Sábado, 01 de Noviembre de 2025

Actualizada Viernes, 31 de Octubre de 2025 a las 17:09:36 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Pedro Chacón
Sábado, 13 de Enero de 2024 Tiempo de lectura:

Contra la apropiación nacionalista de lo vasco: el caso Julio Urquijo

[Img #25395]

 

[Img #25397]

La figura de Julio Urquijo ya la he tratado en otras ocasiones, aparte de en esta serie, y tengo un artículo que salió en El Correo y en El Diario Vasco, de 25 de enero de 2012 (¡hace más de diez años ya!), titulado “El primer vasco de verdad”, dedicado a él y donde trato su figura por la importancia que tiene, porque probablemente fue el agente cultural, como se dice hoy, con permiso de su íntimo amigo Azkue, más importante del País Vasco en el primer tercio del siglo XX, dejando su huella en multitud de actividades culturales y de instituciones que se fundaron entonces, como singularmente la Sociedad de Estudios Vascos, en 1918, de la que surgió al año siguiente lo que hoy es Euskaltzaindia. Por no hablar de revistas como Euskalerriaren alde o Euskal Esnalea o sobre todo la Revista Internacional de Estudios Vascos que, dada la extensa red de relaciones de Julio Urquijo por toda Europa, fue capaz de aglutinar a los mejores filólogos y estudiosos de la lengua y cultura vascas como después nadie fue capaz de hacerlo. Hay un artículo del que fue (no sé si lo sigue siendo) director de esta revista en su última etapa, Gregorio Monreal, titulado “Una historia de la Revista Internacional de Estudios Vascos”, disponible en red, donde se da cuenta de la importancia de Julio Urquijo a ese nivel cultural que luego nunca ha sido alcanzado después. Y no me extraña en absoluto, dada la ideología nacionalista de quienes se apropiaron de las instituciones y revistas fundadas por Julio Urquijo, que ya no volvieron a ser jamás ni sombra de lo que fueron con este personaje al frente.

 

Julio Urquijo nació en Deusto, en 1871, cuando era una anteiglesia independiente de Bilbao, villa a la que se integraría en 1925. Y falleció en San Sebastián en 1950. Se fue a vivir allí por la razón de que se casó con Vicenta Olazábal Álvarez de Eulate, hija de Tirso de Olazábal, dirigente carlista, lo cual le vincularía para siempre con el tradicionalismo, llegando a ser seguidor muy próximo primero de Carlos VII y luego sobre todo de su hijo Jaime, nombrado en 1909 pretendiente carlista al trono de España a la muerte de su padre. La pareja vivió entre San Sebastián y San Juan de Luz, donde tenían un palacete (“Urkixo Baïta”), hoy guardería infantil municipal. Sin duda le habría gustado el destino final de su casa, aunque solo fuera porque la pareja no tuvo hijos. En cualquier caso, a Julio Urquijo la llegada de las Brigadas de Navarra a Guipúzcoa le tuvo que parecer, sin lugar a la más mínima duda, una auténtica liberación.

 

Le mataron en la guerra civil a uno de sus hermanos, José María Urquijo, fundador del periódico La Gaceta del Norte de Bilbao, y quedó tan hastiado de todo aquello que no quiso atender a nadie que le vino después para poner en marcha alguna de las actividades que él había impulsado antes. Gregorio Monreal, en su repaso de esa historia, recuerda aquellos aciagos momentos y los explica así: “La Guerra Civil afectó duramente a EI/SEV [se refiere a Eusko Ikaskuntza – Sociedad de Estudios Vascos] y a la RIEV [la ya citada Revista Internacional de Estudios Vascos], empezando por la persona del Director de esta última y su entorno familiar: su hermano José María Urquijo y otros cinco parientes fallecieron de muerte violenta a manos de personas encuadradas en organizaciones del bando republicano”. En fin, más aséptico y distante imposible. Dice que “fallecieron de muerte violenta”, para no tener que decir que fueron vilmente asesinados. Y “a manos de personas encuadradas en organizaciones del bando republicano”, como si ese “encuadramiento” fuera casual o accidental y por no nombrar ni a PSOE, ni al PCE o a la CNT, que dirigieron los fusilamientos en San Sebastián en el verano de 1936, o al PNV, que consintió o al menos se desentendió de los linchamientos carcelarios que se produjeron en Bilbao en enero de 1937, cuando el partido de Sabino Arana, de la mano de José Antonio Aguirre, gobernaba dictatorialmente Vizcaya desde octubre de 1936. En ambos episodios negros de la historia política vasca durante la Guerra Civil fueron eliminadas muchas figuras egregias de la derecha vasca de la época, como Joaquín Beúnza, Gregorio Balparda, Fernando Ybarra, Juan Olazábal, Pedro Eguillor, el ya citado José María Urquijo y Víctor Pradera, entre otros (al vitoriano Ramiro de Maeztu le fusilaron en Aravaca, cerca de Madrid, el 29 de octubre de 1936). Nada parecido ocurrió al revés, entre otras razones porque la derecha españolista era entonces la principal fuerza política vasca y la que marcaba la pauta también en el terreno cultural. Que las instituciones y revistas fundadas por Julio Urquijo y sus compañeros de generación languidecieran después se debió tanto a las condiciones de posguerra como a la baja calidad científica –y también humana, por qué no decirlo– de quienes quisieron continuar su obra, que ni siquiera en tiempos de libertad, a partir de 1978, pudieron alcanzar, ni de lejos, el nivel en el que la dejó Julio Urquijo. Y es que toda empresa cultural vasca en la que el nacionalismo mete su mano desciende irremisiblemente su calidad hasta abismos insondables. Otro ejemplo es el de la revista Hermes, que la Fundación Sabino Arana convirtió en su órgano oficial desde el año 2001 y así le ha ido, convertida en una mera revista de partido, sombra pálida y alicorta de la preeminencia que alcanzó en los años previos a la dictadura de Primo de Rivera, con su primer director, el aglutinador pero atormentado Jesús Sarría, que acabaría suicidándose en 1922, con apenas 35 años, tras lanzarse del balcón de su casa en un tercer piso de la calle Correo de Bilbao.

 

Pero es que no contentos con arrastrar por el fango a la cultura vasca histórica, los nacionalistas pretenden también convertir en nacionalistas a personalidades como Julio Urquijo. Ya vimos en el capítulo anterior cómo lo intentan hacer (y lo hacen), con Azkue, uno de los más próximos a Julio Urquijo. Ahora vamos a ver también cómo lo han intentado (y lo han hecho) con este también. Tenemos para ello la biografía en eusquera de nuestro personaje que realizó en su día José Antonio Arana Martija, dentro de la serie de biografías titulada Bidegileak, que está encargada y financiada por el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, y donde se permitió, desde la misma portada, redenominar al biografiado como Julio Urkixo, como se puede ver en la portada del cuadernillo en el que se imprimió este trabajo y que reproducimos aquí.

 

[Img #25396]

 

El propio Arana Martija tiene que dar una somera explicación acerca del sorpresivo empleo del Urkixo, para denominar a alguien a quien todo el mundo en todas partes había conocido siempre como Julio Urquijo. Y dice lo siguiente en su biografía:

 

“Egia esan, Julio de Urquijo izenarekin ezagutua dugu gure idazle eta ikerlea, hala sinatzen baitzituen erdaraz emandako ia lan guztiak. Garcia de Diego jaunak esaten digunez, «Urquijo» euskal deitura ez zela aitortu omen zuen Juliok, Schuchardt eta Uhlenbeck hizkuntzalariek jatorri germanikoa zuela inoiz adierazi baitzioten. Baina Aiara araneko deitura zela argi diosku Garcia Salazar historialariak Bienandanzas y Fortuna liburuan eta Urkixok berak ere grafia honekin sinatu zituen euskaraz idatzitako lan urriak, Euskal-Esnalea aldizkarian, behintzat. «Urki» errotik datorkigu deitura hau, Urkizu, Urkiza, Urkidi, Urkiola eta abar bezala «-xo» hizkia gehituz. Erdal-lanetan Urquijo onartzen bada ere, euskaraz Urkixo idatzi behar delakoan nago.”

 

Que traducido al castellano vendría a ser:

 

“En realidad, hemos conocido a nuestro escritor e investigador con el nombre de Julio de Urquijo porque así firmaba casi todas sus obras en castellano. Según nos cuenta el señor García de Diego, Julio reconoció que «Urquijo» no era apellido vasco, ya que los lingüistas Schuchardt y Uhlenbeck le habían declarado en alguna ocasión su origen germánico. Pero el historiador García Salazar nos dice claramente en su libro Bienandanzas e Fortunas [este es el título correcto de su obra] que el apellido era del valle de Aiara y el propio Urkixo firmó con esta grafía las escasas obras escritas en euskera, al menos en la revista Euskal-Esnalea. Este apellido procede de la raíz «Urki», como Urkizu, Urkiza, Urkidi, Urkiola, etc., añadiendo la partícula «-xo». Así como para sus trabajos en castellano se admite Urquijo, en eusquera creo que hay que escribir Urkixo.”

 

Y se queda tan ancho.

 

Para empezar, ¿quién es nadie para decidir cómo hay que escribir el apellido de una persona y menos al cabo de cuarenta y tres años de haber fallecido (recordemos que Urquijo falleció en 1950 y el artículo de Arana Martija está escrito en 1993), cuando esa persona lo escribió siempre de determinada manera y en este caso siempre Urquijo? ¿Es razón que escribiera en eusquera para cambiarle el apellido? A Julio Urquijo, que saliera el Urkixo en la revista Euskal-Esnalea en un único número de los más de trescientos que tuvo la revista o, sobre todo, que a su casa de San Juan de Luz le pusiera “Urkixo-Baïta”, en consonancia con la forma de denominar las casas en aquella localidad costera del Lapurdi francés, le debió de parecer sin duda una especie de divertimento cultural, por descontado nada trascendente y completamente al margen de su inequívoca condición de español legitimista, partidario acérrimo de la monarquía española en su rama carlista.

 

Y si vamos a las pruebas que nos da para decidir por su cuenta que Julio Urquijo es Julio Urkixo, primero se refiere al testimonio de García de Diego (Vicente García de Diego fue quien hizo el discurso de contestación al de ingreso de Julio Urquijo en la Real Academia Española). Pero no satisfecho con que el apellido Urquijo no sea de origen vasco, como incluso pensaba su propio poseedor, Arana Martija pasa a considerar las pruebas para que sí lo sea. La primera es la de García de Salazar y sus Bienandanzas e Fortunas, y nos dice que Urquijo es apellido del valle de Aiara. Para empezar, en el clásico de García de Salazar Aiara no aparece nunca así, Aiara. Lo que aparece es Ayala, como nombre del valle, pero nunca Aiara. Del mismo modo que Urquijo aparece una sola vez en ese libro y con esa grafía: Urquijo.

 

La segunda prueba de que Urquijo es vasco, según Arana Martija, es que así firmaba Julio Urquijo sus escasas obras en euskera en la revista Euskal-Esnalea. Pero vayamos a la revista Euskal-Esnalea, donde dice Arana Martija que los escasos trabajos de Urquijo en euskera los firmaba Urkixo.

 

Porque tenemos esta revista digitalizada en el fondo de la Biblioteca Koldo Mitxelena y podemos comprobar si lo que dice Arana Martija es así o no. La revista se publicó entre los años 1908 y 1931. Al principio salía un número al mes y más adelante salieron dos. A salvo de que en los fondos de la Koldo Mitxelena faltan unos pocos números, sobre todo del año 1910, el caso es que, de los fondos que existen, que abarcan los más de 300 números de la revista, nos salen con el buscador 67 apariciones con la forma Urquijo por 5 con la forma Urkixo. Las primeras se refieren todas (menos una, creo, referida a su hermano Adolfo) al propio Julio Urquijo. Mientras que las segundas aparecen las cinco concentradas en las dos páginas de un artículo no escrito por Julio Urquijo sino referido a él, que es distinto, y encima escrito en castellano, no en eusquera, aparecido en el número 198 de la revista, de junio del año 1920, en sus páginas 100 y 101, firmado por un tal Aztertzale y titulado “En pro del idioma vasco”. O sea que la razón de utilizar Urkixo porque así firmaba don Julio sus trabajos en eusquera en la revista Euskal-Esnalea no tiene apoyatura documental. El propio Julio Urquijo nunca se autonombró Julio Urkixo en esa revista. Lo hizo por él y en un solo número un tal Aztertzale, aunque aquí también habría que ver por qué Julio Urquijo consintió que le nombraran así, sin duda en consonancia con esa faceta divertida y culturalista de su vida que comentábamos antes y que explica también su condición de aristócrata, que incluía su afición a los coches de la época, que le llevó a ser un pionero en los viajes por la península (en uno de ellos llegaría hasta Lisboa), atravesándola en esos vehículos novedosos en varias ocasiones. En cualquier caso, cinco apariciones de Julio Urkixo por 67 de Julio Urquijo en toda la revista.

 

Y por último la etimología de Urki, que le daría a Arana Martija patente de corso para incluir a Urkixo como vasco. Esa etimología, en cambio, sí la recoge Luis Michelena como posible, en su trabajo titulado Apellidos vascos, que es de 1973 y que nosotros consultamos por el tomo IX (Onomástica) de sus Obras Completas (p. 148), donde se identifica “urki” con “abedul” y se sacan como derivados una serie de apellidos –serie más larga que la que da Arana Martija–, incluyendo, a partir de Urquizu, las variantes Urquizo y Urquijo. Como detalle, todas las variantes que da Michelena de “urki” las escribe con la grafía “urqui”, entre otras, Urquia, Urquiaga, Urquidi, Urquinaona, Urquiola o Urquiza.

 

En cualquier caso, estaríamos, con el Urkixo de Arana Martija, ante una perfecta asimilación nacionalista del Urquijo originario de don Julio, realizada sin su consentimiento, puesto que ya hemos dicho que el librito de Arana Martija es del año 1993 y nuestro personaje falleció en 1950.

 

Pero si hablamos de asimilación o apropiación nacionalista en este caso, no lo decimos solo por una suposición o inferencia lógica. José Antonio Arana Martija, además de su labor bibliófila sobre el eusquera, también se dejó tentar por la política y justo lo hizo en la primera legislatura de la democracia, la de más actividad terrorista de ETA de toda la Transición, la de 1979 a 1983. Y no lo hizo en representación del PNV, como yo mismo había supuesto, o en todo caso de Euskadiko Ezkerra, dada su trayectoria posterior. No, no. Estuvo como juntero en el primer mandato de las Juntas Generales de Bizkaia (antes Vizcaya) representando a la coalición Herri Batasuna, compartiendo grupo con Jon Idígoras, por ejemplo, encausado entonces por boicotear la presencia de los Reyes en la Casa de Juntas de Guernica el 4 de febrero de 1981, cuando los electos de la izquierda abertzale se pusieron a cantar el Eusko gudariak con el puño en alto, interrumpiendo el discurso del Rey. Allí necesariamente, entre el grupo de Herri Batasuna, tuvo que estar José Antonio Arana Martija, pero el caso es que no fue encausado. Mientras se producía aquel acto, ETA tenía secuestrado al ingeniero José María Ryan, al que luego asesinó dos días después, el 6 de febrero. José Antonio Arana Martija formó parte, como decimos, de Herri Batasuna como electo juntero, justo en el periodo en el que ETA más asesinatos cometió en toda su historia, es decir durante esos años inmediatamente posteriores a la aprobación de la Constitución de 1978. Y eso es algo difícilmente explicable por mucho amor que le tengas al eusquera y a lo vasco. Porque incluso se podría disculpar el hecho de que “bautizara” a Julio Urquijo como Julio Urkixo, lo cual quedaría como un juego de niños al lado de lo otro. Y lo otro es justificar, explicar, apoyar, dar cobertura o siquiera mirar para otro lado cuando una banda terrorista –a cuyo entramado político pertenecía Arana Martija, participando en las instituciones y en un contexto democrático– se dedicaba a asesinar, extorsionar o secuestrar a sus oponentes políticos y sociales. Y eso, lo pongamos como lo pongamos, debería desprestigiar al más pintado. El caso es que, cuando falleció José Antonio Arana Martija, en 2011, el presidente de Euskaltzaindia entonces, y que lo sigue siendo en la actualidad, Andrés Urrutia, le dedicó un artículo en El Correo, titulado “Un compromiso con la cultura vasca” (28-4-2011), por su generosa labor en el seno de la institución por él presidida. Y de la otra faceta, la política, silencio sepulcral, nunca mejor dicho.

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.