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Pedro Chacón
Sábado, 25 de Marzo de 2023 Tiempo de lectura:

Urrutia en la Falange y en el PNV

Urrutia es un apellido eusquérico que puede funcionar como adverbio (lejos), como adjetivo (lejano) y como sustantivo (lejanía). Este apellido tiene muchos portadores para ser eusquérico. Más de cinco mil, tanto de primer apellido como de segundo, repartidos por casi toda España. En concreto está presente en 44 provincias españolas. Donde más en Vizcaya, seguido de Navarra y Guipúzcoa. Luego viene Madrid, Barcelona, Álava y Almería. Digamos que tres quintas partes de sus portadores están en País Vasco y Navarra y dos quintas partes en el resto de España. Tiene también la virtualidad de que no cambia en su grafía, en caso de que lo quisiéramos escribir en eusquera o en español. Le pasa como a otros muchos apellidos eusquéricos: Altuna, Arieta, Arriaga, Egaña, Esnaola, Goitia, Goñi, Landa, Larrauri, Madariaga, Olarte, Ortuondo, Uranga, Uriarte, Zulueta y así hasta casi 2000 apellidos eusquéricos son invariables. Y representan un tercio del total de apellidos eusquéricos con portadores vivos, lo que demuestra, una vez más, la íntima proximidad en la que viven ambos idiomas desde su mismo origen. Lo hemos escogido para protagonizar un artículo de esta serie porque hemos comprobado que hay dos personajes muy relacionados con él por razones distintas. No diremos contrapuestas sino distintas. Federico de Urrutia, un falangista, y Marcos de Urrutia, un nacionalista vasco, escogieron ese apellido para conformar sus respectivos seudónimos literarios.

 

Vivimos en un tiempo en el País Vasco, desde 1978 para acá, en el que mucha gente intenta como sea hacer valer algún apellido eusquérico perdido entre todos los que tiene, o que se moldea su nombre de pila para que tape un poco lo que para muchos condicionados por el supremacismo nacionalista constituye una vulgaridad: tener apellidos mesetarios. O que se resigna con tener que llevar tanto nombre como apellidos tal como se los pusieron sus padres al nacer porque no tiene forma de disimularlos, en un ambiente retorcidamente nacionalista, donde cuenta más lo que has heredado que lo que has hecho tú por ti mismo: porque no lo olvidemos, por mucho que se consideren socialdemócratas y progresistas, o que incluso levanten el puñito amagando con que son comunistas y revolucionarios de izquierda radical, no olvidemos nunca, digo, que el nacionalismo es una ideología conservadora a machamartillo, donde el pasado cuenta más, muchísimo más que el presente y el futuro: pasado de lengua heredada o en todo caso rescatada del baúl de los recuerdos, pasado de apellidos heredados, pasado de txistu y tamboril oídos de pequeños o pasado directamente español, que se oculta, se disimula o se olvida por la presión callejera del nacionalismo vasco militante.

 

En un tiempo como este, donde la referencia que manda es la nacionalista supremacista, que considera que ser vasco es mejor que ser español, resulta que me encuentro con un autor literario que vivió en pleno siglo XX, cuando el franquismo españolista era la única ideología oficial y que pensó que era bueno para él ponerse como apellido uno eusquérico –Urrutia– porque así conseguiría mejor salida y reconocimiento para sus obras… ¡en España!

 

Estamos hablando de Federico González Navarro (1907-1988). La ficha que le dedica la Enciclopedia Auñamendi dice que nació en Valencia pero que era de origen vasco. No sabemos de dónde procede esa información, puesto que no da fuentes. Quizás sea para justificar la presencia del apellido Urrutia en su seudónimo. En cualquier caso, Federico González Navarro debió pensar que ponerse Urrutia como nombre comercial en pleno franquismo resultaba rentable. Es lo mismo que pensó Xabier Euzkitze, tal como vimos en un par de artículos anteriores de esta serie. Solo que en el caso de Federico lo hizo en pleno franquismo y ni siquiera viviendo en el País Vasco. ¿Qué puede haber en común entre Xabier Pérez, un tipo profundamente antiespañol, por nacionalista vasco, y Federico González Navarro, un tipo profundamente nacionalista español, para ponerse en ambos casos un apellido eusquérico, Euzkitze el primero, Urrutia el segundo? Y ya no digamos con el otro que tratamos aquí, Marcos de Urrutia.

 

Federico de Urrutia fue propagandista de Falange, admirador de Hitler, antisemita y, por tanto, pronazi. Entre los libros que publicó con ese seudónimo tenemos Poemas de la Falange eterna, prologado por Manuel Halcón. En la red de bibliotecas públicas vascas constan dos ejemplares de este libro, uno de la biblioteca central de San Sebastián y otro en una biblioteca pública de Bilbao. En su ficha bibliográfica consta que se publicó en Santander por la editorial Aldus en 1939. El último poema del libro se titula “Franco, leyenda del César visionario”. El escritor Francisco Umbral utilizaría ese título para uno de sus libros, Leyenda del César Visionario, publicado en 1995 y que obtuvo el Premio de la Crítica.

 

Manuel Halcón fue un personaje político y cultural del franquismo. Integró el séquito encabezado por Ramón Serrano Súñer en 1940, enviado por Franco a visitar oficialmente el régimen nazi en Alemania. En dicho séquito también iban Dionisio Ridruejo y Antonio Tovar, el amigo y protector de Luis Michelena, el filólogo vasco, padre del eusquera batúa oficial actual. Manuel Halcón fue muy amigo, a su vez, de Manuel Aznar Zubigaray, con el que fundó la revista Semana. Manuel Aznar Zubigaray, por su parte, fue miembro del PNV, redactor del diario Euzkadi y autor de obras de teatro de corte nacionalista como “El jardín del mayorazgo”. En 1918 fue nombrado director del prestigioso diario madrileño El Sol, donde publicó lo más granado, como se suele decir, de la intelectualidad española del momento, desde Ortega y Gasset a Unamuno. Tras la Guerra Civil fue uno de los grandes periodistas del régimen franquista, periodo durante el cual dirigió El Diario Vasco, La Vanguardia y la agencia de noticias EFE. Uno de sus nietos fue José María Aznar, presidente del gobierno de España (1996-2004).

 

Federico de Urrutia también intervino en la antología publicada en 1940, tras la toma de París por el ejército nazi, con el título Poemas de la Alemania eterna, donde escribió el prólogo y un poema dedicado a la espada de Hitler y titulado “Nuevo poema de Europa”. El libro contiene colaboraciones de, entre otros, Dionisio Ridruejo, Eugenio D’Ors y Manuel Machado.

 

Previamente, en 1939, Urrutia había publicado el libro La paz que quiere Hitler, tras la invasión de Polonia por el ejército alemán, y en cuya dedicatoria se lee: “Al Führer, canciller del gran Reich, Adolf Hitler, unidos mis votos a los de toda la Alemania nacionalsocialista por una paz mundial justa, honrosa y duradera, cara al ancho camino de su historia”.

 

***

 

El otro personaje que utilizó el apellido Urrutia como seudónimo fue Manuel Eguileor Orueta, que fue un importante activo en la segunda generación de nacionalistas vascos que ejercieron su labor política durante el primer tercio del siglo XX. Fue responsable de propaganda del partido y utilizó el seudónimo de Marcos de Urrutia con el que firmó su biografía de Sabino Arana titulada Arana Goiri’tar Sabin en la historia de Euzkadi, editada en Bayona en 1952 y donde recoge todas las patrañas sobre la conversión de Luis Arana al nacionalismo, que no son más que eso, invenciones para justificar lo que Sabino Arana había dicho de que fue su hermano Luis quien le inculcó el nacionalismo, cuando ya tengo demostrado en distintos trabajos que ni Sabino ni mucho menos Luis pudieron ser nacionalistas en la práctica hasta 1890, ocho años después de 1882, la fecha de la supuesta “revelación” de Luis a Sabino que da origen al nacionalismo y que sirve como fecha de referencia para celebrar el primer Aberri Eguna de 1932. Eguileor también utilizó otros seudónimos como Ikasle y Bizkargi. Bien entendido que en el caso del seudónimo Marcos de Urrutia, Urrutia era su tercer apellido, porque su padre se llamaba Juan Cruz Eguileor Urrutia (según nos cuenta Juan Madariaga Orbea en la ficha que le dedica en el Diccionario de historiadores, juristas y pensadores políticos de Vasconia).

 

Manuel Eguileor nació en Abando (Bilbao), en 1884, cuando todavía esta anteiglesia no había sido incorporada a Bilbao del todo, como lo fue en 1890. Y falleció también en Bilbao en 1970, ya que volvió en 1948, en pleno régimen franquista, aprovechando un indulto del régimen para quienes contaran con antecedentes políticos y fueran mayores de 60 años. Eguileor fue una especie de calco ideológico de Sabino Arana, a quien veneró y convirtió en objeto de culto para los nacionalistas vascos. A Eguileor se debió, junto con Ceferino de Jemein, la concepción y organización del primer Aberri Eguna en 1932. A él también se debe la fórmula de juramento del primer lehendakari Aguirre en 1936, esa que dice “humillado ante Dios, en pie sobre la tierra vasca, etc.” También fue el autor del prólogo del libro titulado De su alma y de su pluma, donde se recogen textos escogidos de Sabino Arana, publicado en Caracas en 1961. Vivía ya en Bilbao cuando vio cómo la Falange se incautó de la casa natal de Sabino Arana y la utilizó para oficinas. Y también cuando se ordenó demoler el edificio en 1960, del que rescató una teja. Luis de Guezala dice en Bilbaopedia que la teja y otros elementos, como un balcón, se pueden ver hoy en la actual sede central del PNV, la Sabin Etxea, construida en el solar de la casa natal del fundador.

 

Manuel Eguileor fue presidente de Juventud Vasca de Bilbao, la entidad más influyente del nacionalismo vasco en los primeros años del siglo XX. En agosto de 1921, siendo miembro de la cúpula (EBB), fue expulsado de Comunión Nacionalista Vasca, tal como lo había sido antes el semanario Aberri, en julio. Y en septiembre de 1921 Eguileor, junto con Eli Gallastegui y Ceferino de Jemein, entre otros, constituyeron el nuevo Partido Nacionalista Vasco, recuperando el nombre primigenio, frente a la mayoritaria Comunión Nacionalista Vasca de los Engracio de Aranzadi y Luis de Eleizalde. En 1923, siendo director del periódico Aberri, fue encarcelado por la dictadura de Primo de Rivera debido a dos artículos publicados en agosto de ese año, en los que hacía apología del separatismo. Tras la fusión de las dos ramas del nacionalismo en la Segunda República, siguió ocupando altos cargos como secretario y tesorero del Bizkai Buru Batzar.

 

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