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Pedro Chacón
Sábado, 11 de Marzo de 2023 Tiempo de lectura:

Violencia vasca en Argentina

Este artículo, como el anterior sobre el Perú dentro de esta misma serie, lo escribí pensando en gentes como Aitor Esteban Bravo, portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, que encima no tiene ascendencias vascas, y que dice que si hubo vascos que mataron indios en América fue porque iban bajo el mandato de la Corona española. O también pensando en toda la izquierda independentista, incluida ETA, cuyos dirigentes e ideólogos siempre decían que el País Vasco era una colonia española, lo mismo que lo fueron las colonias americanas y que, al igual que estas, tenía derecho a la independencia y que por eso emprendieron la lucha armada contra la presencia de España en el País Vasco. Hoy sabemos que hay más personas con apellido vasco viviendo en el resto de España, fuera del País Vasco y Navarra, que dentro de estas dos regiones españolas. Todo lo que viene a continuación ocurrió cuando la Argentina ya era independiente de España y entre sus élites dirigentes, principalmente políticos y militares, había y sigue habiendo mucha presencia de descendientes de vascos españoles emigrados allí. La violencia se desató a consecuencia de las guerras civiles entre partidarios de la centralización (unitarios) y del federalismo y, por otra parte, para reprimir, y en su caso exterminar, a las poblaciones indígenas.

 

Juan Manuel de Rosas llevó a cabo una primera campaña contra los indios en Argentina denominada “Campaña de Rosas al Desierto”. Rosas fue en dos ocasiones gobernador de la provincia de Buenos Aires. Y la campaña de la que hablamos tuvo lugar durante el periodo entre sus dos mandatos, en 1833 y principios de 1834. Al finalizar la campaña, Rosas dirigió una arenga a sus soldados que empezaba así: “¡Soldados de la patria! Hace doce meses que perdisteis de vista vuestros hogares para internaros en las vastas pampas del sur. Habéis operado sin cesar todo el invierno y terminado los trabajos de la campaña en doce meses como os lo anuncié. Vuestras lanzas han destruido los indios del desierto, castigando los crímenes y vengando los agravios de dos siglos”. El resultado de la campaña fue, según la Gaceta Mercantil de Buenos Aires de 24 de diciembre de 1833: 3.200 indios muertos, 1.200 individuos de ambos sexos prisioneros y se rescataron en total unos mil cristianos cautivos. Pero en esta ocasión en quien nos vamos a fijar es en su esposa, llamada María Encarnación Ezcurra Arguíbel (Buenos Aires, 1795-1838), fallecida prematuramente, a los 43 años, y que desempeñó un papel crucial a la hora de mantener a raya a los enemigos políticos de Rosas mientras este llevaba a cabo su campaña contra los indios. De modo que a la vuelta de la misma pudo recuperar el cargo de gobernador de Buenos Aires. Encarnación Ezcurra fue decisiva en la creación de “La Mazorca”, una suerte de agrupación violenta o fuerza de choque que realizaba escraches e intimidaciones a los adversarios políticos de su marido.

 

Hilario Ascasubi (Fraile muerto, actual Bell Ville, Argentina, 1807-1875). Era hijo de pardos libres (descendientes de africanos y europeos) que llevaba el apellido de su padre, Mariano de los Dolores Ascasubi, que era hijo a su vez de Roque Ascasubi y Clara Ascasubi. Entendemos que los abuelos paternos de Hilario Ascasubi llevaban ambos el mismo apellido por ser esclavos y luego pardos libres. El apellido se lo pondría, es de suponer, quien les había esclavizado. Hilario Ascasubi residió en París donde reclutó mercenarios de parte del presidente Bartolomé Mitre, para participar en las guerras civiles argentinas. Hilario Ascasubi fue contrario a Rosas y, por lo tanto, presenció, y tal vez sufrió, las amenazas, y tal vez también las agresiones, de los “mazorqueros”.

 

Pablo Irrazábal (Mercedes, Uruguay, 1819-1869) fue sobre todo conocido por haber asesinado al general Ángel Vicente Peñaloza, uno de los últimos líderes en alzarse contra el centralismo de Buenos Aires en el siglo xix. Con lo cual Irrazabal representa como nadie el centralismo en Argentina. Se le consideraba un oficial de caballería valiente, pero particularmente violento y cruel; después de las batallas se especializó en torturar a sus prisioneros. Hizo la campaña de 1862 contra el Chacho Peñaloza. Se cuenta que cuando sorpresivamente Peñaloza apareció cerca de San Juan, Irrazábal reaccionó enérgicamente y lo derrotó en una batalla en el pueblo de Caucete. A continuación lo persiguió desde San Juan hasta la Sierra de los Llanos. Definitivamente vencido, Peñaloza se rindió al mayor Ricardo Vera en un rancho cerca del pueblo de Olta, donde quedó desarmado y tomando mate con su captor. Media hora más tarde, apareció Irrazábal en el rancho, sumamente exaltado y preguntó por Peñaloza. El aludido se presentó y explicó que estaba rendido, pero de inmediato Irrazábal lo atravesó con su lanza, y ordenó a sus soldados que lo remataran a puñaladas. Así murió el famoso y anciano caudillo, herido en el suelo, desarmado y rodeado de sus familiares. Irrazábal le hizo cortar la cabeza y exhibirla en la punta de una lanza, en la plaza del pueblito de Olta. Por su proeza, recibió las felicitaciones de Sarmiento y del presidente Bartolomé Mitre.

 

Bernardo de Irigoyen (Buenos Aires, 1822-1906), formó parte del Partido Autonomista dirigido por Adolfo Alsina y tomó parte en los combates desencadenados a partir de la revolución de 1874, último intento de los seguidores de Bartolomé Mitre de alcanzar el gobierno nacional. Su razón aparente fueron las prácticas fraudulentas en las elecciones a diputados nacionales, pero muchos historiadores han afirmado que se trató solamente de una excusa para lanzarse a la revolución. La derrota de los ejércitos de los generales Bartolomé Mitre y José Miguel Arredondo selló la suerte del partido liberal, que nunca recuperaría el poder frente a la hegemonía de más de 40 años del Partido Autonomista. Según el historiador Omar López Mato, Bernardo de Irigoyen tuvo una actuación controvertida en el levantamiento al promover el saqueo y el pillaje a pueblos rurales al interior de la provincia de Buenos Aires, con la consecuente muerte de 127 personas y el robo de 23 mil cabezas de ganado por parte del bando alsinista que él dirigía.

 

Además de la campaña del general Rosas, hubo al menos otra campaña más en Argentina contra los indios, que fue la llamada “Conquista del Desierto”, iniciada en 1878 y concluida en 1885. Dirigida por José Argentino Roca, nombrado en 1877 ministro de la Guerra por el presidente Nicolás Avellaneda y a quien se dirigió para decirle que: “A mi juicio, el mejor sistema para concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del río Negro, es el de la guerra ofensiva que fue seguida por Rosas que casi concluyó con ellos...” Manuel José Olascoaga (Mendoza, Argentina, 1835-1911) fue el militar ideólogo, impulsor y organizador de dicha campaña, que se desarrolló en buena medida gracias a las ideas elaboradas por él desde 1861. Roca nombró a Olascoaga jefe de la Secretaría Militar del Ministerio de Guerra, equivalente al actual jefe del Estado Mayor general del Ejército argentino. Se trataba de un plan de operación militar netamente ofensiva, que buscaba al indio para batirlo en sus propios campamentos (formados por tiendas llamadas en Argentina tolderías). El ejército avanzaba en cinco columnas en forma simultánea ocupando los territorios indígenas de Este a Oeste y de Norte a Sur. El plan fue exitoso y supuso la conquista de la Pampa árida y el norte de la Patagonia, permitiendo a posteriori recabar también para el Estado argentino todo el territorio restante hasta el extremo sur del país. Las cinco grandes columnas en las que avanzaba el ejército partieron desde las provincias de Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza, correspondiendo a esta última la cuarta división, que se puso en marcha el 21 de abril de 1879, desde el Fuerte General San Martín, conocido como Fortín El Alamito.

 

Napoleón Uriburu (Salta, Argentina, 1836-1895) estaba al mando de la cuarta división del ejército que emprendió la conquista del desierto bajo la dirección de José Argentino Roca. Napoleón era hermano de José Evaristo Uriburu, que será luego presidente de Argentina entre 1895 y 1898. Dicha cuarta división partió rumbo a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. En Chos Malal dio muerte al cacique de la etnia ranquel Peyeumán; en el río Agrio capturó al cacique Paine y a sesenta de sus guerreros y finalmente dio muerte al cacique Baigorrita. El saldo final de la campaña fue de 1000 indígenas muertos y 700 prisioneros. Uriburu atacó también a indígenas de la etnia pehuenche, que no eran enemigos como los ranqueles ni habían combatido a la población blanca, pero que también fueron sometidos. Una vez nombrado gobernador del Territorio Nacional de Formosa, en el extremo norte argentino, en la frontera misma de Paraguay, Napoleón Uriburu dirigió otra expedición contra los indígenas locales.

 

Juan José Pascual Echagüe (Santa Fé, 1797 - 1867) fue un militar y político argentino, gobernador de las provincias de Entre Ríos y Santa Fe, ministro de Guerra y Marina en el gobierno del general Justo José de Urquiza y durante el gobierno de Santiago Derqui. Tuvo una actuación destacada en las guerras civiles argentinas y en la Guerra Grande, en Uruguay. Pertenecía a la tradicional familia santafesina de los Echagüe y Andía.

 

José Joaquín Madariaga (1799-1848), hijo del bilbaíno Joseph Luis Madariaga Respaldiza, formó parte, junto con su hermano Juan, en las filas del unitarismo. En 1847 su ejército fue atacado por el general Urquiza, que lo destrozó en la batalla de Potrero de Vences, cuyas bajas ascendieron a 700 muertos y 2200 prisioneros, muchos de los cuales fueron asesinados después de la batalla, por tropas al mando de Benjamín Virasoro (1812-1897), aliado de Urquiza.

 

Martín Gaínza (Buenos Aires, 1814 - 1888) fue un militar argentino que participó en las guerras civiles argentinas y ejerció el cargo de ministro de Guerra y Marina de su país entre 1868 y 1874. Era hijo de María de la Trinidad Larrazábal y del militar Mariano Gainza.

 

Miguel Gerónimo Galarza (Concepción del Uruguay, Argentina, 1798 - junio de 1881), fue otro de los muchos militares argentinos de apellido vasco, que participó durante largos años en las guerras civiles argentinas, como oficial del ejército federal de la provincia de Entre Ríos.

 

También está el ya citado José Félix Uriburu (Salta, 1868-1932): militar y primer dictador de Argentina de la época moderna, que derrocó el régimen del liberal conservador Yrigoyen en 1930. Entregó el gobierno en 1932 a una coalición de partidos conservadores. Estableció el modelo de dictadura militar que luego se repetiría en Argentina en las décadas posteriores del siglo XX, así como las técnicas y métodos de represión y tortura contra la oposición.

 

Y, por último, vamos a recordar quién fue Hipólito Yrigoyen (Buenos Aires, 1852-1933): líder de la Unión Cívica Radical y dos veces presidente de la República Argentina entre 1916 y 1922 y entre 1928 y 1930. Primer presidente elegido por sufragio secreto y universal masculino (el sufragio femenino se introdujo en Argentina en 1951). Pese a las iniciativas que favorecieron a sectores obreros y medios, su mandato se vio manchado por las mayores masacres obreras en la historia argentina: la Semana Trágica, la Masacre de La Forestal y la Patagonia rebelde, con miles de obreros asesinados, tanto por las fuerzas de seguridad a las cuales les impartió la orden de reprimir, como por grupos parapoliciales entre cuyos dirigentes había miembros del partido gobernante, contra los cuales el gobierno no tomó medidas para detenerlos.

 

Un personaje fundamental de la historia argentina que lo citamos por la batalla de Potrero de Vences, donde aniquiló al ejército de José Joaquín Madariaga, fue Justo José de Urquiza (1801-1870), primer presidente de la Confederación Argentina entre 1854 y 1860. Por la enjundia del mismo y la cantidad de gente que mató u ordenó matar para conseguir sus objetivos políticos, quizás se merecería un artículo para él solo.

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