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Carlos X. Blanco
Lunes, 17 de Octubre de 2022 Tiempo de lectura:

Soberanismo español frente al Régimen del 78

[Img #23032]Hay un libro que todo soberanista español debería conocer: Soberanía o Servidumbre: La globalización del siglo XXI. Está escrito con agilidad, casi con urgencia, urdido a empellones como entre trincheras y silbidos de bala. Es el libro de un combatiente que no se para en formas, sino de quien va a la carga y proclama grandes verdades y le corre prisa al hacerlo. En el interior leemos que, en cuanto al autor, se trata de un abogado gallego, doctor en Ciencias Políticas. Tras su nombre, Álvaro Rodríguez Núñez, el curioso lector descubre que es un especialista en Gonzalo Fernández de la Mora, el gran pensador español del franquismo tardío y del posfranquismo conservador, el insigne crítico con la deriva partitocrática y centrífuga de la España del Régimen del 78. También Álvaro es un estudioso del galleguismo, de la globalización y de varios temas más. En Letras Inquietas presenta ahora un texto combativo, sin duda.

 

Me atrevo a afirmar que este libro completa y da nuevos enfoques al mío, La insubordinación de España, otro breve texto de la misma editorial donde denuncio la situación colonizada del Reino de España, subordinación y abandono de la soberanía que dieron su inicio en 1978. Las élites postfranquistas amañaron la conversión de nuestro Estado en un régimen corrupto, demoliberal, partitocrático, un régimen traidor al pueblo, a la historia y a los valores tradicionales. Para que tamaña conversión de España en un protectorado y en una colonia de los Estados Unidos, de la Unión Europea (Francia y Alemania) e incluso de Marruecos fueran hechos consumados, por más que increíbles en la novena potencia mundial que era España en aquel momento, resultaba necesario que los conciliábulos comenzaran a actuar, y lo hicieran ya en plena vida del Caudillo. En Alemania y en el Pentágono se prepararon fondos económicos para torcer los destinos patrios y se cooptó a una serie de importantes figuras de la cultura, la universidad, la política, etc. El atentado contra el Almirante Carrero, hombre fuerte de Franco y más que posible sucesor, fue un elemento crucial para modificar las trayectorias políticas e imponer una única Transición: el giro, difícilmente creíble sin el apoyo anglosajón y alemán, hacia un régimen de partidos de tipo demoliberal, lo cual es como decir el giro hacia un sistema plutocrático.

 

El siguiente personaje clave para la imposición del sistema neoliberal en España y su sometimiento económico y político, fue Felipe González. Este individuo fue el causante de la mutilación industrial y agraria de España. A partir de su neoliberalismo feroz, España quedó emasculada, imposibilitada completamente a la hora de reproducir sus esquemas productivos agroindustriales. Por medio del soborno a una parte importante de los sindicatos y con el uso y abuso de la fuerza policial, las industrias españolas fueron cayendo –privatizadas, malvendidas al extranjero, disueltas- y el campo se abandonó, todo ello para mayor beneficio de nuestros “socios” –léase competidores- europeos.

 

La sociedad española se “politizó” en el peor sentido de la palabra. Estupefactos, vimos cómo a partir de los años 80 se empezó a hablar de jueces o incluso militares “progresistas” y “conservadores”. Hasta los profesores de los institutos o los bedeles y equipos de limpieza de hospitales y colegios se agruparon bajo la imbécil dicotomía del azul y del rojo. Los partidos políticos vampirizaron la vida civil, se metieron en todas partes. Ellos, y sus prolongaciones sindicales o culturales (y después, las oenegés) metieron sus narices hasta en el más nimio engranaje de la vida ciudadana. El país se llenó de espías, internos y externos. Los espías internos eran –y son- recolectores nativos de información, fisgones que atesoran datos sobre cada uno de los funcionarios o personas señaladas, información “que algún día se podrá utilizar”. Pero también hay espías externos, dispuestos a censar en España a “pro-rusos”, “islamófobos”, “euroescépticos”, etc.

 

Los partidos se infiltraron en el pueblo español y se dedicaron a reagrupar bandos, cuando este pueblo ya había olvidado la guerra y había avanzado por sí mismo hacia una definitiva reconciliación nacional. Pero, erre que erre, los partidos se dedicaron a cizañar y a reabrir heridas. No pararon –hasta aburrir– con el tema de los caídos en la contienda y en la represión; no se callaron con el asunto de la tumba de Franco y dieron, y dan, la matraca de manera incansable con la “Memoria”. Una serie de leyes inútiles y de cortinas de humo –humo estupefaciente y pseudohistórico- han sido los mecanismos de los partidos del Régimen del 78, destinados a ocultar la completa y vergonzosa sumisión de la patria a Bruselas y a Washington (sin olvidar Rabat). Mientras los españoles nos empobrecíamos, mientras arrancaban de raíz las posibilidades de que nuestros hijos y nietos fueran personas dignas que tuvieran posibilidad de un trabajo productivo, mientras se malvendía todo el patrimonio del INI (Instituto Nacional de Industria) para regalárselo a amiguetes y a extranjeros, los partidos del Régimen del 78 se enzarzaban en una demogresca estúpida imprecándose con temas que no llevaban a ninguna parte, salvo a la división.

 

Toda la temática de la demogresca (he copiado el término a Juan Manuel de Prada) ha sido propuesta y diseñada por el globalismo con el fin de que en España nunca hagamos nada productivo políticamente hablando, diseñada con el fin de tenernos para siempre atados de pie y manos, sometidos a una parálisis que impida una respuesta soberanista. He mencionado la “Memoria” (primero “histórica”, ahora “democrática”), pero a esta cortina inmensa de humo paralizante y castrante, hay que sumar el feminismo radical, primero, la ideología de género, después, y ahora ya, finalmente, todo el transhumanismo y antihumanismo de la ideología arcoíris, la ideología que dice defender un porcentaje inferior al 1% de los españoles, pero que arrolla brutalmente a los 3 ó 4 millones de parados sin futuro, a los 9 ó 10 millones de españoles caídos en la pobreza. Y los que están por venir... De entre los partidos, han destacado especialmente los de izquierda a la hora de fabricar y propagar majaderías transhumanistas, pseudohistóricas, animalistas, etc. , aunque los azulitos nunca han dejado de colaborar y apuntalar el Régimen del 78: pero no se olvide nunca el propósito que tanto le interesa a nuestros “socios” (Estados Unidos, Unión Europea, Reino de Marruecos), y de quienes los partidos son sus lacayos: tenernos divididos. Que nos ahoguemos en sangre propia, mientras la sangre no vertida nos la beben ellos, los vampiros anti-españoles. Los partidos del Régimen del 78, sean rojillos, violetas o azulitos, arcoíris o maurófilos, sionistas u otanistas, bolivarianos... todos sin excepción son empleados de nuestros “socios” que mandan en Bruselas y en el Pentágono.

 

Contra la ingeniería social en marcha, es de todo punto imprescindible que los españoles críticos nos burlemos con olímpica carcajada de todas las necedades diseñadas para crear cizaña y tenernos divididos, sometidos, envueltos en un clima de perpetuo “guerracivilismo”. Es fundamental crear asociaciones distintas a los partidos en cuyo seno los debates sean completamente diferentes a los que nos vienen marcados por el dólar, el euro, el petrodólar o la mezquita. La nación precisa de otro liderazgo, de unas nuevas y enérgicas élites que rompan por completo con el modelo partitocrático, tan bien analizado por Fernández de la Mora, antes, o por Álvaro Rodríguez, hoy, nuestro autor de Soberanía o Servidumbre. Está claro que así no podemos seguir. No se sostiene un país con esta clase política tan chabacana, mendaz, corrupta, mal preparada, como dice el autor. Quizá haya que empezar por articular un amplio y sólido frente cultural de donde surjan otros líderes y otras voces que, lejos de aspirar a un acta que les dé de comer y les engorde la cuenta corriente, aspiren honrada y sencillamente a una recuperación soberanista de España.

 

Álvaro Rodríguez Núñez: Soberanía o servidumbre: La glebalización del siglo XXI. Letras Inquietas (Julio de 2022)

 

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