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Pedro Chacón
Sábado, 01 de Junio de 2024 Tiempo de lectura:

El neosupremacismo vasco de Kirmen Uribe

Durante el régimen nacionalista de doce años de gobiernos de Iñigo Urkullu que ahora termina (recordemos que todavía sigue siendo lendacari en funciones, hasta el mes que viene cuando sea nombrado su sucesor, Imanol Pradales Gil), hemos visto abundantes manifestaciones de supremacismo vasco, que es la ideología propia del PNV desde su fundación pero que, por no llamarlo supremacismo (ya que este término se lo adjudicamos en exclusiva y por méritos propios a su fundador Sabino Arana), vamos a llamar neosupremacismo.

 

Lo que distingue al neosupremacismo del supremacismo originario son tres cuestiones básicas y además fundamentales para entender el País Vasco actual. Primera, su intensidad, junto con su poder de penetración en la sociedad vasca actual, ya que el neosupremacismo se ejerce desde las instituciones, con todos los recursos económicos, logísticos y humanos a su disposición, mientras que el supremacismo originario de Sabino Arana quedó recluido en sus Obras Completas que hoy nadie lee, por desidia unas veces, por inconsciencia otras y, en cualquier caso, siempre por higiene mental, se entiende. Segunda y más importante si cabe, es que una buena parte de la sociedad vasca, incluida muy principalmente gran parte de los inmigrantes y sus descendientes (a todos los cuales Sabino Arana llamaba desaforadamente maquetos –“maketos”, escribía él–) y a los que el primer nacionalismo fustigó sin piedad, se ha sumado al supremacismo nacionalista en calidad de tontos útiles (movidos por una suerte de síndrome de Estocolmo colectivo), de manera que el resultado, el neosupremacismo vasco, se practica ahora con la colaboración delirante y alucinante de los mismos a los que el primer supremacismo despreciaba y hacía todo lo posible por expulsar de la sociedad vasca. Y tercera, porque se trata de un supremacismo, este neosupremacismo del que hablamos, que no tiene en absoluto conciencia de que lo es. De hecho, uno de sus más señalados representantes, el escritor Kirmen Uribe, habla de supremacismo en los demás, no en él. En una de las últimas frases del libro que vamos a glosar aquí, habla así, después de diferenciar las dos caras de la tierra, a semejanza de las dos caras de la luna: “Hacia una de las caras se han deslizado los avaros tiburones desalmados, que se valen de la discriminación y el desprecio a las minorías, los supremacistas, los que siembran el odio y la mentira por su boca y por Internet, los que creen que nuestros problemas pueden resolverse por medio de la violencia.”

 

Y es que, dentro de ese despliegue de competencias y de facultades al alcance solo del nacionalismo vasco desde las instituciones que domina, en la actual coyuntura histórica del País Vasco, unido a la colaboración, complicidad y sometimiento de buena parte de las víctimas excluidas por el primer supremacismo, destaca, por su papel central en la elaboración del discurso neosupremacista, el escritor Kirmen Uribe, que lo mismo se entendía de maravilla con Patxi López, primer lendacari maqueto, que se convertía luego en el auténtico “niño bonito” de Iñigo Urkullu. Ambos lendacaris (el segundo más que el primero por razón de que ha durado más en el cargo) han prodigado a Kirmen Uribe de toda clase de consideraciones, premios, subvenciones y halagos.

 

El lendacari Patxi López, recién estrenado en el cargo y cuando Kirmen Uribe había empezado ya a ser reconocido, con el bagaje de un libro de poemas y de una novela (Bilbao-New York-Bilbao) que acababa de obtener el Premio Nacional de Narrativa en 2009 (recordemos que el ministro de Cultura, que otorga estos premios, pertenecía por entonces al gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero), firma un artículo en El País (a saber quién se lo escribió, seguramente el ya fallecido Andoni Unzalu), titulado “Olas verdes y montañas azules”, donde recuerda que Kirmen le regaló su libro recién premiado y le felicita por la consecución del premio y a la vez recuerda que en su toma de posesión leyó dos poemas, uno de la premio Nobel polaca Wisława Szymborska y otro, el único de un autor vasco o español, que fue el de Kirmen Uribe. En efecto, el lendacari López leyó dos poemas en su toma de posesión y el único que leyó de un autor no extranjero fue el de Kirmen Uribe: no me digan que el tipo, o sea Kirmen, no recibió ya con ello la consagración de escritor oficial vasco por antonomasia. Pues a partir de ese momento, así ha sido todo el rato con este hombre. Halagos constantes desde el poder, tanto socialista como, sobre todo, nacionalista. ¿No resulta sospechoso, ya de entrada, que un autor literario sea continuamente ensalzado desde el poder? No me extraña que luego se haya ido a Nueva York, bien respaldado por las instituciones culturales vascas (Instituto Etxepare) y se haya quedado allí. Es la forma de poner tierra de por medio entre tanto halago institucional y así poder tener tiempo para hacer algo. Kirmen Uribe es, de largo, el autor vasco más bendecido por el poder desde Bernardo Atxaga. Este último optó por irse a un caserío perdido por ahí, por Zalduendo, creo, en Álava, aunque también estuvo alguna temporada en Estados Unidos, aprovechando la infraestructura oficial de la diáspora, como Kirmen. Pero en ambos casos el proceso es el mismo: me bendice el poder y yo me quito de en medio para poder hacer algo, joé, que es que, si no, ni me dejan trabajar.

 

Lanzado al estrellato y a la relación directa con el poder político, nuestro genio del neosupremacismo vasco fue requerido por Iñigo Urkullu en 2016 para formar parte del selecto club llamado Consejo Asesor de Acción Exterior, dependiente directamente del lendacari, con el que configurar y promocionar la imagen exterior de Euscadi, llamada Euskadi Basque Country, así, en inglés, para ser más internacional. También formaron parte de dicho consejo personajes tan relevantes de la “intelligentsia” vasca como el exlendacari Juan José Ibarretxe, con su chiringuito del Agirre Lehendakari Center, que cuenta con sede en la propia Universidad del País Vasco en Leioa, y que es capaz de irse, arropado por dicho entramado fuertemente subvencionado, hasta el Jaialdi de Boise (Estados Unidos), concentración festiva que celebra la diáspora vasca en aquel país cada cinco años, en este caso fue al de 2015, para montar allí un acto con el que explicarles a los vascos de la diáspora nada menos que el derecho a decidir.

 

Y es que estamos en todos estos casos con ejemplos constantes, desde el tinglado supuestamente cultural nacionalista, girando alrededor de eso que ellos llaman la diáspora vasca que, como vimos en un capítulo anterior de esta serie (“12 años de invisibilidad”), es una ingente maquinaria al servicio de la idealización nacionalista que construye un pueblo vasco a su imagen y semejanza.

 

Desde que forma parte del Consejo Asesor de Acción Exterior del Gobierno Vasco, Kirmen Uribe, como estrella fulgurante de las letras eusquéricas (convenientemente traducidas luego a todos los idiomas del mundo mundial, empezando por el castellano), ha acompañado al lendacari Urkullu a alguno de sus viajes. Por ejemplo, al de Auschwitz en 2017, donde vimos a Kirmen formando parte del séquito presidencial durante el recorrido por el célebre campo de concentración, y que fue cuando tuvimos ocasión de constatar cómo ese lendacari neosupremacista por antonomasia, que ha sido Iñigo Urkullu, equiparaba, sin que se le moviera una pestaña, el bombardeo de Guernica al Holocausto nazi.

 

En el artículo que le dedica Patxi López en 2009 ya se dice que Kirmen está en Nueva York, donde se fue bajo los auspicios del Instituto Etxepare, integrado en el Gobierno Vasco, que se ocupa de establecer contactos con centros educativos de todo el mundo, con el objetivo de dar a conocer el eusquera. O sea, que debe de llevar viviendo allí ya una porrada de años. Y desde entonces nuestro referente cultural máximo del neosupremacismo vasco ejerce de representante mundial del eusquera, con visitas periódicas al País Vasco para recibir premios por cada una de sus sucesivas publicaciones, atender entrevistas con los principales medios y participar en actos multitudinarios donde no es extraña la aparición de alguna autoridad política. Joé con el Kirmen Uribe. Qué pensarán sus colegas de profesión coetáneos. Qué sé yo, un Unai Elorriaga, por ejemplo, que se quedó con su Premio Nacional de Narrativa en 2002, conseguido antes que el de Kirmen incluso, pero que no alcanzó, ni de lejos, la preeminencia política de este.

 

[Img #26053]“Un pueblo ancestral que ama la vanguardia”, texto por el que vamos a glosar el neosupremacismo de Kirmen Uribe, apareció en 2018, escrito por encargo del Consejo Asesor de Acción Exterior del Gobierno Vasco, para que sirviera de referente e inspirador literario e histórico del objetivo que se pretendía, el de difundir la marca Euscadi por todo el mundo. El libro está, en sus cuatro idiomas, disponibles en la plataforma digital de la red de bibliotecas vascas (eLiburutegiak). Yo he manejado físicamente la versión en castellano. Tiene 98 páginas divididas en 11 capítulos. El título del libro pergeñado por Kirmen le debió gustar tanto a Urkullu que lo utilizó en un discurso que dio en las Naciones Unidas en Nueva York, en julio de 2019, y donde se dirigió al High Level Political Forum de dicha institución “como el representante de «un país abierto al mundo, un pueblo ancestral que ama la vanguardia»”. Un discurso dirigiéndose al mundo mundial como máximo representante de todos los vascos hablando, eso sí, en la lengua de Cervantes, como se puede comprobar consultando dicho evento en la red. Iñigo Urkullu ha utilizado también habitualmente el libro de Kirmen Uribe como forma de agasajar culturalmente a otros dirigentes políticos con los que ha mantenido entrevistas, por ejemplo, al cántabro Miguel Angel Revilla o al energúmeno de Quim Torra, cuando este era presidente de Cataluña. A todos ellos Urkullu les entregaba el librito de Kirmen, como si fuera algo así como el libro de Mao, o el librito ese de máxima consideración que puede obtener un autor del poder político. Y es que ¿puede haber gestos que denoten más a las claras la consagración institucional de un escritor que estos que estamos glosando?

 

[Img #26054]Del libro en cuestión, a mí me llama la atención el adjetivo “ancestral” empleado para el título. Porque el título y el contenido del libro aparecen, como hemos dicho, en cuatro idiomas, eusquera, español, francés e inglés. Pero mientras en el título en español se utiliza el término ancestral, en los otros se utiliza un término sensiblemente distinto pero que los iguala a todos: ancien en francés, ancient en inglés y antzina en eusquera. En los tres casos el significado en español sería antiguo, no ancestral. Y en español no es lo mismo antiguo que ancestral. Antiguo tiene una connotación ligeramente negativa, mientras que ancestral no. El término ancestral, por su parte, también existe en francés e inglés, no así en eusquera. En cambio, en francés e inglés han decidido traducir ancestral por ancien y ancient respectivamente. Quiero decir con todo esto que ese término ancestral, en castellano, tiene toda la pinta de haber sido el referente a la hora de denominar el libro. Ancestral suena bien. Antzina en eusquera no es lo mismo. Si no tuviéramos constancia de que el libro en castellano está traducido del eusquera, como vemos por los créditos (traductor Gerardo Markuleta), podríamos pensar que fue la versión española la escrita antes. Pero, de haberlo hecho así, habría sido un fraude en toda regla para los que, como Urkullu y Uribe, piensan que el único idioma caracterizador del País Vasco y que nos hace mejores, como veremos, es el eusquera.

 

El libro en cuestión define al pueblo vasco como lo haría el mismísimo lendacari Ibarretxe cuando habla de un pueblo de siete mil años de antigüedad. Quiere decirse que, si vives en el País Vasco y tus ancestros no son de las cuevas de Santimamiñe sino de los llanos de Albacete, de las marismas del Guadalquivir o de las montañas de Lugo y venidos aquí luego con la inmigración, ¿cómo es eso de que formas parte de un pueblo ancestral si tú mismo no eres ancestral aquí? Para remachar la intención genealógica, en el capítulo II del libro, titulado “El País Vasco: agua de muchos caudales”, se dice: “el ADN de nuestra sociedad puede resumirse en tres ideas”. ¿Cómo que el ADN? Si lo que se pretende es buscar la integración, la inclusividad, lo de los muchos caudales del agua vasca, a santo de qué hablar de ADN en la definición del pueblo vasco, que es como darle un marchamo determinista a esa definición. ¿No podría haberse ahorrado lo del ADN, que queda como excesivamente biológico, e incluso con connotaciones raciales a estas alturas?

 

Pero lo peor no es eso. Lo peor es hablar, desde el título mismo, de un pueblo ancestral y luego pretender que la enorme inmigración de finales del siglo XIX y mediados del XX (en la página 59 se reconoce que fue “realmente extraordinario” el número de personas que llegaron de otras partes de España) también forme parte de él. ¿En qué quedamos? En todo caso habría una parte ancestral y otra que no. Es decir, que no todo el pueblo sería ancestral de aquí, como dice el título. Veamos en qué términos alude a la inmigración en el capítulo VII titulado “La riqueza que aporta la clase obrera”: “A menudo, cuando hablamos acerca de los emigrantes, utilizamos el término “integración”. Sin embargo, si nos referimos a la sociedad del siglo XXI, sería más apropiado usar la palabra “inclusión”. Integrarse supone que alguien se convierta en miembro de un grupo homogéneo al que no pertenece, y que sus especificidades y su identidad se diluyan en la homogeneidad de ese grupo, y olvide o abandone el bagaje cultural que atesoraba hasta entonces. La inclusión, en cambio, tiene como objetivo la suma. Es decir, que ese alguien no se convierta en una simple copia de la homogeneidad dominante; la uniformidad social no nos llevará a ninguna parte. La inclusión supone no marginar a nadie, garantizar la participación de todos, en igualdad de oportunidades.”

 

Resulta divertido (bueno, sería divertido si no fuera lamentablemente tan supremacista) que se considere aquí la inclusión (o incorporación, que vendría a ser lo mismo) de la inmigración como si fuera algo menor o accesorio respecto al total del pueblo vasco resultante. Cuando luego en el apartado dedicado al eusquera se dice claramente que, haciendo una proyección con vistas al año 2036: “La gran mayoría de los vascoparlantes serán “euskaldun berriak” (nuevos euskaldunes), es decir; miembros de familias en los que no se hablaba euskera. Muchísimos de ellos serán emigrantes, o hijos de emigrantes. Los que han sido euskaldunes generación tras generación serán una minoría, algo que es también muy significativo”. Entonces, si esto es así, en qué lugar queda eso del pueblo ancestral y eso de considerar a los emigrantes como una mera incorporación al gran tronco del pueblo vasco.

 

Dicho de otra manera, si resulta que hablamos de incluir a los inmigrantes y no de integrarlos, de modo que no pierdan su especificidad auténtica, y si esos inmigrantes van a ser bastantes más, como hablantes del eusquera, que los que ya había desde tiempos inmemoriales –que quedarían como una minoría–, a santo de qué poner en el título del libro eso de un “pueblo ancestral”, que con solo esa expresión excluye de facto a una amplia mayoría de quienes viven hoy en día en el País Vasco y no proceden de la pata de Jaun Zuría.

 

Pero donde más se muestra el neosupremacismo de Kirmen Uribe es en el propio capítulo dedicado al eusquera, que es en realidad la única razón por la que se podría dar el calificativo de ancestral a un colectivo que hable eusquera, en el supuesto de que lo hablara mayoritariamente (que no existe tal cosa) y en el supuesto de que el eusquera que ahora se habla fuera una lengua ancestral y no un derivado completamente descafeinado de algo que existía hace tiempo pero que no se parece en nada a lo que remotamente se hablaba y mucho menos a lo que ahora se habla. Pero en el libro no se pretenden semejantes distinciones. Se va a saco a conseguir el objetivo ideológico establecido de antemano: erigir al pueblo vasco eusquerizado en protagonista único de la sociedad vasca y todo lo demás (que incluso es mayoritario) se subordina a esa idea: supremacismo de libro (en este caso, de librito).

 

En ese capítulo dedicado al eusquera, y por hacer honor –su autor– a su papel de representante mundial de dicho idioma ancestral, cumple Kirmen Uribe el mismo cometido que el oficial cuando arenga a la tropa. En su caso, nos suelta un panegírico en toda regla de la lengua, de la que dice: “El euskera comporta ciertos valores. Voluntarismo, altruismo, dignidad, el deseo de un mundo más plural.” O sea, vamos a ver, ¿estamos comparando a la colectividad euscaldún con una ONG?, ¿que tú por hablar una lengua, sea el eusquera o sea la que sea, te conviertes en un individuo más empático, altruista y digno? ¿Y entonces el que no la habla adolece de estos valores, quieres decir? Porque esa es la única consecuencia lógica que podemos extraer de semejante declaración.

 

Esto no es en absoluto nada nuevo en el nacionalismo vasco, como decimos desde el principio de este trabajo. Esto ya lo decía el fundador del mismo, Sabino Arana: “No vale considerar al Euskera meramente como una hermosa lengua, digna de ser cultivada en la literatura: es el broquel de nuestra raza, y contrafuerte además de la religiosidad y moralidad de nuestro pueblo”.

 

Esta es, por tanto, la señal de neosupremacismo más evidente que advertimos en el libro de Kirmen y que su autor tiene tan bien arraigada. Hasta tal punto es así, que en una reciente intervención (estelar, como todas las suyas) en el periódico Berria (que es el único que se edita solo en eusquera, obviamente gracias a la subvención a manos llenas del Gobierno vasco), del pasado 27 de mayo, la vuelve a repetir casi de modo literal. De modo que seis años después de que saliera el libro que estamos glosando aquí –recordemos que fue en 2018–, el neosupremacista Kirmen Uribe expresa, ahora por más extenso, la misma idea. Veamos lo que nos dice ahora:

 

Euskara ez da bat bakarra, era asko daude euskaldun izateko, hiztunak adina, esango nuke. Inor ez da bestea baino euskaldunago, denok gaude maila berean, hizkuntza erabiltzen dugun neurrian [El euskera no es uno solo, creo que hay muchas maneras de ser vasco, tantas como hablantes. Nadie es más euskaldun que otro, todos estamos al mismo nivel, en la medida en que utilizamos la lengua]. O sea que da igual cómo hables el eusquera, si mejor o peor, ya con intentarlo estás dentro del colectivo. Con lo cual el eusquera se convierte en un símbolo, en una marca de identidad, que es como lo utiliza el nacionalismo, más que como instrumento de comunicación. Y continúa:

 

Euskalduna da “euskara duena”. Euskalduna izateko ez da behar borondatea besterik. Hizkuntza jakinez gizataldeko kide izango zara. Ez du zerikusirik pasaportea izatearekin, ez mugekin ez antzeko aferekin. Tokion bizi liteke euskaldun bat, nahiz eta Japonian jaiotakoa izan, euskara ikasi baldin badu. Areago esango nuke, euskalduna izateko ez da Euskal Herrian bizi behar. Izan zaitezke euskaldun Amerikan, Asian, Afrikan edo Ozeanian bizita. Euskal Herrian bizitze hutsak berez ez zaitu egiten euskaldunago. Euskararen komunitateko kide izatea da kontua, nork bere erara, nork bere neurrian, hizkuntza hitz eginez, han edo hemen [Es euskaldun quien tiene, es decir quien habla, eusquera. Para ser vasco no hace falta más que voluntad. Sabiendo eusquera serás un miembro de la comunidad. Nada que ver con tener pasaporte, con fronteras ni afanes similares. Un vasco puede vivir en Tokio, aunque haya nacido en Japón, si ha aprendido eusquera. Más bien diría que para ser vasco no hay que vivir en el País Vasco. Puedes ser vasco viviendo en América, Asia, África o Oceanía. Vivir en el País Vasco por sí solo no te hace más vasco. Se trata de formar parte de la comunidad del eusquera, cada cual a su manera, cada cual en su medida, hablando la lengua, aquí o allá]. Ya sabemos que con esto de euskaldun y vasco se genera una pequeña o gran confusión. Euskaldun se traduce al español como vasco. Cuando en realidad debería ser solo hablante del eusquera. Pero en eusquera no hay ningún término para referirse a vasco en sentido de habitante del País Vasco sin connotación lingüística. Con lo cual decir euskaldun se presta de nuevo a convertir al eusquera, más que en un mero modo de comunicación, en un símbolo, una marca, una seña de identidad que te acompaña allá donde vayas, estés donde estés, independientemente de que te sirva más o menos para entenderte con quienes te rodean. Si te vale para formar piña solo con tus próximos, perfecto.

 

Es que todo esto me recuerda tanto a Sabino Arana. El fundador del apestoso nacionalismo vasco ya decía que un vasco era vasco viviera en Olakueta o en Madagascar. En su caso era por ser de raza vasca. El hablar o no eusquera sería una consecuencia de ser vasco, no un hecho que te hiciera vasco. Con lo cual, para Sabino Arana, era mejor vivir por ahí lejos, como vasco, que en el propio País Vasco, si este estaba dominado por los maquetos. ¿Será que el neosupremacista Kirmen Uribe se ha ido a Nueva York para distinguirse como vasco auténtico y no verse contaminado por la mayoría de maquetos que atestan el País Vasco actual, empezando por quien va a ser el lendacari dentro de pocas semanas, Imanol Pradales Gil? Sería una forma posible de verlo.

 

Y ahora entramos en lo mollar y que conecta directamente esta aparición estelar (como todas las suyas) de Kirmen Uribe de hace unos días en el Berria con lo que decía en el libro de cabecera del nacionalismo neosupremacista que escribió en 2018 y que ya sabemos que se titula “Un pueblo ancestral que ama la vanguardia”. Seis años de distancia entre ambas declaraciones para volver a decir lo mismo: Euskara ez da beste hizkuntza bat. Euskara balore batzuei lotua dago: boluntarismoa, altruismoa, justizia, duintasuna. Planeta bizi eta kulturatan jasangarria bihurtu nahi bati. Mundua hobetzen ari zarete euskaraz ikasita. Sentitu hori [El euskera no es otra lengua, no es una lengua más. El euskera está ligado a unos valores: voluntarismo, altruismo, justicia, dignidad. A un planeta vivo y sostenible en cultura. Estáis mejorando el mundo aprendiendo euskera. Siente eso]. Dicho en una sola frase: que eres mejor persona hablando eusquera que si no lo hablas. De nuevo el valor simbólico por encima del meramente comunicativo. Pero ahora ya con una carga moral supremacista expresada de modo manifiesto.

 

Lo comprobamos en el párrafo que cierra esta sublime declaración neosupremacista: Baina ez hori bakarrik. Euskaraz ikastea, euskararen uretara jauzi egitea, pertsona bezala, bigarren bizitza bat hasteko aukera ere bada, bizitza, beharbada, osatuago bat [Pero no sólo eso. Aprender en euskera, saltar a las aguas del euskera, como persona, es también una oportunidad para iniciar una segunda vida, una vida quizás más completa].

 

Y así es como se completa no la vida sino la visión neosupremacista de Kirmen Uribe, que clasifica a las personas en función de si hablan o no eusquera. Las que lo hablan son mejores y, por tanto, irremediablemente según esa lógica, las que no lo hablan son peores.

 

Durante el régimen neosupremacista de Iñigo Urkullu (que dijo en uno de sus últimos actos como lendacari que los productos fabricados por operarios que hablen eusquera tienen un valor añadido), Kirmen Uribe también tuvo tiempo y ocasión para sumarse en 2022 a una iniciativa político-cultural en la que se pedía que el gobierno español no actuara sobre quien fuera el jefe político de ETA desde 1992, tras la caída de la cúpula de la organización en Bidart, hasta 2004, cuando fue detenido en Francia. Nos referimos a Mikel Antza, que dirigió a la banda terrorista durante los años más duros de atentados contra miembros de organizaciones políticas no nacionalistas, así como intelectuales o periodistas (aparte, claro está, contra miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado). Durante el mandato en ETA de Mikel Antza fueron asesinados, entre otros, Gregorio Ordóñez, Miguel Ángel Blanco, Fernando Buesa, Francisco Tomás y Valiente, Ernest Lluch o José Luis López de la Calle. Y este oráculo del neosupremacismo que es Kirmen Uribe salió, en plan estrella refulgente, a firmar un manifiesto con otros escritores nacionalistas como él, para pedir que Mikel Antza no fuera de nuevo juzgado en España por lo mismo que había sido condenado y encarcelado en Francia. Ante la polémica suscitada, salió a los medios, en plan estrella, como es habitual, a recordar que él siempre se ha manifestado en contra de la violencia.

 

También hay un documental de Iñaki Arteta de 2020 titulado Bajo el silencio, donde Kirmen Uribe adopta una postura entre escapista, ridícula y desafiante, ante las preguntas sobre la herencia o el legado del terrorismo vasco que le hace el entrevistador. Se puede ver en Youtube.

 

¿No resulta suficientemente significativo, esclarecedor y hasta premonitorio, dados los tiempos que corren de mayoría Frankenstein en el gobierno de España, que el neosupremacista Kirmen Uribe haya mantenido, y mantenga, excelentes relaciones tanto con Patxi López, como con Iñigo Urkullu, pasando por el más alto dirigente político de la ETA más sanguinaria, Mikel Antza?

 

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