El Athletic e Iribar o cómo ser filofranquista y filoetarra a la vez
![[Img #26662]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2024/9309_imagen1.png)
En este tema del homenaje que el Athletic, de la mano de su figura legendaria Iribar, le hizo al montañero filoetarra Zabaleta, el pasado 19 de octubre, con motivo del centenario de la Federación Vasco-Navarra de alpinismo, habría mucha tela que cortar. Para empezar, ¿por qué en San Mamés se va a homenajear al alpinismo vasco? ¿Han hecho o van a hacer lo mismo con las traineras, la pelota y el deporte rural, por ejemplo? Lo digo porque no lo sé. A lo mejor lo han hecho o lo van a hacer y ya está. Pero de primeras no lo veo. Y luego, todo esto para mí ha representado algo así como una metáfora de lo que ha ocurrido durante los últimos cincuenta años en el País Vasco. Y por muchos motivos, no solo por la actitud del Athletic y de Iribar, dándole protagonismo a un filoetarra, sino por la postura de la propia Liga de Fútbol español, que no sabemos si ha tenido que autorizar o no dicho homenaje, pero que luego, en la emisión por televisión, no lo retransmitieron: el momento mismo de la salida al campo de los homenajeados y el saque de honor, lo ocultaron en televisión, dando una panorámica aérea del estadio. ¿Hay quién lo entienda?
De modo que, desde la Liga, se deja el aquelarre filoetarra solo para consumo interno de la parroquia futbolera bilbaína, mientras que al resto de España se lo ocultan, por vergüenza. Es lo que siempre hemos tenido aquí. La Liga, en representación del Estado, como principal legitimador del cuestionamiento de los valores y principios del propio Estado en una parte del mismo, como es el País Vasco, donde no hacen nada por desautorizar el homenaje que se hace a la muerte y eliminación de cualquier cosa que haga referencia a España y lo español, en este caso en un campo de fútbol. Tan solo se limitan a ocultarlo para el resto de España. Así vamos. Lo sarcástico del asunto es que dicho homenaje lo hicieron en los prolegómenos de un partido disputado contra el Español de Barcelona.
Luego ha salido el Athletic diciendo que lo del homenaje ha sido estrictamente deportivo. Claro, qué iban a decir. Se callan la alusión a la bandera con el logotipo de ETA, que todo el mundo había visto antes del partido publicada en los medios, y que fue la que dejó el montañero de marras en la cumbre del Everest pero que, gracias a los polacos que llegaron luego, la pudimos ver fotografiada en todo su esplendor.
Junto con ello, este episodio ha constituido también una perfecta representación de un fenómeno sociológico digno de estudio, consistente en la mutación ideológica, por parte de instituciones y de las personas particulares que las representan, que de ser filofranquistas han pasado a ser filoetarras en un lapso de dos años como mucho. Téngase en cuenta que Iribar fue portero titular de la selección española hasta 1976 y que en 1978 ya aparecía junto a los miembros más destacados de la Mesa Nacional de Herri Batasuna, fundada ese año. Y es que, de no ser por esa mutación, no se puede explicar nada de lo que ha ocurrido en el País Vasco durante toda la Transición y hasta hoy.
En las fotografías que encabezan este artículo podemos ver, a la izquierda, que Iribar aparece como portero de la selección española de fútbol, posando un 21 de junio de 1964 en el estadio entonces llamado de Chamartín y en los momentos previos a enfrentarse a la selección de la URSS en la que se llamó la final de “la Copa de Europa de Franco”. Ganó la selección española por 2 goles a 1 y después del partido sus componentes fueron recibidos por el mismísimo General Franco, suponemos que en El Pardo, el mismo Franco que había presidido la final desde el palco de autoridades del estadio.
Y al lado, en la fotografía de la derecha, José Angel Iríbar aparece en 1978 junto a los dirigentes de la recién fundada Herri Batasuna, Jon Idígoras, Santiago Brouard y Jokin Gorostidi. El siguiente par de fotografías representa, a la izquierda, la candidatura por Vizcaya de Herri Batasuna a las elecciones al Parlamento Vasco de 1980, tal como consta en el Boletín Oficial del Consejo General del País Vasco de 15 de febrero de 1980, donde aparece el nombre de José Ángel Iribar acompañando, como número 17 de la lista, a gente tan significada como Jon Idigoras, Francisco Letamendia, Txomin Ziluaga o Santiago Brouard, y a la derecha de dicha lista vemos a Iribar dándole la mano a Franco en la audiencia que les ofreció este último, como Jefe del Estado, tras ganar la selección española de fútbol la Copa de Europa en 1964. ¿Qué ha podido pasar para que a esta foto, o a la de la selección de fútbol, le sucedan la foto de la lista electoral o la que aparece junto a dirigentes históricos de Herri Batasuna?
![[Img #26665]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2024/3111_captura-de-pantalla-2024-10-26-115417.png)
El título de este artículo podría interpretarse, al menos, de dos maneras. Una, la mayoritaria diría yo, es la de que te arriesgas a que ninguno de los dos extremos la entienda y que te tomen por un provocador. Y la verdad es que no les faltarían motivos para pensar así. No puede haber en nuestro entorno dos posturas más distantes y enfrentadas que esas dos, ser partidario de Franco o del franquismo, por un lado, y ser partidario de Herri Batasuna y de ETA por otro. Situarse en cualquiera de esos dos extremos supone reconocer la incapacidad para ponerse en el lugar del otro. De modo que plantear la posibilidad, como plantea el título, de que esos dos extremos sean intercambiables supondría entrar, como digo, en el terreno de la provocación.
Pero el caso es que ha habido muchas personas, una mayoría seguramente, que en el País Vasco han pasado de ser franquistas o de, al menos, no ver mal o no criticar el régimen anterior, a ser abertzales o directamente proetarras, sobretodo una vez muerto Franco y después de haber sido aprobada la Constitución de 1978, y que, en aquellos años de 1979, 1980 y 1981, los más mortíferos de la banda terrorista, veían los atentados de ETA y las extorsiones y los altercados callejeros que tanto nos han amargado la vida, como cosas normales, que tenían que pasar, casi obligados o necesarios, dados los antecedentes de los que veníamos.
El Athletic de Bilbao y, como representación individualizada del mismo, una persona tan conocida y tan identificada con esos colores como fue su portero Iríbar, representan casi a la perfección ese tránsito alucinante.
Fijémonos, si no, en la cantidad de títulos obtenidos por el club en la época franquista. El Athletic es, junto con el Barcelona (ya es significativo que sean los dos clubes más representativos de las dos comunidades autónomas con mayor índice de separatismo o nacionalismo en general de toda España), quien más copas del Generalísimo tiene. Así se llamaba entonces el título de la actual Copa del Rey. El Athletic tiene nueve de esas. Y podemos rescatar las fotos en las que el general Franco entregaba la copa al capitán del Athletic con dicho motivo. Así, hay fotos, recogiendo la Copa del Generalísimo, como capitán del Athletic, de Piru Gainza o de Iñaki Saez. Esas copas del generalísimo, que el Athletic tendrá en su salón de trofeos, ¿qué significan para ese club? Tenerlas y sobre todo presumir de ellas como patrimonio del club, como trayectoria deportiva histórica, ¿no supone hacer una apología del franquismo? Porque cuando el ya fallecido Iñaki Azkuna era alcalde de Bilbao por el PNV, la oposición le hizo retirar los cuadros de los alcaldes de época franquista que adornaban los pasillos de la planta noble del Ayuntamiento de Bilbao. Y los tuvo que poner en una sala fuera de la vista diaria, para que se resignificaran allí. ¿Qué tendría que hacer el Athletic, entonces, con sus nueve Copas del Generalísimo?
A José Angel Iribar, portero del Athletic, le tenemos en una representación deportiva más genuina todavía de la presencia del franquismo en la sociedad de su tiempo, como fue la final de la Copa de Europa que la selección española le ganó, en Madrid en 1964, nada menos que a la selección de la URSS. El portero de aquella selección española, representativa como ninguna otra del fútbol español durante la época franquista, fue Iríbar, como se ve en la foto de la alineación que saltó al campo aquel 21 de junio.
El escudo de la equipación que vestía a aquel equipo iba bordado y estampado en sus camisetas, tal como se ve en la foto donde posan para la final de aquella Copa de Europa legendaria. Era el escudo del águila franquista con la leyenda “Una, grande, libre”, que vemos en esta reproducción del original.
![[Img #26664]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2024/2388_imagen2.png)
Recordemos que una de las primeras campañas terroristas de ETA, la que va de 1975 a 1978, la dedicó la banda criminal al asesinato de personas significadas del régimen anterior, como alcaldes y presidentes de la diputación de Vizcaya o Guipúzcoa, con lo cual la derecha vasca quedó completamente esquilmada e incapaz de levantar cabeza hasta hoy.
En cambio, leemos entrevistas al personaje Iribar y vemos que la transición de una postura a otra es posible, es decir, pasar de vivir cómodo bajo el régimen franquista, e incluso ensalzado por dicho régimen como uno de sus iconos futbolísticos, como fue el caso de Iribar, portero titular de la selección española entre 1964 y 1976, disputando 49 partidos con la camiseta de España, a situarse luego en la órbita de ETA, desde su participación en la fundación de Herri Batasuna en 1978, en la que ya estuvo presente junto con los Idígoras, Letamendía, Telesforo Monzón o Patxi Zabaleta, es decir, la flor y nata de los jaleadores de la banda terrorista ETA. Es que se dice y no se cree.
Veamos cómo razona dichos posicionamientos cuando le preguntan por ellos en una entrevista reciente cuyo enlace es: https://sport.jotdown.es/2023/03/01/jose-angel-iribar-cuando-dejaron-de-llamarme-a-la-seleccion-entendi-que-era-un-mensaje/
El cambio de ambiente que a muchos, incluido a Iribar, les afectó profundamente en sus convicciones, se sitúa en el fusilamiento de Txiki y Otaegi, que tuvo lugar en 1975, un par de meses antes del fallecimiento de Franco. Ese fue el acontecimiento político que más le marcó: “Txiki era extremeño, pero vivía en Zarautz, muy cerca de mi caserío. Aquello marcó mucho, te daba que pensar. Eran unas circunstancias tan sumamente dramáticas, un fusilamiento.” En este caso, la proximidad a su casa debió ser algo que le impactó. Más allá de lo que pudiera salir entonces en los medios. Estamos hablando de 27 de septiembre de 1975, que fue la fecha de la ejecución. Hasta llegar a esa fecha, que sería, por así decir, la de su bautismo político, lo que predominaba era la ignorancia. Como él mismo reconoce: “en los años sesenta nosotros éramos muy ignorantes. Las familias no hablaban, ni las cuadrillas. Había miedo de tratar esos temas, de tocar cosas delicadas.”
El 24 de abril de 1976 fue el último partido de José Angel Iribar como portero de la selección española y el 5 de diciembre de 1976 sacó, junto con el capitán de la Real Sociedad, la ikurriña al campo de Anoeta (en tonces Atocha), en San Sebastián, por primera vez tras la muerte de Franco. El entrevistador le pregunta: “¿Recibió amenazas?”, a lo que él contesta: “Bueno, quién no. Lo mejor es no hacer ni caso. Seguí haciendo mi vida con toda naturalidad”. Tras la muerte de Franco y en el País Vasco, por sacar la ikurriña públicamente, en un campo donde la mayoría aplaudió y festejó aquel episodio, pensar que luego recibiera amenazas, como dice, y que fuera algo generalizado, cuesta creerlo. ¿Es que no se da cuenta este hombre de que eso, en el hipotético caso de que hubiera sido como lo dice, no tiene nada que ver con quienes tuvieron que llevar escolta por sus opiniones y por ser señalados por la banda terrorista? Estos últimos sí que ya no pudieron llevar su vida “con toda naturalidad”.
Después viene su entrada en Herri Batasuna en 1978, que la explica del siguiente modo: “Me ofrecieron llevar el deporte dentro de Cultura. Creí que podía aportar algo en ese tema, sin más. No era nada… políticamente yo era bastante ignorante sobre cómo podían funcionar las cosas. Iba a colegios con Santi Brouard para que los niños no se acercaran a la droga e hicieran deporte.” ¿Solo para eso, para hablar de la droga y el deporte? ¿Y para eso solo se aproximó a Herri Batasuna?
Dice que era bastante ignorante políticamente. Pero allí estuvo, al menos hasta 1980, porque hemos visto que iba en la candidatura a las primeras elecciones autonómicas de ese año. Y después dice que se salió: “Porque mi vida era el fútbol. Si te llamaban para ir a sitios, te quitaba de tu trabajo del que estás viviendo, con lo que estás funcionando”. En realidad, como jugador se retiró a finales de 1979, pero luego siguió como entrenador de porteros en Lezama, en las instalaciones del Athletic.
Tuvo que afrontar alguna que otra andanada por su significación política, por ejemplo, por parte del periodista José María García que, en una entrevista, le puso en la tesitura de tener que responder sobre si era o no español, a lo que él contestó: “que solo me sentía de mi baserri, de mi caserío. Contesté: «Me siento superfeliz en cualquier parte de Euskal Herria y tengo muchísimos amigos por todo el Estado».”
El caso es que sobre el hecho de que ya no acudiera más a la selección nacional de fútbol a partir de 1976, no lo explica porque él quisiera dejarlo sino porque no le llamaron. De hecho, sobre sus presencias en la selección, dice que fueron muy positivas deportiva y personalmente hablando: “a la selección iba muy a gusto, era un escaparate. Después de este triunfo [se refiere al de España frente a la URSS en 1964], muchos salimos a la palestra. Al mercado. Era muy positivo estar ahí.”
Y, de hecho, por mucho que se dijera en ciertos medios entonces que fue él quien lo quiso dejar con la selección, en esta entrevista se reafirma en que si no siguió yendo fue porque no le llamaron, no porque él no quisiera ir: “Si me hubiesen llamado, hubiese ido, eso lo tengo muy claro.” O sea, reconoce así que habría sido capaz de compatibilizar sus actividades políticas en favor de la izquierda abertzale (la misma que entonces apoyaba descaradamente la actividad terrorista de una ETA que estaba en su momento álgido de asesinatos) con defender la portería de la selección española de fútbol, que en aquel entonces ya no era franquista (Franco murió en 1975), pero seguía siendo española. Y recordemos que para el mundo de Herri Batasuna ser español y ser franquista o fascista es estrictamente la misma cosa.
Este es el personaje. Así es que, de ignorancia en ignorancia, de candidez en candidez, nos lo encontramos hace dos días haciendo de anfitrión en el homenaje que le dio la afición del Athletic, a instancias del club, a quien puso la primera ikurriña en el Everest, Martin Zabaleta, el 14 de mayo de 1980, y que se llevó a cabo en los prolegómenos del partido contra el Español del pasado 19 de octubre. Una ikurriña que, como se ha demostrado, llevaba impreso el anagrama de ETA junto con el logo de la campaña antinuclear que en aquella época fue el objetivo número uno de la actividad de la organización terrorista en sincronía con todas sus organizaciones satélites.
En cuanto al montañero Martin Zabaleta, estamos ante un filoetarra que en 1980 llevó al Everest la ikurriña con las dos estampaciones incorporadas, como ya hemos dicho, la de ETA a un lado y la antinuclear al otro, tal como se ve en la foto que reproducimos abajo y que iban así imbricadas, lo mismo que lo habían estado en la realidad, puesto que ETA se llevó hasta nueve asesinados por delante relacionados con la central nuclear de Lemóniz, entre ingenieros y trabajadores. El caso es que si hoy en día miras la factura de Iberdrola que nos llega cada mes, resulta que un tercio de la procedencia de la electricidad que consumimos es de origen nuclear y a nadie parece importarle lo más mínimo, con tal de que las centrales nucleares que nos surten estén bien lejos.
La foto de la ikurriña la hicieron, parece ser, los montañeros polacos que llegaron después de Zabaleta. Este la habría dejado en la cumbre del Everest como símbolo de sus más íntimos anhelos y creencias: debe ser una regla montañera, la de dejar en la cumbre conquistada tus más preciados tesoros. Hay una entrevista que le hicieron en El País tras su gesta. Es del 13 de junio de 1980. En ella, por si cupieran dudas sobre su afiliación ideológica, Zabaleta “proclama por todo lo alto que brinda el éxito a la Euskadi abertzale”. Solo le faltó decir que a la otra Euskadi que le den. Y luego también dejó bien claro que: “no admito que se diga que es la primera expedición española que llegó al Everest, sino la primera expedición vasca”. En cuanto a lo que dejó en la cima no dijo que dejó la ikurriña con el logo de ETA, tal como se ve en la foto de los polacos, sino solo la ikurriña y el conocido símbolo de antinuclear. En la entrevista se dice que “dejaban clavadas dos banderas, la ikurriña y la antinuclear”. Pero la foto descubre lo que verdaderamente dejó allí. No se atrevió a decir la verdad. Lo mismo que ahora el Athletic o el propio Iribar, que acompañó a los héroes hasta el centro del campo a hacer el saque de honor. Junto con otro montañero, Alex Chicón, que se ha tuneado el apellido porque le debía de parecer poco vasco, y se llama ahora Alex Txikon. Yo pensaba que el esfuerzo servía para hacer mejor a la gente, pero está claro que no es el caso de este alpinista, Zabaleta, que fue capaz de subir al Everest y arriesgar la vida por ello y todo para dejar en su cima el logo de una organización de desalmados, ignorantes y tarados.
![[Img #26663]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2024/5536_imagen3.png)
En este tema del homenaje que el Athletic, de la mano de su figura legendaria Iribar, le hizo al montañero filoetarra Zabaleta, el pasado 19 de octubre, con motivo del centenario de la Federación Vasco-Navarra de alpinismo, habría mucha tela que cortar. Para empezar, ¿por qué en San Mamés se va a homenajear al alpinismo vasco? ¿Han hecho o van a hacer lo mismo con las traineras, la pelota y el deporte rural, por ejemplo? Lo digo porque no lo sé. A lo mejor lo han hecho o lo van a hacer y ya está. Pero de primeras no lo veo. Y luego, todo esto para mí ha representado algo así como una metáfora de lo que ha ocurrido durante los últimos cincuenta años en el País Vasco. Y por muchos motivos, no solo por la actitud del Athletic y de Iribar, dándole protagonismo a un filoetarra, sino por la postura de la propia Liga de Fútbol español, que no sabemos si ha tenido que autorizar o no dicho homenaje, pero que luego, en la emisión por televisión, no lo retransmitieron: el momento mismo de la salida al campo de los homenajeados y el saque de honor, lo ocultaron en televisión, dando una panorámica aérea del estadio. ¿Hay quién lo entienda?
De modo que, desde la Liga, se deja el aquelarre filoetarra solo para consumo interno de la parroquia futbolera bilbaína, mientras que al resto de España se lo ocultan, por vergüenza. Es lo que siempre hemos tenido aquí. La Liga, en representación del Estado, como principal legitimador del cuestionamiento de los valores y principios del propio Estado en una parte del mismo, como es el País Vasco, donde no hacen nada por desautorizar el homenaje que se hace a la muerte y eliminación de cualquier cosa que haga referencia a España y lo español, en este caso en un campo de fútbol. Tan solo se limitan a ocultarlo para el resto de España. Así vamos. Lo sarcástico del asunto es que dicho homenaje lo hicieron en los prolegómenos de un partido disputado contra el Español de Barcelona.
Luego ha salido el Athletic diciendo que lo del homenaje ha sido estrictamente deportivo. Claro, qué iban a decir. Se callan la alusión a la bandera con el logotipo de ETA, que todo el mundo había visto antes del partido publicada en los medios, y que fue la que dejó el montañero de marras en la cumbre del Everest pero que, gracias a los polacos que llegaron luego, la pudimos ver fotografiada en todo su esplendor.
Junto con ello, este episodio ha constituido también una perfecta representación de un fenómeno sociológico digno de estudio, consistente en la mutación ideológica, por parte de instituciones y de las personas particulares que las representan, que de ser filofranquistas han pasado a ser filoetarras en un lapso de dos años como mucho. Téngase en cuenta que Iribar fue portero titular de la selección española hasta 1976 y que en 1978 ya aparecía junto a los miembros más destacados de la Mesa Nacional de Herri Batasuna, fundada ese año. Y es que, de no ser por esa mutación, no se puede explicar nada de lo que ha ocurrido en el País Vasco durante toda la Transición y hasta hoy.
En las fotografías que encabezan este artículo podemos ver, a la izquierda, que Iribar aparece como portero de la selección española de fútbol, posando un 21 de junio de 1964 en el estadio entonces llamado de Chamartín y en los momentos previos a enfrentarse a la selección de la URSS en la que se llamó la final de “la Copa de Europa de Franco”. Ganó la selección española por 2 goles a 1 y después del partido sus componentes fueron recibidos por el mismísimo General Franco, suponemos que en El Pardo, el mismo Franco que había presidido la final desde el palco de autoridades del estadio.
Y al lado, en la fotografía de la derecha, José Angel Iríbar aparece en 1978 junto a los dirigentes de la recién fundada Herri Batasuna, Jon Idígoras, Santiago Brouard y Jokin Gorostidi. El siguiente par de fotografías representa, a la izquierda, la candidatura por Vizcaya de Herri Batasuna a las elecciones al Parlamento Vasco de 1980, tal como consta en el Boletín Oficial del Consejo General del País Vasco de 15 de febrero de 1980, donde aparece el nombre de José Ángel Iribar acompañando, como número 17 de la lista, a gente tan significada como Jon Idigoras, Francisco Letamendia, Txomin Ziluaga o Santiago Brouard, y a la derecha de dicha lista vemos a Iribar dándole la mano a Franco en la audiencia que les ofreció este último, como Jefe del Estado, tras ganar la selección española de fútbol la Copa de Europa en 1964. ¿Qué ha podido pasar para que a esta foto, o a la de la selección de fútbol, le sucedan la foto de la lista electoral o la que aparece junto a dirigentes históricos de Herri Batasuna?
El título de este artículo podría interpretarse, al menos, de dos maneras. Una, la mayoritaria diría yo, es la de que te arriesgas a que ninguno de los dos extremos la entienda y que te tomen por un provocador. Y la verdad es que no les faltarían motivos para pensar así. No puede haber en nuestro entorno dos posturas más distantes y enfrentadas que esas dos, ser partidario de Franco o del franquismo, por un lado, y ser partidario de Herri Batasuna y de ETA por otro. Situarse en cualquiera de esos dos extremos supone reconocer la incapacidad para ponerse en el lugar del otro. De modo que plantear la posibilidad, como plantea el título, de que esos dos extremos sean intercambiables supondría entrar, como digo, en el terreno de la provocación.
Pero el caso es que ha habido muchas personas, una mayoría seguramente, que en el País Vasco han pasado de ser franquistas o de, al menos, no ver mal o no criticar el régimen anterior, a ser abertzales o directamente proetarras, sobretodo una vez muerto Franco y después de haber sido aprobada la Constitución de 1978, y que, en aquellos años de 1979, 1980 y 1981, los más mortíferos de la banda terrorista, veían los atentados de ETA y las extorsiones y los altercados callejeros que tanto nos han amargado la vida, como cosas normales, que tenían que pasar, casi obligados o necesarios, dados los antecedentes de los que veníamos.
El Athletic de Bilbao y, como representación individualizada del mismo, una persona tan conocida y tan identificada con esos colores como fue su portero Iríbar, representan casi a la perfección ese tránsito alucinante.
Fijémonos, si no, en la cantidad de títulos obtenidos por el club en la época franquista. El Athletic es, junto con el Barcelona (ya es significativo que sean los dos clubes más representativos de las dos comunidades autónomas con mayor índice de separatismo o nacionalismo en general de toda España), quien más copas del Generalísimo tiene. Así se llamaba entonces el título de la actual Copa del Rey. El Athletic tiene nueve de esas. Y podemos rescatar las fotos en las que el general Franco entregaba la copa al capitán del Athletic con dicho motivo. Así, hay fotos, recogiendo la Copa del Generalísimo, como capitán del Athletic, de Piru Gainza o de Iñaki Saez. Esas copas del generalísimo, que el Athletic tendrá en su salón de trofeos, ¿qué significan para ese club? Tenerlas y sobre todo presumir de ellas como patrimonio del club, como trayectoria deportiva histórica, ¿no supone hacer una apología del franquismo? Porque cuando el ya fallecido Iñaki Azkuna era alcalde de Bilbao por el PNV, la oposición le hizo retirar los cuadros de los alcaldes de época franquista que adornaban los pasillos de la planta noble del Ayuntamiento de Bilbao. Y los tuvo que poner en una sala fuera de la vista diaria, para que se resignificaran allí. ¿Qué tendría que hacer el Athletic, entonces, con sus nueve Copas del Generalísimo?
A José Angel Iribar, portero del Athletic, le tenemos en una representación deportiva más genuina todavía de la presencia del franquismo en la sociedad de su tiempo, como fue la final de la Copa de Europa que la selección española le ganó, en Madrid en 1964, nada menos que a la selección de la URSS. El portero de aquella selección española, representativa como ninguna otra del fútbol español durante la época franquista, fue Iríbar, como se ve en la foto de la alineación que saltó al campo aquel 21 de junio.
El escudo de la equipación que vestía a aquel equipo iba bordado y estampado en sus camisetas, tal como se ve en la foto donde posan para la final de aquella Copa de Europa legendaria. Era el escudo del águila franquista con la leyenda “Una, grande, libre”, que vemos en esta reproducción del original.
Recordemos que una de las primeras campañas terroristas de ETA, la que va de 1975 a 1978, la dedicó la banda criminal al asesinato de personas significadas del régimen anterior, como alcaldes y presidentes de la diputación de Vizcaya o Guipúzcoa, con lo cual la derecha vasca quedó completamente esquilmada e incapaz de levantar cabeza hasta hoy.
En cambio, leemos entrevistas al personaje Iribar y vemos que la transición de una postura a otra es posible, es decir, pasar de vivir cómodo bajo el régimen franquista, e incluso ensalzado por dicho régimen como uno de sus iconos futbolísticos, como fue el caso de Iribar, portero titular de la selección española entre 1964 y 1976, disputando 49 partidos con la camiseta de España, a situarse luego en la órbita de ETA, desde su participación en la fundación de Herri Batasuna en 1978, en la que ya estuvo presente junto con los Idígoras, Letamendía, Telesforo Monzón o Patxi Zabaleta, es decir, la flor y nata de los jaleadores de la banda terrorista ETA. Es que se dice y no se cree.
Veamos cómo razona dichos posicionamientos cuando le preguntan por ellos en una entrevista reciente cuyo enlace es: https://sport.jotdown.es/2023/03/01/jose-angel-iribar-cuando-dejaron-de-llamarme-a-la-seleccion-entendi-que-era-un-mensaje/
El cambio de ambiente que a muchos, incluido a Iribar, les afectó profundamente en sus convicciones, se sitúa en el fusilamiento de Txiki y Otaegi, que tuvo lugar en 1975, un par de meses antes del fallecimiento de Franco. Ese fue el acontecimiento político que más le marcó: “Txiki era extremeño, pero vivía en Zarautz, muy cerca de mi caserío. Aquello marcó mucho, te daba que pensar. Eran unas circunstancias tan sumamente dramáticas, un fusilamiento.” En este caso, la proximidad a su casa debió ser algo que le impactó. Más allá de lo que pudiera salir entonces en los medios. Estamos hablando de 27 de septiembre de 1975, que fue la fecha de la ejecución. Hasta llegar a esa fecha, que sería, por así decir, la de su bautismo político, lo que predominaba era la ignorancia. Como él mismo reconoce: “en los años sesenta nosotros éramos muy ignorantes. Las familias no hablaban, ni las cuadrillas. Había miedo de tratar esos temas, de tocar cosas delicadas.”
El 24 de abril de 1976 fue el último partido de José Angel Iribar como portero de la selección española y el 5 de diciembre de 1976 sacó, junto con el capitán de la Real Sociedad, la ikurriña al campo de Anoeta (en tonces Atocha), en San Sebastián, por primera vez tras la muerte de Franco. El entrevistador le pregunta: “¿Recibió amenazas?”, a lo que él contesta: “Bueno, quién no. Lo mejor es no hacer ni caso. Seguí haciendo mi vida con toda naturalidad”. Tras la muerte de Franco y en el País Vasco, por sacar la ikurriña públicamente, en un campo donde la mayoría aplaudió y festejó aquel episodio, pensar que luego recibiera amenazas, como dice, y que fuera algo generalizado, cuesta creerlo. ¿Es que no se da cuenta este hombre de que eso, en el hipotético caso de que hubiera sido como lo dice, no tiene nada que ver con quienes tuvieron que llevar escolta por sus opiniones y por ser señalados por la banda terrorista? Estos últimos sí que ya no pudieron llevar su vida “con toda naturalidad”.
Después viene su entrada en Herri Batasuna en 1978, que la explica del siguiente modo: “Me ofrecieron llevar el deporte dentro de Cultura. Creí que podía aportar algo en ese tema, sin más. No era nada… políticamente yo era bastante ignorante sobre cómo podían funcionar las cosas. Iba a colegios con Santi Brouard para que los niños no se acercaran a la droga e hicieran deporte.” ¿Solo para eso, para hablar de la droga y el deporte? ¿Y para eso solo se aproximó a Herri Batasuna?
Dice que era bastante ignorante políticamente. Pero allí estuvo, al menos hasta 1980, porque hemos visto que iba en la candidatura a las primeras elecciones autonómicas de ese año. Y después dice que se salió: “Porque mi vida era el fútbol. Si te llamaban para ir a sitios, te quitaba de tu trabajo del que estás viviendo, con lo que estás funcionando”. En realidad, como jugador se retiró a finales de 1979, pero luego siguió como entrenador de porteros en Lezama, en las instalaciones del Athletic.
Tuvo que afrontar alguna que otra andanada por su significación política, por ejemplo, por parte del periodista José María García que, en una entrevista, le puso en la tesitura de tener que responder sobre si era o no español, a lo que él contestó: “que solo me sentía de mi baserri, de mi caserío. Contesté: «Me siento superfeliz en cualquier parte de Euskal Herria y tengo muchísimos amigos por todo el Estado».”
El caso es que sobre el hecho de que ya no acudiera más a la selección nacional de fútbol a partir de 1976, no lo explica porque él quisiera dejarlo sino porque no le llamaron. De hecho, sobre sus presencias en la selección, dice que fueron muy positivas deportiva y personalmente hablando: “a la selección iba muy a gusto, era un escaparate. Después de este triunfo [se refiere al de España frente a la URSS en 1964], muchos salimos a la palestra. Al mercado. Era muy positivo estar ahí.”
Y, de hecho, por mucho que se dijera en ciertos medios entonces que fue él quien lo quiso dejar con la selección, en esta entrevista se reafirma en que si no siguió yendo fue porque no le llamaron, no porque él no quisiera ir: “Si me hubiesen llamado, hubiese ido, eso lo tengo muy claro.” O sea, reconoce así que habría sido capaz de compatibilizar sus actividades políticas en favor de la izquierda abertzale (la misma que entonces apoyaba descaradamente la actividad terrorista de una ETA que estaba en su momento álgido de asesinatos) con defender la portería de la selección española de fútbol, que en aquel entonces ya no era franquista (Franco murió en 1975), pero seguía siendo española. Y recordemos que para el mundo de Herri Batasuna ser español y ser franquista o fascista es estrictamente la misma cosa.
Este es el personaje. Así es que, de ignorancia en ignorancia, de candidez en candidez, nos lo encontramos hace dos días haciendo de anfitrión en el homenaje que le dio la afición del Athletic, a instancias del club, a quien puso la primera ikurriña en el Everest, Martin Zabaleta, el 14 de mayo de 1980, y que se llevó a cabo en los prolegómenos del partido contra el Español del pasado 19 de octubre. Una ikurriña que, como se ha demostrado, llevaba impreso el anagrama de ETA junto con el logo de la campaña antinuclear que en aquella época fue el objetivo número uno de la actividad de la organización terrorista en sincronía con todas sus organizaciones satélites.
En cuanto al montañero Martin Zabaleta, estamos ante un filoetarra que en 1980 llevó al Everest la ikurriña con las dos estampaciones incorporadas, como ya hemos dicho, la de ETA a un lado y la antinuclear al otro, tal como se ve en la foto que reproducimos abajo y que iban así imbricadas, lo mismo que lo habían estado en la realidad, puesto que ETA se llevó hasta nueve asesinados por delante relacionados con la central nuclear de Lemóniz, entre ingenieros y trabajadores. El caso es que si hoy en día miras la factura de Iberdrola que nos llega cada mes, resulta que un tercio de la procedencia de la electricidad que consumimos es de origen nuclear y a nadie parece importarle lo más mínimo, con tal de que las centrales nucleares que nos surten estén bien lejos.
La foto de la ikurriña la hicieron, parece ser, los montañeros polacos que llegaron después de Zabaleta. Este la habría dejado en la cumbre del Everest como símbolo de sus más íntimos anhelos y creencias: debe ser una regla montañera, la de dejar en la cumbre conquistada tus más preciados tesoros. Hay una entrevista que le hicieron en El País tras su gesta. Es del 13 de junio de 1980. En ella, por si cupieran dudas sobre su afiliación ideológica, Zabaleta “proclama por todo lo alto que brinda el éxito a la Euskadi abertzale”. Solo le faltó decir que a la otra Euskadi que le den. Y luego también dejó bien claro que: “no admito que se diga que es la primera expedición española que llegó al Everest, sino la primera expedición vasca”. En cuanto a lo que dejó en la cima no dijo que dejó la ikurriña con el logo de ETA, tal como se ve en la foto de los polacos, sino solo la ikurriña y el conocido símbolo de antinuclear. En la entrevista se dice que “dejaban clavadas dos banderas, la ikurriña y la antinuclear”. Pero la foto descubre lo que verdaderamente dejó allí. No se atrevió a decir la verdad. Lo mismo que ahora el Athletic o el propio Iribar, que acompañó a los héroes hasta el centro del campo a hacer el saque de honor. Junto con otro montañero, Alex Chicón, que se ha tuneado el apellido porque le debía de parecer poco vasco, y se llama ahora Alex Txikon. Yo pensaba que el esfuerzo servía para hacer mejor a la gente, pero está claro que no es el caso de este alpinista, Zabaleta, que fue capaz de subir al Everest y arriesgar la vida por ello y todo para dejar en su cima el logo de una organización de desalmados, ignorantes y tarados.