Nacionalsocialismo en la España del siglo XXI (II)
A Cristina (*)
Analizábamos hace poco las esenciales coincidencias ideológicas de los programas de Falange Española, Podemos y PSOE, demostrando que todas estas organizaciones son igualmente socialistas y, en consecuencia, igualmente totalitarias.
Como el verdadero opio de pueblo no es la religión sino el socialismo, como subtitulaba unos de mis libros, creo que la exposición no quedaría completa si no analizáramos el nacionalsocialismo del PSOE y de sus socios, no sólo desde los planteamientos teóricos de sus programas políticos sino también desde el punto de vista de los hechos y de las políticas que realmente aplican.
Veremos que, como decía el gran ajedrecista Gary Kasparov, el socialismo no es un sustituto del comunismo sino simplemente un mejor marketing.
Pedimos disculpas por apropiarnos de un artículo de Carlos Alberto Montaner que analiza las diez características que definen el populismo, debiendo reseñar antes que tanto el comunismo como el fascismo y el nazismo fueron movimientos populistas y que la inmensa mayoría de los populismos se dan en la izquierda, aunque la propaganda del régimen socialdemócrata europeo (casi todos los medios de comunicación) nos engañen y nos quieran mostrar como populistas en Europa sólo a los líderes húngaros y polacos. Ya nos hemos quejado aquí de que la socialdemocracia europea se ceba contra estos países cuando lo cierto es que el populismo verdaderamente peligroso para Europa es el de España, con comunistas en un Gobierno dirigido por socialistas radicales. Aunque hay que aclarar que es evidente que algunos líderes conservadores, como Orban, también ofrecen rasgos populistas pero, precisamente, porque mantienen con la izquierda algunas concomitancias, como el estatismo y el nacionalismo.
Decía Montaner que el primer rasgo que define al populismo es el caudillismo y refiere los ejemplos de Perón, Castro o Chávez, entre otros. Es difícil negar que en España dicho caudillismo se da en la misma medida en los respectivos partidos que dirigen el gobierno. En el PSOE, Sánchez se ha hecho con el poder y nadie rechista sin dejar de salir en la foto, aunque lo cierto es que en este PSOE no hay más disidencia que la de alguna vieja gloria arrinconada. El PSOE siempre ha sido un partido de obedientes que comulgan con ruedas de molino si así lo exige la dirección, Sánchez sólo ha llevado semejante situación al extremo. Del mismo modo, Podemos ha tenido también su caudillo hasta que un nuevo 2 de mayo lo sepultó en Madrid. Ahora están buscando lideresa siendo la que más opciones tiene la nueva Evita Perón de saldo que la propaganda del régimen nos está inoculando a chorros.
El segundo rasgo definido por Montaner es el exclusivismo, en el sentido de que se apropian de la representación del pueblo, y los demás somos enemigos. Rasgo del que no dejan de presumir PSOE y Podemos, mostrando un sórdido desprecio hacia cualquier individuo que vote otras opciones, de la que sólo es una anécdota la despectiva mención a los que "desde el andamio" votan a Vox.
El adanismo es otro rasgo definitorio del que hacen gala. A través de la propaganda intentan convencer de que todo lo que hacen es nuevo, "histórico", y va a cambiar las vidas de los ciudadanos casi por arte de magia. Basta creer en ellos para obtener una vida nueva y paradisíaca. Para la eximia Ministra de Trabajo la burda reforma laboral de la tímida reforma laboral previa es un hecho "histórico" para los trabajadores españoles, cuando no es más que otro clavo en el ataúd de su futuro desempleo. La importancia de dicha norma viene determinada únicamente porque de nuevo han impuesto a través de una representación irreal y fantasmal a los sindicatos parásitos UGT y CC.OO. para controlar a las grandes empresas. Dime de qué presumes y te diré de qué careces, reza el sabio dicho español, que la viene como un guante a los adanistas que, en realidad, sólo aplican viejas recetas del socialismo más rancio y roñoso.
El nacionalismo es otro de los motivos invocados por todos los populistas. No cabe duda de que el nacionalismo se ha convertido en el vértice de unión entre socialistas y nacionalistas conservadores, reunidos en torno a la perniciosa idea de crear Estados en comunidades autónomas que viven políticamente de mitos románticos añejos y criminales, impropios del siglo XXI en Europa.
Menciona a continuación Montaner el estatismo como otra característica de los populismos, estatismo imprescindible para los totalitarios, puesto que no se puede aspirar a dominar a una sociedad desde una institución que no sea la estatal. Otro mito de la izquierda es que el poder económico de los grandes capitalistas controla las sociedades, pero es una falacia que les conviene difundir para esquivar la mirada de los ciudadanos. En realidad, no hay poder comparable al que acumulan los Estados, que son los únicos titulares del dinero y de la violencia legalizada. Ninguna institución privada, por poderosa que sea, tiene el poder de un aparato estatal en un lugar concreto. Se dice que empresas como Google o Meta tienen un gran poder, y es cierto que disponen de una enorme influencia, pero el verdadero poder está en controlar el dinero, la violencia y las leyes. Nadie que no sea ingenuo lo sabe y la izquierda, nacida para alcanzar el poder, lo sabe mejor que nadie. En manos de los grandes estatistas y colectivistas, el poder se vuelve letal para las sociedades. Y tales grandes estatistas y colectivistas, al margen de algunos casos conservadores, hoy son sólo los partidos de izquierda.
Un Gobierno totalitario no puede permitir que sus ciudadanos sean económicamente independientes porque esto los hace libres.
El clientelismo es otro factor a considerar. Se busca hacer depender a los ciudadanos del poder político mediante ayudas, subsidios o similares. Se justifica bajo el mantra de la justicia social que no es sino la excusa repetida para buscar la manera de que las personas no sean autosuficientes y libres económicamente, de modo que su dependencia del poder implique un permanente vasallaje. De ahí que falte en la relación del señor Montaner un elemento típico de la izquierda siempre que llega al poder y que es fundamental: el empobrecimiento deliberado de las sociedades. En estos artículos, a lo largo del tiempo, lo hemos dejado dicho en muchas ocasiones. Siempre se podrá alegar la excepción de las socialdemocracias alemana, danesa o sueca (países de los que se olvida decir que son de los que más libertad económica permiten), pero lo cierto es que todos los partidos de izquierda que han llegado al poder en cualquier otra latitud, incluida la nuestra, han buscado deliberadamente el empobrecimiento de las sociedades, precisamente para favorecer el clientelismo. En el caso español actual no cabe duda alguna cuando se adoptan medidas económicas que la evidencia empírica demuestra que no sólo son ineficaces sino que provocan más desempleo y carencias de todo tipo, como la subida de los salarios mínimos más allá de cualquier criterio de productividad o la fijación pública de alquileres, precios de determinados productos, etc. Un Gobierno totalitario no puede permitir que sus ciudadanos sean económicamente independientes porque esto los hace libres. En cambio, si son pobres y reciben ayudas para ir malviviendo se mantienen en gran medida partidarios de quienes les otorgan la limosna. Baste citar los ejemplos de Cuba, Venezuela o, incluso, la Andalucía socialista durante casi cuarenta años. Y la consecuencia del clientelismo y el empobrecimiento no es otra que la corrupción. Corrupción sistémica que se ejemplifica en la Andalucía socialista donde se ha robado más, mejor y en mayor cuantía que en ninguna otra región del mundo occidental en la historia. Esta corrupción de la izquierda es inherente a su forma mafiosa de organización del poder, como hemos descrito en otras ocasiones, por lo que se nos miente cada vez que se menciona algún caso como "aislado".
No puede faltar en todo buen Gobierno totalitario el afán de controlar todos los poderes del Estado. El cuarto poder, la prensa, ya fue domesticada por el poder socialista durante muchos años y hoy la prensa libre en España la constituyen unas pocas y honrosas excepciones (como este periódico), manteniendo la mayoría de medios una pleitesía al poder progresista que invita a la náusea. El poder legislativo no puede controlar al ejecutivo porque las maquinarias de los partidos han convertido a los diputados y senadores en meras cabezas de ganado dirigidos por la palabra del líder. Y el poder judicial, excepto un órgano aún, ya ha sido objeto de reparto a gusto de los dos partidos mayoritarios en un ejercicio obsceno de connivencia antidemocrática. La resistencia del PP cada vez es más débil y se avecina el cambio de cromos también en la cúpula del Consejo General del Poder Judicial, aunque el que ya "disfrutamos" tampoco sea para sentirnos demasiado orgullosos. La puñalada mortal a la división de poderes que le dio el PSOE en 1985 con la Ley Orgánica del Poder Judicial y la puñalada traidora de Rajoy, que juró modificar dicha ley para conseguir un poder judicial independiente y no cumplió su palabra, terminaron por acabar con cualquier esperanza.
El control de la Administración y del funcionariado es otro de los elementos. En el caso español no es nuevo que vivimos en una dictadura burocrática y que los españoles somos vasallos de todas nuestras Administraciones, siendo la de Hacienda el ejemplo extremo, pues ejerce sus funciones en un escenario de verdadero terror fiscal. En realidad, cualquier Administración española arrastra hoy los rasgos que ya desveló Larra hace doscientos años y no tiene visos de mejorar sino de todo lo contrario.
Para instaurar un nuevo régimen hay que cambiar el significado de las palabras. Hoy, todo lo que significa limitación de derechos se denomina progresista. Anular el derecho a la presunción de inocencia de los hombres es progresista. Discriminar positivamente a unas personas por su condición racial o sexual es progresista. Disentir de la política progresista se denomina fascista (acusan con el apelativo que mejor les califica a ellos). Hay infinidad de ejemplos que se pueden observar a diario y que pretenden cambiar la realidad a partir del cambio del lenguaje. Resistir la marea del lenguaje pervertido de los progresistas en resistir a su dictadura.
Finalmente, menciona el señor Montaner la desaparición de cualquier cordialidad cívica, y no conozco mejor ejemplo que el español. Hace meses mencionábamos que toda la violencia política que ha sufrido España desde hace cuarenta años proviene de la izquierda, y así es.
Vemos que los rasgos definitorios del populismo aparecen sin excepción en el actual Gobierno español. Pero, además de tales rasgos, los hechos confirman esa forma nacionalsocialista de gobernar: lo que ha ocurrido en Cataluña con el menor cuyos padres acudieron a los tribunales para que a su hijo se le otorgara educación en español al menos en el miserable mínimo del 25% no puede evitar el paralelismo con lo que ocurría en la Alemania nazi. Desde manifestaciones de otros padres ante el colegio para conculcar los derechos del menor reconocidos por los tribunales a la petición de apedrear al niño y a su familia o a hacerles el boicot a los negocios de los padres finalizando por el llamamiento a la desobediencia de los políticos catalanes, todas son acciones propias de los nazis. Confirma que cuando comparábamos a los CDR catalanes con las SA no se trataba de une exabrupto. Es un movimiento que se ve venir desde hace años y que está alcanzando el punto culminante y que, como se puede prever y temer, podría acabar con la creación de algún grupo terrorista del que hubo un conato hace algún tiempo cuando la policía desarticuló un grupo independentista que manejaba explosivos. El acoso al niño de Cataluña y su familia ha contado con el silencio cómplice de todas las instituciones públicas controladas por el poder político, con las únicas excepciones de Ciudadanos, PP y Vox. Y ha contado con la connivencia obvia de los aparatos de propaganda del régimen, públicos y privados. Ni más ni menos que lo que vemos en las películas ocurría poco antes de la Noche de los Cristales Rotos. Hemos visto marchas con antorchas convocadas por los CDR en una iconografía que recuerda poderosamente a la Alemania nazi. Aún así, en algunos medios daba la impresión de que la familia del niño fuera la culpable, lo que es lo mismo que acusar a los judíos de acosar a los nazis. No extraña que ésta sea su "verdad" cuando presumen de tener perros que huelen a los españoles.
Pero no sólo ocurre en Cataluña. Viene ocurriendo en el País Vasco desde hace décadas, aunque ahora se intente ocultar la verdad de los crímenes de ETA y de los cómplices de ETA, incluidos los que sólo recogían las nueces. ¿No era nazismo lo que veíamos en ese lugar de Ven y cuéntalo?
Los homenajes a los asesinos etarras están al orden del día con la complicidad evidente del Gobierno e incluso hoy alguien de ese entorno ha afirmado que tales homenajes son compatibles con el respeto a las víctimas. Que Bildu es demócrata es el mismo sórdido sarcasmo que cuando en la novela 1984 se inculca a la población que la paz es la guerra. Nadie en su sano juicio ha dudado nunca que Bildu es la continuación política de ETA, pero si alguien tenía alguna duda el nombramiento de varios jefes militares de ETA en la cúpula de Bildu deberá desterrarla.
Díaz Ayuso acaba de recibir amenazas que la advierten de que acabará en una cuneta. Antes de las elecciones de mayo la izquierda y el Gobierno se inventaron supuestos atentados (de bandera falsa) en los cuales eran objeto de ataques por la derecha fascista. Pura propaganda soviética y nazi. Es cuestión de tiempo que se promulgue un decreto ley con una nueva ley de neolengua que destierre conceptos como verdad, libertad o responsabilidad.
Si los hechos anteriores no fueran suficiente, volvamos la vista a algunas leyes de este Gobierno, (sin olvidar que gobierna a golpe de decreto ley, despreciando la labor parlamentaria). Desde las "Cortes constituyentes" que anunció el anterior ministro de in-Justicia sin encomendarse al pueblo español y que dejaba de disimular la voladura de la Constitución de 1978, a la Ley Celaá que no tiene otro objeto que fabricar ignorantes irredentos en nuestras escuelas e institutos (las universidades de humanidades ya escupen desde hace tiempo hordas de graduados ignorantes, pero muy progresistas), a la Ley de Seguridad Ciudadana que permite la violencia callejera, patrimonio propio de la izquierda, como medio de control social y asalto al poder (como en las elecciones de 2004) y, como ha advertido hace unos días la fasionaria, amenazando con incendiar las calles si llega al poder el PP. De ese modo, podrían volver a reinar en el caos. Y los únicos que ganan en el caos son los violentos. Ya no esconden su verdadera naturaleza. La ley de Memoria a-histórica es puro Orwell, consiste en destruir la verdad del pasado y recrearla al gusto del poder, tal y como hacía la Unión Soviética borrando de las fotos a los antiguos líderes que luego enviaba al matadero. En el mismo sentido viene de camino otra ley, muy parecida a la chavista venezolana, de Seguridad Nacional, mediante la cual podrán ordenar la movilización de los ciudadanos y la confiscación y puesta a su disposición de los bienes privados cuando así lo estime oportuno el poder político en función del "interés nacional", interés que lógicamente lo determinarán estos políticos. Ya hemos tenido algunos ejemplos de confiscación durante los primeros tiempos de la pandemia, cuando algunas empresas privadas consiguieron material médico con más diligencia que los ineptos de nuestros políticos y les fue arrebatado por la policía. No sabemos cuántas vidas pudieron haberse salvado si esas empresas y otras hubieran podido adquirir el material por su cuenta, pero la muerte de los demás no importa al poder nacionalsocialista.
Y la indi-gestión de la pandemia que ha realizado nuestro Gobierno es un buen ejemplo de ello. Primero retrasó las medidas que debían adoptarse para mantener su agenda política del 8 de marzo, a pesar de los informes de Seguridad Nacional y de informes internos del Ministerio de Trabajo, como ha reconocido hace poco la inefable e "histórica" ministra del ramo. Sería interesante hacer algún estudio que mostrase las cifras de contagiados, de enfermos y de vidas que se podrían haber ahorrado de haber tomado medidas sólo dos o tres semanas antes. Y la menor ruina económica que pudo derivarse si, a consecuencia de tomar las medidas antes, se hubieran evitado los cierres radicales (cierres que tampoco han contribuido a mejorar las cifras, ya que ostentamos las peores cifras reales de muertes del mundo occidental). Asumieron el mando único y cuando se demostró que eran incapaces de evitar la escabechina pasaron a la estrategia contraria: lavarse las manos como Pilatos y dejarlo todo en manos de las comunidades autónomas, a las que en un principio habían apartado. Por supuesto, no se cerró ni controló Barajas, la mayor puerta de entrada de contagios durante todas las olas. Del mismo modo que también se retrasó deliberadamente el control de la última cepa sudafricana en Barajas esperando que introdujera nuevas oleadas de contagios. Decisión deliberada porque el Gobierno, tras el primer impacto de la pandemia, comprobó que podían controlar propagandísticamente a un pueblo domesticado como el español y que le era mucho más rentable políticamente que la situación de contagios, cierres y ruinas continuara. Sólo el lenitivo de la resistencia del Gobierno de la comunidad autónoma de Madrid palió los nefastos resultados de estas acciones y enfrentó las políticas estatales con su némesis a los ojos de todos.
Empobrecimiento y muerte son signos de cualquier Gobierno nacionalsocialista que se precie. No sólo es socio de los herederos de los criminales sino que ya ostenta su propio record de mortalidad al que le puso el epitafio de una ceremonia pagana al estilo nazi con círculos y fuego. Desde entonces, las cifras reales de contagios y muertes no son más que frías estadísticas sin calor humano gracias a la propaganda del régimen. Construcción y agrandamiento del poder sobre la muerte, como han hecho todos los caciques nacionalsocialistas de la historia.
Como Hitler y Chaves, están utilizando la democracia para acabar con la democracia. Son fascistas que acusan a los demás de fascistas, del pecado que ellos cometen. Fascistas que no quieren reconocer que lo son, que piensan, actúan y se comportan como fascistas. Nos quieren dóciles y sometidos, por lo visto somos demasiado ricos para ellos y debemos empobrecernos para estar más necesitados de su miserable piedad estatal. Quieren que la sociedad de los vivos deje pase así a una sociedad de los muertos como la que describe Camus en La Peste, una suerte de mundo in-feliz en el que todo el mundo será dócil y agradecido. El socialismo es la cultura de la tristeza y de la muerte: prohibiciones, regulaciones, muerte de la espontaneidad (que exige libertad), muerte de la vida libre, la única que es vida. Vida que no puede entenderse sin la duda, esa que pretenden abolir desde la pureza ideológica de las lacras del socialismo y del nacionalismo, auténticas sectas que exigen la opresión al diferente y el encefalograma plano necesario para compartir sus argumentos. Por eso nos torturan con las desgracias, con el empobrecimiento y con ese gran aliado de todos los abusos que ha sido la pandemia, en la cual se estigmatiza al no vacunado o a todo el que pretende arrojar un punto de vista diferente y denunciar los abusos, muchas veces inútiles incluso desde el punto de vista médico. La tortura, física (mayor pobreza) y psicológica (propaganda) proseguirán hasta demoler lo humano para dejar una cáscara vacía, sólo llena del serrín socialista, pero sin pensamientos propios, sin subjetividad, sin emociones que no sean meros actos reflejos condicionados y aprendidos... es decir, un no humano, el que pretende imponer la cultura woke, intentando mantenernos siempre sometidos a la tensión de no poder hablar para no vulnerar lo políticamente correcto y la hipersensible pose de los colectivos del victimismo.
Sánchez, Iglesias y Díaz son ejemplos perfectos de los endemoniados de Dostoievski, los precursores del terror.
Es posible que usted no esté de acuerdo con algunas o muchas de las cosas que se han expuesto más arriba. Pero basta con que sea correcta una parte mínima de tales afirmaciones para demostrar lo que pretendía y se inició en el anterior artículo: que estamos en presencia de un movimiento conjunto de carácter nacionalsocialista en la España de 2022, que esa verdad incómoda se disimula y que nada de lo que está ocurriendo es casualidad.
Winston Galt es escritor, autor de la novela de culto Frío Monstruo
(*) A Cristina, por su amable comentario en amazon.es a mi libro MXXI: La Batalla por la Libertad y por mencionar que lee mis artículos en La Tribuna del País Vasco.
Analizábamos hace poco las esenciales coincidencias ideológicas de los programas de Falange Española, Podemos y PSOE, demostrando que todas estas organizaciones son igualmente socialistas y, en consecuencia, igualmente totalitarias.
Como el verdadero opio de pueblo no es la religión sino el socialismo, como subtitulaba unos de mis libros, creo que la exposición no quedaría completa si no analizáramos el nacionalsocialismo del PSOE y de sus socios, no sólo desde los planteamientos teóricos de sus programas políticos sino también desde el punto de vista de los hechos y de las políticas que realmente aplican.
Veremos que, como decía el gran ajedrecista Gary Kasparov, el socialismo no es un sustituto del comunismo sino simplemente un mejor marketing.
Pedimos disculpas por apropiarnos de un artículo de Carlos Alberto Montaner que analiza las diez características que definen el populismo, debiendo reseñar antes que tanto el comunismo como el fascismo y el nazismo fueron movimientos populistas y que la inmensa mayoría de los populismos se dan en la izquierda, aunque la propaganda del régimen socialdemócrata europeo (casi todos los medios de comunicación) nos engañen y nos quieran mostrar como populistas en Europa sólo a los líderes húngaros y polacos. Ya nos hemos quejado aquí de que la socialdemocracia europea se ceba contra estos países cuando lo cierto es que el populismo verdaderamente peligroso para Europa es el de España, con comunistas en un Gobierno dirigido por socialistas radicales. Aunque hay que aclarar que es evidente que algunos líderes conservadores, como Orban, también ofrecen rasgos populistas pero, precisamente, porque mantienen con la izquierda algunas concomitancias, como el estatismo y el nacionalismo.
Decía Montaner que el primer rasgo que define al populismo es el caudillismo y refiere los ejemplos de Perón, Castro o Chávez, entre otros. Es difícil negar que en España dicho caudillismo se da en la misma medida en los respectivos partidos que dirigen el gobierno. En el PSOE, Sánchez se ha hecho con el poder y nadie rechista sin dejar de salir en la foto, aunque lo cierto es que en este PSOE no hay más disidencia que la de alguna vieja gloria arrinconada. El PSOE siempre ha sido un partido de obedientes que comulgan con ruedas de molino si así lo exige la dirección, Sánchez sólo ha llevado semejante situación al extremo. Del mismo modo, Podemos ha tenido también su caudillo hasta que un nuevo 2 de mayo lo sepultó en Madrid. Ahora están buscando lideresa siendo la que más opciones tiene la nueva Evita Perón de saldo que la propaganda del régimen nos está inoculando a chorros.
El segundo rasgo definido por Montaner es el exclusivismo, en el sentido de que se apropian de la representación del pueblo, y los demás somos enemigos. Rasgo del que no dejan de presumir PSOE y Podemos, mostrando un sórdido desprecio hacia cualquier individuo que vote otras opciones, de la que sólo es una anécdota la despectiva mención a los que "desde el andamio" votan a Vox.
El adanismo es otro rasgo definitorio del que hacen gala. A través de la propaganda intentan convencer de que todo lo que hacen es nuevo, "histórico", y va a cambiar las vidas de los ciudadanos casi por arte de magia. Basta creer en ellos para obtener una vida nueva y paradisíaca. Para la eximia Ministra de Trabajo la burda reforma laboral de la tímida reforma laboral previa es un hecho "histórico" para los trabajadores españoles, cuando no es más que otro clavo en el ataúd de su futuro desempleo. La importancia de dicha norma viene determinada únicamente porque de nuevo han impuesto a través de una representación irreal y fantasmal a los sindicatos parásitos UGT y CC.OO. para controlar a las grandes empresas. Dime de qué presumes y te diré de qué careces, reza el sabio dicho español, que la viene como un guante a los adanistas que, en realidad, sólo aplican viejas recetas del socialismo más rancio y roñoso.
El nacionalismo es otro de los motivos invocados por todos los populistas. No cabe duda de que el nacionalismo se ha convertido en el vértice de unión entre socialistas y nacionalistas conservadores, reunidos en torno a la perniciosa idea de crear Estados en comunidades autónomas que viven políticamente de mitos románticos añejos y criminales, impropios del siglo XXI en Europa.
Menciona a continuación Montaner el estatismo como otra característica de los populismos, estatismo imprescindible para los totalitarios, puesto que no se puede aspirar a dominar a una sociedad desde una institución que no sea la estatal. Otro mito de la izquierda es que el poder económico de los grandes capitalistas controla las sociedades, pero es una falacia que les conviene difundir para esquivar la mirada de los ciudadanos. En realidad, no hay poder comparable al que acumulan los Estados, que son los únicos titulares del dinero y de la violencia legalizada. Ninguna institución privada, por poderosa que sea, tiene el poder de un aparato estatal en un lugar concreto. Se dice que empresas como Google o Meta tienen un gran poder, y es cierto que disponen de una enorme influencia, pero el verdadero poder está en controlar el dinero, la violencia y las leyes. Nadie que no sea ingenuo lo sabe y la izquierda, nacida para alcanzar el poder, lo sabe mejor que nadie. En manos de los grandes estatistas y colectivistas, el poder se vuelve letal para las sociedades. Y tales grandes estatistas y colectivistas, al margen de algunos casos conservadores, hoy son sólo los partidos de izquierda.
Un Gobierno totalitario no puede permitir que sus ciudadanos sean económicamente independientes porque esto los hace libres.
El clientelismo es otro factor a considerar. Se busca hacer depender a los ciudadanos del poder político mediante ayudas, subsidios o similares. Se justifica bajo el mantra de la justicia social que no es sino la excusa repetida para buscar la manera de que las personas no sean autosuficientes y libres económicamente, de modo que su dependencia del poder implique un permanente vasallaje. De ahí que falte en la relación del señor Montaner un elemento típico de la izquierda siempre que llega al poder y que es fundamental: el empobrecimiento deliberado de las sociedades. En estos artículos, a lo largo del tiempo, lo hemos dejado dicho en muchas ocasiones. Siempre se podrá alegar la excepción de las socialdemocracias alemana, danesa o sueca (países de los que se olvida decir que son de los que más libertad económica permiten), pero lo cierto es que todos los partidos de izquierda que han llegado al poder en cualquier otra latitud, incluida la nuestra, han buscado deliberadamente el empobrecimiento de las sociedades, precisamente para favorecer el clientelismo. En el caso español actual no cabe duda alguna cuando se adoptan medidas económicas que la evidencia empírica demuestra que no sólo son ineficaces sino que provocan más desempleo y carencias de todo tipo, como la subida de los salarios mínimos más allá de cualquier criterio de productividad o la fijación pública de alquileres, precios de determinados productos, etc. Un Gobierno totalitario no puede permitir que sus ciudadanos sean económicamente independientes porque esto los hace libres. En cambio, si son pobres y reciben ayudas para ir malviviendo se mantienen en gran medida partidarios de quienes les otorgan la limosna. Baste citar los ejemplos de Cuba, Venezuela o, incluso, la Andalucía socialista durante casi cuarenta años. Y la consecuencia del clientelismo y el empobrecimiento no es otra que la corrupción. Corrupción sistémica que se ejemplifica en la Andalucía socialista donde se ha robado más, mejor y en mayor cuantía que en ninguna otra región del mundo occidental en la historia. Esta corrupción de la izquierda es inherente a su forma mafiosa de organización del poder, como hemos descrito en otras ocasiones, por lo que se nos miente cada vez que se menciona algún caso como "aislado".
No puede faltar en todo buen Gobierno totalitario el afán de controlar todos los poderes del Estado. El cuarto poder, la prensa, ya fue domesticada por el poder socialista durante muchos años y hoy la prensa libre en España la constituyen unas pocas y honrosas excepciones (como este periódico), manteniendo la mayoría de medios una pleitesía al poder progresista que invita a la náusea. El poder legislativo no puede controlar al ejecutivo porque las maquinarias de los partidos han convertido a los diputados y senadores en meras cabezas de ganado dirigidos por la palabra del líder. Y el poder judicial, excepto un órgano aún, ya ha sido objeto de reparto a gusto de los dos partidos mayoritarios en un ejercicio obsceno de connivencia antidemocrática. La resistencia del PP cada vez es más débil y se avecina el cambio de cromos también en la cúpula del Consejo General del Poder Judicial, aunque el que ya "disfrutamos" tampoco sea para sentirnos demasiado orgullosos. La puñalada mortal a la división de poderes que le dio el PSOE en 1985 con la Ley Orgánica del Poder Judicial y la puñalada traidora de Rajoy, que juró modificar dicha ley para conseguir un poder judicial independiente y no cumplió su palabra, terminaron por acabar con cualquier esperanza.
El control de la Administración y del funcionariado es otro de los elementos. En el caso español no es nuevo que vivimos en una dictadura burocrática y que los españoles somos vasallos de todas nuestras Administraciones, siendo la de Hacienda el ejemplo extremo, pues ejerce sus funciones en un escenario de verdadero terror fiscal. En realidad, cualquier Administración española arrastra hoy los rasgos que ya desveló Larra hace doscientos años y no tiene visos de mejorar sino de todo lo contrario.
Para instaurar un nuevo régimen hay que cambiar el significado de las palabras. Hoy, todo lo que significa limitación de derechos se denomina progresista. Anular el derecho a la presunción de inocencia de los hombres es progresista. Discriminar positivamente a unas personas por su condición racial o sexual es progresista. Disentir de la política progresista se denomina fascista (acusan con el apelativo que mejor les califica a ellos). Hay infinidad de ejemplos que se pueden observar a diario y que pretenden cambiar la realidad a partir del cambio del lenguaje. Resistir la marea del lenguaje pervertido de los progresistas en resistir a su dictadura.
Finalmente, menciona el señor Montaner la desaparición de cualquier cordialidad cívica, y no conozco mejor ejemplo que el español. Hace meses mencionábamos que toda la violencia política que ha sufrido España desde hace cuarenta años proviene de la izquierda, y así es.
Vemos que los rasgos definitorios del populismo aparecen sin excepción en el actual Gobierno español. Pero, además de tales rasgos, los hechos confirman esa forma nacionalsocialista de gobernar: lo que ha ocurrido en Cataluña con el menor cuyos padres acudieron a los tribunales para que a su hijo se le otorgara educación en español al menos en el miserable mínimo del 25% no puede evitar el paralelismo con lo que ocurría en la Alemania nazi. Desde manifestaciones de otros padres ante el colegio para conculcar los derechos del menor reconocidos por los tribunales a la petición de apedrear al niño y a su familia o a hacerles el boicot a los negocios de los padres finalizando por el llamamiento a la desobediencia de los políticos catalanes, todas son acciones propias de los nazis. Confirma que cuando comparábamos a los CDR catalanes con las SA no se trataba de une exabrupto. Es un movimiento que se ve venir desde hace años y que está alcanzando el punto culminante y que, como se puede prever y temer, podría acabar con la creación de algún grupo terrorista del que hubo un conato hace algún tiempo cuando la policía desarticuló un grupo independentista que manejaba explosivos. El acoso al niño de Cataluña y su familia ha contado con el silencio cómplice de todas las instituciones públicas controladas por el poder político, con las únicas excepciones de Ciudadanos, PP y Vox. Y ha contado con la connivencia obvia de los aparatos de propaganda del régimen, públicos y privados. Ni más ni menos que lo que vemos en las películas ocurría poco antes de la Noche de los Cristales Rotos. Hemos visto marchas con antorchas convocadas por los CDR en una iconografía que recuerda poderosamente a la Alemania nazi. Aún así, en algunos medios daba la impresión de que la familia del niño fuera la culpable, lo que es lo mismo que acusar a los judíos de acosar a los nazis. No extraña que ésta sea su "verdad" cuando presumen de tener perros que huelen a los españoles.
Pero no sólo ocurre en Cataluña. Viene ocurriendo en el País Vasco desde hace décadas, aunque ahora se intente ocultar la verdad de los crímenes de ETA y de los cómplices de ETA, incluidos los que sólo recogían las nueces. ¿No era nazismo lo que veíamos en ese lugar de Ven y cuéntalo?
Los homenajes a los asesinos etarras están al orden del día con la complicidad evidente del Gobierno e incluso hoy alguien de ese entorno ha afirmado que tales homenajes son compatibles con el respeto a las víctimas. Que Bildu es demócrata es el mismo sórdido sarcasmo que cuando en la novela 1984 se inculca a la población que la paz es la guerra. Nadie en su sano juicio ha dudado nunca que Bildu es la continuación política de ETA, pero si alguien tenía alguna duda el nombramiento de varios jefes militares de ETA en la cúpula de Bildu deberá desterrarla.
Díaz Ayuso acaba de recibir amenazas que la advierten de que acabará en una cuneta. Antes de las elecciones de mayo la izquierda y el Gobierno se inventaron supuestos atentados (de bandera falsa) en los cuales eran objeto de ataques por la derecha fascista. Pura propaganda soviética y nazi. Es cuestión de tiempo que se promulgue un decreto ley con una nueva ley de neolengua que destierre conceptos como verdad, libertad o responsabilidad.
Si los hechos anteriores no fueran suficiente, volvamos la vista a algunas leyes de este Gobierno, (sin olvidar que gobierna a golpe de decreto ley, despreciando la labor parlamentaria). Desde las "Cortes constituyentes" que anunció el anterior ministro de in-Justicia sin encomendarse al pueblo español y que dejaba de disimular la voladura de la Constitución de 1978, a la Ley Celaá que no tiene otro objeto que fabricar ignorantes irredentos en nuestras escuelas e institutos (las universidades de humanidades ya escupen desde hace tiempo hordas de graduados ignorantes, pero muy progresistas), a la Ley de Seguridad Ciudadana que permite la violencia callejera, patrimonio propio de la izquierda, como medio de control social y asalto al poder (como en las elecciones de 2004) y, como ha advertido hace unos días la fasionaria, amenazando con incendiar las calles si llega al poder el PP. De ese modo, podrían volver a reinar en el caos. Y los únicos que ganan en el caos son los violentos. Ya no esconden su verdadera naturaleza. La ley de Memoria a-histórica es puro Orwell, consiste en destruir la verdad del pasado y recrearla al gusto del poder, tal y como hacía la Unión Soviética borrando de las fotos a los antiguos líderes que luego enviaba al matadero. En el mismo sentido viene de camino otra ley, muy parecida a la chavista venezolana, de Seguridad Nacional, mediante la cual podrán ordenar la movilización de los ciudadanos y la confiscación y puesta a su disposición de los bienes privados cuando así lo estime oportuno el poder político en función del "interés nacional", interés que lógicamente lo determinarán estos políticos. Ya hemos tenido algunos ejemplos de confiscación durante los primeros tiempos de la pandemia, cuando algunas empresas privadas consiguieron material médico con más diligencia que los ineptos de nuestros políticos y les fue arrebatado por la policía. No sabemos cuántas vidas pudieron haberse salvado si esas empresas y otras hubieran podido adquirir el material por su cuenta, pero la muerte de los demás no importa al poder nacionalsocialista.
Y la indi-gestión de la pandemia que ha realizado nuestro Gobierno es un buen ejemplo de ello. Primero retrasó las medidas que debían adoptarse para mantener su agenda política del 8 de marzo, a pesar de los informes de Seguridad Nacional y de informes internos del Ministerio de Trabajo, como ha reconocido hace poco la inefable e "histórica" ministra del ramo. Sería interesante hacer algún estudio que mostrase las cifras de contagiados, de enfermos y de vidas que se podrían haber ahorrado de haber tomado medidas sólo dos o tres semanas antes. Y la menor ruina económica que pudo derivarse si, a consecuencia de tomar las medidas antes, se hubieran evitado los cierres radicales (cierres que tampoco han contribuido a mejorar las cifras, ya que ostentamos las peores cifras reales de muertes del mundo occidental). Asumieron el mando único y cuando se demostró que eran incapaces de evitar la escabechina pasaron a la estrategia contraria: lavarse las manos como Pilatos y dejarlo todo en manos de las comunidades autónomas, a las que en un principio habían apartado. Por supuesto, no se cerró ni controló Barajas, la mayor puerta de entrada de contagios durante todas las olas. Del mismo modo que también se retrasó deliberadamente el control de la última cepa sudafricana en Barajas esperando que introdujera nuevas oleadas de contagios. Decisión deliberada porque el Gobierno, tras el primer impacto de la pandemia, comprobó que podían controlar propagandísticamente a un pueblo domesticado como el español y que le era mucho más rentable políticamente que la situación de contagios, cierres y ruinas continuara. Sólo el lenitivo de la resistencia del Gobierno de la comunidad autónoma de Madrid palió los nefastos resultados de estas acciones y enfrentó las políticas estatales con su némesis a los ojos de todos.
Empobrecimiento y muerte son signos de cualquier Gobierno nacionalsocialista que se precie. No sólo es socio de los herederos de los criminales sino que ya ostenta su propio record de mortalidad al que le puso el epitafio de una ceremonia pagana al estilo nazi con círculos y fuego. Desde entonces, las cifras reales de contagios y muertes no son más que frías estadísticas sin calor humano gracias a la propaganda del régimen. Construcción y agrandamiento del poder sobre la muerte, como han hecho todos los caciques nacionalsocialistas de la historia.
Como Hitler y Chaves, están utilizando la democracia para acabar con la democracia. Son fascistas que acusan a los demás de fascistas, del pecado que ellos cometen. Fascistas que no quieren reconocer que lo son, que piensan, actúan y se comportan como fascistas. Nos quieren dóciles y sometidos, por lo visto somos demasiado ricos para ellos y debemos empobrecernos para estar más necesitados de su miserable piedad estatal. Quieren que la sociedad de los vivos deje pase así a una sociedad de los muertos como la que describe Camus en La Peste, una suerte de mundo in-feliz en el que todo el mundo será dócil y agradecido. El socialismo es la cultura de la tristeza y de la muerte: prohibiciones, regulaciones, muerte de la espontaneidad (que exige libertad), muerte de la vida libre, la única que es vida. Vida que no puede entenderse sin la duda, esa que pretenden abolir desde la pureza ideológica de las lacras del socialismo y del nacionalismo, auténticas sectas que exigen la opresión al diferente y el encefalograma plano necesario para compartir sus argumentos. Por eso nos torturan con las desgracias, con el empobrecimiento y con ese gran aliado de todos los abusos que ha sido la pandemia, en la cual se estigmatiza al no vacunado o a todo el que pretende arrojar un punto de vista diferente y denunciar los abusos, muchas veces inútiles incluso desde el punto de vista médico. La tortura, física (mayor pobreza) y psicológica (propaganda) proseguirán hasta demoler lo humano para dejar una cáscara vacía, sólo llena del serrín socialista, pero sin pensamientos propios, sin subjetividad, sin emociones que no sean meros actos reflejos condicionados y aprendidos... es decir, un no humano, el que pretende imponer la cultura woke, intentando mantenernos siempre sometidos a la tensión de no poder hablar para no vulnerar lo políticamente correcto y la hipersensible pose de los colectivos del victimismo.
Sánchez, Iglesias y Díaz son ejemplos perfectos de los endemoniados de Dostoievski, los precursores del terror.
Es posible que usted no esté de acuerdo con algunas o muchas de las cosas que se han expuesto más arriba. Pero basta con que sea correcta una parte mínima de tales afirmaciones para demostrar lo que pretendía y se inició en el anterior artículo: que estamos en presencia de un movimiento conjunto de carácter nacionalsocialista en la España de 2022, que esa verdad incómoda se disimula y que nada de lo que está ocurriendo es casualidad.
Winston Galt es escritor, autor de la novela de culto Frío Monstruo