Asesinato de Lola en París
Laurent Obertone: “Si no hacemos nada ahora, no lo haremos nunca”
![[Img #23043]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2022/5889_screenshot-2022-10-19-at-11-12-03-laurent-obertone-leffondrement-qui-vient-fera-mal.png)
Mientras se multiplican las sórdidas revelaciones sobre el asesinato de Lola, en París, este fin de semana, el escritor Laurent Obertone, autor de Guérilla (Editorial Magnus), ve en este asunto la última posibilidad para que Francia tome conciencia de la amenaza a la que se enfrenta el país. En un artículo publicado en la revista gala Valeurs Actuelles, el también autor de La France Mechanical Orange advierte: “Si no hacemos nada ahora, no lo haremos nunca”.
La Tribuna del País Vasco publica algunos de los extractos más destacados del texto de Obertone.
“Estamos en Francia y nada debería haber perturbado las habituales noticias ‘sociales’ de la actual vuelta al cole. Ni siquiera ese instituto de Nanterre que lleva una semana liderando una guerra de guerrillas abierta para imponer el uso de la ropa islámica, un movimiento que parece abocado a extenderse. Ni siquiera la pronta liberación del atacante de un joven marinero, que ha resultado inválido de por vida. Ni siquiera esa mujer de Nantes a la que mataron a puñaladas camino al trabajo. Ni siquiera ese ‘vecino vigilante’ que quiso impedir un robo, en Pornic, y que fue masacrado a cuchilladas por dos matones ‘ya conocidos’, ‘impulsivos y muy violentos’ (Le Parisien, 17 de octubre)”…
(…)
“Y luego estaba Lola. Una niña de doce años, secuestrada, violada, torturada y masacrada por un ciudadano argelino, que había sido obligado a abandonar el territorio francés. ‘La agarré del pelo’, dijo bajo custodia policial. ‘Puse su cabeza entre mis piernas […], tuve un orgasmo’. Luego relató que se tomó un café y escuchó música, antes de apuñalar el cuerpo con un cuchillo, beber su sangre y abandonarlo en un baúl de plástico, con la ayuda de un cómplice que ya está en libertad”.
(…)
“La indignación siempre me parece sospechosa. Demasiado pública para ser honesta. Interesada. Pero no es indignación lo que queremos, lo que vemos, lo que sentimos, tampoco odio (…) El sentido común se está quedando sin paciencia. Porque si no se hace nada ahora, nunca se hará nada. La negación de lo que ocurre a nuestro alrededor se ha prolongado durante demasiado tiempo. Ciento veinte puñaladas al día, y en las pantallas y en los mandos del país, continúan los mismos fanáticos de la convivencia. Prefiriendo ver a las víctimas amontonarse. O más bien, prefiriendo no verlas. (…) Hay un volteo completo de lo real. Y para ello están las prohibiciones ‘antirracistas’, persiguiendo con su infamia a quien cuente los hechos y no se doblegue al dogma (…) Nos niegan, quieren negar a Lola. No les des más ese poder. Lola murió amordazada. El menor de nuestros deberes es dejar de callar. Los bastardos no son quienes quieren aplicar la ley, denunciar los crímenes y ponerse a salvo a los bárbaros. Los cabrones son los que permiten esto, y lo siguen permitiendo, tratando de impedir incluso que lo denunciemos. Ellos están bien escondidos en su indiferencia y en sus amenazas que llaman bondad, lavándose las manos de estas víctimas condenadas al olvido, sacrificadas a su culto. ¿Dónde están los arrodillamientos, las velas, las actuaciones, el lanzamiento de globos? ¿Dónde están los foros y las peticiones, los proyectos de ley, los discursos serios y estirados? ¿Dónde están las celebridades comprometidas y los mechones de pelo cortados? A ellos, esto no les importa. Nos niegan, quieren negar a Lola. No les des más ese poder. Si hacen y deshacen a sus anchas es porque los principales medios de comunicación son en gran medida una expresión de su mezquina superioridad moral, no de sentido común (…) Pero finalmente podemos recuperar nuestra existencia, encarnar una presión saludable, imponernos en las pantallas, imponernos a estos políticos, imponernos a décadas de negación. Lo debemos. Lola está muerta, como tantos otros, y la verdad permanece: millones de inmigrantes están en nuestro suelo, en contra de la voluntad del pueblo francés. Entre ellos hay cientos de miles de inmigrantes ilegales. ¿Por qué? Decenas de miles de ellos están sujetos a obligaciones de salida del territorio (OQTF). Se emiten casi trescientas al día. Se ejecutan menos del 10%”.
(…)
“Es hora de contraatacar. Para despedir a los censores de nuestras vidas. Para finalmente dar visibilidad a este lugar tribal de muerte que llamamos ‘convivencia’, para dar visibilidad a estas miles de víctimas diarias, a este país tan fragmentado que ya no tiene nada de nación, y que se ha convertido en un infierno bajo las cámaras de seguridad. Es hora de devolver los medios a la ciudadanía y a la realidad, liberándolos de sus ayudas y subvenciones. Es hora de revertir completamente el rumbo de esta inmigración delirante, la única forma de reparar nuestro capital social y salvar nuestra sociedad. (…) Es hora de deportar a estos miles de extranjeros condenados. Es hora de revisar nuestros acuerdos de inmigración, en particular con Argelia, para denunciar de paso cualquier tratado que nos impida controlar la inmigración y deportar a los indeseables. Eso sería un buen comienzo. De nosotros depende que esto sea solo el comienzo. Una movilización masiva debe tener lugar (…) Una niña de doce años ha sido asesinada, mártir de la barbarie ordinaria, con la bendición de nuestra pasividad y con la complicidad de nuestras alocadas convicciones”.
Mientras se multiplican las sórdidas revelaciones sobre el asesinato de Lola, en París, este fin de semana, el escritor Laurent Obertone, autor de Guérilla (Editorial Magnus), ve en este asunto la última posibilidad para que Francia tome conciencia de la amenaza a la que se enfrenta el país. En un artículo publicado en la revista gala Valeurs Actuelles, el también autor de La France Mechanical Orange advierte: “Si no hacemos nada ahora, no lo haremos nunca”.
La Tribuna del País Vasco publica algunos de los extractos más destacados del texto de Obertone.
“Estamos en Francia y nada debería haber perturbado las habituales noticias ‘sociales’ de la actual vuelta al cole. Ni siquiera ese instituto de Nanterre que lleva una semana liderando una guerra de guerrillas abierta para imponer el uso de la ropa islámica, un movimiento que parece abocado a extenderse. Ni siquiera la pronta liberación del atacante de un joven marinero, que ha resultado inválido de por vida. Ni siquiera esa mujer de Nantes a la que mataron a puñaladas camino al trabajo. Ni siquiera ese ‘vecino vigilante’ que quiso impedir un robo, en Pornic, y que fue masacrado a cuchilladas por dos matones ‘ya conocidos’, ‘impulsivos y muy violentos’ (Le Parisien, 17 de octubre)”…
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“Y luego estaba Lola. Una niña de doce años, secuestrada, violada, torturada y masacrada por un ciudadano argelino, que había sido obligado a abandonar el territorio francés. ‘La agarré del pelo’, dijo bajo custodia policial. ‘Puse su cabeza entre mis piernas […], tuve un orgasmo’. Luego relató que se tomó un café y escuchó música, antes de apuñalar el cuerpo con un cuchillo, beber su sangre y abandonarlo en un baúl de plástico, con la ayuda de un cómplice que ya está en libertad”.
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“La indignación siempre me parece sospechosa. Demasiado pública para ser honesta. Interesada. Pero no es indignación lo que queremos, lo que vemos, lo que sentimos, tampoco odio (…) El sentido común se está quedando sin paciencia. Porque si no se hace nada ahora, nunca se hará nada. La negación de lo que ocurre a nuestro alrededor se ha prolongado durante demasiado tiempo. Ciento veinte puñaladas al día, y en las pantallas y en los mandos del país, continúan los mismos fanáticos de la convivencia. Prefiriendo ver a las víctimas amontonarse. O más bien, prefiriendo no verlas. (…) Hay un volteo completo de lo real. Y para ello están las prohibiciones ‘antirracistas’, persiguiendo con su infamia a quien cuente los hechos y no se doblegue al dogma (…) Nos niegan, quieren negar a Lola. No les des más ese poder. Lola murió amordazada. El menor de nuestros deberes es dejar de callar. Los bastardos no son quienes quieren aplicar la ley, denunciar los crímenes y ponerse a salvo a los bárbaros. Los cabrones son los que permiten esto, y lo siguen permitiendo, tratando de impedir incluso que lo denunciemos. Ellos están bien escondidos en su indiferencia y en sus amenazas que llaman bondad, lavándose las manos de estas víctimas condenadas al olvido, sacrificadas a su culto. ¿Dónde están los arrodillamientos, las velas, las actuaciones, el lanzamiento de globos? ¿Dónde están los foros y las peticiones, los proyectos de ley, los discursos serios y estirados? ¿Dónde están las celebridades comprometidas y los mechones de pelo cortados? A ellos, esto no les importa. Nos niegan, quieren negar a Lola. No les des más ese poder. Si hacen y deshacen a sus anchas es porque los principales medios de comunicación son en gran medida una expresión de su mezquina superioridad moral, no de sentido común (…) Pero finalmente podemos recuperar nuestra existencia, encarnar una presión saludable, imponernos en las pantallas, imponernos a estos políticos, imponernos a décadas de negación. Lo debemos. Lola está muerta, como tantos otros, y la verdad permanece: millones de inmigrantes están en nuestro suelo, en contra de la voluntad del pueblo francés. Entre ellos hay cientos de miles de inmigrantes ilegales. ¿Por qué? Decenas de miles de ellos están sujetos a obligaciones de salida del territorio (OQTF). Se emiten casi trescientas al día. Se ejecutan menos del 10%”.
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“Es hora de contraatacar. Para despedir a los censores de nuestras vidas. Para finalmente dar visibilidad a este lugar tribal de muerte que llamamos ‘convivencia’, para dar visibilidad a estas miles de víctimas diarias, a este país tan fragmentado que ya no tiene nada de nación, y que se ha convertido en un infierno bajo las cámaras de seguridad. Es hora de devolver los medios a la ciudadanía y a la realidad, liberándolos de sus ayudas y subvenciones. Es hora de revertir completamente el rumbo de esta inmigración delirante, la única forma de reparar nuestro capital social y salvar nuestra sociedad. (…) Es hora de deportar a estos miles de extranjeros condenados. Es hora de revisar nuestros acuerdos de inmigración, en particular con Argelia, para denunciar de paso cualquier tratado que nos impida controlar la inmigración y deportar a los indeseables. Eso sería un buen comienzo. De nosotros depende que esto sea solo el comienzo. Una movilización masiva debe tener lugar (…) Una niña de doce años ha sido asesinada, mártir de la barbarie ordinaria, con la bendición de nuestra pasividad y con la complicidad de nuestras alocadas convicciones”.