Respuesta a Otegi
(Escribo así este apellido porque la forma Otegi está oficializada en España, no porque me apetezca hacerlo así especialmente. Pero en español se pronuncia y se escribe Otegui. Y además con todo derecho, puesto que, en toda España, tal como lo demuestra el INE, hay tres veces más personas apellidadas Otegui que Otegi. Y porque Otegui está presente en otras doce provincias españolas, además de las tres vascas y Navarra. Y porque además en Guipúzcoa, que es donde más apellidados Otegui u Otegi hay, viven el doble de personas apellidadas Otegui que apellidadas Otegi. Y además porque lo de poderse escribir Otegi de manera oficial es una de tantas concesiones de un país tan “poco democrático”, según el nacionalismo vasco, como España, cuando resulta que en Francia eso mismo sería impensable: allí los apellidos eusquéricos se escriben solo en francés.)
«¿Me explican por qué la soberanía es buena para los españoles y mala para los vascos?»
Este era el titular de la cabecera oficial (escrita mayoritariamente en castellano) del nacionalismo radical vasco de un día de la semana pasada. Y a mí me sorprendió el aire de sentencia que lleva aparejada esta pregunta. Se da por supuesta la respuesta, claro. Los vascos vivimos sometidos por los españoles: lo cual da por hecho, para empezar, que los vascos no somos españoles.
Tendríamos que acostumbrarnos, entrenarnos diría yo, para estar preparados ante este tipo de frases, tan aparentemente apodícticas o sentenciosas o definitivas y con tanta carga de profundidad y tantos presupuestos falsos implícitos, y de esa manera saber responder a ellas de manera automática, una por una, cada vez que se produzcan.
Porque este tipo de frases tienen el mismo efecto que las pintadas que hemos visto en nuestros pueblos y ciudades durante toda la vida. Que un buen día aparecían y allí se tiraban años y años sin que nadie se atreviera a borrarlas, conformando una suerte de componente natural del paisaje al que iban asociadas. Pintadas humillantes, ultrajantes, delirantes, alucinadas, que hablaban de presos sin llamarlos asesinos, que ensalzaban a un grupo de desalmados delincuentes como héroes del pueblo. Por cierto, este verano pasado, en San Juan de Luz, con motivo de una protesta de los independentistas que la hicieron coincidir con la fiesta nacional de Francia el 14 de julio, aprovecharon para realizar una pintada gigante en el dique que cierra la bahía y que se podía ver desde todos los ángulos de la playa, haciendo alusión a los presos, como ha resultado siempre habitual a este lado de la muga. Aquella pintada no tardó ni dos semanas en desaparecer. La borraron enseguida y nadie se atrevió a volver a pintarla de nuevo. La sensación que sentí de orden y de buen gobierno para mí fue enormemente gozosa. Si hubiera ocurrido algo parecido aquí, en la parte española, con tantísimas pintadas que hemos visto eternizarse en lugares estratégicamente situados para poder ser vistas por todo el mundo, habría sido algo así como un acontecimiento de nuestras vidas.
Pero volvamos a la pregunta. Mi única respuesta sería otra sarta de preguntas: ¿por qué esta obsesión de los nacionalistas en general y de los radicales en particular por preguntarse por la soberanía de España en relación con la que ellos consideran soberanía vasca? Y a continuación diría lo siguiente: ¿por qué esa pregunta no se la hacen a los franceses, por ejemplo? ¿Por qué sólo se la hacen a los españoles? ¿Por qué solo se la siguen haciendo solo a los españoles y a estas alturas de la historia reciente?
¿Por qué España tiene que aguantar ese tipo de preguntas procedentes de un sector de nuestra sociedad que no ha salido nunca de España y que no sabe lo que pasa siquiera en el país de al lado mismo? ¿O es que lo saben, pero prefieren ignorarlo y hacer como que no lo saben porque la gente a la que se dirigen no lo sabe y es mejor que no lo sepa? Sí, me temo que es esto segundo, lo cual es más grave. Porque engañan a conciencia, por puro interés sectario, sin ningún escrúpulo.
Pues nosotros se lo vamos a decir. Al norte de la frontera de España hay otro país, que es Francia, que nadie en el mundo discute que sea una democracia. Y donde hay una parte de su territorio, que está dentro del Departamento de Pirineos Atlánticos, junto con la región histórica del Béarn, que se llama allí Pays Basque, y que está conformado por una serie de municipios englobados en los tres territorios históricos vascofranceses de Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa (que se llaman así de forma histórica y cultural, pero sin ningún significado político reconocido), donde se siguen hablando, poco, pero siguen, ciertas variantes del idioma eusquera. Esos municipios conforman en Francia una llamada “Comunidad de aglomeración del País Vasco”, que ostenta una única competencia de gestión por la que pasa recibos, que es la del agua y las basuras. Repito: agua y basuras. Aparte de algunas otras cuestiones de medio ambiente y, en cualquier caso, de muy limitada capacidad presupuestaria. El presidente de la mancomunidad se llama Jean-René Etchegaray. Así escrito. Nada de Jon. Y el segundo nombre, René, Renato en español, ni siquiera tiene trasunto eusquérico consignado en el Nomenclátor de nombres de pila en Euskaltzaindia. Y en cuanto al apellido, los franceses lo ponen así, Etchegaray, con la “t” antes de la “ch” y terminado en “y griega”. Nada de Etxegarai o cosa parecida, como se hace por aquí de manera oficial. Hay también en el País Vasco francés más de treinta ikastolas financiadas con ayuda de las ikastolas y el gobierno vasco de este lado de la frontera. Y todo porque el gobierno francés, al que nadie en todo el mundo le hace el más mínimo reproche de que no sea democrático, considera que la única lengua oficial de Francia es el francés (como lo dice el artículo 2 de su Constitución).
Y yo lo que le pregunto a mi vez al Otegi preocupado por la soberanía en España y entre los vascos, es que les haga esa misma pregunta a los franceses, porque ya está bien de que solo se la haga a los españoles. Cuando resulta que España es un Estado de las autonomías donde el País Vasco tiene todas las competencias posibles menos la de un ejército propio y un cuerpo diplomático. Las demás las tiene todas. ¿De qué estamos hablando aquí?
¿No es hora ya, desde hace algún tiempo, además, de no pasar ni una con este tipo de reproches que solo hacen mención a España en relación con los vascos, mientras que en Francia viven con menos libertades de las que ellos llaman nacionales que las que tenía el propio País Vasco en tiempo de Franco? Porque solo con el concierto económico que había en Álava y en Navarra y que no desapareció en época de Franco, ya tenían Álava y Navarra más competencias bajo el régimen de Franco que las que tenía entonces y tiene ahora el País Vasco francés.
Por no hablar de las ikastolas, que además de existir durante toda la dictadura de Franco (el genealogista Endika de Mogrobejo cuenta que aprendió eusquera en el Bilbao de los años cincuenta yendo a academias y Euskaltzaindia estuvo abierta siempre), pudieron obtener la oficialidad con la ley Villar Palasí de 1970 (José Luis Villar Palasí, ministro de Educación entre 1966 y 1976), es decir, durante el régimen franquista.
Y vuelvo a poner aquí la pregunta de Otegi, para que no se nos olvide cómo empezamos este artículo: «¿Me explican por qué la soberanía es buena para los españoles y mala para los vascos?»
Y me pregunto yo a mi vez: ¿no es ya momento de que los españoles empecemos a contestar una por una a esta suerte de preguntas retóricas que se nos hacen desde el supremacismo vasco, como dando a entender que ellos están por encima de la respuesta, como que ya se saben la respuesta?
No pasemos ni una, no dejemos esas preguntas supremacistas flotando en el aire, como se quedaban las pintadas en la época del terrorismo de ETA, sin que nadie osara retirarlas. Contestemos cada vez que nos vengan con estas baladronadas, como dando a entender que es que todo lo que venga de España ya se sabe. Que por lo menos no nos tomen por imbéciles. Y que, si quieren seguir haciendo tragar ruedas de molino, que lo hagan con los que les siguen, entre los que hay muchos, pero que muchos que son vascos de mentirijillas, porque todos tienen algún abuelo de allende el Ebro, cuando no son sus padres o incluso ellos mismos nacidos allí.
Tenemos un problema psicológico y social profundo en el País Vasco español. Esto no pasa ni por asomo en el francés. Vivimos en un País Vasco de pega donde nada es lo que parece, donde el nacionalismo crea, divulga y nos hace creer que vivimos en una realidad que no es tal. Ya lo analicé en mi artículo de esta serie titulado “El gran espejismo vasco”. En realidad, toda esta serie de El balle del ziruelo tiene ese objetivo principal: descubrir lo que hay debajo de la gran simulación nacionalista. Hay que seguir insistiendo una y otra vez. Y estas preguntas tan aparentemente rotundas de un individuo tan infatuado como Arnaldo Otegi no debemos pasarlas ya. Ni una más. Este hombre lleva mucho tiempo dándoselas de oráculo de una parroquia de crédulos que le siguen. Pero los demás no podemos seguir confundiéndonos con ellos. Aunque sea para pasar desapercibidos. Entre otras cosas, porque además somos más.
(Escribo así este apellido porque la forma Otegi está oficializada en España, no porque me apetezca hacerlo así especialmente. Pero en español se pronuncia y se escribe Otegui. Y además con todo derecho, puesto que, en toda España, tal como lo demuestra el INE, hay tres veces más personas apellidadas Otegui que Otegi. Y porque Otegui está presente en otras doce provincias españolas, además de las tres vascas y Navarra. Y porque además en Guipúzcoa, que es donde más apellidados Otegui u Otegi hay, viven el doble de personas apellidadas Otegui que apellidadas Otegi. Y además porque lo de poderse escribir Otegi de manera oficial es una de tantas concesiones de un país tan “poco democrático”, según el nacionalismo vasco, como España, cuando resulta que en Francia eso mismo sería impensable: allí los apellidos eusquéricos se escriben solo en francés.)
«¿Me explican por qué la soberanía es buena para los españoles y mala para los vascos?»
Este era el titular de la cabecera oficial (escrita mayoritariamente en castellano) del nacionalismo radical vasco de un día de la semana pasada. Y a mí me sorprendió el aire de sentencia que lleva aparejada esta pregunta. Se da por supuesta la respuesta, claro. Los vascos vivimos sometidos por los españoles: lo cual da por hecho, para empezar, que los vascos no somos españoles.
Tendríamos que acostumbrarnos, entrenarnos diría yo, para estar preparados ante este tipo de frases, tan aparentemente apodícticas o sentenciosas o definitivas y con tanta carga de profundidad y tantos presupuestos falsos implícitos, y de esa manera saber responder a ellas de manera automática, una por una, cada vez que se produzcan.
Porque este tipo de frases tienen el mismo efecto que las pintadas que hemos visto en nuestros pueblos y ciudades durante toda la vida. Que un buen día aparecían y allí se tiraban años y años sin que nadie se atreviera a borrarlas, conformando una suerte de componente natural del paisaje al que iban asociadas. Pintadas humillantes, ultrajantes, delirantes, alucinadas, que hablaban de presos sin llamarlos asesinos, que ensalzaban a un grupo de desalmados delincuentes como héroes del pueblo. Por cierto, este verano pasado, en San Juan de Luz, con motivo de una protesta de los independentistas que la hicieron coincidir con la fiesta nacional de Francia el 14 de julio, aprovecharon para realizar una pintada gigante en el dique que cierra la bahía y que se podía ver desde todos los ángulos de la playa, haciendo alusión a los presos, como ha resultado siempre habitual a este lado de la muga. Aquella pintada no tardó ni dos semanas en desaparecer. La borraron enseguida y nadie se atrevió a volver a pintarla de nuevo. La sensación que sentí de orden y de buen gobierno para mí fue enormemente gozosa. Si hubiera ocurrido algo parecido aquí, en la parte española, con tantísimas pintadas que hemos visto eternizarse en lugares estratégicamente situados para poder ser vistas por todo el mundo, habría sido algo así como un acontecimiento de nuestras vidas.
Pero volvamos a la pregunta. Mi única respuesta sería otra sarta de preguntas: ¿por qué esta obsesión de los nacionalistas en general y de los radicales en particular por preguntarse por la soberanía de España en relación con la que ellos consideran soberanía vasca? Y a continuación diría lo siguiente: ¿por qué esa pregunta no se la hacen a los franceses, por ejemplo? ¿Por qué sólo se la hacen a los españoles? ¿Por qué solo se la siguen haciendo solo a los españoles y a estas alturas de la historia reciente?
¿Por qué España tiene que aguantar ese tipo de preguntas procedentes de un sector de nuestra sociedad que no ha salido nunca de España y que no sabe lo que pasa siquiera en el país de al lado mismo? ¿O es que lo saben, pero prefieren ignorarlo y hacer como que no lo saben porque la gente a la que se dirigen no lo sabe y es mejor que no lo sepa? Sí, me temo que es esto segundo, lo cual es más grave. Porque engañan a conciencia, por puro interés sectario, sin ningún escrúpulo.
Pues nosotros se lo vamos a decir. Al norte de la frontera de España hay otro país, que es Francia, que nadie en el mundo discute que sea una democracia. Y donde hay una parte de su territorio, que está dentro del Departamento de Pirineos Atlánticos, junto con la región histórica del Béarn, que se llama allí Pays Basque, y que está conformado por una serie de municipios englobados en los tres territorios históricos vascofranceses de Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa (que se llaman así de forma histórica y cultural, pero sin ningún significado político reconocido), donde se siguen hablando, poco, pero siguen, ciertas variantes del idioma eusquera. Esos municipios conforman en Francia una llamada “Comunidad de aglomeración del País Vasco”, que ostenta una única competencia de gestión por la que pasa recibos, que es la del agua y las basuras. Repito: agua y basuras. Aparte de algunas otras cuestiones de medio ambiente y, en cualquier caso, de muy limitada capacidad presupuestaria. El presidente de la mancomunidad se llama Jean-René Etchegaray. Así escrito. Nada de Jon. Y el segundo nombre, René, Renato en español, ni siquiera tiene trasunto eusquérico consignado en el Nomenclátor de nombres de pila en Euskaltzaindia. Y en cuanto al apellido, los franceses lo ponen así, Etchegaray, con la “t” antes de la “ch” y terminado en “y griega”. Nada de Etxegarai o cosa parecida, como se hace por aquí de manera oficial. Hay también en el País Vasco francés más de treinta ikastolas financiadas con ayuda de las ikastolas y el gobierno vasco de este lado de la frontera. Y todo porque el gobierno francés, al que nadie en todo el mundo le hace el más mínimo reproche de que no sea democrático, considera que la única lengua oficial de Francia es el francés (como lo dice el artículo 2 de su Constitución).
Y yo lo que le pregunto a mi vez al Otegi preocupado por la soberanía en España y entre los vascos, es que les haga esa misma pregunta a los franceses, porque ya está bien de que solo se la haga a los españoles. Cuando resulta que España es un Estado de las autonomías donde el País Vasco tiene todas las competencias posibles menos la de un ejército propio y un cuerpo diplomático. Las demás las tiene todas. ¿De qué estamos hablando aquí?
¿No es hora ya, desde hace algún tiempo, además, de no pasar ni una con este tipo de reproches que solo hacen mención a España en relación con los vascos, mientras que en Francia viven con menos libertades de las que ellos llaman nacionales que las que tenía el propio País Vasco en tiempo de Franco? Porque solo con el concierto económico que había en Álava y en Navarra y que no desapareció en época de Franco, ya tenían Álava y Navarra más competencias bajo el régimen de Franco que las que tenía entonces y tiene ahora el País Vasco francés.
Por no hablar de las ikastolas, que además de existir durante toda la dictadura de Franco (el genealogista Endika de Mogrobejo cuenta que aprendió eusquera en el Bilbao de los años cincuenta yendo a academias y Euskaltzaindia estuvo abierta siempre), pudieron obtener la oficialidad con la ley Villar Palasí de 1970 (José Luis Villar Palasí, ministro de Educación entre 1966 y 1976), es decir, durante el régimen franquista.
Y vuelvo a poner aquí la pregunta de Otegi, para que no se nos olvide cómo empezamos este artículo: «¿Me explican por qué la soberanía es buena para los españoles y mala para los vascos?»
Y me pregunto yo a mi vez: ¿no es ya momento de que los españoles empecemos a contestar una por una a esta suerte de preguntas retóricas que se nos hacen desde el supremacismo vasco, como dando a entender que ellos están por encima de la respuesta, como que ya se saben la respuesta?
No pasemos ni una, no dejemos esas preguntas supremacistas flotando en el aire, como se quedaban las pintadas en la época del terrorismo de ETA, sin que nadie osara retirarlas. Contestemos cada vez que nos vengan con estas baladronadas, como dando a entender que es que todo lo que venga de España ya se sabe. Que por lo menos no nos tomen por imbéciles. Y que, si quieren seguir haciendo tragar ruedas de molino, que lo hagan con los que les siguen, entre los que hay muchos, pero que muchos que son vascos de mentirijillas, porque todos tienen algún abuelo de allende el Ebro, cuando no son sus padres o incluso ellos mismos nacidos allí.
Tenemos un problema psicológico y social profundo en el País Vasco español. Esto no pasa ni por asomo en el francés. Vivimos en un País Vasco de pega donde nada es lo que parece, donde el nacionalismo crea, divulga y nos hace creer que vivimos en una realidad que no es tal. Ya lo analicé en mi artículo de esta serie titulado “El gran espejismo vasco”. En realidad, toda esta serie de El balle del ziruelo tiene ese objetivo principal: descubrir lo que hay debajo de la gran simulación nacionalista. Hay que seguir insistiendo una y otra vez. Y estas preguntas tan aparentemente rotundas de un individuo tan infatuado como Arnaldo Otegi no debemos pasarlas ya. Ni una más. Este hombre lleva mucho tiempo dándoselas de oráculo de una parroquia de crédulos que le siguen. Pero los demás no podemos seguir confundiéndonos con ellos. Aunque sea para pasar desapercibidos. Entre otras cosas, porque además somos más.