigada en la tradición y la historia. Si tal empresa fracasa, solo hay dos posibilidades: la ruptura en estados-nación, que luego quedarán a merced de potencias como China, Rusia, el mundo islámico o Estados Unidos, o un centralismo desalmado y burocrático.
Por supuesto, los partidarios de la actual UE políticamente correcta argumentan que cualquier escepticismo sobre la UE es "conservador '' y, por lo tanto, reprensible, porque debería conducir automáticamente a un retorno al nacionalismo, al autoritarismo de extrema derecha y, finalmente, a la guerra y al genocidio. Sin embargo, sigue creciendo el número de quienes quieren combinar el patriotismo conservador y la defensa de la identidad occidental para hacer frente a las numerosas amenazas internas y externas a nuestra civilización. Los países de Visegrado están sin duda a la vanguardia de este movimiento en la actualidad, por eso es precisamente una institución polaca, la Asociación de Artistas para la República ( Stowarzyszenie Twórców dla Rzeczypospolitej), quien tomó la iniciativa, bajo la presidencia de Zdzisław Krasnodębski, de ordenar en 2020 un Preámbulo para una futura Constitución de una "confederación de naciones europeas". Esta Constitución debe poder servir como punto de reunión para todos los conservadores que quieren luchar por defender a Occidente, independientemente de las familias políticas a las que pertenezcan en el Parlamento Europeo. El objetivo del Preámbulo era consagrar firmemente en la Constitución los valores conservadores atacados por la actual UE, eliminando los errores ideológicos fundamentales del antiguo proyecto de Constitución de Valéry Giscard d'Estaing.
Para mí fue un gran honor poder redactar el mencionado "Preámbulo", que entre tanto se ha publicado en muchas lenguas europeas y también aparecerá en forma de libro en los próximos meses, y que encaja plenamente en la continuidad de la ideología del hesperialismo tal como la desarrollé en 2019 en el libro Renovatio Europae.
La idea básica del "hesperialismo" es muy simple: ya es hora de volver a los valores que una vez hicieron grande a Occidente, si queremos evitar los peores escenarios. La defensa de la familia natural, la regulación estricta de la inmigración, el retorno al derecho natural, la protección de un modelo económico socialmente responsable, la implementación radical de la subsidiariedad, el renacimiento de las raíces culturales de nuestra identidad y la renovación de nuestro sentido de la belleza. Estos son, en definitiva, los pilares de una nueva Europa "hesperialista" de este tipo. Si Europa quiere sobrevivir como civilización en el siglo XXI, debe volver a los valores históricos y las tradiciones que la han moldeado desde la Edad Media y reducir drásticamente la tendencia de Bruselas hacia el centralismo. Al mismo tiempo, debe garantizar una estrecha colaboración entre las naciones europeas en determinados ámbitos políticos clave, como la protección de fronteras, la investigación, la lucha contra la delincuencia, las infraestructuras, la defensa, los recursos estratégicos o las normas legales. Por tanto, el ejemplo ideal de tal comunidad de estados no son los Estados Unidos o la República Federal de Alemania, sino los grandes imperios premodernos como la Unión Polaco-Lituana o el Sacro Imperio, el Sacro Imperio Romano Germánico.
Uno puede preguntarse por qué Europa necesita una Constitución real, porque por un lado el último intento de redactar una constitución explícita terminó en un verdadero fiasco, mientras que, por otro lado, los conservadores parecen con razón más bien a favor de una reducción o incluso de un desmantelamiento de las instituciones europeas y, por tanto, se oponen en general a cualquier Constitución común vinculante. Pero esto es un error: primero, la oposición de muchos ciudadanos claramente no se dirigió contra la idea general de la unificación europea, sino contra una forma concreta y muy problemática de ésta. Entonces, la Constitución aquí contemplada no debe afectar a los europeos sino más bien proteger a éstos de la Administración de Bruselas y de su ideología cada vez más izquierdista.
Nuestra Constitución quiere reconstruir una Europa fuerte, orgullosa y patriótica, que defienda su identidad en lugar de mancillarla; que respeta a las naciones en lugar de fusionarlas; que honra su patrimonio histórico en lugar de someterlo al multiculturalismo; que lucha contra la polarización social en lugar de jugar a la política para las élites; que protege e implementa la democracia en lugar de delegar el poder a instituciones internacionales sin alma y antidemocráticas; que defiende la importancia de nuestro continente en el mundo en lugar de venderlo. Esta Europa, debemos reconquistarla, con los ciudadanos, contra sus élites actuales. La unión política de todas las verdaderas fuerzas conservadoras y patrióticas en torno a un objetivo tan común es un primer paso en esta dirección, así que esperemos que la historia se escriba hoy en esta dirección.
(*) Conferencia pronunciada el 3 de diciembre de 2021 con motivo del coloquio “Cómo reformar la Unión para el futuro de Europa”, organizado por el grupo parlamentario europeo Conservadores y Reformistas Europeos en el marco de la reunión de los líderes de los partidos conservadores de la CRE [Conservadores y Reformistas Europeos] y la ID [Identidad y Democracia]