El primer Koldo corrupto de la historia de España (y II)
No contento con haber engañado a su hermano durante toda la época fundacional del Partido Nacionalista Vasco en dos cuestiones tan nucleares como fueron el respeto a la moral y a los preceptos del catolicismo, por un lado, y la elección de consorte autóctona, por otro, Luis (nuestro primer Koldo) se presentó en la herencia de su madre, que tuvo lugar el 6 de septiembre de 1899, como soltero, para entrar en el reparto con los otros dos hermanos solteros que quedaban: Sabino y Paulina. Tercera falsificación, esta probablemente la más gorda de todas, porque aquí ya había dinero contante y sonante de por medio. Al contrario que sus dos hermanas mayores, casadas, Lucila y Francisca, que no entraron en esa herencia, nuestro Koldo sí quiso entrar, y no le importó, para ello, ocultar que llevaba casi un año casado. Después dilapidó la herencia, junto con Sabino, en inversiones fantasmagóricas en minas situadas en Cáceres (Navalmoral de la Mata), donde pensaban que se iban a hacer de oro con ellas y lo que hicieron fue hundirse en la miseria. Era la época de la fiebre de la bolsa de Bilbao, que llevó a una sonada bancarrota a principios del siglo XX, y que alcanzó de lleno a las finanzas de los hermanos Arana Goiri.
El caso es que Sabino no conoció, hasta que hizo su propio viaje de novios, la doble vida de su hermano Luis durante los últimos siete años, los mismos que tenía ya su primer hijo. Tras casarse Sabino con Nicolasa Achicallende, a la que puso Nikole Atxikallende, el 2 de febrero de 1900, se fueron de viaje de novios a Lourdes, donde los dos cayeron enfermos de gastroenteritis, o por lo menos esos eran los síntomas, aunque lo de Sabino Arana ya empezaba a pintar peor, como anticipo de la evolución final de su enfermedad de Addison que le llevó a la tumba tres años después. El caso es que allí se presentaron, se supone que para ayudar a los enfermos, Luis con su mujer y el hijo de ambos. Para esa fecha, Luis, nuestro Koldo, había ya empezado a vivir, ¡por fin!, con su familia, mujer e hijo, y para entonces estaba en Ustaritz, en el País Vasco francés. A la mujer de Luis, que todavía era Josefa Alejandra, y al pequeño Luis, Sabino Arana los veía entonces por primera vez en su vida. Cabe imaginarse con qué sorpresa y estupor les echaría la vista encima. Porque Sabino, si hizo cuentas, tuvo que deducir que su hermano tenía el hijo desde mucho antes: el hijo entonces cumplía siete años, como decimos. Y tuvo que deducir también que Luis se presentó al reparto de la herencia de su madre, unos meses antes, en 1899, como soltero.
En fin, nuestra hipótesis es que el shock que golpeó a Sabino Arana al descubrir la doble vida de su hermano tuvo que afectarle necesariamente en su frágil equilibrio emocional (la enfermedad de Addison es hormonal) y que a partir de ahí el fundador del nacionalismo vasco fue dando tumbos en su vida política en Bilbao, con los que se explicarían así los últimos tres años aciagos de su trayectoria, con un encarcelamiento de por medio y una evolución españolista todavía inexplicable a día de hoy. Luis, en cambio, siguió con sus trapicheos y sus corruptelas, dando sablazos a sus amigos de antes para poder sobrevivir con tantos hijos como fueron teniendo (hasta cinco, de los cuales uno falleció muy pronto y otro más un poco después), después de haber dilapidado buena parte de ella en inversiones alocadas en minas “españolas”, como vimos antes. Es ilustrativo un documento que se conserva en la Fundación Sancho el Sabio donde nuestro Koldo apunta las diferentes casas que habitó a lo largo de su vida una vez que decidió, en noviembre de 1899, marcharse de Bilbao para vivir con su mujer y que no les viera nadie del partido: hasta diez domicilios distintos aparecen ahí, desde el primero en Anglet, cerca de Bayona, en el País Vasco francés, hasta marzo de 1926 en que se instala definitivamente de nuevo en Bilbao, ¡con 64 años ya! Siempre huyendo del qué dirán y para que sus antiguos amigos y conocidos de toda la vida no supieran que se había casado con una maketa.
Mientras tanto, le dio tiempo a llevar a cabo la principal corrupción política que consta en su historial, aparte de las otras corrupciones morales y económicas que estamos viendo aquí. Fue la única de las corrupciones que le descubrieron en vida (la más trascendente y dura se la descubrió su hermano Sabino en Lourdes, en febrero de 1900, como hemos contado antes). Y menos mal, para el partido, que este ya estaba consolidado. Y es que, siendo nuestro Koldo presidente del PNV, en el periodo de 1908 a 1915, fue en este último año cuando se le ocurrió, en unas elecciones municipales, hacer un pufo, de acuerdo con el candidato monárquico a la alcaldía de Bilbao, para que este obtuviera el puesto a cambio del sacrificio de un concejal de su propio partido nacionalista. Descubierta la pifia por los propios militantes nacionalistas, Koldo tuvo que dimitir de sus cargos y lo que hizo, a partir de entonces, fue hacerse el ofendido y el perseguido, creando un partido de irreductibles, radicalizado, frente al oficial que cambió su nombre por el de Comunión Nacionalista Vasca. Recordemos que durante la presidencia de Luis Arana Goiri, se creó también, en 1911, el sindicato nacionalista ELA, en origen STV (Solidaridad de Trabajadores Vascos), para que los trabajadores vascos nacionalistas no tuvieran que compartir sindicato con los maketos de UGT, que era la central mayoritaria entonces en el País Vasco, o con cualquier otro sindicato no nacionalista, por ejemplo el anarquista.
Al cabo de los años, pasada ya la Dictadura de Primo de Rivera, las dos facciones nacionalistas volvieron a unirse y a Koldo le nombraron de nuevo, en 1932, presidente del PNV reunificado. Y fue entonces cuando cometió otra de sus falsificaciones acostumbradas, en este caso la mayor tomadura de pelo de la historia política contemporánea vasca: consintió que se pusiera en marcha aquel año el primer Aberri Eguna de la historia, en recuerdo de la llamada “revelación” que supuestamente le hizo nuestro Koldo a su hermano pequeño Sabino, en el jardín de su casa de Abando, 50 años antes, en 1882, con la que se supone que surgió por primera vez la idea nacionalista. Esto lo había dicho Sabino Arana varias veces en sus escritos y Koldo nunca lo desmintió, pero tampoco lo explicó jamás, por mucho que se lo preguntaron. ¡Y cómo lo iba a explicar si fue una ocurrencia de Sabino de la que nuestro Koldo no tenía ni la menor idea de cuándo pudo pasar ni en qué consistió aquello! Una conversación entre los dos hermanos, en el jardín de su casa, el año 1882, es el origen oficial del nacionalismo vasco. Ahí queda eso.
¿Alguien sabe de otro caso parecido, en que una conversación inopinada con un hermano, cuando se tienen 18 o 20 años, sirva para transmitir o encender la llama de toda una ideología política? Y sobre todo teniendo en cuenta lo que tenía de nacionalista Luis Arana Goiri entonces. Porque el caso es que Sabino siempre dijo que su hermano Luis era ya nacionalista en 1882. Lo que es seguro es que no podría haber sido racista y supremacista como él, ni tampoco ultracatólico, porque, de haber sido ambas cosas, ya se lo habría pensado un poco antes de tener un hijo fuera del matrimonio con su criada aragonesa, ¿no les parece?
De los tres hijos que les quedaron vivos a Luis y María Josefina (por respetar el nombre que le endiñó nuestro Koldo y con el que terminó sus días), los tres se casaron también con maketas. Y aun así nuestro Koldo siguió toda su vida despotricando contra España. Hasta el punto que fue él en persona, en 1938, a Londres, a la sede del Foreing Office, acompañado de su amigo Lezo de Urreztieta (que fue quien por supuesto pagó los gastos del viaje, un viaje largo que hicieron ambos por Inglaterra e Irlanda), a pedir que Gran Bretaña ayudara y protegiera a Euskadi para conseguir la libertad y la independencia. Todo como demasiado onírico y delirante para poder creerse, pero así fue y nos lo explica con todo detalle Jean-Claude Larronde en su biografía “oficial” de nuestro Koldo (editada, como sabemos ya, por la Fundación Sabino Arana).
Traicionar de ese modo a España no le impidió, sin embargo, a Koldo Arana Goiri, tras la guerra civil y traído en 1942 por sus hijos (bien instalados en el régimen franquista y repetimos: casados los tres con maketas), volver a la España que entonces vivía bajo el régimen de Franco. Y así pasó sus últimos años en Santurce, plácidamente, rodeado de sus nietos, sin que nadie le molestara, hasta 1951 en que falleció en su cama. Mientras sus correligionarios políticos pasaban las de Caín, la mayoría realistados en el ejército de Franco desde el llamado Pacto de Santoña hasta el final de la guerra, otros en prisión o en el exilio y como excepción algunos de ellos, si tuvieron suerte y conectaron con parientes o amigos afectos del régimen, volviendo también a sus lugares de origen, como pudo hacer Luis gracias a sus hijos.
Koldo Arana Goiri está enterrado, con los tres hijos hijos mestizos que le sobrevivieron, sus tres nueras maketas y con parte de sus nietos, en una tumba doble del cementerio de Derio, el Cementerio Municipal de Bilbao, y cuya única identificación en la lápida pone “Familia Arana-Goiri”, cuando en realidad debería de poner “Familia Arana-Eguaraz”, por la mayoría de los restos que hay ahí (solo está de los Arana-Goiri, aparte de Luis, su hermano mayor Juan, fallecido joven). Y es que los apellidos de su mujer (aun cambiados por él en vida) y con ellos su propia identidad española, por aragonesa, quedaron así tapados, como si no hubieran existido. María Josefina se quedó enterrada en Bidart (País Vasco francés), donde falleció en 1938. Y conste también que todos los que están enterrados en Bilbao, y que se pueden identificar fácilmente por el localizador del cementerio de Derio, tienen todos nombres castellanos. Ninguno eusquérico ni mucho menos sabiniano. Los nombres son (algunos se repiten incluso) Luis, Ignacio, Santiago y Juan. Y de mujeres, María, dos veces, María Begoña y Dolores. Ahí están enterrados, por ejemplo, Luis Arana Goiri, su hijo Luis Arana Eguaraz y su nieto Luis Arana Flor. Ningún Koldobika, ni Koldo ni nada que se le parezca. Y si es por lo de la represión franquista, que prohibía el nombre de Koldo por nacionalista, ahí tenemos el último de los Luises, Luis Arana Flor, que falleció en 1990 sin dejar descendencia, que podría haber utilizado perfectamente el Koldo si hubiera querido (ya vimos en el capítulo anterior el número de Koldos y Koldobikas que existen hoy en día en España), al menos como homenaje a su abuelo. Pero ni por esas.
No contento con haber engañado a su hermano durante toda la época fundacional del Partido Nacionalista Vasco en dos cuestiones tan nucleares como fueron el respeto a la moral y a los preceptos del catolicismo, por un lado, y la elección de consorte autóctona, por otro, Luis (nuestro primer Koldo) se presentó en la herencia de su madre, que tuvo lugar el 6 de septiembre de 1899, como soltero, para entrar en el reparto con los otros dos hermanos solteros que quedaban: Sabino y Paulina. Tercera falsificación, esta probablemente la más gorda de todas, porque aquí ya había dinero contante y sonante de por medio. Al contrario que sus dos hermanas mayores, casadas, Lucila y Francisca, que no entraron en esa herencia, nuestro Koldo sí quiso entrar, y no le importó, para ello, ocultar que llevaba casi un año casado. Después dilapidó la herencia, junto con Sabino, en inversiones fantasmagóricas en minas situadas en Cáceres (Navalmoral de la Mata), donde pensaban que se iban a hacer de oro con ellas y lo que hicieron fue hundirse en la miseria. Era la época de la fiebre de la bolsa de Bilbao, que llevó a una sonada bancarrota a principios del siglo XX, y que alcanzó de lleno a las finanzas de los hermanos Arana Goiri.
El caso es que Sabino no conoció, hasta que hizo su propio viaje de novios, la doble vida de su hermano Luis durante los últimos siete años, los mismos que tenía ya su primer hijo. Tras casarse Sabino con Nicolasa Achicallende, a la que puso Nikole Atxikallende, el 2 de febrero de 1900, se fueron de viaje de novios a Lourdes, donde los dos cayeron enfermos de gastroenteritis, o por lo menos esos eran los síntomas, aunque lo de Sabino Arana ya empezaba a pintar peor, como anticipo de la evolución final de su enfermedad de Addison que le llevó a la tumba tres años después. El caso es que allí se presentaron, se supone que para ayudar a los enfermos, Luis con su mujer y el hijo de ambos. Para esa fecha, Luis, nuestro Koldo, había ya empezado a vivir, ¡por fin!, con su familia, mujer e hijo, y para entonces estaba en Ustaritz, en el País Vasco francés. A la mujer de Luis, que todavía era Josefa Alejandra, y al pequeño Luis, Sabino Arana los veía entonces por primera vez en su vida. Cabe imaginarse con qué sorpresa y estupor les echaría la vista encima. Porque Sabino, si hizo cuentas, tuvo que deducir que su hermano tenía el hijo desde mucho antes: el hijo entonces cumplía siete años, como decimos. Y tuvo que deducir también que Luis se presentó al reparto de la herencia de su madre, unos meses antes, en 1899, como soltero.
En fin, nuestra hipótesis es que el shock que golpeó a Sabino Arana al descubrir la doble vida de su hermano tuvo que afectarle necesariamente en su frágil equilibrio emocional (la enfermedad de Addison es hormonal) y que a partir de ahí el fundador del nacionalismo vasco fue dando tumbos en su vida política en Bilbao, con los que se explicarían así los últimos tres años aciagos de su trayectoria, con un encarcelamiento de por medio y una evolución españolista todavía inexplicable a día de hoy. Luis, en cambio, siguió con sus trapicheos y sus corruptelas, dando sablazos a sus amigos de antes para poder sobrevivir con tantos hijos como fueron teniendo (hasta cinco, de los cuales uno falleció muy pronto y otro más un poco después), después de haber dilapidado buena parte de ella en inversiones alocadas en minas “españolas”, como vimos antes. Es ilustrativo un documento que se conserva en la Fundación Sancho el Sabio donde nuestro Koldo apunta las diferentes casas que habitó a lo largo de su vida una vez que decidió, en noviembre de 1899, marcharse de Bilbao para vivir con su mujer y que no les viera nadie del partido: hasta diez domicilios distintos aparecen ahí, desde el primero en Anglet, cerca de Bayona, en el País Vasco francés, hasta marzo de 1926 en que se instala definitivamente de nuevo en Bilbao, ¡con 64 años ya! Siempre huyendo del qué dirán y para que sus antiguos amigos y conocidos de toda la vida no supieran que se había casado con una maketa.
Mientras tanto, le dio tiempo a llevar a cabo la principal corrupción política que consta en su historial, aparte de las otras corrupciones morales y económicas que estamos viendo aquí. Fue la única de las corrupciones que le descubrieron en vida (la más trascendente y dura se la descubrió su hermano Sabino en Lourdes, en febrero de 1900, como hemos contado antes). Y menos mal, para el partido, que este ya estaba consolidado. Y es que, siendo nuestro Koldo presidente del PNV, en el periodo de 1908 a 1915, fue en este último año cuando se le ocurrió, en unas elecciones municipales, hacer un pufo, de acuerdo con el candidato monárquico a la alcaldía de Bilbao, para que este obtuviera el puesto a cambio del sacrificio de un concejal de su propio partido nacionalista. Descubierta la pifia por los propios militantes nacionalistas, Koldo tuvo que dimitir de sus cargos y lo que hizo, a partir de entonces, fue hacerse el ofendido y el perseguido, creando un partido de irreductibles, radicalizado, frente al oficial que cambió su nombre por el de Comunión Nacionalista Vasca. Recordemos que durante la presidencia de Luis Arana Goiri, se creó también, en 1911, el sindicato nacionalista ELA, en origen STV (Solidaridad de Trabajadores Vascos), para que los trabajadores vascos nacionalistas no tuvieran que compartir sindicato con los maketos de UGT, que era la central mayoritaria entonces en el País Vasco, o con cualquier otro sindicato no nacionalista, por ejemplo el anarquista.
Al cabo de los años, pasada ya la Dictadura de Primo de Rivera, las dos facciones nacionalistas volvieron a unirse y a Koldo le nombraron de nuevo, en 1932, presidente del PNV reunificado. Y fue entonces cuando cometió otra de sus falsificaciones acostumbradas, en este caso la mayor tomadura de pelo de la historia política contemporánea vasca: consintió que se pusiera en marcha aquel año el primer Aberri Eguna de la historia, en recuerdo de la llamada “revelación” que supuestamente le hizo nuestro Koldo a su hermano pequeño Sabino, en el jardín de su casa de Abando, 50 años antes, en 1882, con la que se supone que surgió por primera vez la idea nacionalista. Esto lo había dicho Sabino Arana varias veces en sus escritos y Koldo nunca lo desmintió, pero tampoco lo explicó jamás, por mucho que se lo preguntaron. ¡Y cómo lo iba a explicar si fue una ocurrencia de Sabino de la que nuestro Koldo no tenía ni la menor idea de cuándo pudo pasar ni en qué consistió aquello! Una conversación entre los dos hermanos, en el jardín de su casa, el año 1882, es el origen oficial del nacionalismo vasco. Ahí queda eso.
¿Alguien sabe de otro caso parecido, en que una conversación inopinada con un hermano, cuando se tienen 18 o 20 años, sirva para transmitir o encender la llama de toda una ideología política? Y sobre todo teniendo en cuenta lo que tenía de nacionalista Luis Arana Goiri entonces. Porque el caso es que Sabino siempre dijo que su hermano Luis era ya nacionalista en 1882. Lo que es seguro es que no podría haber sido racista y supremacista como él, ni tampoco ultracatólico, porque, de haber sido ambas cosas, ya se lo habría pensado un poco antes de tener un hijo fuera del matrimonio con su criada aragonesa, ¿no les parece?
De los tres hijos que les quedaron vivos a Luis y María Josefina (por respetar el nombre que le endiñó nuestro Koldo y con el que terminó sus días), los tres se casaron también con maketas. Y aun así nuestro Koldo siguió toda su vida despotricando contra España. Hasta el punto que fue él en persona, en 1938, a Londres, a la sede del Foreing Office, acompañado de su amigo Lezo de Urreztieta (que fue quien por supuesto pagó los gastos del viaje, un viaje largo que hicieron ambos por Inglaterra e Irlanda), a pedir que Gran Bretaña ayudara y protegiera a Euskadi para conseguir la libertad y la independencia. Todo como demasiado onírico y delirante para poder creerse, pero así fue y nos lo explica con todo detalle Jean-Claude Larronde en su biografía “oficial” de nuestro Koldo (editada, como sabemos ya, por la Fundación Sabino Arana).
Traicionar de ese modo a España no le impidió, sin embargo, a Koldo Arana Goiri, tras la guerra civil y traído en 1942 por sus hijos (bien instalados en el régimen franquista y repetimos: casados los tres con maketas), volver a la España que entonces vivía bajo el régimen de Franco. Y así pasó sus últimos años en Santurce, plácidamente, rodeado de sus nietos, sin que nadie le molestara, hasta 1951 en que falleció en su cama. Mientras sus correligionarios políticos pasaban las de Caín, la mayoría realistados en el ejército de Franco desde el llamado Pacto de Santoña hasta el final de la guerra, otros en prisión o en el exilio y como excepción algunos de ellos, si tuvieron suerte y conectaron con parientes o amigos afectos del régimen, volviendo también a sus lugares de origen, como pudo hacer Luis gracias a sus hijos.
Koldo Arana Goiri está enterrado, con los tres hijos hijos mestizos que le sobrevivieron, sus tres nueras maketas y con parte de sus nietos, en una tumba doble del cementerio de Derio, el Cementerio Municipal de Bilbao, y cuya única identificación en la lápida pone “Familia Arana-Goiri”, cuando en realidad debería de poner “Familia Arana-Eguaraz”, por la mayoría de los restos que hay ahí (solo está de los Arana-Goiri, aparte de Luis, su hermano mayor Juan, fallecido joven). Y es que los apellidos de su mujer (aun cambiados por él en vida) y con ellos su propia identidad española, por aragonesa, quedaron así tapados, como si no hubieran existido. María Josefina se quedó enterrada en Bidart (País Vasco francés), donde falleció en 1938. Y conste también que todos los que están enterrados en Bilbao, y que se pueden identificar fácilmente por el localizador del cementerio de Derio, tienen todos nombres castellanos. Ninguno eusquérico ni mucho menos sabiniano. Los nombres son (algunos se repiten incluso) Luis, Ignacio, Santiago y Juan. Y de mujeres, María, dos veces, María Begoña y Dolores. Ahí están enterrados, por ejemplo, Luis Arana Goiri, su hijo Luis Arana Eguaraz y su nieto Luis Arana Flor. Ningún Koldobika, ni Koldo ni nada que se le parezca. Y si es por lo de la represión franquista, que prohibía el nombre de Koldo por nacionalista, ahí tenemos el último de los Luises, Luis Arana Flor, que falleció en 1990 sin dejar descendencia, que podría haber utilizado perfectamente el Koldo si hubiera querido (ya vimos en el capítulo anterior el número de Koldos y Koldobikas que existen hoy en día en España), al menos como homenaje a su abuelo. Pero ni por esas.











