Gordejuela y Ochandiano contra el Aberri Eguna (I)
La histórica denominación del municipio de Gordejuela, en plenas Encartaciones vizcaínas y lindando con Las Merindades de Burgos, ha sufrido, como otras tantas localidades vascas, la afrenta de su redenominación por un término que nunca sabremos si lo tuvo o no en su historia, pero que los redenominadores euscaldunes actuales, auténticos comisarios políticos del eusquera, suponen que tendría o habría tenido, porque no hay documento que lo demuestre. El caso es que el investigador del eusquera Alfonso Irigoyen, en un estudio de 1978, dijo que el municipio de Gordejuela se habría llamado en el pasado Gordoxola, lo cual fue aceptado por Euskaltzaindia en dictamen del 7 de enero de 1983. Pero luego, según el responsable de toponimia de esta institución y autor del Nomenclátor de apellidos vascos que tanto manejamos en esta serie –Mikel Gorrotxategi Nieto– lo que pasó fue que el ayuntamiento de Gordejuela desestimó el nombre Gordoxola y puso Gordexola: “Gordexola es una forma evidentemente incorrecta –la documentada y propuesta por la Real Academia de la Lengua Vasca es Gordoxola– que desafortunadamente el ayuntamiento aprobó, seguramente por haber sido esta la usada en la Guerra Civil por las tropas nacionalistas vascas en el Gobierno”.
El acuerdo del Ayuntamiento para redenominar el municipio fue el 20 de junio de 1983. Hubo elecciones municipales el 8 de mayo de 1983 y de allí salió la corporación que cambió el nombre. Veamos su composición: 7 concejales del PNV y 2 de AP.
Llama la atención, una vez más, la ignorancia acerca de los escritos de Sabino Arana y de la influencia que estos tuvieron en el primer nacionalismo vasco. Gorrotxategi Nieto dice que Gordexola era “seguramente” la denominación “usada en la Guerra Civil por las tropas nacionalistas en el Gobierno”. Pero lo que no sabe, o no nos quiere decir, es que Gordexola en realidad procede directamente de Sabino Arana, que denomina así a Gordejuela en su primer libro Bizkaya por su independencia (ver página 115 y siguientes de sus Obras Completas, edición de 1980). Y esa es la razón por la que en la Guerra Civil hubo un batallón del Eusko Gudarostea (ejército vasco) llamado precisamente así, Batallón Gordexola, del que la enciclopedia Auñamendi nos dice lo siguiente: “Batallón Gordexola: Nombre de un batallón nacionalista del Ejército de Euzkadi en la guerra de 1936-1939. Se formó con jóvenes nacionalistas de la margen izquierda del Nervión, siendo su base la compañía Elgezabal. Entre sus componentes había una mayoría de baracaldeses y estaba mandado por el comandante Luis Urcullu”.
Por tanto, está claro que Gordejuela se llama oficialmente desde 1983 Gordexola por influencia directa de Sabino Arana Goiri. ¿De dónde se sacó esta denominación el fundador del nacionalismo vasco? De momento ahí está el dato hasta ahora desconocido o por lo menos no revelado, ni siquiera por la propia Euskaltzaindia, en relación con el nombre de Gordexola, de que todo procede de Sabino Arana.
Como comenta el estudioso de la toponimia de Encartaciones, Txomin Etxebarria, en su libro Euskaltzaindia y la toponimia inventada o alterada de Las Encartaciones (2021), en su página 39: “Sabino Arana, sin dar ninguna clase de explicaciones de por qué Gordejuela es un nombre euskérico, cuando hace referencia al nombre euskérico de este municipio escribe «Gordexola». Nunca habíamos visto, antes, esta forma «Gordexola», por lo que es posible que Sabino Arana sea el inventor de «Gordexola».”
La batalla de Gordexola, como la denomina Sabino Arana en su libro Bizkaya por su independencia, es una perfecta tergiversación de lo que en realidad ocurrió en aquella localidad encartada en el siglo XIV. Lo mismo que fue una invención el episodio de la conversión de Sabino Arana al nacionalismo, datado por él mismo en 1882 y en base al cual el nacionalismo vasco celebra cada Domingo de Resurrección, desde 1932 hasta hoy, el Aberri Eguna. Cuesta encontrar algo que no sea mentira en toda esta historia del nacionalismo vasco. No me voy a ocupar ahora de mi estudio sobre la invención del Aberri Eguna y sobre la perfecta patraña en la que se basa. En Internet se pueden consultar mis trabajos al respecto, que ya he agrupado también en un libro de próxima publicación por La Tribuna del País Vasco Ediciones.
Solo voy a realizar aquí la crítica a esa descripción de la batalla de Gordejuela que hace Sabino Arana en su libro y que se puede estudiar conjuntamente con la de Ochandiano (en próximas entregas nos ocuparemos también de la conversión del Ochandiano histórico en el Otxandio nacionalista actual).
Aunque a las batallas de Gordejuela y Ochandiano Arana les concede singularidad apartada una de la otra, ocurrieron con muy poca distancia cronológica entre ellas, durante el año 1355. El siempre carlista Arístides de Artiñano, a quien tanto sigue Sabino Arana, apenas les dedica un pequeño párrafo: “Mandó el Rey [se refiere a D. Pedro I] a D. Juan de la Cerda a apoderarse de Santa Gadea y hacer cruda guerra a Bizcaya, donde intentó penetrar por dos veces, siendo en ambas duramente escarmentado en Gordejuela y en Ochandiano por los bizcainos al mando de D. Tello y de D. Juan de Abendaño” (Arístides de Artiñano: El Señorío de Bizcaya histórico y foral, Barcelona, La Peninsular, 1885, p. 79). Este texto de Artiñano es casi copia literal de su referente Pedro Novia de Salcedo, quien al respecto dice casi exactamente lo mismo: “mandó [se refiere a Pedro I] a D. Juan de la Cerda que tomando a Santa Gadea, que también le pertenecía, hiciese cruda guerra al señorío. Verificolo D. Juan haciendo el mismo año de 1355 dos entradas en Vizcaya, una por Gordejuela y otra por Ochandiano, y en una y en otra fue completamente destrozado por los vizcaínos acaudillados de D. Tello y de Juan de Abendaño” (Pedro Novia de Salcedo, Defensa histórica del Señorío de Vizcaya y de las provincias de Álava y Guipúzcoa, Bilbao, Delmas, 1851, tomo II, p. 290).
Marichalar y Manrique, en cambio, sí le dan a Sabino Arana motivos para elegir Gordejuela y Ochandiano como ejemplos de batallas libradas por la independencia de Bizkaia: “Firme D. Pedro en quitar a D. Tello el señorío, puso sus tropas a las órdenes del infante D. Juan, quien intentó penetrar en el señorío el año 1355 por Gordejuela y Ochandiano, pero sufrió dos terribles descalabros que le causaron los vizcaínos al mando de D. Tello y de D. Juan de Avendaño. La leva general de gente que entonces se hizo en Vizcaya, y el haber acudido todos los habitantes a la voz y en defensa de su señor contra el rey don Pedro, y cuando el señor no era el propietario, sino que disfrutaba del señorío por razón del matrimonio, es la demostración más evidente de la independencia de Vizcaya, porque sigue resueltamente la causa del señor y desobedece y opone sus armas a las del rey, que para los vizcaínos en el caso actual era autoridad tan extraña como pudiera el de Francia o Inglaterra”. (Amalio Marichalar y Cayetano Manrique: Historia de la legislación y recitaciones del derecho civil de España, 2ª edic. correg. y aum., Madrid 1868, p. 261).
No obstante, si pensamos en lo que significaron esas batallas, en los personajes principales que intervinieron en ellas y, sobre todo, en lo que ocurrió a posteriori de las mismas, la verdad es que la actuación de una Bizkaya por su supuesta independencia, tal como lo imaginaba (o quería imaginar) Sabino Arana, queda bastante en entredicho, por no decir carente de sentido completamente. Hasta el propio fundador del nacionalismo vasco tiene que reconocer en un momento dado que las cosas no estaban tan claras al respecto. Y es que si Vizcaya luchaba por su independencia en función de los señores que regían sus destinos en cada momento, el error de principio, como se lamenta Arana, estaba en la propia institución del Señor. ¿Por qué entonces el fundador del nacionalismo vasco celebra las victorias de Gordejuela y Ochandiano como victorias de los bizkainos [así lo escribe él] sobre los españoles, si están dirigidas desde el principio por los tales señores?
En efecto, para el fundador del nacionalismo vasco, Vizcaya había errado en su actuación durante ¡diez siglos seguidos! Digo diez siglos porque es lo que nos sale sin contamos desde el principio en 870 con la batalla de Arrigorriaga, hasta el final en el 1876, con la llamada abolición foral. Es decir, nadie había puesto remedio a un mal que, según él, se insertó en Vizcaya desde la propia elección del primer señor: “Si, pues, este estado comenzó a caer al instituirse la forma señorial y no ha habido en el transcurso de diez siglos un conato de regeneración y le hemos visto sepultarse a nuestros pies, incúlpese a quienes, conociendo su historia y sus leyes, nada hicieron por atajar el paso agigantado con que caminaba hacia la muerte” (Obras Completas de Sabino Arana Goiri, 1980: p. 127).
Repárese en que tras las supuestas victorias de los vizcaínos sobre los españoles que relata Sabino Arana en las batallas de Gordejuela y Ochandiano, tenemos el caso de que quien fue derrotado en las mismas, el rey Pedro I, se convierte al cabo de dos años en nuevo señor de Vizcaya. Según nos refiere Labayru, “no se saben qué pactos, ajustes o arreglos mediaron de parte de D. Juan de Abendaño, pero es lo cierto que en 21 de Junio de este año de 1356 se escrituró un compromiso en el que se consignó que si D. Tello y Dª. Juana deserviesen al rey D. Pedro [esto es, que lo traicionasen o atentasen contra su autoridad], los bizcainos tomarían a este por su señor mediante juramento” (Estanislao J. de Labayru, Historia General del Señorío de Bizcaya, tomo II, Bilbao, 1897, p. 375), lo cual se cumplió, efectivamente, a partir de 1358 y hasta 1366 en que el rey Pedro I fue Señor de Vizcaya. Y en 1366 dejó de serlo no porque por parte de los vizcaínos se decidiera tal cosa sino porque, como resultado de la guerra civil en Castilla entre los hermanastros Pedro y Enrique, este último resultó vencedor y nombrado rey en Burgos en 1366, como Enrique II, que a su vez tomo decisiones para alterar el titular del Señorío de Vizcaya, como veremos.
La histórica denominación del municipio de Gordejuela, en plenas Encartaciones vizcaínas y lindando con Las Merindades de Burgos, ha sufrido, como otras tantas localidades vascas, la afrenta de su redenominación por un término que nunca sabremos si lo tuvo o no en su historia, pero que los redenominadores euscaldunes actuales, auténticos comisarios políticos del eusquera, suponen que tendría o habría tenido, porque no hay documento que lo demuestre. El caso es que el investigador del eusquera Alfonso Irigoyen, en un estudio de 1978, dijo que el municipio de Gordejuela se habría llamado en el pasado Gordoxola, lo cual fue aceptado por Euskaltzaindia en dictamen del 7 de enero de 1983. Pero luego, según el responsable de toponimia de esta institución y autor del Nomenclátor de apellidos vascos que tanto manejamos en esta serie –Mikel Gorrotxategi Nieto– lo que pasó fue que el ayuntamiento de Gordejuela desestimó el nombre Gordoxola y puso Gordexola: “Gordexola es una forma evidentemente incorrecta –la documentada y propuesta por la Real Academia de la Lengua Vasca es Gordoxola– que desafortunadamente el ayuntamiento aprobó, seguramente por haber sido esta la usada en la Guerra Civil por las tropas nacionalistas vascas en el Gobierno”.
El acuerdo del Ayuntamiento para redenominar el municipio fue el 20 de junio de 1983. Hubo elecciones municipales el 8 de mayo de 1983 y de allí salió la corporación que cambió el nombre. Veamos su composición: 7 concejales del PNV y 2 de AP.
Llama la atención, una vez más, la ignorancia acerca de los escritos de Sabino Arana y de la influencia que estos tuvieron en el primer nacionalismo vasco. Gorrotxategi Nieto dice que Gordexola era “seguramente” la denominación “usada en la Guerra Civil por las tropas nacionalistas en el Gobierno”. Pero lo que no sabe, o no nos quiere decir, es que Gordexola en realidad procede directamente de Sabino Arana, que denomina así a Gordejuela en su primer libro Bizkaya por su independencia (ver página 115 y siguientes de sus Obras Completas, edición de 1980). Y esa es la razón por la que en la Guerra Civil hubo un batallón del Eusko Gudarostea (ejército vasco) llamado precisamente así, Batallón Gordexola, del que la enciclopedia Auñamendi nos dice lo siguiente: “Batallón Gordexola: Nombre de un batallón nacionalista del Ejército de Euzkadi en la guerra de 1936-1939. Se formó con jóvenes nacionalistas de la margen izquierda del Nervión, siendo su base la compañía Elgezabal. Entre sus componentes había una mayoría de baracaldeses y estaba mandado por el comandante Luis Urcullu”.
Por tanto, está claro que Gordejuela se llama oficialmente desde 1983 Gordexola por influencia directa de Sabino Arana Goiri. ¿De dónde se sacó esta denominación el fundador del nacionalismo vasco? De momento ahí está el dato hasta ahora desconocido o por lo menos no revelado, ni siquiera por la propia Euskaltzaindia, en relación con el nombre de Gordexola, de que todo procede de Sabino Arana.
Como comenta el estudioso de la toponimia de Encartaciones, Txomin Etxebarria, en su libro Euskaltzaindia y la toponimia inventada o alterada de Las Encartaciones (2021), en su página 39: “Sabino Arana, sin dar ninguna clase de explicaciones de por qué Gordejuela es un nombre euskérico, cuando hace referencia al nombre euskérico de este municipio escribe «Gordexola». Nunca habíamos visto, antes, esta forma «Gordexola», por lo que es posible que Sabino Arana sea el inventor de «Gordexola».”
La batalla de Gordexola, como la denomina Sabino Arana en su libro Bizkaya por su independencia, es una perfecta tergiversación de lo que en realidad ocurrió en aquella localidad encartada en el siglo XIV. Lo mismo que fue una invención el episodio de la conversión de Sabino Arana al nacionalismo, datado por él mismo en 1882 y en base al cual el nacionalismo vasco celebra cada Domingo de Resurrección, desde 1932 hasta hoy, el Aberri Eguna. Cuesta encontrar algo que no sea mentira en toda esta historia del nacionalismo vasco. No me voy a ocupar ahora de mi estudio sobre la invención del Aberri Eguna y sobre la perfecta patraña en la que se basa. En Internet se pueden consultar mis trabajos al respecto, que ya he agrupado también en un libro de próxima publicación por La Tribuna del País Vasco Ediciones.
Solo voy a realizar aquí la crítica a esa descripción de la batalla de Gordejuela que hace Sabino Arana en su libro y que se puede estudiar conjuntamente con la de Ochandiano (en próximas entregas nos ocuparemos también de la conversión del Ochandiano histórico en el Otxandio nacionalista actual).
Aunque a las batallas de Gordejuela y Ochandiano Arana les concede singularidad apartada una de la otra, ocurrieron con muy poca distancia cronológica entre ellas, durante el año 1355. El siempre carlista Arístides de Artiñano, a quien tanto sigue Sabino Arana, apenas les dedica un pequeño párrafo: “Mandó el Rey [se refiere a D. Pedro I] a D. Juan de la Cerda a apoderarse de Santa Gadea y hacer cruda guerra a Bizcaya, donde intentó penetrar por dos veces, siendo en ambas duramente escarmentado en Gordejuela y en Ochandiano por los bizcainos al mando de D. Tello y de D. Juan de Abendaño” (Arístides de Artiñano: El Señorío de Bizcaya histórico y foral, Barcelona, La Peninsular, 1885, p. 79). Este texto de Artiñano es casi copia literal de su referente Pedro Novia de Salcedo, quien al respecto dice casi exactamente lo mismo: “mandó [se refiere a Pedro I] a D. Juan de la Cerda que tomando a Santa Gadea, que también le pertenecía, hiciese cruda guerra al señorío. Verificolo D. Juan haciendo el mismo año de 1355 dos entradas en Vizcaya, una por Gordejuela y otra por Ochandiano, y en una y en otra fue completamente destrozado por los vizcaínos acaudillados de D. Tello y de Juan de Abendaño” (Pedro Novia de Salcedo, Defensa histórica del Señorío de Vizcaya y de las provincias de Álava y Guipúzcoa, Bilbao, Delmas, 1851, tomo II, p. 290).
Marichalar y Manrique, en cambio, sí le dan a Sabino Arana motivos para elegir Gordejuela y Ochandiano como ejemplos de batallas libradas por la independencia de Bizkaia: “Firme D. Pedro en quitar a D. Tello el señorío, puso sus tropas a las órdenes del infante D. Juan, quien intentó penetrar en el señorío el año 1355 por Gordejuela y Ochandiano, pero sufrió dos terribles descalabros que le causaron los vizcaínos al mando de D. Tello y de D. Juan de Avendaño. La leva general de gente que entonces se hizo en Vizcaya, y el haber acudido todos los habitantes a la voz y en defensa de su señor contra el rey don Pedro, y cuando el señor no era el propietario, sino que disfrutaba del señorío por razón del matrimonio, es la demostración más evidente de la independencia de Vizcaya, porque sigue resueltamente la causa del señor y desobedece y opone sus armas a las del rey, que para los vizcaínos en el caso actual era autoridad tan extraña como pudiera el de Francia o Inglaterra”. (Amalio Marichalar y Cayetano Manrique: Historia de la legislación y recitaciones del derecho civil de España, 2ª edic. correg. y aum., Madrid 1868, p. 261).
No obstante, si pensamos en lo que significaron esas batallas, en los personajes principales que intervinieron en ellas y, sobre todo, en lo que ocurrió a posteriori de las mismas, la verdad es que la actuación de una Bizkaya por su supuesta independencia, tal como lo imaginaba (o quería imaginar) Sabino Arana, queda bastante en entredicho, por no decir carente de sentido completamente. Hasta el propio fundador del nacionalismo vasco tiene que reconocer en un momento dado que las cosas no estaban tan claras al respecto. Y es que si Vizcaya luchaba por su independencia en función de los señores que regían sus destinos en cada momento, el error de principio, como se lamenta Arana, estaba en la propia institución del Señor. ¿Por qué entonces el fundador del nacionalismo vasco celebra las victorias de Gordejuela y Ochandiano como victorias de los bizkainos [así lo escribe él] sobre los españoles, si están dirigidas desde el principio por los tales señores?
En efecto, para el fundador del nacionalismo vasco, Vizcaya había errado en su actuación durante ¡diez siglos seguidos! Digo diez siglos porque es lo que nos sale sin contamos desde el principio en 870 con la batalla de Arrigorriaga, hasta el final en el 1876, con la llamada abolición foral. Es decir, nadie había puesto remedio a un mal que, según él, se insertó en Vizcaya desde la propia elección del primer señor: “Si, pues, este estado comenzó a caer al instituirse la forma señorial y no ha habido en el transcurso de diez siglos un conato de regeneración y le hemos visto sepultarse a nuestros pies, incúlpese a quienes, conociendo su historia y sus leyes, nada hicieron por atajar el paso agigantado con que caminaba hacia la muerte” (Obras Completas de Sabino Arana Goiri, 1980: p. 127).
Repárese en que tras las supuestas victorias de los vizcaínos sobre los españoles que relata Sabino Arana en las batallas de Gordejuela y Ochandiano, tenemos el caso de que quien fue derrotado en las mismas, el rey Pedro I, se convierte al cabo de dos años en nuevo señor de Vizcaya. Según nos refiere Labayru, “no se saben qué pactos, ajustes o arreglos mediaron de parte de D. Juan de Abendaño, pero es lo cierto que en 21 de Junio de este año de 1356 se escrituró un compromiso en el que se consignó que si D. Tello y Dª. Juana deserviesen al rey D. Pedro [esto es, que lo traicionasen o atentasen contra su autoridad], los bizcainos tomarían a este por su señor mediante juramento” (Estanislao J. de Labayru, Historia General del Señorío de Bizcaya, tomo II, Bilbao, 1897, p. 375), lo cual se cumplió, efectivamente, a partir de 1358 y hasta 1366 en que el rey Pedro I fue Señor de Vizcaya. Y en 1366 dejó de serlo no porque por parte de los vizcaínos se decidiera tal cosa sino porque, como resultado de la guerra civil en Castilla entre los hermanastros Pedro y Enrique, este último resultó vencedor y nombrado rey en Burgos en 1366, como Enrique II, que a su vez tomo decisiones para alterar el titular del Señorío de Vizcaya, como veremos.