Panorama desde el abismo II
La realidad nos hace prolongar el anterior artículo en tres frentes:
1) Vox rompe los gobiernos con el PP.
Lo que pone de manifiesto que Vox prefiere tener 30 diputados con Sánchez en el Gobierno a tener 20 diputados con Sánchez fuera del gobierno.
Vox deja de ser un partido de Estado para volver a ser sólo un partido de protesta. Han roto todos los gobiernos regionales por una excusa menor. De hecho, no es el primer reparto de menas desde que formaron gobierno y tampoco estaba esta cuestión entre los pactos de gobierno firmados con el PP. Que después de estos menas vendrán otros es sabido desde hace mucho tiempo, pero la solución no la tienen los gobiernos autonómicos, sino que es un problema de Estado que, precisamente mientras esté el sujeto que tenemos al frente del Gobierno, no podrá tener solución porque no puede oponerse a los deseos de su jefe del sur. De hecho, esto es lo que parece su actuación: retirar a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de los puntos estratégicos para aumentar el paso de todo tráfico ilegal por nuestras fronteras.
Que el PP traiciona a sus votantes tampoco puede ser excusa: lo viene haciendo desde hace veinte años, una y otra vez, sin desmayo. Ya lo hacía cuando se formaron los gobiernos con el PP. Es su forma habitual de hacer política: traicionar a sus votantes y asumir los principios y las políticas del PSOE con cierto retraso. Que el PP es socialdemócrata y un partido de centro izquierda tampoco es una novedad. Aquí lo venimos diciendo desde hace años. Tal vez los de Vox se han caído del guindo ahora, ¡qué casualidad!, y no se habían dado cuenta hace un año. Y los del PP tampoco se dan cuenta de que los votos que hubiera podido perder el PSOE por su derecha: los socialdemócratas acrisolados y "templados" ya los tienen, no necesitan seguir siendo socialistas para ganar más votos porque esos otros votos que buscan jamás les serán dados. Tienen dentro el mejor ejemplo de cómo se puede ganar todo el arco de centro derecha desde un discurso serio y contundente (Ayuso) y no hacen caso. No tienen remedio, como prueba que los votos que pierde Vox no vayan al PP sino a una estúpida candidatura que no sirve para nada (Alvise).
El motivo de la ruptura es únicamente electoralista: el susto provocado los resultados del tal Alvise Pérez. Si un partido como Vox reacciona con histeria ante algo así demuestra que no tiene temple para gobernar.
Todo esto sólo tiene un beneficiario: Sánchez. La presidenta de Extremadura lo ha dejado bien claro: acercamiento al PSOE. El PP no tienen arreglo. Pero Vox, tampoco. ¡Vaya patriotas!
Algunos avisados dicen que Vox busca quedarse cómo única alternativa en la derecha y recoger esos votos en el futuro, como el partido de Le Pen en Francia. Olvidan que esa estrategia sería a largo plazo, con la consiguiente destrucción del país que, mientras tanto, vaya prolongando Sánchez. Y olvidan también otras dos cuestiones: que España no es Francia y la situación provocada por el islamismo aquí no está tan degradada como en el país vecino, con lo cual su estrategia no parece razonable a corto ni medio plazo; en segundo lugar, olvidan que el PP, a pesar de sus defectos (sólo tiene una virtud, que es Ayuso), está tan implantado en la sociedad española que necesitarían que desaparecieran generaciones enteras para ganarle la partida.
Vox se equivoca, como se ha equivocado rotundamente desde su desastrosa campaña en las autonómicas de Andalucía. Se puede estar de acuerdo con sus críticas, pero su estrategia de partido es un desastre sin paliativos: echan a los liberales para convertirse en una derecha conservadora rancia que no tiene apenas predicamento en España. Es casi una refundación de la Falange. Y la Falange es socialista (publicamos un artículo mostrando las coincidencias de los programas electorales de Falange Española con los de Podemos y el PSOE).
La dirección de Vox está tan alejada de la realidad como las de los otros partidos. A este paso, Vox, de extrema necesidad en su momento, va a convertirse en una extrema innecesariedad muy pronto.
Muchos españoles no pueden sino compadecerse de no tener a nadie que los represente mínimamente. Unos por cobardes y cagapoquito y los otros por gritones irreflexivos que prefieren a Orban antes que a Meloni (la única que podía hacer frente a Von Der Leyen). La derecha también hace cosas que hiela la sangre de sus votantes.
El país que nos dejará Sánchez, si es que alguna vez sale del Gobierno, no tendrá reparación posible de manos de unos cobardes y de unos descolocados falangistas que no se pondrán de acuerdo o que romperán la baraja por cualquier tema menor, cuando el objetivo de cualquier patriota sería recuperar el poder para la legalidad y sanear la mierda implantada por Sánchez que está provocando una septicemia que nos tiene moribundos.
¡Que asco!
2) El resultado de las elecciones francesas.
Los socialdemócratas de Macron y los republicanos se han puesto de acuerdo con la extrema izquierda de Melenchon, lo que es el empujón que faltaba para considerar a Francia un Estado fallido.
Que los socialdemócratas y los republicanos prefieran a la extrema izquierda a un partido conservador de valores republicanos para que gobierne Francia pone de manifiesto que esos partidos prefieren la continuidad de los grandes planes estratégicos (Agenda 2030 e inmigración masiva) al riesgo inminente, en apenas una década, de la alternativa del diablo: sometimiento al islam político o guerra civil.
Es patético ver a las masas del partido de Melenchon celebrando la victoria sobre el fascismo. Se veía a jóvenes, no distintos a los de aquí en las manifestaciones de izquierdas, y a los funcionarios de pelo blanco que no han evolucionado desde el 68, insistiendo en celebrar las decisiones que acabarán con ellos. La izquierda prefiere la destrucción a que gobierne la derecha sin reparar en que gobernando la derecha pueden seguir siendo ellos y continuando la trayectoria que llevan serán destruidos en poco tiempo.
Francia no tiene arreglo. Es el país con el Estado más grande del mundo, que resiste gracias a aspectos oscuros de su política en África y a que maneja los fondos europeos. Es cuestión de tiempo que estalle. Y cuando lo haga, la onda expansiva nos alcanzará, no tengan la menor duda. Será un desastre económico en toda Europa, y acarreará desórdenes y violencia como no se recuerdan en Francia, con masas de franceses en pie de guerra y grandes zonas controladas por el Islam político.
Eso sí, habrán impedido que gobierne la extrema derecha. Extrema derecha que es tan estatista como el centro y la izquierda y cuya sola virtud es oponerse a la inmigración masiva. Francia vive en un estado pre-guerracivilista, con agresiones continuas, abusos sexuales, quemas de iglesias... Pero se sienten victoriosos porque han evitado que gobierne la extrema derecha.
No es el único pueblo que sigue ciego una carrera hacia el abismo. Se ha visto antes, en otros momentos de la historia, y esa actitud siempre acabó igual: ruina, destrucción y guerra.
3) El atentado contra Donald Trump.
Pone de manifiesto algo que se venía advirtiendo desde hace tiempo en estas páginas: la izquierda ya no acepta la democracia y hará cualquier cosa para mantener el poder, como hizo en España durante la II República hasta llevarnos a la guerra civil.
Con la excusa de que viene la extrema derecha se justifica cualquier ataque a un líder que pueda ganarles las elecciones. El atentado no ha sido un hecho aislado: Biden ya bromeó en varias ocasiones, desde su inconsciencia teledirigida, con un atentado contra Trump. La desequilibrada Pelocy dijo que había que eliminarlo, el hijo de Soros publicó una imagen con un disparo y dinero aludiendo al número 47, número que corresponde a la presidencia de Trump. Era una invitación al crimen.
Trump, con todos sus defectos, no sólo no inició ninguna guerra sino que concluyó algunas. La izquierda, en cuyas manos está el Deep State (Estado profundo), y la industria armamentística, no quieren permitir un segundo mandato. Además, recordemos que no ha sido el único líder opuesto a la agenda globalista contra el que se ha atentado: el primer ministro japonés, el de Eslovaquia y Bolsonaro también los han sufrido (el primero consumado con su muerte).
El atentado también ha puesto de manifiesto que no ha sido espontáneo y que ha sido consentido. Son varios los testimonios de personas que alertaron a las fuerzas de seguridad de la presencia de un hombre sospechoso sobre un tejado; la distancia a la que se colocó el tirador era muy pequeña para que no fuera detectado y controlado por la seguridad de Trump, era perfectamente visible para un servicio de seguridad que debía tener controlado el perímetro. Es un atentado que se ha permitido, sin duda alguna. Trump debería costearse su propia seguridad si quiere llegar vivo a noviembre.
Cuando vemos las imágenes del tirador (ya hay vídeos suyos en los que decía odiar a los republicanos y a Trump), vemos que su perfil coincide en gran medida con los de los jóvenes votantes de Melenchon: un aspecto de dudosa higiene y el enfervorecido mensaje de los débiles mentales: el fanatismo. Al parecer, era miembro de BLM, lo que no sorprende porque siempre utilizan un pelagatos al que colocar el cartel de lobo solitario.
Alguien debería preguntarse quién gobierna Estados Unidos desde hace cuatro años, porque es evidente que Biden no está ni ha estado en condiciones de hacerlo. Seguramente los mismos que no han querido impedir el atentado.
De lo que es cómplice consciente la prensa norteamericana, que nos ha desvelado que es la misma basura que la de aquí. No es prensa, es propaganda que nada tiene que envidiar a la del III Reich.
La realidad nos hace prolongar el anterior artículo en tres frentes:
1) Vox rompe los gobiernos con el PP.
Lo que pone de manifiesto que Vox prefiere tener 30 diputados con Sánchez en el Gobierno a tener 20 diputados con Sánchez fuera del gobierno.
Vox deja de ser un partido de Estado para volver a ser sólo un partido de protesta. Han roto todos los gobiernos regionales por una excusa menor. De hecho, no es el primer reparto de menas desde que formaron gobierno y tampoco estaba esta cuestión entre los pactos de gobierno firmados con el PP. Que después de estos menas vendrán otros es sabido desde hace mucho tiempo, pero la solución no la tienen los gobiernos autonómicos, sino que es un problema de Estado que, precisamente mientras esté el sujeto que tenemos al frente del Gobierno, no podrá tener solución porque no puede oponerse a los deseos de su jefe del sur. De hecho, esto es lo que parece su actuación: retirar a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de los puntos estratégicos para aumentar el paso de todo tráfico ilegal por nuestras fronteras.
Que el PP traiciona a sus votantes tampoco puede ser excusa: lo viene haciendo desde hace veinte años, una y otra vez, sin desmayo. Ya lo hacía cuando se formaron los gobiernos con el PP. Es su forma habitual de hacer política: traicionar a sus votantes y asumir los principios y las políticas del PSOE con cierto retraso. Que el PP es socialdemócrata y un partido de centro izquierda tampoco es una novedad. Aquí lo venimos diciendo desde hace años. Tal vez los de Vox se han caído del guindo ahora, ¡qué casualidad!, y no se habían dado cuenta hace un año. Y los del PP tampoco se dan cuenta de que los votos que hubiera podido perder el PSOE por su derecha: los socialdemócratas acrisolados y "templados" ya los tienen, no necesitan seguir siendo socialistas para ganar más votos porque esos otros votos que buscan jamás les serán dados. Tienen dentro el mejor ejemplo de cómo se puede ganar todo el arco de centro derecha desde un discurso serio y contundente (Ayuso) y no hacen caso. No tienen remedio, como prueba que los votos que pierde Vox no vayan al PP sino a una estúpida candidatura que no sirve para nada (Alvise).
El motivo de la ruptura es únicamente electoralista: el susto provocado los resultados del tal Alvise Pérez. Si un partido como Vox reacciona con histeria ante algo así demuestra que no tiene temple para gobernar.
Todo esto sólo tiene un beneficiario: Sánchez. La presidenta de Extremadura lo ha dejado bien claro: acercamiento al PSOE. El PP no tienen arreglo. Pero Vox, tampoco. ¡Vaya patriotas!
Algunos avisados dicen que Vox busca quedarse cómo única alternativa en la derecha y recoger esos votos en el futuro, como el partido de Le Pen en Francia. Olvidan que esa estrategia sería a largo plazo, con la consiguiente destrucción del país que, mientras tanto, vaya prolongando Sánchez. Y olvidan también otras dos cuestiones: que España no es Francia y la situación provocada por el islamismo aquí no está tan degradada como en el país vecino, con lo cual su estrategia no parece razonable a corto ni medio plazo; en segundo lugar, olvidan que el PP, a pesar de sus defectos (sólo tiene una virtud, que es Ayuso), está tan implantado en la sociedad española que necesitarían que desaparecieran generaciones enteras para ganarle la partida.
Vox se equivoca, como se ha equivocado rotundamente desde su desastrosa campaña en las autonómicas de Andalucía. Se puede estar de acuerdo con sus críticas, pero su estrategia de partido es un desastre sin paliativos: echan a los liberales para convertirse en una derecha conservadora rancia que no tiene apenas predicamento en España. Es casi una refundación de la Falange. Y la Falange es socialista (publicamos un artículo mostrando las coincidencias de los programas electorales de Falange Española con los de Podemos y el PSOE).
La dirección de Vox está tan alejada de la realidad como las de los otros partidos. A este paso, Vox, de extrema necesidad en su momento, va a convertirse en una extrema innecesariedad muy pronto.
Muchos españoles no pueden sino compadecerse de no tener a nadie que los represente mínimamente. Unos por cobardes y cagapoquito y los otros por gritones irreflexivos que prefieren a Orban antes que a Meloni (la única que podía hacer frente a Von Der Leyen). La derecha también hace cosas que hiela la sangre de sus votantes.
El país que nos dejará Sánchez, si es que alguna vez sale del Gobierno, no tendrá reparación posible de manos de unos cobardes y de unos descolocados falangistas que no se pondrán de acuerdo o que romperán la baraja por cualquier tema menor, cuando el objetivo de cualquier patriota sería recuperar el poder para la legalidad y sanear la mierda implantada por Sánchez que está provocando una septicemia que nos tiene moribundos.
¡Que asco!
2) El resultado de las elecciones francesas.
Los socialdemócratas de Macron y los republicanos se han puesto de acuerdo con la extrema izquierda de Melenchon, lo que es el empujón que faltaba para considerar a Francia un Estado fallido.
Que los socialdemócratas y los republicanos prefieran a la extrema izquierda a un partido conservador de valores republicanos para que gobierne Francia pone de manifiesto que esos partidos prefieren la continuidad de los grandes planes estratégicos (Agenda 2030 e inmigración masiva) al riesgo inminente, en apenas una década, de la alternativa del diablo: sometimiento al islam político o guerra civil.
Es patético ver a las masas del partido de Melenchon celebrando la victoria sobre el fascismo. Se veía a jóvenes, no distintos a los de aquí en las manifestaciones de izquierdas, y a los funcionarios de pelo blanco que no han evolucionado desde el 68, insistiendo en celebrar las decisiones que acabarán con ellos. La izquierda prefiere la destrucción a que gobierne la derecha sin reparar en que gobernando la derecha pueden seguir siendo ellos y continuando la trayectoria que llevan serán destruidos en poco tiempo.
Francia no tiene arreglo. Es el país con el Estado más grande del mundo, que resiste gracias a aspectos oscuros de su política en África y a que maneja los fondos europeos. Es cuestión de tiempo que estalle. Y cuando lo haga, la onda expansiva nos alcanzará, no tengan la menor duda. Será un desastre económico en toda Europa, y acarreará desórdenes y violencia como no se recuerdan en Francia, con masas de franceses en pie de guerra y grandes zonas controladas por el Islam político.
Eso sí, habrán impedido que gobierne la extrema derecha. Extrema derecha que es tan estatista como el centro y la izquierda y cuya sola virtud es oponerse a la inmigración masiva. Francia vive en un estado pre-guerracivilista, con agresiones continuas, abusos sexuales, quemas de iglesias... Pero se sienten victoriosos porque han evitado que gobierne la extrema derecha.
No es el único pueblo que sigue ciego una carrera hacia el abismo. Se ha visto antes, en otros momentos de la historia, y esa actitud siempre acabó igual: ruina, destrucción y guerra.
3) El atentado contra Donald Trump.
Pone de manifiesto algo que se venía advirtiendo desde hace tiempo en estas páginas: la izquierda ya no acepta la democracia y hará cualquier cosa para mantener el poder, como hizo en España durante la II República hasta llevarnos a la guerra civil.
Con la excusa de que viene la extrema derecha se justifica cualquier ataque a un líder que pueda ganarles las elecciones. El atentado no ha sido un hecho aislado: Biden ya bromeó en varias ocasiones, desde su inconsciencia teledirigida, con un atentado contra Trump. La desequilibrada Pelocy dijo que había que eliminarlo, el hijo de Soros publicó una imagen con un disparo y dinero aludiendo al número 47, número que corresponde a la presidencia de Trump. Era una invitación al crimen.
Trump, con todos sus defectos, no sólo no inició ninguna guerra sino que concluyó algunas. La izquierda, en cuyas manos está el Deep State (Estado profundo), y la industria armamentística, no quieren permitir un segundo mandato. Además, recordemos que no ha sido el único líder opuesto a la agenda globalista contra el que se ha atentado: el primer ministro japonés, el de Eslovaquia y Bolsonaro también los han sufrido (el primero consumado con su muerte).
El atentado también ha puesto de manifiesto que no ha sido espontáneo y que ha sido consentido. Son varios los testimonios de personas que alertaron a las fuerzas de seguridad de la presencia de un hombre sospechoso sobre un tejado; la distancia a la que se colocó el tirador era muy pequeña para que no fuera detectado y controlado por la seguridad de Trump, era perfectamente visible para un servicio de seguridad que debía tener controlado el perímetro. Es un atentado que se ha permitido, sin duda alguna. Trump debería costearse su propia seguridad si quiere llegar vivo a noviembre.
Cuando vemos las imágenes del tirador (ya hay vídeos suyos en los que decía odiar a los republicanos y a Trump), vemos que su perfil coincide en gran medida con los de los jóvenes votantes de Melenchon: un aspecto de dudosa higiene y el enfervorecido mensaje de los débiles mentales: el fanatismo. Al parecer, era miembro de BLM, lo que no sorprende porque siempre utilizan un pelagatos al que colocar el cartel de lobo solitario.
Alguien debería preguntarse quién gobierna Estados Unidos desde hace cuatro años, porque es evidente que Biden no está ni ha estado en condiciones de hacerlo. Seguramente los mismos que no han querido impedir el atentado.
De lo que es cómplice consciente la prensa norteamericana, que nos ha desvelado que es la misma basura que la de aquí. No es prensa, es propaganda que nada tiene que envidiar a la del III Reich.